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CAFÉS MONTERREY Y EL SUIZO
Por. Juan Antonio Varese

 


 
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En Montevideo seguramente haya sido el único y en Buenos Aires tan solo unos pocos ostentan el honor de que se les haya dedicado un tango. Tal el caso del MONTERREY, ubicado en la calle Juncal 1361 frente a la plaza Independencia, que funcionó hasta principios de 1960, en que la cuadra entera que fue demolida para dar lugar a la mole de los edificios Ciudadela y Tupí. Inolvidable el MONTERREY en el entorno de la noche montevideana, ubicado como estaba entre los tradicionales cafés TUPI VIEJO y EL SUIZO.


Durante la primera mitad del siglo XX la calle Juncal entre Sarandí y Buenos Aires, de frente a la Plaza Independencia, era uno de los enclaves mas concurridos de la ciudad. Tal vez por coincidir con la parada de ómnibus mas populosa, donde subían los que tomaban 18 de julio rumbo al este (8 de octubre, Avenida Italia y Constituyente). De un estaba la calle Sarandí, la mas transitada y del otro la de Buenos Aires, de frente al teatro Solís y cerca del Mercado Central, la “puerta del Bajo” en la jerga popular.


Todo un mundo poblado, tanto de día como de noche. Varios cafés, restaurantes y cervecerías de todas las clases y para todos los públicos se aglomeraban en un permanente bullicio. Luis Alberto Varela, el poeta y cronista que firmaba con el seudónimo de “El Bastonero” acostumbraba decir que “en las cercanías del Teatro Solís estaba lo mejor de la historia cafetera montevideana”, entre los que mencionaba el SPORT, el VASKC, el NUEVO BOTOCUDO, LE PERROUQUET y el rey de los cafés, el TUPI NAMBA. Y por su vecindad agregaba al MONTERREY, tan café como restaurante. Y, agregamos nosotros, el café y cervecería EL SUIZO, local por medio hacia la calle Sarandí, que ya veremos que también disponía de lo suyo.


El MONTERREY tenia el privilegio de contar con una doble entrada. O doble salida, según se mirara. La principal sobre la calle Juncal y la trasera sobre Bacacay, una callecita de entorno parisino tan rectada ayer como hoy. Sobre la principal, de frente al tumulto de la parada de ómnibus y bajo el amparo de las arcadas de la hilera de columnas de la pasiva, se agrupaban los periodistas de los diarios de las cercanías y sobre la trasera se eternizaban los jugadores de billar que gustaban de ensayar su puntería con aire mas tranquilo.


Otra de características del MONTERREY, como recalcaba un letrero contra la caja, era que nunca cerraba sus puertas. Café durante el día, restaurante de comidas rápidas durante la tardecita y de suculentos manjares en la madrugada. Muy cerca, local por medio, el café EL SUIZO, representaba una opción distinta pero a la vez bastante similar. Como todos los boliches de aquellos tiempos –y algunos de los actuales- eran polivalentes,  es decir que cambiaban de fisonomía y de clientela según la hora del día. El SUIZO, en sus primeros tiempos propiedad del hijo de un inmigrante llegado a Nueva Helvecia, Federico W. Bion, tenia el orgullo de la mejor cerveza de Montevideo. La propagada decía “DESPACHO DE CERVEZA. Cerveza del país y del extranjero de todas las marcas. Lunch, sándwiches, cocktails, conservas de primera clase y vinos finos”. Y recalcaba la existencia de billares, que como se ve eran pasión de multitudes.


Volviendo al MONTERREY se llenaba de noche con la clientela que regresaba de trasnochar en los cabarets y peringundines de atrás del Mercado: el Royal Pigall, el Tabarís, el Bataclán y el Scala, entre otros tantos. Viejos parroquianos me hablaron de las famosas las “minutas” de polenta con pajaritos o pollos al cognac y me confiaron que la doble puerta solía oficiar de escape para los deudores contumaces o para evitar encuentros no deseados. Bastaba con entrar por una entrada y salir por la otra para burlar al más pintado y continuar la ronda por los restantes boliches.


El MONTERREY tenía sus incondicionales. Carlos Gardel era uno de ellos, en compañía de Rafael Caruso, fotógrafo de El Día y su barra de amigos, que rendía pleno homenaje a las famosas milanesas rellenas o las de plato entero. Otro de sus habituales era Lorenzo Batlle Pacheco y también solían serlo los contertulios de las peñas del TUPI o del BRITANICO, que después de largas tazas de café y horas de charla intelectual gustaban de ponerse al día con platos más sustanciosos. 
En la década del 50 el MONTERREY rebosaba de público heterogéneo. Juan Coloretti, su propietario, era representante de varios artistas del espectáculo a quienes contrataba para actuar en locales nocturnos de Montevideo y Buenos Aires. Incluso intervenía en las giras de los artistas por teatros y cabarets de Chile, Brasil y Argentina. Fue representante de Xavier Cugat y también de Marta Guiarte en sus comienzos, la escultural vedette uruguaya vinculada al Carnaval, al Mercado del Puerto y las Llamadas.


No de extrañar, entonces, que dos de sus concurrentes, el músico Juan Julian Cao, titular de una renombrada orquesta típica y el locutor y poeta Alberto Luces conjuntaran esfuerzos para componer un tango, bajo el nombre de CAFÉ MONTERREY. Agradecemos profundamente a Boris Puga, un entendido en la materia, los datos sobre la orquesta de Cao y la personalidad de Luces, a quien conoció personalmente como comentarista de radio, director de una peña musical y director de un programa en CX 44, además de locutor de SADREP.
Le letra del tango nos exime de nuevas referencias sobre la clientela del café porque efectúa una larga enumeración: trasnochadores del teatro, artistas, guapos, prostitutas, artistas de la canción entre los que incluía a Carlos Gardel y Magaldi, directores de orquestas típicas como Arolas y Roberto Firpo, entre otros tantos.

TANGO
CAFÉ MONTERREY
Ya vienen del teatro los trasnochadores
estarán buscando tal vez un lugar
el mismo que entonces elegimos juntos
el día que unidos nos vieron llegar.

I Parte
En la medianoche se llena el café,
de artistas, de guapos, de humo y burdel.
Hace muchos años ese mismo fue,
lugar del trovero Carlitos Gardel.
El Pocho García, con su simpatía
Arolas, Magaldi, Flores y Dardés,
Don Roberto Firpo y otros, que en un día
fueron glorias del ayer.

II Parte
Viejo café de la plaza
este Café Monterrey
doblando sobre mi taza
sigo evocando tu grey.
Los años me están pesando
mi juventud ya se fue,
pero yo sigo esperando……
Barreta, traiga un exprés.

I Parte (bis)

Cada medianoche que viene y se va
hay otra figura más en el propel
junto al viejo artista que no actúa ya
llega el principiante que espera un papel.
La vieja Pasiva, bajo su ala fría
triunfos y fracasos recoge allí,
Es en la esperanza el faro de guía
este Café Monterrey.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 




Bar

Acuarela de Alvaro Saralegui Rosé