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BAR EL JAUJA
Por. Juan Antonio Varese

 


 
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El JAUJA, uno de los cafés y bar más tradicionales de Montevideo, estaba ubicado en la calle Bartolomé Mitre Nº 1367, entre Sarandí y Rincón. Famoso por el GIN FIZZ, su bebida más típica, durante décadas se identificó como reducto de intelectuales, artistas y políticos; en realidad de casi todos los montevideanos que, cada tanto, recalábamos en sus mesas. Incluso supo acuñar personajes de novela, como en la obra de Juan Carlos Onetti. El JAUJA  cerró sus puertas en la década de 1980, al igual que otros tantos templos de la bohemia, tras un largo proceso de cambio en las costumbres de la ciudad. El cronista Alejandro Michelena lo recuerda por su aire surrealista, de largos listones de madera, sillas vienesas y puertas de cristales biselados. En 1977 parte del amplio salón se metamorfoseó en una parrillada, vano intento de prolongar una lenta decadencia, reflejo del país a partir de la década de 1970. Otro intento, seguramente más inspirado, fue el del “Café Concert”, programa semanal de tango que Canal 5 solía trasmitir desde el local por los años 1975 y 76, bajo la dirección de Diana Bonino y Guillermo Lescue, programa del que hemos obtenido riquísimas anécdotas. Dentro de su rico historial de casi un siglo (fue abierto en la década de 1880 y cerradas sus puertas en la de 1980) el JAUJA vivió dos etapas, que corresponden a sus diferentes domicilios. En la primera, hasta abril de 1936, estuvo ubicado en 25 de Mayo nº 382, casi frente a 1º de Mayo. Por entones el rubro de bar y café se  complementaba con la expedición de productos de calidad, entre los que, según una propaganda de 1927 que conservo en mi archivo, se ofrecían conservas, fiambres, vinos importados y tabaco para habanos y cigarros, bajo la atenta mirada del propietario, don Francisco Sindín, que dominaba la escena desde el mostrador. De los primeros tiempos rescatamos el nombre de Juan Jiménez, un gaditano de ley que llegó al país en 1888 junto con su hermano y se especializó en la atención de bares y cafés, según resulta del Libro del Centenario, quien después de un pasaje por el JAUJA, en 1904, adquirió el café BRASILERO, en el que volcó la experiencia adquirida. (Ver Raíces Nº 77 Marzo-2007). Otro periodista de corte evocativo, Luis Grene, rememoró en La República aquella primera etapa en que la bebida habitual era la ginebra de porrón mientras que el espumante francés, guardado en una heladera al frente del local, se reservaba para los clientes ricos o las ocasiones especiales. Y que dentro de los asiduos se distinguían los amantes del boxeo que se reunían para comentar las peleas que se celebraban en el Boston -peculiar cine que se transformaba en estadio deportivo- de la cercana calle Yacaré. Por otra parte mi tío Luís, apodado el Rubio por los amigos, que falleció en el 2006 con una lúcida memoria de 98 años y solía contarme historias de los cafés montevideanos del 20 al 60, que conoció desde dentro por haberlos frecuentado en su juventud, hablaba maravillas del primitivo JAUJA, que lindaba con un prostíbulo atendido por polacas rubias y hermosas, populares entre los jóvenes por su experiencia europea.
Hasta que en abril de 1936 cambió de domicilio y de fisonomía. Trasladado a un amplio local sobre la calle Bartolomé Mitre Nº 1376, casi Sarandí, cumplió una segunda etapa de casi 50 años más. Daba de frente al callejón de Policía Vieja, como quien dice el corazón de la Ciudad Vieja, que por entonces vertebraba la calle Sarandí. Un lugar amplio, profundo, oscuro, apto para soledades y confidencias y a la vez propiciador de peñas y encuentros. Fue contratado Ricardo, un barman de renombre que popularizó con señas propias una peculiar mezcla de gin con jugo de limón que se transformó en el emblema “de la casa”. Tanto que el letrero que daba a la calle, bien lo recuerdo, decía en letras grandes BAAR JAUJA-GIN FIZZ y la propaganda acentuaba lo de Restaurant y Baar JAUJA, especialidad en Gin Fizz, atendido por Ricardo. Por entonces la bebida se servía en vasos alargados para disimular la graduación alcohólica con  la acidez del cítrico y la paquetería del borde azucarado. La preparación requería de un rito especial, en una época en que los barman eran famosos por los tragos que inventaban y el secreto con que guardaban sus fórmulas. La mezcla se efectuaba con aparatosas sacudidas y se servía con elegantes ademanes en cada vaso. Desde entonces el lugar se transformó en uno de las referentes de la vida social de la ciudad. La clientela, bien lo recuerdan los visitantes que entrevisté y las crónicas que leí, era heterogénea y colorida. Todo el mundo iba al JAUJA, se decía. Los artistas, pintores, músicos  y escritores le asignaban especial predilección. José Belloni, el escultor, Manolo Lima, el pintor y Juan Carlos Onetti, el escritor que iba a corregir sus borradores, eran habituales. En los últimos tiempos el “gordo” Carvajal, alto y ceremonioso, congregaba a los artistas y preparaba la redacción de la revista Imágenes entre las mesas del Jauja, que utilizaba a modo de oficina, donde realizaba las entrevistas y daba los últimos toques a la corrección y diagramación. También los personajes del mundo de la radio y del espectáculo rioplatense tenían sus mesas preferidas cuando venían a actuar a Montevideo como Tita Merello, Hugo del Carril, Luis Sandrini, Juan Carlos Mareco, Mariano Mores , Carlos Roldán y Olga del Grossi ,  por solo mencionar algunos. La cercanía con la boite Bonanza, en la década de los 60, le anexó la presencia de personajes famosos del mundo del espectáculo entre los habituales, como Pedrito Rico, Julio Iglesias, Zaida Beleño, que venían a degustar su gin fizz durante los ensayos o los intervalos entre las actuaciones de la noche. Atractivo extra, el de tener personajes famosos en la mesa de al lado. También los políticos solían reunirse en grupos de amigos o correligionarios. Según las épocas pudo verse a Lorenzo y Luís Batlle, a Luis Alberto de Herrera a la salida de la redacción de El Debate, a Gabriel Terra, Alfredo Baldomir, a Martínez Trueba, al canciller Guani (a la salida de RREE), a Enrique Rodríguez, Amézaga, los Beltrán y a Heber y muchos otros que la memoria no registra. Pero en especial el nombre de Eduardo Víctor Haedo, hombre sociable por naturaleza, amigo de los amigos, poeta y pintor, quedó para el mejor recuerdo. Los anales del JAUJA registran que el 4 de mayo de 1970 el político y artista realizó en el JAUJA su primera exposición de pintura. En el vernisage, al que asistieron conocidos de todas las ramas de la política y de la vida artística, dicen que se batió el record de gin fizz de servicio, que superó las 70 botellas en la noche. Record no vuelto a superar en adelante.
Del JAUJA tenemos una larga lista de personajes habituales en los rubros del deporte (especialmente del fútbol), de la vida artística y de la literatura que relataremos en un futuro artículo conjuntamente con anécdotas e historias de los lectores. Quienes quieran trasmitir sus experiencias del JAUJA o del FUN FUN o de algún otro reducto montevideano del pasado o del presente, le agradecemos los informes al correo electrónico jvarese@st.com.uy
El JAUJA, por razones nunca aclaradas, cerró sus puertas a mediados de la década de 1980. En su amplio local abrieron y cerraron sus puertas varios negocios como, el MERCADO DE LOS ARTESANOS, el café y restaurante PEDEMONTE (en su segundo etapa, es decir después que cerró su local frente a la catedral) y el Cabildo Open Bar.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 




Bar

Olga del Grossi cantando en el Jauja (Acuarela Álvaro Saralegui Rose)

 

 

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