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EL BAR TASENDE
Por. Juan Antonio Varese

 


 
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El 1ª de mayo de 1931, en la esquina de Ciudadela (nº 1300) y San José, un punto neurálgico en el Montevideo de la época, abría sus puertas el bar TASENDE. Era otro Montevideo, otra la zona y otros los hombres en su vocación de trabajo y sacrificio, máxime en la actitud de su propietario, Don Jesús Tasende, un español que luchó duro y parejo para ahorrar el dinero necesario para llegar al sueño del negocio propio. La esquina, a media cuadra de la Plaza Independencia, era una de las más concurridas de la ciudad porque esta funcionaba como un pasaje de gente en las cuatro direcciones. Entorno cafetero por excelencia, varios cafés se congregaban alrededor de la plaza, entre los que podemos recordar el Británico, el Tupí (viejo), el Monterrey, el Armonía, el Palace, Las Cuartetas y el Independencia, entre otros, cada cual en su estilo y su clientela. El movimiento se incrementaba de noche, a la salida de los teatros (Solís y Sala Verdi, equidistantes del Tasende), con el río de personas que circulaba por la calle San José, la arteria de los cines y confiterías por la tarde y de los cabarets y antros nocturnos por la noche. Diferente era el público que pasaba hacia o desde el Mercado Central y muy otro el que lo hacía, durante la tardecita y la noche, en dirección al Bajo, todavía existente.


No era de extrañar, entonces, que el TASENDE (que ocupaba la planta baja de una casona del siglo XIX que ya era vieja en 1931) empezara a trabajar a pleno. La clientela era polivalente y variaba según la hora del día y de la noche, con lo que le daba para permanecer abierto las 24 horas. Al mediodía funcionaba como restaurante de suculentos menús de cocina francesa y española, con reparto de viandas a domicilio, por la tarde servicio de bar y confitería, por la nochecita con copetines y cocktails, que por entonces se estilaba la hora del aperitif y por la noche nuevamente cenas, pizzería y minutas para todos los gustos. Eso sí, los productos se preparaban en la cocina, a la usanza de la época, con lo que llegó a contar con 31 empleados al firme, además de la garantizada presencia de don Jesús, que como todo luchador de raza atendía personalmente el mostrador y controlaba el trabajo de los empleados.
Dada su ubicación a media cuadra del Palacio Estévez, la Casa de Gobierno, solían venir los políticos a conversar en clima más distendido, e incluso se recuerda la presencia de algunos presidentes de turno, por lo que algunos lo llamaron la trastienda del poder.
También venían los actores de teatro a la salida de los ensayos y el público al terminar las funciones, para comentar, en especial, las representaciones de la Comedia Nacional.
Los extranjeros, sobre todo porteños, llegaban atraídos por la fama, que muchas veces hacía doblete con la consiguiente visita al FUN FUN, en el Mercado Central, que cada lugar contaba con sus partidarios.
El éxito del TASENDE se mantuvo los muchos años de bonanza de cuando el Uruguay era conocido como la Suiza de América, y la balanza comercial se mantenía favorable. La decadencia comenzó luego de los 60, luego vino la dictadura y el posterior retorno a la democracia. La zona sur de la plaza Independencia fue cayendo en una indefectible decadencia. Calles desiertas, menos gente, menos vida comercial y menos brillo intelectual, clima que se hizo sentir en los cafés de la zona que fueron cerrando de a poco. Primero el Británico, luego el Tupí (que se mantuvo en 18 de Julio) y paulatinamente le siguieron los demás, como hemos visto en artículos anteriores.
En 1965 José Luís Tasende, el hijo del fundador, tomó la posta del negocio. Por entonces se estaba demoliendo el Mercado Central y se construía uno nuevo, que nunca fue lo mismo, incluso se perdió la posibilidad de conservar parte del anterior edificio como seña testimonial de un rico y anecdótico pasado. El nuevo no cumplió las expectativas ni tuvo arraigo popular. Es que había desaparecido el Bajo, que se corrió para el norte de la Ciudad Vieja, donde proliferaron los bares de camareras que antes ocupaban las inmediaciones del Mercado Central.
Fue entonces que una de las exclusividades, el “ TACHO” muzzarella elaborada en el momento solamente con queso, tipo fondee (sin salsa). , se transformo en la marca de fábrica del Tasende, que poco a poco se fue perfilando en su aspecto de bar y pizzería. La famosa pizza, cuya receta han pretendido muchos, es guardada con celo profesional. Han trascendido algunas formulas de masa de pizza con queso, pero a todas les falta el ingrediente secreto que le da su gusto especial, tema que ameritaría un próximo artículo.
José Luís lleva ya 44 años al frente del mismo, siempre con su aire atento y pausado, impecable con su túnica blanca. Desde pocos años colabora su hijo Martín Tasende Sfeir, la tercera generación y la que está dispuesta al desarrollo de nuevos proyectos para devolverle al boliche su magnificencia de antaño.


Una visita al TASENDE –“TACHO” DE POR MEDIO- nos trasmite una sensación de tranquilidad por el silencio cómplice y de hospitalidad por la privacidad del salón, no obstante sus dimensiones. La sobriedad parece desprenderse de las altas paredes casi desnudas, con apenas adornos. También podemos sentir cierta extrañeza ante algunos resabios de la decoración que pecan de antiguos, no reciclados, pero pasada la primera impresión los valoramos como pertenecientes a una etapa que fue pero que se mantiene en el recuerdo. Como las austeras mesitas de mármol, la amplia sala rodeada de columnas, el entrepiso vacío, el techo de bovedilla, las luces asépticas y el horno de pizza en un desnivel. En el entrepiso que hoy luce vacío funciono en otras épocas una barbería, negocio que solía prestigiar los cafés y ahora se usa para festejos, grupos de estudiantes, despedidas, representaciones, presentación de libros, etc.


Hay dos elementos decorativos que llaman la atención de los visitantes: una estatua que representa una Venus con una lámpara que se apaga 10 minutos antes del cierre del local y un DON QUIJOTE metálico, hecho con tuercas, planchuelas y tornillos,  obra de la escultura ADELA NEFFA.
Hoy en día, en prueba de una acertada política de apoyo a los bares y cafés con historia, el TASENDE luce a la entrada una placa con la siguiente leyenda “COMERCIO DESTACADO. LOCAL SELECCIONADO POR SU VALOR TESTIMONIAL”, iniciativa de la Comisión de Apoyo y Promoción de Cafés, Bares y Almacenes, creada en el año 2002 e integrada por la Intendencia Municipal, la Junta Departamental, el Ministerio de Turismo y Cambadu, con el asesoramiento del arquitecto Leonardo Gómez, tema del que nos ocuparemos en otro artículo.
Esta medida y otras tantas de iniciativa de padre e hijo, propiciarán, a no dudarlo, al regreso de los viejos tiempos. Este vendrá, indefectiblemente, de la recuperación de la zona. El primer paso lo dio la reapertura del Teatro Solís, luego de una profunda reforma. Le sigue el de la inauguración de la Torre Ejecutiva, donde antes estuviera el café Británico y luego fuera un baldío durante 50 años, y próximamente será ocupada por oficinas públicas y escritorios particulares. Le seguirá el proyecto Reconquista, con reformas en el área del Mercado Central y revitalización del entorno.
Pero el movimiento también se incrementará con la nueva modalidad de presentar espectáculos de tango y actuaciones artísticas. Volverán, de seguro, mejores tiempos para esta zona de la ciudad y el Tasende brillará con sus antiguos logros. La PIZZA al tacho continuará siendo un clásico del paladar montevideano. Por lo que nos atrevemos a esperar que siga manteniendo su ambiente de siempre, su esencia de lugar entrañable ligado a nuestras tradiciones.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 




Bar

Acuarela de Alvaro Saralegui Rosé

 

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