PÁGINAS AMIGAS

puntanews

linea horiz

REDOTA

linea horiz

GAMAMULTIMEDIA

linea horiz

 

LA REVISTA - PUBLICACIONES ANTERIORES - ARTÍCULOS DEL MES - MANDA UN ARTÍCULO - VÍNCULOS - DESTACADOS - CONTACTO - APOYAN - INICIO

 

 

 

 

 

 

 

 

imagen

 

 

 

 

 

 

AL POLO BAMBA
Por. Juan Antonio Varese

 


 
imagen
linea horiz
linea horiz

EL 25 de julio de 1885 abrió sus puertas el POLO BAMBA, el café literario más emblemático que existió en Montevideo. En tal solo 28 años de vida, pues cerró en 1913, desarrolló una nutrida actividad y sirvió de faro y punto de referencia a la intelectualidad vernácula del 900. Estaba ubicado frente a la calle Colonia Nº s. 6 y 8, entre Ciudadela y Florida, lugar estratégico por su proximidad con la redacción de los principales diarios del momento. Su aspecto representaba un nuevo tipo de café, acorde a los que existían en París o Madrid y a los de reciente aparición en Buenos Aires o Río de Janeiro, el llamado café literario, con espacio para grandes mesas donde numerosos parroquianos pasaran largas horas enfrascados en discusiones estéticas, metafóricas o libertarias. Pocos ejemplos existían entonces en Montevideo que podamos considerar un antecedente, a no ser el MOKA, pequeño y recoleto café famoso por la tertulia que lideraba de las Carreras. El intelectual de café lo constituían artistas (pintores, escritores y músicos) e idealistas (políticos, reformadores sociales, etc.,) con el denominador común del ideal bohemio según el ejemplo parisino. El pelo largo, la ropa cuidadosamente descuidada, la actitud asertiva y el ideal enarbolado a ultranza. En resumidas cuentas el arte por el arte, mientras el pocillo de café se enfriaba en las tazas, que nunca se reponían. El fundador del nuevo café, Francisco San Román, era un joven español culto e inteligente, con mucho mundo y experiencia cafetera para los escasos 23 años que contaba. Su personalidad, al igual que la de su hermano Severino, a la postre el verdadero genio motor del POLO BAMBA, mayor en edad pero más lírico e idealista, las desarrollaré en un futuro artículo no bien culmine la investigación emprendida., obsesionado por el cotejo caracteres tan dispares. Uno de los tópicos que más despertó la polémica entre los contemporáneos, era el origen y significado del término POLO BAMBA. Un periodista de La Tribuna Popular de 1886 ensayó una explicación en torno a que debía tratarse de un pueblo indígena americano famoso por su bravura, corroborado por Barrios Pintos en su obra Pulperías y cafés. En mi opinión, empero, el origen respondía al genio publicitario de Francisco San Román, consciente del golpe de efecto que traslucía un nombre simbólico, como había pasado con el BUTUCUDO, también un nombre indígena, que un aventurero francés de apellido Moriat había abierto en Montevideo en 1881. Francisco invitó a su hermano Severino a compartir la empresa pero 4 años después y sorpresivamente, le vendió el POLO BAMBA y pasó a abrir uno nuevo, más grande y elegante, sobre la calle Buenos Aires esquina Juncal, frente a la plaza Independencia, con el nombre de AL TUPÍ NAMBÁ. No sabemos si la decisión se debió a una desavenencia entre hermanos o a la ambición de Francisco, pero lo cierto es que a partir de entonces ambos cafés separaron sus trayectorias y cada uno acrecentó su clientela y su propio perfil.
Severino, el del POLO BAMBA, era un espíritu bondadoso y soñador. Con escasa aptitud para el comercio lo compensaba con un natural franco y una sonrisa fácil. No era hombre interesado y para él primaban los factores humanos sobre los económicos (como me lo confiaron sus nietas Nelly y Elsa San Román, a las que tuve oportunidad de entrevistar). Improvisado orador y literato por afición, Severino gustaba de sentarse en las mesas de los clientes para dialogar, compartir sus cafés, intervenir en sus discusiones e interesarse en sus problemas personales. Muchas veces terminaba por hacerse cargo de sus consumos, y en fechas especiales como el cumpleaños de algún pintor o poeta o los festejos de primero de año, repartía regalos entre los presentes, como la vez que entregó centenares de billeteras de cuero por el solo hecho de hacerlo. Amigo de la prensa tenía especial predilección por los periodistas, quienes le retribuían con artículos elogiosos sobre su persona y ensalzando las virtudes de su “negro néctar”, diciendo que ayudaba a dejar el vicio del tabaco y que resultaba un increíble tónico enervante. En su entusiasmo Severino gustaba de pronunciar discursos, a veces subido a una silla a modo de improvisada tarima, como lo muestra una conocida foto de época. En su entusiasmo llegó a dirigirse a los amigos con la expresión genérica de “Olemanes” y a escribir una obra de teatro, La Chimpancesa, que mostraba y leía con orgullo aunque nunca fue estrenada.
En 1903 el progreso edilicio de Montevideo le tendió un desalojo al primitivo local del POLO BAMBA, requerida su privilegiada ubicación para construir el edificio de la Caja Nacional de Ahorros y Descuentos, donde hoy se levanta el anexo del hotel Radisson. Severino aprovechó la ocasión para trasladar el café a un local mejor ubicado, esta vez frente a la plaza Independencia acera norte, esquina Ciudadela, donde hoy se levanta el edificio de la Embajada de Canadá. Un local amplio, con ventanales a la calle, que le permitió convertirse en verdadero café de intelectuales al decir de Alberto Lasplaces quien consideró que 1904 fue el año de su consagración. Entonces el salón se dividía, en forma virtual, en tres sectores: al norte se ubicaban los intelectuales (escritores y poetas), al sur los idealistas políticos y reformadores sociales y al centro, uniendo más que separando, los comerciantes, profesionales y hombres de negocios. En 1907, en fastuosa ceremonia realizada en el salón comedor del Hotel Des Pyramides, los clientes del POLO BAMBA coronaron a Severino como Emperador de los Cafeteros. con lo que quedaba equiparado a su hermano Francisco, ungido en 1899 como Rey de los Cafeteros. Montevideo pasó a contar con dos monarcas en el rubro, algo insólito para localidad tan pequeña y que tampoco era productora de café. Claro que a Severino, en base a sus ideas populares, muchos le atemperaban el título con la mención de Emperador socialista.
El auge del POLO BAMBA se prolongó hasta el año 1911. La clientela era cada vez más numerosa pero también la bonhomía y el desinterés del propietario. Frecuentaban el POLO, como lo apocopaban algunos periodistas, personalidades de la vida literaria como Florencio Sánchez (autor teatral y periodista, famoso en ambas márgenes del Plata), el poeta anarquista Ángel Falco, Roberto de las Carreras (el Dandy del 900), el escritor Horacio Quiroga y sus amigos salteños, Ernesto Herrera (Herrerita), Alberto Zum Felde, Sabat Ercasty, Alberto Lasplaces y decenas de artistas y escritores. Pero también eran asiduos personajes de la vida social y política como Emilio Frugoni, fundador del Partido Socialista, Manini Ríos y el propio José Batlle y Ordóñez, de quien Severino se enorgullecía de considerarse amigo. Por todo ello, Zun Felde, en acertada metáfora lo denominó “el Ateneo de la Bohemia”.
En 1907 Severino realizó un comentado viaje a Europa para reencontrarse con su familia, siendo despedido apoteósicamente por la clientela. La prensa del 25 de agosto de dicho año decía que Severino aprovecharía el viaje para dar conferencias sobre el Uruguay y señalar sus ventajas como lugar de emigración, a la vez que entregar en la región de Villa Miñor, pobre por entonces, la cantidad aportada por emigrantes gallegos de Buenos Aires y Montevideo, con destino a la construcción de una Escuela de Artes y Oficios en la localidad.
Hacia 1911 las cosas tal vez no marcharan del todo bien cuando Severino permitió que los jugadores de un equipo de fútbol pasaran a ocupar regularmente un sector del café. Los intelectuales pusieron el grito en el cielo, tanto que un cronista de la revista La Semana escribió un furibundo artículo donde vaticinaba “la muerte del POLO BAMBA”. Y agregaba que Severino se había vendido “a los intereses comerciales” y que los jugadores de fútbol habían entrado “a patada limpia” en las mesas del café. Mirado desde el hoy tal vez el articulo fuera premonitorio, pues menos de dos años después, en 1913, el POLO BAMBA bajaba definitivamente sus cortinas. Víctima de la piqueta fatal del progreso ciudadano, que volvía a reclamar su estratégica ubicación para un edificio de altura. A fines de 1912 Severino recibió un aviso de desalojo pero esta vez lo agarró mal, con 62 años a cuestas y tal vez un poco cansado de la lucha. Lo cierto es que el 8 de octubre de 1913 fue un día de luto para Montevideo. No solo para los contertulios del café sino también para todos los montevideanos que veían desaparecer uno de sus símbolos más representativos.
A partir de entonces Severino se dedicó a la vida de familia, iba con sus nietas a la plaza Cagancha para que ellas disfrutaran de un trencito mientras el abuelo conversaba incansablemente con todas las personas que lo saludaban con cariño, según recuerda su nieta Nelly San Román. No quiso, eso sí, nunca más volver a pasar por la Plaza Independencia. Pienso, en defensa de Severino, que las razones del cierre del POLO BAMBA, incomprensibles para sus contemporáneos, hay que encontrarlas en su propia personalidad. A modo de epitafio hago mías las palabras de un periodista de El Día, que manifestó su tristeza en los siguientes términos:
 “En Montevideo estamos como en Madrid o como en París. El Formos desapareció de la ciudad del Oso y el Madroño y el Inglés de la Villa Lumière y en Montevideo ha desaparecido el Polo Bamba. El viejo café de Don Severino San Román se ha ido. Anteayer cerró sus puertas y pronto la piqueta de las demoledoras echará por tierra las paredes de esta casa que uno vivió como refugio de la vida bohemia...”

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 




Bar

Acuarela Álvaro Saralegui Rose