El bar y cafetería FRENTE AL MAR languidece al final del primer piso del
Mercado Central, de cara a una amplia ventana que mira al Río de la Plata.
Sobre el mostrador, a lo largo, se apoyan los clientes que prolongan sus
copas entre charlas y silencios. Pasillo por medio la parrillada El Portón
de la Ciudadela, concurrida los mediodía, se continúa en una sucesión de
locales medio vacíos, de lo que otrora fuera uno de los centros comerciales
más importantes de la ciudad.
Este artículo resulta, entonces, de oportuna revisión histórica al referir
la trayectoria de un mercado sobre el que pende un cambio de destino, con la
amenaza de transformarlo en museo. Todo en aras de insuflarle nueva vida a
una zona de Montevideo que nunca quedó bien resuelta desde los ensanches y
demoliciones que demandó la construcción del cinturón costero de la Rambla
Sur.
Dentro del rubro de cafés, bares y restaurantes pocos de tan rica y variada
muestra como los cercanos al Mercado Central, que en otros tiempos supo
reunir un abigarrado mundo de trabajadores, clientes y visitantes. Ubicado
entre las calles Reconquista y Yerbal, para muchos suponía la antesala del “Bajo”, auténtico suburbio a lo largo de las calles Brecha y Camacuá, que
formaba ángulo con la de Brecha. Dada su proximidad a la Plaza Independencia
y el teatro Solís, el lugar oficiaba de separación entre la clientela
elegante y visible que paseaba por Sarandí y el mundo inconfesado y oculto
de los peringundines y lupanares del sur. El presente artículo nos brinda
la oportunidad de historiar el viejo Mercado Central, inaugurado el 1º de
abril de 1869 (con el sobrenombre de Nuevo en contraposición con el Viejo o
de la ciudadela, que fue demolido años después). Desde el principio albergó
lugares de comidas y bebidas como el CAFÉ DE LA UNIÓN, sobre la calle
Reconquista y restaurantes como el MORINI, de inolvidable recuerdo. En 1895
dentro del Mercado se inauguro el bar FUN FUN, del que nos ocuparemos en
otra oportunidad, mientras que sobre el portón de la calle Juncal abría sus
puertas el restaurante CENTRAL, que contaba con mesas de billar. Años más
tarde, hacia la década del 20, según viejas fotografías que obran en mi
archivo y el testimonio de vecinos memoriosos, a los costados de dicha
entrada se ubicaban LA ESCALERITA, a la izquierda y LAS ROSAS, a la derecha,
ambos una entremezcla de restaurant y bar, con reclames del café San Pablo,
el más popular de la época. A metros y en dirección al sur se encontraba LA
ARMONIA, casa de comidas de José Laña, jugador de Nacional y el bar de
ALFREDO, concurridos por la gente del carnaval y del espectáculo.
El edifico del Mercado fue acusando el paso de los años y en 1964 fue
demolido. En el proyecto de reconstrucción, para el que se hizo un llamado
de arquitectos, el nuevo edificio aunque sobrio, funcional y de dos pisos,
no tuvo en cuenta la conservación de algún sector del viejo mercado, como
centro testimonial y a la vez lugar de encuentro y recreación. Después de la
década de 1980 la situación del país en general y de la zona en particular
cambió radicalmente. Los nuevos sistemas de comercialización volvieron
obsoletos los mercados tradicionales, suplantándolos por modernos
supermercados o autoservicios funcionales. Durante la década siguiente el
piso superior le fue concedido a Mundo Afro para desarrollar actividades
culturales. Y comenzaron los planes de rehabilitación de esta y otras zonas
de la Ciudad Vieja en especial el Proyecto Reconquista en cuyo epicentro se
encuentra el Mercado, con posibilidades de reciclaje o cambio de destino.
Respecto de nuestro tema, el bar y cafetería FRENTE AL MAR entrevisté a su
actual propietario, Marcos Pereyra, que lleva 56 años de trabajo
reconocidos en su haber. Marcos es nacido en Maldonado, concretamente en
Punta del Este y llegó a Montevideo en 1957, con 16 años cumplidos, en
compañía de su abuela. De 1957 a 1965 trabajó en el viejo mercado como
acarreador de papas, etapa de la que recuerda que el edificio aunque de una
sola planta era más familiar y adecuado para el trabajo. Y que pasaba una
línea de tranvía por la calle Reconquista y en la explanada sur se ubicaba
la Terminal de ómnibus y de otra línea de tranvías y frente a ella la
cancha de fútbol del club Libertad. En aquellos tiempos en el Mercado se
laburaba de sol a sol y el rubro principal era el de las carnicerías, habían
más de 30, junto con puestos de fiambrería, chacinados, pollerías,
pescaderías, etcétera. Para cuando se inauguró el nuevo edificio Marcos
entró a trabajar en el boliche LAS ROSAS., por entonces propiedad de dos
españoles Reclus Martínez y Nabor Pérez, trabajadores como ellos solos,
donde aprendió el oficio. Por entonces había boliches para todos los gustos:
LAS ROSAS, LA ESCALERITA, el bar de ALFREDO (que tenía entrada por Bartolomé Mitre), el FUN FUN y LA CUEVA, el restaurant de LAÑA (antes llamado
ARMONÍA), donde se comían estupendas comidas de olla. También se “bebía de
lo lindo”, caña, grapa, vino y whisky, el Gregson de fabricación nacional,
recién salido.
También expende la famosa Uvita, la misma que sirve FUN FUN, que fabrica
López y Cia.que adquirió la marca. Además de los clientes habituales del
Mercado lo frecuentaban músicos, cantantes, guitarristas, gente de carnaval.
Todos los visitantes extranjeros se daban una vuelta por los restaurantes de
la zona y por las cantinas italianas sobre la calle Liniers.
En 1982, junto con su amigo Horacio Pizarro, que falleció
tiempo atrás, instalaron FRENTE AL MAR, dentro del mercado que tan bien conocían, en un lugar que para justificar su nombre no había más que mirar por la ventana
hacia la rambla. El sitio elegido coincidía con un pasillo por lo que hubo
que pedir autorización a la I.M. de M. para ocuparlo y construir un
mostrador adecuado para bar con servicio de cafetería.
El negocio lleva ya 27 años y por su mostrador han pasado miles de
personajes.
Ahora el negocio subsiste. En el Mercado viene poca gente, cada vez menos.
Es que el barrio ha decaído, gráficamente señala que “se acabó el barrio”.
La juventud no atraca en los boliches, solo vienen los veteranos. En cambio
durante la juventud de Marcos la cosa era distinta, los jóvenes tenían una
vida más gregaria, de grupo, de copas, de amigos. En su juventud los jóvenes
iban al boliche con sus padres o tíos, que los iniciaban en la rueda de
amigos y se enorgullecían de ello. Hoy los jóvenes se reúnen en los caber,
salen entre ellos.
Las costumbres han cambiado mucho a raíz de la televisión, los videos, la
computadora.
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