linea horiz
LA REVISTA - PUBLICACIONES ANTERIORES - ARTÍCULOS DEL MES - MANDA UN ARTÍCULO - VÍNCULOS - DESTACADOS - CONTACTO - APOYAN - INICIO

 

articulos

 

 

 

 

   
TESTIMONIOS DE NUESTRA IDENTIDAD
Por Nancy Ramos Boerr "fredda"

guyunusa@yahoo.com
freddatestimonios.com
   
     

TESTIMONIOS DE NUESTRA IDENTIDAD
Nancy Ramos Boerr “FREDDA”
nrguyunusa@gmail.com
nrbguyunusa@gmail.com
guyunusaz@yahoo.com
freddatestimonios.blogspot.com

PREMIO GUYUNUSA- PRIMER PREMIO POESÍA ÉPICA LITERARIA INÉDITA CONCURSO ”Dr. PEDRO FREIRE”  año 2008
De ALBA ESTELA DE LOS SANTOS GONZÁLEZ:  “ROMANCE DE MUERTE Y GLORIA”
Jurado:
           ESCRITORA GENTA HORGALES
           PROFESORA DE HISTORIA MELBA PÍRIZ CORNALINO
           PROFESOR  JORGE BAEZA

"Raza", adscripción étnica y genética en Uruguay (Parte I)
Fuente: msan@fhuce.edu.uy

DÉCIMO SEGUNDO CONCURSO NACIONAL DE NARRARIVA HISTÓRICA Y POESÍA ÉPICA LITERARIA INÉDITA “DR. PEDRO FREIRE” AÑO 2009
JURADOS: ESCRITORA GRACIELA GENTA HORGALES
                    PROFESORA MELBA PÍRIZ CORNALINO
                    PROFESOR JORGE BAEZA
3ER. PREMIO NARRATIVA HISTÓRICA de JOSÉ ANTONIO HERNÁNDEZ MILÁN
“LOS DESERTORES DEL PASO DEL SOLDADO”

 

PRIMER PREMIO NARRATIVA HISTÓRICA 13er. CONCURSO NACIONAL “DR. PEDRO FREIRE” Año 2010 - ÁNGEL CÉSAR GONZÁLEZ CATOIRA- “MÉDICO DE GUARDIA”
JURADO: ESCRITORA GRACIELA GENTA HORGALES-PROFESORA MELBA PÍRIZ CORNALINO - PROFESOR JORGE BAEZA

 

En forma de reconocimiento a quien no gustaba de los homenajes y se fue como vivió: humildemente y en silencio. A quien trató  la historia con respeto y fidelidad al documento. A quien fuera cuestionado hasta por sus propios pares por el interés en sus estudios sobre los Charrúas,  y en nombre de todos aquellos que de una forma u otra admiramos y respetamos su trabajo; desde este espacio en la Revista Raíces, vamos a ir compartiendo  documentación de Don EDUARDO ACOSTA Y LARA en LA GUERRA DE LOS CHARRÚAS.

TUPI

De BRENDA ALZAMENDI
PREMIO GUYUNUSA 2012 
TERCER PREMIO NARRATIVA HISTÓRICA CONCURSO NACIONAL DE NARRATIVA HISTÓRICA Y POESÍA ÉPICA LITERARIA INÉDITA “Prof. MELBA PÍRIZ CORNALINO

Dentro del rancho el calor era insoportable, tomé un balde para traer un poco de agua del pozo, ni la proximidad del monte traía un poco de frescor. Al salir, vi un enjambre de moscas zumbando enloquecidas sobre la mesa de madera, que está debajo de la enramada.
A través de las hendijas de las tablas, goteaba algo espeso y oscuro como si fuera sangre, corrí para ver que era, -esperaba lo peor-.
Con espanto pude distinguir el pelaje rojizo de  nuestra perra Toba, que yacía tendida con su panza abierta, mansa sobre las tablas, en su mirada se reflejaba la sorpresa y el desconcierto –su muerte era una crueldad-
Miré a todos lados, buscando el culpable de aquel horrible acto y no vi a nadie.
Comencé a dar vueltas alrededor de la mesa, queriendo encontrar algo en aquel enjambre enloquecido, un explicación a todo aquello sin sentido.
En realidad no sabía lo que buscaba y ahí me di cuenta entonces, de que mi  pequeño Lito no estaba en la casa, hace días que se niega a ir a la escuela, dice que le duele mucho la cabeza y hoy tampoco fue, no se le veía por ninguna parte.
Corrí al camino que lleva al pueblo, siempre salía con su honda a espantar a los pájaros, o algún camoatí, -no estaba allí- grité su nombre y nada –fui al otro lado del rancho que da al sendero que va al monte, él no tenía permiso para ir solo, aunque siempre protestaba ¡Papá ya tengo doce años! –como si fuera mucho-
Lo llamé hasta caer de rodillas, en un ruego interminable, entre lágrimas vi que a lo lejos se levantaba una gran polvareda, alguien venía caminando ¡Era él!, era mi pequeño. ¿Qué hacía tan lejos?
Suspiré aliviada de que estuviera vivo, corrí a su alcance gritando su nombre, a medida que me acercaba pude distinguir que no era Lito quien levantaba esa enorme nube de polvo. –frené de golpe-. De entre sus manos colgaban varias aves, las traía tomadas de sus patas. No podía creer lo que veían mis ojos, nunca había lastimado nada en su vida, las pequeñas aves, en un supremos esfuerzo por liberarse de su opresor, batían las alas abiertas de par en par como abanicos, luchando agónicamente por conseguir aunque fuese un poco de aire, que no les brindaría este tórrido verano.
¡Lito! –le grité-, al verme, quedó paralizado, en su caminata, dejo caer las aves al suelo, dio la vuelta y salió disparado de vuelta al monte.
Corrí tras él, no entendía nada. Al pasar junto a las aves las miré, estaban con sus picos abiertos, sus pechos jadeantes, recostadas sobre sus alas heridas. –nada podía hacer-
Continué mi loca carrera, me interné en aquella maraña de espinillos y chircas resecas por el calor, que no daba tregua –era la hora de la siesta- No lo pude encontrar, por más que grité y lloré, algo muy malo estaba ocurriendo, él nunca había actuado así.
Volví a la casa, con las manos arañadas y sangrando, las lágrimas y el sudor de un gusto acre habían invadido todo mi ser. Al llegar al patio me cubrí los ojos para no ver aquella injusticia y esperé la llegada de su padre dentro del rancho –él sabría que hacer- Ya era de tardecita, cuando asomé a la puerta y lo vi venir cansino, sobre su hombreo traía la leña para la estufa.
Al verme correr a su encuentro, se dio cuenta de que algo no estaba bien, dejó car el atado de leña al suelo, y no dio un solo paso más. –se quedó esperándome-
Me escuchó sin hacer ningún comentario, sacudió la cabeza, levantó la carga y dijo, ¡Vamos a buscarlo!
En silencio enganchamos el carro y fuimos al destacamento a hacer la denuncia. Le conté al comisario lo sucedido, y se fueron al monte a buscar a mi niño, tenía terror de que alguien le hiciera lo mismo que a nuestra Toba.
Lo encontraron vagando por el  monte, solo, como que lo hubieran abandonado.
Nosotros aún estábamos allí en el destacamento, solos, desamparados, sin hablarnos, quizá culpándonos un poco.
Llegó desarrapado, sus cabellos lacios y renegridos como crines estaban hirsutos y en ellos lucía varias plumas enredadas. ¿Qué hacían ellas en sus cabellos? –me pregunté con terror- Un gran cansancio le surcaba la cara, tenía sangre reseca en toda su blusa, que intentaba tapar con sus manos inútilmente.
Lo abracé en silencio, ahí me di cuenta de los pocos abrazos que le había dado últimamente, -no recordaba su contorno- ¿Cómo no me di cuenta? Cuanto había crecido desde el día aquel en que Bata lo puso en mis brazos, llámale “Tupí” –me dijo- y se fue despacito, mientras “chuzaba” al cachorro hambriento y en huesos para que nos siguiera. Yo le llamé a el Lito y Toba a su perra.
Busqué hasta dentro de mis huesos, las palabras mas justas para preguntarle y lo único que se me ocurrió fue la más simple ¿ Por qué Lito? Toba te amaba.
Estaba transformado por un gran dolor, las lágrimas corrían por su carita dejando surcos  más oscuros que su tez, en ellas estaba todo lo que los niños no saben ocultar, bajó su barbilla, casi hasta el pecho y con voz apenas perceptible –contestó-
Bata, esa que se “rejuntó” con un blanco, y vive al otro lado del monte, me dice cobarde porque nunca le tiro a matar a las palomas, que los indios matan y que Toba es una perra cobarde igual que yo. ¿Es cierto todo eso madre? ¿Crees que ahora me respetarán más?
Todo el veneno sufrido por ser nosotros negros, y ahora nuestro hijo, por ser distinto nos envenenó el alma ¿De quién era la culpa de que esto pasara? ¿Nuestra?...
Nuestras vidas estaban profundamente perturbadas, por primera vez sentí miedo por lo desconocido, nadie nos había enseñado que hacer en esta situación, solo teníamos que sufrirla, ser indios, negros, feos. ¡Era una penitencia!
Para nosotros no existía ni siquiera la posibilidad de un mundo mejor, solo podíamos encomendarnos a Dios, y explicarle a Lito que  él nada tenía que demostrar, y que nosotros lo amábamos tal como era, que le traeríamos otro cachorro, y que le llamaríamos “Tupí” –no había nada que explicar-
Con las pocas fuerzas que nos quedaban, tomamos al niño de la mano, y dimos las gracias al llegar a la puerta, el comisario gritó, ¡Don Tomás no les haga caso, son cosas de gurises!

 

EL HOMBRE QUE RESPLANDECÍA

“Dice mi padre que un solo traidor 
puede con mil valientes”.
Alfredo Zitarroza (1936-Montevideo-1989)

Mi abuelo se llamaba Carlos Sánchez, nombre bien español. Marcaban la veta de su indiscutible sangre indígena, su cabello rebelde y renegrido, la agudeza de su mirada, oteando distancias y las historias que foguearon su personalidad.
Esas narraciones escuchadas con avidez y los ojos desorbitados de asombro, habían endulzado nuestra niñez; no perdía oportunidad de evocarlas con orgullo. Su bisabuelo luchó por esta tierra, allá, en los años donde se cocinaba a fuego lento la patria.
En una larga agonía, perdido en el tiempo, esos recuerdos se mezclaban ahora, sin respeto y con insolencia, en ese desparpajo característico de la memoria. Sin embargo, pusimos atención al murmurar “Oropá”, ese antepasado nuestro tan conocido.
A Oropá, charrúa de padre y guaraní de madre, se le notaba la libertad en los ademanes recios, en el andar pausado, escoltando los vientos. Abandonó desde muy joven las tolderías, uniéndose al llamado de un hijo de la rebeldía, que vio en la lucha, la paz y la soberanía del futuro. Este hijo de la rebeldía, digno guerrero de la América multicultural, nació producto de las enseñanzas franciscanas, las lecturas de  la Ilustración, el contacto con la alta sociedad rioplatense y los grupos marginados. Tuvo muchos apelativos surgidos de la admiración o del odio, pero los dados por los originarios de nuestro continente y los más desamparados, lo pintaron de cuerpo entero.
El joven Oropá lo vio crecer, luego de la Proclama de Mercedes, líder absoluto de la revolución de la Banda Oriental, contra los españoles. A partir del triunfo de las Piedras, fue aclamado Primer Jefe de  los Orientales. Multitudes gauchas e indígenas, curtidas por las privaciones y el desaliento, seguían este Caudillo de voz de mando fuerte pero amiga, que explicaba y oía con la misma capacidad, esforzándose en comprender distintas lenguas y situaciones. Poseedor de brazos amplios para los que repudiaban como él, la autoridad despótica: para el nativo, el despojador de su suelo, para el matrero, la policía hostigadora, para el peón y el criollo pobre, el patrón que humilla, para el negro, el poderoso que desarraiga y denigra. Diversidad e identidad se transformarían en sinónimos.
Entre Oropá y el llamado por su gente, Karay Guazú*, se produjo una mutua interacción, una unidad indestructible. Acompañándolo con fe ciega, fue testigo cuando en la Quinta de la Paraguaya, el pueblo oriental, lo afirma General en Jefe. Después, la odisea del Éxodo, la Redota, la gran expresión de lealtad a un líder. Familias con sus posesiones, sus enfermos y la dignidad intacta sobre los hombros, persiguiendo un lugar para soñar. La patria estaba siendo parida con audacia y dolor.
El “ser” oriental se impregnaba con las ideas del Protector de los Pueblos Libres. El Caudillo respetaba el valor de la palabra y hablaba del perdón. Demostraba con el ejemplo a sus seguidores, a defender su tierra o morir en el intento, buscando de manera incansable, casi terca, la justicia social, la igualdad, el reparto de tierras, el respeto de la naturaleza y la protección de los productos nativos.
La confederación y vivir sin tutelas, sería la gran utopía.
“¡Qué hermoso sueño!”, pensaba Oropá, “las tolderías charrúas fueron refugio de los perseguidos, de los orejanos, negros fugados, mulatos (“los pardos”), gauchos, nativos de otras etnias… Y en Purificación se levantó una enorme toldería. Vivimos una nueva época hermanados por el mismo sentimiento: no formar un imperio, sino luchar contra los imperios. El Padre del los Pueblos Armados, dormía en el suelo, igual que  nosotros, legislaba sobre una cabeza de vaca, empuñaba la lanza indígena y afroamericana. ¡Qué hermoso sueño! ¡Cómo dibujaba la unión de los pueblos en su Escudo!: “Con libertad ni ofendo ni temo”, sol y sangre, grandeza y república, cañón y tambor, espada y fleca, lanzas y plumas, laurel y pitanga. Los desposeídos no sabíamos leer, pero entendíamos muy bien su significado, lo deseado por Él para nosotros.
Este hombre de carácter indoblegable, nacido para mandar y  no obedecer, arrastrando desafíos, con conocimiento geográfico del suelo y de las almas de hombres y mujeres, le regaló a Oropá su primer caballo. Ese caballo domado al estilo charrúa, a fuerza de cariños dichos al oído, acompañó a los sublevados, en el furor de las contiendas y en la tibia mansedumbre de la soledad bajo la luna.
El rebelde nativo no tuvo más remedio que reconocer, que algo bueno habían traído los conquistadores. Amanecían los tiempos de la vaquería, de las caballadas. El caballo se aindiaba, se acriollaba,  se hacía americano, mientras los nacidos en las tierras usurpadas se transformaban en admirables jinetes. Así, las verdes praderas volvían a ser poseídas.
Inchalá* era un combatiente más, a quien confiaba su vida en cada revuelta. Los dos juntos por los campos se transmutaban en un solo viviente, músculo, sudor y vigor, puestos en movimiento. Extraño pájaro con plumas de ñandú emponchado, melena y crines, volando a ras del suelo. Inchalá…A lo largo de su vida, varios caballos fueron su sangre, compañeros inseparables, pero tendría para éste un especial cariño, aquel venido de la mano del fundador de la nacionalidad rioplatense y la Patria Grande.
Los nuevos americanos, aguerridos y desorientados, recuperaron su identidad quebrantada, luego de trescientos años, con el Gran Jefe. Además de enseñarlos a defenderse, usando técnicas aprendidas y propias, les habló de la Virgen del Carmen, de santas indias y africanas, de Jesús crucificado por la intolerancia. Un hombre descalzo perseguido por el poder, el mismo desgraciado destino. Un Cristo para los oprimidos, con su rostro y sus palabras.
Frases convertías en bandera, apoyarían las largas jornadas a caballo, los momentos cálidos alrededor del fogón, las juntas, los enfrentamientos y los entreveros, los triunfos y las derrotas. Los ecos revolucionarios americanistas se esparcían, en la rueda sagrada y antigua de la pipa, del mate pasado de mano en mano.
En ese valor los distintos, Oropá y los suyos, le revelaron al Padre, sus secretos primitivos: las tacuaras, las boleadoras, asustar al enemigo a puro alarido nacido de las entrañas, reconocer los yuyos medicinales enriqueciendo su aura milagrera, quitarle 4000 caballos y 700 bueyes en una noche a Sarratea, sin un relincho y ese sentimiento vegetal, típico de los espíritus puros.
Ellos lo vieron rendirse fácil a los encantos femeninos. Hombre de amar cubierto de estrellas, casi sobre la grupa del caballo. Y entregarse con vehemencia en el combate y  la estrategia. Descubrieron al hombre de jugar con los niños, de reconocer sus hijos de sangre, de distintos colores y amparar los hijos ajenos. Hombre poseedor de gracia para guitarrear, cantar y bailar. Ellos conocieron la calidez y la esencia del hombre.
El Oberavá Karay*, furia de razón y cielo en los ojos, luchó contra los españoles, los portugueses, los unitarios de Buenos Aires y de Montevideo, y contra todos, todos los miserables de todos los bandos. La batalla de Tacuarembó fue la derrota definitiva del gran traicionado. Era la fiesta de los buitres. EL Gran Jaguar* herido por la infamia y la codicia, rodeado, perseguido y desencantado, cruzó el Río Paraná hacia el Exilio, custodiado por Ansina, fiel compañero, partícipe de la misma quimera, y un grupo de lanceros afroamericanos y gauchos guaraníes.
Con un fuerte abrazo, despidió a cada uno de los que se quedaban al oriente del río, a sus “indios bravos”, y su más grande sueño. Un extraño estremecimiento dejó a Oropá estaqueado en la desolación, al verlo alejarse como si un Gualicho* lo atacara. Le hubiera gustado seguirlo pero lo acompañaría, sin duda, en otras cruzadas. Su gente sufría bajo el sometimiento extranjero y la ambición criolla. Quedaba mucho por hacer en este terruño que sabía suyo, en el cual reinaban sus ancestros. Debía seguir campeando emancipación. Ya conocía el sentimiento de patria, es decir, la lucha libertaria de las naciones americanas. Años después recordaría ese estremecimiento, ese presagio. Se habían quedado huérfanos, solos, terriblemente, solos.
Oropá sobrevivió batallas, hostigamientos, deslealtades y genocidios no finalizados con la independencia. Supo de la grandeza del Padre de los Pobres, de su vida austera en el Paraguay, de su negación a volver a una nación dividida, donde diezmaron con más saña que los conquistadores, a su pueblo, al pueblo que combatió por la libertad con montaraz valentía.
Se enteró de la actitud tomada, en los minutos finales de su vida, del noble libertador. Fiel a su singular indiosincracia, pidió de pie, la bendición de Dios y la presencia de su caballo, ya que ningún guerrero podía irse sin él, si pensaba regresar. Era una remota costumbre de los rituales funerarios de sus hermanos charrúas, los dueños verdaderos de nuestras sierras y praderas del sur, esas amamantadas por dulces ríos azules.
En su larga vida, Oropá, después de conocer a José Gervasio Artigas, el Hombre que Resplandecía, aprendió que hay quienes dejan su huella hasta en el viento y esa huella debe permanecer en el espíritu de los pueblos trasmitida de generación en generación.
Aprendió también que alguna gente muere, para volver a nacer en las memorias.
El abuelo Carlos, con un exagerado brío se enderezó en la cama, alargó una mano y exclamó: “Inchalá”, convocando a alguien aparecido al alcance de sus ojos.
Tomé su mano y la apreté con suavidad. Se abandonó a esa caricia, suspiró y luego se dejó caer casi con satisfacción.
-¿Qué será lo último que dijo? –se preguntaba la familia.
Yo entendí su llamado y recordé porqué susurró ese nombre con tanta ternura.

Nota del Autor:
Karay Guazú o Karai Guasú- Voz Guaraní que significa Gran Señor. El Más Grande, Señor, Profeta, Hombre Venerado.
Inchalá- Para guaraníes y charrúas quiere decir lo mismo: hermano.
Oberava Karay- Significa en lengua guaraní, El Señor que Resplandece.
Gualicho. Gualichú. Espíritu dañino de la mitología Mapuche Tehuelche.
Es necesario exponer que estas palabras luego de trescientos años, después de la conquista, eran el resultado de la mezcla de varias lenguas nativas y europeas.
“Sus indios bravos”- Así llamaría Artigas a los charrúas.
El Gran Jaguar- El nombre de la etnia charrúa es dado por los españoles, debido a la manera de pintarse la cara. Algunos historiadores piensan que se llamarían a sí mismos “Nosotros los Jaguares”

 

 

 

EL ARTE COMO HERRAMIENTA EN LA CONSTRUCCIÓN DE LA IDENTIDAD INDÍGENA

Por. Nancy Ramos Boerr “Fredda”
Descendiente de indígenas del Uruguay, artista plástica, comunicadora.

En esta ponencia presento datos relativos a la biografía de descendientes de indígenas que habitan el Uruguay.
Uruguay, un país con presencia indígena de  varios milenios de ocupación ,según trabajos realizados por diferentes investigadores                 en distintos momentos  y con diferentes marcos teóricos: (Taddei :1955(Catalanense y cuareimense), el Centro de Estudios Arqueológicos (CEA1976) en el Rescate del Embalse de  Salto Grande, en la Isla de Arriba con varios  fechados del componente cerámico inicial  de 2.420 A.P, las Placas Grabadas de Bañadero que la Misión de  Rescate Arqueológico de Salto Grande  fechó por C14 en 4.660 A.P(1980), Mario Consens con su investigación en  Yacaré Cururú(Artigas) con los más de 30.000 litos y el fechado para la alfarería en la región de  3.270 A.P en Artigas(1990), Leonel Cabrera Pérez con su investigación sobre los petroglifos de Salto con fechado de más de 3000 AP (Varias localidades arqueológicas con  miles de petroglifos) (2000,2010,2015), Dr. Rafael Suarez Sáinz con los fechados del orden 11000 y 13.200AP de poblamiento temprano en el Rio Cuareim (Paypaso y Albardón del Tigre,2012,2014,2015) , la Dra Irina Capdepont en Las Guayacas (Paysandú)(2005) son algunos de los nuevos conocimientos arqueológicos en el Norte del Uruguay producto de investigaciones científicas sistemáticas.

Hacia el Sur se destacan   pictografías en Flores, Durazno, Maldonado, Florida, Artigas, San José, relevadas por diferentes investigadores desde el siglo XIX al XX (Figuerido, Larrauri, Figueiras, De Freitas. En épocas más recientes Peláez, Consens y Bespali, Consens y Martínez, Florines, han caracterizado éstas manifestaciones rupestres  con distintos estilos representativos.
En el rio Negro, Farías y Florines utilizando  métodos de datación basados en TLD (termolunicencia) y C14 han datado los niveles cerámicos de La Blanqueda (Soriano) en 1760 +120+-AP.
Resultado de un proyecto en el bajo Rio Santa Lucía y costa de San José , la Dra Laura Beovide y su equipo han caracterizado  distintos sitios  cerámicos y líticos con edades entre el 5000 y el 4000 AP y han detectado la presencia de Cultivos de  maíz, zapallo, y consumo de especies naturales.
Los trabajos en Punta Espinillo por parte  del Dpto de Arqueología (Lopez Mazz, Bracco, Baeza, Curbelo , Lezama, Farias, etc) en el año 1985  mostraron una ocupación de  grupos indígenas con una edad de 3900 AP sobre los depósitos marinos de la Ingresión Villa Soriano, en esa zona de la desembocadura del Rio Santa Lucía.
Hacia el Este, en Montevideo y Canelones,  la  arqueóloga Carina Erchini y su equipo, han estudiado diferentes sitios de esos departamentos. Son interesantes algunos resultados obtenidos como por ejemplo el fechado de 2500 AP de un enterratorio exhumado por Francisco Oliveras, en la zona del Buceo (Montevideo) y el fechado de otros sitios en el Aº El Bagre (Canelones) con materiales líticos con igual edad que el anterior.
Hacia el Este  son innumerables los sitios detectados y estudiados por distintos investigadores que se pueden resumir  como interesantes: Balneario La Esmeralda en Rocha , donde se encontró un conchero (acumulación antrópica de valvas de Berberechos) con una edad de 3500 AP e innumerables piezas líticas y en hueso. (Lopez Mazz -1995).
El mismo equipo excavó en el litoral de Cabo Polonio, próximo al faro, obteniendo una ocupación temprana del 6000 AP con material lítico.
Pero lo más significativo en el Este ha sido la labor desarrollada por la Comisión de Rescate Arqueológico  de la Laguna Merin  que ha identificado y estudiado  los denominados Cerritos del Este (Rocha) con una doble ocupación inicial de materiales líticos   y luego hacia la cima de estas estructuras materiales cerámicos, de formas simples, domésticas,  con edades que están entre el 4000AP hasta el contacto con los europeos.
Varios investigadores participaron en el proyecto: Lopez Mazz, Leonel Cabrera, Jorge Femenías , Mónica Sans, Roberto Bracco, Carmen Curbelo, Jorge Baeza, Alicia Duran ,José Iriarte, entre otros.
En el Este también se han detectado cultivos de maíz, poroto, zapallo, y posiblemente mandioca.
Actualmente el grupo del Centro Universitario Regional (CURE) de Rocha , con  Camila Giannotti, Laura del Puerto ,Hugo Inda, etc continúan las investigaciones regionales.

 

 Un país de más de 3.500.000 habitantes, en el que,  según la Encuesta de hogares del Instituto Nacional de Estadísticas del año 2006, sólo 115.118 personas, se identifica como descendiente de indígenas a pesar de los estudios genéticos realizados por el equipo de la Dra. Mónica Sans sobre el ADN mitocondrial que determina que el 31% de la población tiene un ancestro indígena por línea materna.
El Estado Nación desde nuestra formación como República, crea un ideal de identidad patricia y muy blanca, donde no tiene cabida el indígena a pesar de haber sido, de América, el  ejemplo de participación en las luchas junto al blanco contra el invasor.
Desde la escritura, Zorrilla de San Martín, desde la pintura, Juan Manuel Blanes por citar algunos, redactan esa lectura de Identidad que es la que se afirma en el colectivo hasta nuestros días.
Somos un país con una Identidad Negada desde el comienzo de los tiempos.
El indígena fue usado como carne de cañón para las diferentes patriadas al mando de diferentes héroes del Estado que hoy ocupan sus monumentos  las plazas y los  nombres de las calles, pero ese porcentaje elevadísimo de descendientes, 31% conformado por descendientes de diferentes etnias que nos legaron su sangre: chaná, genoas-minuanes, yaros, charrúas, (según las Crónicas) por citar algunos, al no vivir en  comunidades, son invisibles para la sociedad, convengamos que con la misma complicidad involuntaria del descendiente que desconoce su identidad o que aún conociéndola, la niega por haber sido tanto tiempo perseguido  y puesta en menos valor su existencia  por los actores sociales.
Desde la reivindicación incluso, creo que se comete el error, de hacer hincapié en la matanza del Salsipuedes perpetrada por el primer presidente de la República. No se trabaja el sentido de pertenencia de un suelo ocupado por diferentes culturas, con un bagaje importantísimo de restos materiales y huellas palpables en el paisaje desde los tiempos prehistóricos.
Resaltamos una etnia por encima de otra, remarcando los más mansos o los más aguerridos, los más valientes y descuidamos un aporte cultural multiétnico importantísimo, de diferentes etnias que conformaron nuestra identidad.
Afirmamos, hasta sin quererlo, al marcar  sólo una matanza, cuando hubieron muchos Salsipuedes anteriores, la visión que se quiere mantener hasta el fin de los tiempos: “eran pocos y en Salsipuedes los mataron a todos”.
Resultado de ello, somos descendientes de blancos  y no tenemos indios.
Sin embargo la historia es otra y debe ser reescrita para integrarnos a los demás pueblos latinoamericanos.
Mi trabajo de reivindicación a través de la plástica, me ha llevado por más de 20 años, a fotografiar descendientes de indígenas, a tomar sus testimonios,  transformarlos en retratos y visibilizarlos a través del arte, como forma fehaciente de demostrar, la presencia de sangre indígena en el Uruguay.
Pongo como ejemplo, la descendencia del Cacique Sepé, que vive hasta 1864, en los campos de Nadal, en las Sierras de Gauna, en el departamento de Tacuarembó, al norte de nuestro país.
Retomo la investigación del Profesor EDUARDO ACOSTA  Y LARA, en su libro “UN LINAJE CHARRÚA EN TACUAREMBÓ” y a través de fotografías de la familia y relatos, voy dando forma a su genealogía.
Por mucho tiempo se dijo que había un solo descendiente de dicho cacique, un bisnieto.
Hasta ahora, mi trabajo me ha llevado a relevar más de 194 nombres de su descendencia.
La investigación consta de 80 retratos al óleo, basados en fotografías reales, donde sólo es creada la imagen del CACIQUE SEPÉ y su hijo AVELINO.
El 80 % está compuesta por descendiente vivos de SEPÉ, bisnietos, tataranietos y choznos, que es importante destacar, viven casi en los mismo lugares de origen.
Estos datos, sumados a la investigación TESTIMONIOS DE NUESTRA IDENTIDAD,      que también está compuesta de 80 retratos de descendientes de indígenas,  minuanes, guaraníes, charrúas, comprueban la permanencia de una identidad indígena considerada por la historiografía tradicional como extinta.
En la educación pública y privada, no han surgido nuevos textos. Seguimos afirmando, a pesar de los hechos aquí citados “ERAN POCOS Y LOS MATARON A TODOS”

 

 

 

REPONSO DE QUENAS

De HUMBERTO OCHOA SAYANES


El viento copia el gemir silencioso de las penas,

y en los barrancos mil quenas sin tiempo se hacen oír…


De la montaña, algún eco, rescata envuelta en la brisa

Cánticos, rezos y risas de antiguos labios resecos…


Vastas culturas vencidas por la codicia invasora…

que apagaron las auroras milenarias de su vida…


Quemó el blanco omnipotente, con su violenta codicia

-en aras de su avaricia- el saber de un continente…


Mudos, los templos dormidos, atesoran  los misterios,

de antiquísimos imperios y dioses desconocidos…


La América India llora en llantos de chaya y quena

la antigua y dolida pena de las razas sin aurora…


Del  valle hasta las montañas gimiendo en los pedregales…

por ríos y manantiales poblados de raza extraña…


Agudos llantos de quena trepan los desfiladeros…

cubriendo viejos senderos por donde cruza la pena…


Desde la pampa a la puna y desde el este al poniente

hay un hálito doliente y un brillo frío de luna…


El Padre Sol quedó ciego, nadie ora en sus altares…

se apagaron los hogares y se acallaron los ruegos…


Sobre su antigua cultura, sobre su mundo arrasado…

desde los siglos quebrados un nuevo pueblo  madura…


América, la esperanza… La que aún recuerda y piensa…

América, patria inmensa que llora, sufre y avanza…


América, selva y mar… la de las altas montañas

la que heredó las  hazañas de la ciencia del pensar…


Quena y zampoña acentúan este dolor de no ser…

dolor de ya nunca ver incas, mayas y charrúas…


¿En qué rumbo de los vientos se habrá de apagar la pena?

¡¡Callen por Dios esas quenas, que reprochan en lamentos…!!



Y esta sangre de mis venas…blanca sangre enrojecida

me reprocha estremecida como un responso de quenas…


Roja vertiente dolida –ceibo punzó, sangre mía-

por la brutal insania de la conquista sufrida…


Quebrada su resistencia, domada su rebeldía…

porque antiguas profecías hablaban de su presencia…


Mengua el Sol… triste agonía… de las razas milenarias…

nadie escucha las plegarias que en los altares se oían…


No escucha la Pacha Mama los viejos llantos y ruegos…

los dioses, sordos y ciegos sucumbieron en las llamas…


En los picos hoy dormidos, se evocan llantos de quenas…

Y los ecos de las penas… se despeñan doloridos…


Si aún duelen los tormentos por selvas, montes y arenas…

¡Callen por Dios esas quenas que con pena toca el viento…!!


Callen por Dios esas quenas de los mares a las sierras

¡¡Que llora la propia tierra transida de tanta pena!!


Por  las razas milenarias quiero mi sangre humillar…

¡¡Y sólo les puedo dar la ofrenda de una plegaria!!



 

HACIA LA GLORIA

De FRANCISCO ANTONIO RODRÍGUEZ CORREA


En un recodo triste de la historia,

sufriendo la traición y el desamparo,

un pueblo digno revoleó las chuzas

al sentirse oprimido y humillado.

Un pueblo gaucho, contra dos imperios,

alzó su dignidad avasallada.

Luz en la bruma, claridad en la noche.

Furia ante la injusticia y la arrogancia.

Temblaron los paisajes provincianos,

y fue en Asencio la “Admirable Alarma”.

La rebeldía se hundió en los corazones

y renació en las puntas de las lanzas.

Vivir con dignidad, fue la consigna.

Trazar un rumbo con la frente alta

sin importar la vida, ni la muerte,

ni la sangre en las venas desbocada.

Marchan junto al caudillo hasta la muerte,

dejando atrás la tierra venerada.

Los ranchos en taperas y osamentas,

a merced de las lenguas de las llamas.

Avanzan lentamente las carretas,

los carros, los jinetes, paso a paso.

Van los ancianos de encorvada espalda

Sorteando cenagales, piedra y barro.

Con el sol en la frente van marchado,

Pueblo Oriental, la libertad los llama.

Nada los detendrá, su norte espera,

como un lucero conductor del alba.

Van por los poros respirando Patria

Ser libre es la consigna y el mandato,

Ariscos como el puma entre las breñas

mordiendo rabia, pero nunca esclavo.

Van junto al Protector, él guía sus pasos

dejando atrás la noche abominada.

Mujeres, hombres, niños, van marchando,

hacia su identidad americana.

Dicen que el pueblo en marcha, es la redota.

Dicen que muerta lleva la esperanza.

Que todo se ha perdido y solamente

los sepulcros abiertos, los aguardan.

Mentiras son las falsas predicciones.

Lo sabe la gloriosa caravana.

Ese pueblo no avanza hacia la noche.

¡Hacia el albor de la victoria, marcha!

 

GESTA SOBREHUMANA

De ALBA ESTELA DE LOS SANTOS


Se acerca la ondulante caravana, hiere la orilla

el  hacha redonda de la rueda

y el río queda con su faz quebrada, porque a la Banda

se han llevado en andas.


El traquetear de ruedas resquebraja del silencio

la azul monotonía.

Sólo el río de Pájaros Pintados se vuelve nido

de la Patria Niña.

Las relucientes piedras de la orilla forman senderos

para el pueblo en marcha.

El cauce se hace estrecho, el  agua clara, como homenaje

a la gesta sobrehumana.


Y se ilumina la noche con fogatas, llantos de niños, quejumbrar de viejos.

La buena nueva retorna

cuando se oye, la voz del Padre que consuela, sembrando la esperanza.

Fue el  lugar visceral,

la herida abierta, que rezumó la sangre mancillada

y le ofreció un descanso

a  la fatiga y al dolor de dejar atrás la tierra amada.


Allá quedaron la gloria de Las Piedras, las Asambleas,

presencia soberana,

un sentimiento nuevo que los une, y es el de Patria,

pero patria en armas.

Abandonaron sus pocas posesiones y se quedaron sin hombres,

sostén de las familias.

No importan el trabajo o la miseria por esa libertad

que tanto duele,

que más que el yugo, al que se siente uncido, duele sentirse

esclavo y perseguido.

Urge volver para estrechar el cerco, con pobres armas

y  tacuaras recias.

Milicia montaraz, indios y gauchos, diestros jinetes

para el trote largo.

Los recibe un paisaje desolado, pobres despojos, sus ranchos

en cenizas, pero la tierra

maternal, acoge y la campaña estrecha entre sus brazos.


 Modulan las palabras sentimientos nuevos: como Patria,

Igualdad, desconocidos

para un pueblo que no tiene en su memoria, ejercer la libertad

como es debido.

¿Derrota o triunfo? Pueblo que marcha no muestra sus heridas.

No grita su dolor, dolor callado.

Baja la frente y embiste con bravura. Ante el sabor amargo

de emprender la huida

protege aquello que ama con su vida.



(Queridos lectores de RAICES, los invitamos a seguir estos más que importantes trabajos sobre Testimonios de Nuestra Identidad, con el próximo número)

 

 

PERMANENCIA

De ALICIA MARÍA BASAISTEGUI RODRÍGUEZ


Cabalga la vida sin brida, sin tiempo.

El agua, la tierra comparten la carga

llevada en talegos, colmados,

repletos de sueños muy grandes

de pueblos pequeños.

Cifras que restauran el pacto primero:

El de ser nacido buscando destino

más allá del pulso/marca del ombligo…


Tomó por los tientos, decires, reclamos,

gestos y silencios, acuerdos, discordias,

trenzados cual hilos, tensó los sonidos

en su voz, Artigas, abarca y rescata.

Sosteniendo, impulsa, abriga…reanima

Más voces, un grito que lleva a la guerra

Choques, golpe y golpe contra el invasor

Luchas, torbellino de lanzas, espadas

Cuchillos, tijeras, mezclando la sangre

fluyendo bravía


Imponente fuerza puja en esos puños,

rompiendo cadenas clama libertad

toma autonomía…semilla soñada…

que la misma tierra guardaba en la entraña,

en una hendidura, redonda, profunda,

que Artigas conquista cortando ataduras,

dejando la huella que llega hasta aquí.


 

LATIDO DE PIEDRA


Me llamo Itamú que significa -Latido de Piedra-, me lo pusieron mis padres al nacer, hace dieciséis años ya que por mis venas corre sangre Charrúa-

Mi padre Talnabé siempre me cuenta historias de sus antepasados, al igual que mi madre Ne Yen me cuenta de los suyos. Hay veces que me pregunto, ¿cómo pudo suceder ese horrendo genocidio de los indígenas americanos', y principalmente de mis antepasados los Charrúas.

Me cuentan que me pusieron ese nombre, porque los indios necesitaban mucho de las piedras; con ellas, podían hacer sus propias herramientas, ya sea para enseres domésticos o para hacer sus propias armas.

La trabajaban con el sistema de percusión y pulido; golpeando unas con otras hasta tener la forma deseada, y frotándolas con arena y agua para pulirlas. También amasaban muy bien la arcilla; formando con ella, vasijas y otros utensilios, que luego adornaban con técnicas de punteado o surcos lineales, y las utilizaban para almacenar comida o simplemente comer en ellas. Formaban bandas de pocas familias y ocupaban gran parte de nuestros territorio, junto a Guenoas, Bohanes, Yaros y Arachanes. Me encanta cuando mi abuelo Yamandú, me narra historias que a su vez su abuelo el contaba. Era una raza muy especial -me dice-, de piel bastante oscura, robustos, más bajos que altos, de manos y pies pequeños, cabello largo y negro, ojos algo achinados, nariz ancha, pómulos salientes, boca grande con dientes muy blancos y casi inexistente o escasa barba. Hablaban bajo y casi no sonreían; obtenían sus conocimientos con la experiencia y la observación de la naturaleza, que luego aplicaban para sobrevivir en un medio muy agreste. Eran grandes cazadores, pero no les gustaba mucho la agricultura, eran un poco perezosos y semi-sedentarios, es por eso que cada dos o tres cosechas se mudaban a otro sitio con más alimento. Por mi parte en la escuela me enseñaron, que los Charrúas, eran una población indígena de un escaso y primitivo nivel cultural. Fue precisamente su  muy atrasada evolución lo que hizo imposible las formas de colonización practicadas en otras partes de América. Sus ideas religiosas son indefinidas, cuentan que enterraban a sus muertos con sus armas y sus pertenencias, por lo que se piensa, que creían en la vida después de la muerte. El nombre Charrúa es de origen Guaraní, "CHA", que significa "nosotros" y "RRU", que significa "enojadizos", puede que sea esa la razón de su carácter aguerrido y sus caras poco sonrientes. Su espíritu era indolente, bravío y eso los llevó a luchar hasta morir, antes de dejarse someter por los colonizadores. Quizá los Españoles o Portugueses, creyeron que por ser tan poco evolucionados, podrían ser domesticados fácilmente. Pero.. ¿Quién es que dice que era esa la forma en que nuestros indios evolucionaron?


"EVOLUCIÓN: Transformación progresiva y sucesiva de los seres vivos; grado de civilización, evolución de  países, ideas, carácter.

Doctrina sociológica y antropológica según la cual, la historia de las sociedades y seres vivos se desarrolla de manera progresiva y sin interrupción"


Eso no me lo contaron, lo leí en el diccionario. Y me detengo a pensar; ¿no fue abruptamente interrumpida la evolución de nuestros indios?

¿No fueron masacrados por Don Bernabé Rivera, en una cruel trampa de la cual, sólo unos pocos lograron huir?

"Los clarines tocan a degüello. Los Charrúas se revolvieron desesperados, cayendo uno tras otro los bravíos, como toros heridos en la nuca"


Qué hermoso ese trozo de texto del escritor Eduardo Acevedo, nos hace reflexionar. Y los pobres Senaqué, Tacuabé y Guyunusa y hasta el mismo Vaimaca-Pirú quien peleara junto a Artigas, para defender nuestra patria.

Qué triste su fin, arrastrados como animales de circo y llevados a Francia, para ser expuestos como bichos raros.

"EVOLUCIÓN: Según Darwin, que había hecho un largo viaje por las costas de América del Sur, expuso en defensa del transformismo una serie de pruebas, difícilmente refutables. Explicó "la evolución por la intervención de la selección natural: los seres menos adaptados a su medio y con posibilidades de sobrevivir trasmiten a sus descendientes unos caracteres favorables. A base de generaciones, este proceso puede hacer aparecer nuevas especies, más evolucionadas"


Y ...¿es que acaso a nuestros indios les fue permitido evolucionar? ¿Cómo seríamos ahora?

Yo soy rubio, pero de rasgos indígenas, un evidente ejemplo de la mezcla de mis razas indias y europeas. Hay muchos que se burlan aún de mi nombre o de mi aspecto.

Pero yo; yo soy Itamú "Latido de Piedra", desciendo de indios Charrúas y piso el suelo que ellos pisaron, estoy orgulloso de lo que represento y latente en mí está la pregunta: ¿Cómo hubiese sido mi aspecto si a mis ancestros, los hubiesen dejado evolucionar sin interferir?

Creo que es algo que jamás podré saber, pues tengo que seguir en este mundo. Él, evoluciona rápidamente y yo "Latido de Piedra", me tengo que dejar llevar.


(Queridos lectores de RAICES, los invitamos a seguir estos más que importantes trabajos sobre Testimonios de Nuestra Identidad, con el próximo número)


NARRATIVA HISTÓRICA:   PRIMER PREMIO

ENTRE SABLES Y CARABINAS… ¡POR LA LIBERTAD! de CARMEN DA SILVA FERRAO DE LOS SANTOS- SALTO

LA MATANZA…


Muy poca documentación oficial quedó sobre la matanza de SALSIPUEDES: el comunicado de Rivera, la memoria escrita por el Coronel Lavalleja en el año 1848, documentación del Brigadier General Antonio Díaz que es tomada por el escritor Eduardo Acevedo Díaz para “La boca del Tigre” en 1890, y la versión de Bladh Oxehufvud, Teniente Primero de la Real Marina Sueca.

 

Versión de la Matanza de Salsipuedes según Manuel Lavalleja incluida en su Memorias en el año 1848.


El General Rivera para exterminar a los indios charrúas dio principio a su plan convidándolos para entrar al Brasil a traer los ganados que allí había, los cuales según él, los brasileros los habían robado de este país en todas las épocas y por tal razón nos pertenecían de derecho, y a los indios charrúas más que a todos. Los charrúas siempre dispuestos contra los brasileros, y enemigos naturales de estos, no vacilaron en aceptar el convite desde que en él se envolvía el interés de invadir al Brasil. Muy fácil le fue a Rivera poner a los indios en masa para darles el golpe de muerte que les tenía preparado en los campos de Salsipuedes; sin embargo los charrúas antes de marchar a incorporársele consultaron si debían o no hacerlo y hubo dos de ellos que no se conformaron con la incorporación dando el convite por sospechoso, -el cacique Polidoro y el Adivino- el primero, el segundo y la familia de todos ellos, más breve, con su toldería, se separó de los otros que fueron a la incorporación, y se puso en marcha con todo lo que le pertenecía para el cerro del Pintado. Los demás todos con sus familias marcharon al campo que Rivera les había elegido para asesinarlos: como llegaron con la falta del cacique Polidoro, que como dejo expuesto se había negado al convite, aquel sintió la falta de aquel cacique que con su toldería se quedaba fuera de sus planes de carnicería, y mandó dos indios charrúas en su alcance, mandándole decir que fuera a incorporarse con su gente y familias, que era necesario reunirse todos para traer el ganado de los portugueses. Los dos enviados a Polidoro le alcanzaron o dieron con él; pero tenaz en no reunirse se negó como antes y le dijo que “Frutos era corazón malo y traidor”, que no iba. Los dos emisarios se pusieron de parte de Polidoro y quedaron con él, circunstancia por que salvaron de la matanza y demás atrocidades que en Salsipuedes se ejecutaron con los demás charrúas y sus familias, con excepción de los pocos que de allí escaparon entre los cuales se cuenta al cacique Venado, hombre influyente entre los suyos… Manuel Lavalleja”


Versión de EDUARDO ACEVEDO DÍAZ, incluida en LA BOCA DEL TIGRE


…”el presidente Rivera llamaba en voz alta de “amigo” al cacique Venado y reía con él marchando un poco lejos; y el coronel (Bernabé Rivera), que nunca les había mentido, brindaba a Polidoro con un chifle de aguardiente en prueba de cordial compañerismo. En presencia de tales agasajos, la hueste avanzó hasta el lugar señalado, y a un ademán del cacique todos los mocetones echaron pie a tierra. Apenas el general Rivera, cuya astucia se igualaba a su serenidad y flema, hubo observado el movimiento, dirigióse a Venado, diciéndole con calma: “Emprestame tu cuchillo para picar tabaco”. El cacique desnudó el que llevaba a la cintura y se lo dio en silencio. Al cogerlo, Rivera sacó una pistola e hizo fuego sobre Venado. Era la señal de la mantanza. El cacique, que advirtió con tiempo la acción, tendióse sobre el cuello de su caballo dando un grito. La bala se perdió en el espacio. Venado partió a escape hacia los suyos. Entonces la horda se arremolinó y cada charrúa corrió a tomar su caballo. Pocos sin embargo lo consiguieron, en medio del espantoso tumulto que se produjo instantáneamente. El escuadrón desarmado de Luna, se lanzó veloz sobre las lanzas y algunas tercerolas de los indios, apoderándose de su mayor parte y arrojando al suelo bajo el tropel de varios hombres. El segundo regimiento buscó su alineación a retaguardia en batalla con el coronel Rivera a su frente; y los demás escuadrones, formando una grande herradura, estrecharon el círculo y picaron espuelas al grito de “carguen”. “Bajo aquella avalancha de aceros y aún de balas, la horda se revolvió desesperada, cayendo uno tras otro sus mocetones más escogidos. El archicacique Venado, herido por muchas lanzas, fue derribado en el centro de la feroz refriega. Polidoro sufrió la misma suerte. Otros quedaron boca abajo, con el rejón clavado en los pulmones. En algunos cuellos bronceados y macizos se ensañó el filo de las dagas, pues no había sido en vano el toque sin cuartel; y al golpe repetido de los sables sobare el duro cráneo indígena, puede decirse que voló envuelta en sangre la pluma de ñandú, símbolo de la libertad salvaje. No fueron pocos los que se defendieron, arrebatando las armas a las propias manos de sus victimarios. El teniente Máximo Obes y ocho o diez soldados pagaron con sus vidas en ese sitio la inhumana resolución del general Rivera. El cacique Pirú al romper herido el círculo de hierros le gritó al pasar: “Mirá Frutos tus soldados, matando amigos”. Algunos charrúas consiguieron romper el cerco y escapar. Se volverían a cruzar con los hombres de Rivera. Bernabé Rivera cubrió la retaguardia de los indios, el resto de las fuerzas formó círculo, y al toque de degüello, cayeron sobre los indios.


(Queridos lectores de RAICES, los invitamos a seguir estos más que importantes trabajos sobre Testimonios de Nuestra Identidad, con el próximo número)

 


EL INFORME BLADH OXEHUFVUD


…“El Presidente de Montevideo, en aquélla época, don Fructuoso Rivera, bajo el pretexto de lograr un acuerdo de paz con los indios, que vivían en los montes a la orilla del Río Uruguay, los había invitado a concurrir a un lugar cercano a la frontera norte de la República. Los indios que no sospechaban traición alguna, se presentaron en el lugar indicado en número de 400 o 500, encabezados por 4 o 5 caciques. Muchos de ellos ya se habían destacado por su gran valentía en la reciente guerra contra el Brasil, donde lucharon como aliados de Rivera. Después de las habituales ceremonias para este caso, y para eliminar cualquier sospecha, se había entregado a los indios barriles de caña y otros regalos. Los indios acamparon a un lado de las tropas de Rivera, y de a poco vaciaron los barriles, al tiempo que entonaba una triste canción. Tan pronto el efecto de la bebida se notó entre los indios, e inclusive cuando muchos de ellos dormían, las tropas los rodearon con todo sigilo y con sables y bayonetas atacaron a los hombres, mujeres y niños dándoles muerte. Pero los caciques y muchos indios vendieron caras sus vidas. Uno de los caciques que había adoptado el nombre de Rondeau, tomado del ex gobernador de Montevideo, llegó a formar como una trinchera con los cadáveres de sus enemigos, y ya habían sucumbido más de quince soldados a su lanza, cuando se desplomó entre ellos, cubierto de sangre y heridas. Otro cacique llamado Brown, cuyo nombre se originaba en la admiración que sentía por el valiente Almirante Brown y las luchas que entablara con su flota ante Buenos Ares, se mantenía invicto en el lugar del combate, pese haber perdido todos sus hombres. Algunos se inclinarán a creer que Rivera tuvo un gesto de admiración hacia el valiente cacique e impidió que fuera fusilado. Lamentablemente sospecho que esa no era la realidad, sino que Rivera deseaba regresar a Montevideo como un triunfador llevando consigo numerosos y valientes prisioneros. Por tal razón dio orden de que se apresara vivo al cacique, lo que vino a costarle más bajas de lo que se imaginaba. Dominado finalmente y con las manos aseguradas atrás, se lo reunió con los demás prisioneros. La gran arrogancia del indio en su desgracia y su resolución en la lucha a muerte, es un carácter común entre ellos, inclusive entre los niños. Veamos un caso típico. Un jovencito de nombre Cordua, de edad entre 13 o 14 años, ya hacía tiempo que revoleaba boleadoras sobre su cabeza, y así se había defendido, dejando inclusive a un enemigo tendido en el suelo, muerto. Finalmente un jinete logró dominarlo, pero a las pocas yardas de ser conducido prisionero, el joven indio trepó de un salto a las ancas del caballo, y tomando el cuchillo del cinto del jinete mató a éste de una puñalada, arrojándolo a tierra. A plena carrera logró cruzar las líneas de caballería enemiga, pero el caballo estaba cansado y los que se lazaron en su persecución no tardaron en apresarlo nuevamente. A este prisionero también le perdonaron la vida, para así aumentar el número de los que habrían de desfilar en Montevideo, donde quedaría demostrado que 400 jinetes bien montados y armados estaban en condiciones de luchar y vencer a 400 o 500 indios embriagados, de los cuales más de la mitad eran mujeres y niños. Naturalmente que esta caballería debería estar compuesta por hombres valientes y excepcionales jinetes, pues bien sabían que los indios aun borrachos no se entregarían sin una lucha a muerte. A pocos días de mi encuentro con ésta fuerza armada, Rivera hizo su entrada triunfal en Montevideo. Iba a caballo delante de sus valientes compañeros de armas y atrás venían los prisioneros, rodeados de una fuerte guardia. Lo hombres tenían las manos atadas a la espalda, y las mujeres llevaban los hijos pequeños en brazos y a los mayores de la mano. Los indios cubrían su cuerpo con pieles, y las indias tenían una especie de falda de pieles y algunas una camisa vieja. Los niños iban desnudos. Se notaba en ellos una gran falta de higiene y cuando avanzaban por las calles éstas se llenaban de un hedor fuerte. Después de su llegada todos fueron encerrados en un corral, bajo custodia. Se les entregó leña y carne y se hizo fuego, formándose grupos de 10 o 12 personas alrededor de varios fogones. Apenas asada la carne y en buena parte cruda, fue consumida con avidez”


Nosotros terminamos el trabajo, matando la Memoria: “eran pocos y los mataron a todos”





 

Preparando la matanza…


“Min.o de la Grra Montev.o y Feb.o 24 de 1830

Por el adjunto parte qe en copia autorizada se acompaña, será impuesto el Sor G.l de los exesos cometidos p.r los Charruas. Para contenerlos en adelante y reducirlo á un estado de ord.n y al mismo tpo. Escarmentarlos, se hace neces.o qe el Sor Gl tome las prov.s mas actv.s y eficaces. Consultando de este modo la seguridad del vecind.o y la garantía de sus propiedades. Dejados estos malvados á sus inclinaciones naturales y no conoc.do freno alguno qe los contenga, se librarán sin recelo á la repetición de actos semejantes al q.e nos ocupa, y qe les son familiares. El infrascripto ha reciv.do ord.n del Gob.no de recomendar altam.te al Sor Gl la mas pronta dilig.a en la conclusión de este asunto, en qe tanto se interesa el bien gl. de los habitantes de la Campaña.

Saluda Jn. Ant.o Lavalleja


“S.or D. Gab.l Ant.o Pereira

Sandú D.bre 15 de 1830

Amigo querido. Como esta va por mano de su tío, es por esto que me provoca á hablarle con mas claridad que en las q.e le escribo por otros conductos no tan seguros.”

“Todos estos males y las desgracias que acontecen á los habitantes y transeúntes de esta campaña se remedian 1º. Estacionando en este Departam.to una fuerza de 150 homb.s de Caballeria que persiga hasta esterminar á los malvados y cuadreros, dando protección decidida á las propiedades y a las haciendas 2º. Fijando aquí la residencia de un justo y severo Juez que las haga ejecutar en la plaza de Paisandú 3º. Un Gefe político (si es que signe el actual sistema de policía) activo, interesado en el orden y progresos de este depart.to y decididam.te adicto ál actual orden de cosas 4º. Siendo como es notorio que entre ese puñado de Charruas se han abrigado un numero considerable de asesino y ladrones, y que estos son los motores y factores de las incursiones, robos y asesinatos que se cometen bajo el nombre de Charruas, que el Gob. pida en Sesion secreta á las Camaras autorización para concluir á los Charruas, ó que lo haga con su propia autorización por q.e á el le está cometida la tranq.d interior del Estado; y que este golpe sea dado con tanto secreto q.e nadie lo trasluzca ni aun los mismos que van á ejecutarlo, sino en el mismo memento de darlo. Es este golpe tan necesario al fomento de la ganadería, que no obstante el gran aumento de (……….) dos terceras partes de este Depart. (……..)poblarse, por la sola causa de (……) espresados indios”………………………………………..

“Le mando con su tio dos piedras, (pero no son pedradas) y un papel con un poco de (……..) y Semilla de yerba mate; le mando igualmente en esta carta los finos afectos de Greg.a para mi S.ra D.a Dolorcitas (……….) milia lo mismo q.e los de su (……..)amigo

José Catalá

“Departam.to de Policia

Durazno 3 de En.o de 1831

Ha recibido el que suscribe la nota del S.or Ministro de Gob.o fha 28 de próximo pasado en la que se le anuncia que el Exmo. Sor. Presidente de la Republica sale a campaña en persona á recorrer el Estado haciendo marchar antes una Division espedicionaria al mando del acreditado Gefe Coron.l may.r D. Julian Laguan con el Objeto de pribar á los abitantes del Estado de los inumerables males que están sufriendo cuyos clamores han llegado á oídos del Exm.o Gob.o y a fin de verificarlo se hace preciso que estos contribuyan con la provicion de la subsistencia de la espedicion, que todo propietario de quienentas Cabezas de ganado podría suscribirse a un donativo voluntario de una Cabeza, el de mil dos, a así progresivamente. El Gefe político que firma há hecho entender y circular esta superior resolución con esta fha a todos los Ciudadanos del Departam.to por la via q.e le corresponde y se ha fijado exemplares de cuanto el Sor. Ministro se ha dignado indicarle en dho circular al objeto espresado.

El Infrascirto Saluda al Sor. Ministro de Gob.no Atentam.te

J.B.Arrúe


Campo Abril 5- 1831

“Mi estimado amigo D. Julian es mi poder su nota de ayer y soi inpuesto de las medidas tomadas p.a aser venir a los indios a este punto con este ojeto fue Bernabelito y no dudo q.e los aga venir prontam.te yo no e querido moverme mas adelante ya p.r q.e podía ponerlos en desconfianzas o por q.e si se logra aserlos pasar el Queguay ya no seria difícil el sugetarlos del modo q.e uno quiera. Sin envargo estamos prontos p.a en caso sea preciso marchar sobre ellos lo que yo quiero evitar a todo tranze pues nos será Ventajocicimam.te el sujetarlos sin estrepito aci es q.e estoi resuelto a esperar aquí asta ver si Vds. logran hacerlos venir aci (¿ce niegan?) espero sus avisos continuados p.a (¿variar?) mis disposiciones. Ya esta aquí Bicente Diaz con la gente de Cuña piru todos contentos y su amigo (¿aceoso?) a ver a Vd. trayéndonos a esa familia intertanto le saluda su Gefe y am.o

F. Rivera


Nota del Autor

Fuente: LA GUERRA DE LOS CHARRÚAS (Profesor EDUARDO ACOSTA Y LARA)

 


Corría el año 1825.

La figura de un hombre, llamado Juan Antonio Lavalleja, por su trabajo perseverante en la lucha por la libertad de nuestra patria, había adquirido contornos de caudillo. Era robusto, acostumbrado a los trabajos de campo y muy  buen jinete. Con su victoria, al frente de treinta y tres hombres en la playa de La Agraciada, ocasionó una grieta que volvió inútil la muralla de barcos de guerra que, uno a la vista del otro, cuidaba que nadie osara intentar el cruce del Río Uruguay. Sucedieron luego victoriosos golpes orientales, culminados con sorpresa y aplastante derrota brasilera, a manos del astuto , y pragmático caudillo de la campaña, Fructuoso Rivera. Por consiguiente, al entregar el control del Río Uruguay, el imperio brasilero reaccionó conformando dos fuerzas que debían encontrarse, para integrar el más poderoso ejército hasta entonces reunido. Juan Antonio Lavalleja está al tanto del movimiento de los brasileros. Mandó chasques en todas direcciones, convocando a los jefes dispersos en toda la tierra oriental, para que se congregaran en torno a las fuerzas que él comandaba. El llamado de aquel hombre, de aquel gaucho, en todo el sentido de la palabra, se desparramó por toda la Banda Oriental, y penetró a paso firme en el corazón de cada caudillo convocado, en cada soldado combatiente, deseoso de su libertad, y el de su tierra. La redes multiculturales seguían viviendo y luchando. Reunió entonces todas las fuerzas que tuvo a su alcance, con el escaso armamento de que pudo disponerse. Pero las armas era lo de menos.

El escuadrón avanzaba hacia los campos de Sarandí, actual departamento de Florida. El viento se abroquelaba entre los árboles, y sacudía las ramas con vigor. La marcha era dura y sin descanso, hacia la gloria o la muerte.

La desaparición de la luz del sol, les fue grata y  muy deseada para aquel puñado de valientes. En la complicidad de la noche y el silencio, cabalgaron a trote lento pero seguro, por el monte espeso y misterioso que tanto conocían. Eran los gauchos que aceptaron ir a la guerra, porque tan solo les bastaba saber que pelearían contra los enemigos de su libertad. Tampoco le pidieron explicaciones a su caudillo. Enseguida se sometieron a su influencia mágica. Vieron en él a un superior porque tenía sus mismos gustos, sus mismas virtudes, sus mismos defectos. Cruzaron palmares, guayabos, trepadoras, molles agrupados, quebrachos y espinillos. Un tardío aire otoñal metía frío a las malezas. Pero, ninguno lo sentía. Reunidos, junto a Juan Antonio Lavalleja, el caudillo de las sierras minuanas, podemos citar a: Andrés Latorre; Fructuoso Rivera, el amigo de los paisanos; Leonardo Olivera, el rubio indómito guerrero del este; Pablo Sufriategui; Manuel Oribe, amigo del orden. Eran quienes se habían plantado en el rumbo de la libertad al llamado de Artigas, casi quince años atrás, en abril de 1811.

Junto a su hombre, venía Josefina, una lancera, demostrando el heroísmo inconsciente de las criollas.

"Usó tercerola y sable, boleadoras atadas a la cintura, trenzas colgando, sombrero alto de paño, chaqueta y pantalón y llevaba espuelas de plata"· En el paraje más escondido del monte, descendieron de los sudosos caballos y los ataron con correas. Hicieron vida de campamento y vigilancia continua.Nadie oía el sonido de la naturaleza, solo escuchaban un llamamiento  lejano, que se acercaba cada vez más.. y más. Eran las voces que brotaban de los sepulcros, de los héroes caídos en campos de batallas. Viajando por la carne del tiempo, la sangre derramada se deslizó, transformándose en elixir, energía, coraje y bravura, enlazándose en aquellos cuerpos anhelantes de victoria. Se le vio salir al campo, aún con estrellas de la madrugada, a Juan Antonio Lavalleja, "El Libertador". Se hincó de rodillas en nombre de todo su ejército. Levantó su sable hacia el cielo, y así exclamó:

-¡Reina y Señora, Virgen Nacional, Virgen de los Treinta y Tres! ¡Danos tu bendición!

-Que tu mano nos guíe, y nos tenga asidos tu diestra. Tú me conoces, porque eres poseedora de mis más esenciales pensamientos. Así dijo, y sus ruegos viajaron llevados por el viento, del monte hacia el cielo.

Entre las nubes, resplandeciente como el sol, con amor y bondad, aquella dulce Virgen de los Treinta y Tres, escuchó sus plegarias. Extendió sus brazos, colocó en su cabeza el casco de salvación, y como coraza: la justicia. Regresó a donde estaban sus hermanos de lucha, hablándoles:

-¡Oídme valerosos compatriotas! En el día de hoy, obedezcamos ahora a la noche y que su manto nos cobije.

Todos callaron, sumiéndose en la oscuridad.  Acompañaron al silencio con sus rezos.

Alentados y confiados, así permanecieron en el campo.

Juan Antonio Lavalleja conversaba con los jefes patriotas, pesando las posibilidades de su empresa, calculando sus consecuencias. Dialogaba con una sorprendente intuición del porvenir.

Josefina, se acurrucó junto a su compañero. Cerró por un momento los ojos. Se vio vestida de negra lavandera, disfraz que usó para lograr entrar a Montevideo, y obtener material quirúrgico y medicinas para la Cruzada Libertadora. Recordó también a su compañera de lucha: Ana Monterroso, esposa de Lavalleja.

Juntas trabajaron en secreto, apoyando a los revolucionarios, cumpliendo tal difícil misión, sin un desvío ni una duda. En canto de un pájaro del monte la sobresaltó. El lucero de la mañana anunciaba el día, y poco después la aurora despuntó, y se esparció por la llanura. Y era, el 12 de octubre de 1825. De pronto... ruido de cascos. Es que llegaron los últimos y uno de ellos, avisó, sin siquiera poder saludar a Lavalleja, que ya el enemigo se encontraba allí. Una tremenda fuerza brasileña se les presentó. Sin dudarlo, el Jefe de los Treinta y Tres, comenzó a distribuir a sus valientes soldados. La acción se decidió en un solo choque, en un solo encontronazo brutal. No hubo astucia o audacia como en Rincón, sólo corazón, y esto bastaría para vencer. Con la orden de "sable en mano y carabina a la espalda", comenzaba la batalla, entre la República y la Monarquía. En el ala derecha, como reserva estaban Juan J. Quesada, junto a Leonardo Olivera, con su estatura de héroe griego.

Los caballos escarbaban con sus cascos en la llanura de Sarandí. No retrocedían delante de las armas. Sentían la gritería, y las voces resonantes de los Jefes orientales. Demostraban toda su fortaleza, junto al jinete.

Josefina, tercerola en mano, luchaba valientemente. Al ver que un enemigo se arrojaba sobre ella, nuestra lancera apretó los dientes con rabia, y disparó su arma contra aquel cuerpo, a quien envolvió la muerte.

Se escuchaba el ruido que formaban las armas de los soldados.  Casi al unísono, se esparcían los gritos de los matadores y los lamentos de los moribundos. El capitán Adrián Medina estaba al mando de único cañón, que era toda la artillería oriental. Algunos pechos mostraban desgarraduras causadas por la lanza o el sable. Caían las balas.  Brillaban los sables de nuestros bravos patriotas, Retumbaba la tierra debajo de sus pies.

La luz del sagrado día iba en aumento. Brasileros y orientales se acometían y mataban. Y como una estrella que a veces centellea en el cielo y otras la cubren las nubes, así Fructuoso Rivera, infundado en coraje, y gran brío, se abrió paso por los combatientes delanteros. Todo él daba la impresión de un toro temible. Caballo y jinete se consolidaban. Josefina detrás de la maleza esperaba, como un tigre a su presa. Un hombre herido cayó a pocos pasos. Ella lo reconoció. Era su hombre. -¡No te me vas a morir! -le dijo- arrastrándolo hacia ella. Desgarró su camisa, y cubrió la herida abierta, que vertía sangre, dándole enseguida un poco de caña que aún le quedaba. El la miró y agradeció al cielo que aún estuvieran con vida. Pasaron los minutos, las horas...cuando al fin: ¡el clarín de la victoria se hizo sonar!. Todo el campo de Sarandí quedó cubierto de cadáveres, y heridos de ambos bandos. Una cuarta parte de las fuerzas brasileñas cayó prisionera. Las bajas orientales fueron muy pocas. Nuestros lanceros, cual viejos centauros, ciñendo el acero y el arma en su mano, vieron el flamear ardiente de su bandera oriental, bajo el amparo de una invisible imagen de María Santísima. Un grito heroico llenó el espacio, y corrió por el campo de batalla: ¡Libertad! ¡Libertad! ¡Libertad!

 

LA SANGRE Y LA GLORIA” de SANDRA MIRELDA DEL RÍO SIUTTI- LAS PIEDRAS- CANELONES


Se levantó a las seis de la mañana y horneó el pan como lo hacia todos los días.

Fue comprada como esclava en el puerto de Montevideo dos años antes, pero el trato digno que le prodigaba la familia y en especial, las enseñanzas de Éloize, la hacían sentir una integrante más de la familia, incluso, porque llevaba su apellido. A las seis y treinta golpeó asustada la puerta del dormitorio de los señores de la casa. Desde el fondo del campo se escuchaba el ruido de los cañones que daban comienzo al presagio de Don Pedro.

Había llovido desde hacía varias semanas. Llovía agua, llovían penas, ansias y rumores de los más variados. Pero esa mañana amaneció sereno. Era el tercer sábado de mayo, el año 1811. Con serenidad, Don Pedro le pidió que advirtiera a  la familia que había llegado el momento, que dispusiera el desayuno y que todos se reunieran en la sala grande. A las nueve en punto, Don Pedro, un hombre de piel blanca, robusto, de barba y frondosos bigotes entrados en canas, luciendo ropas de cabildante y portando un catalejo, aguardaba con conciencia y calma. A su derecha, la esclava lo acompañaba en la torreta, con una bandeja apoyada en las terminaciones de la casa, vestida con decencia, con una sencilla pero prolija indumentaria doméstica y observaba con ingenuidad la ilusión de los otros, en una noción de libertad que  no era la misma que concebían los suyos. Mientras esperaba lo inevitable, de forma espontánea, la joven negra comenzó a recorrer la historia de tantas cuestiones que respondían a las circunstancias. Don Pedro provenía de aquella tierra lejana con el Atlántico por medio. Había llegado con un baúl de viajero, donde lo más valioso eran la pluma y un frasco de tinta, y un morral de cuero colgado al cuello con el dinero suficiente como para comprar un predio cercano al arroyo lindante con Montevideo, que años atrás,  había pertenecido a un convento. La compra la despachaba el gobierno regente, la edificación había sido abandonada sin motivo aparente y se acomodaba muy bien a sus necesidades.

¿Cuál había sido la razón de Don Pedro para abandonar su país de origen?

Era el menor de cinco hermanos de una familia de gran reputación que contaba con tres hijas y dos jóvenes varones con fuertes diferencias de criterio. Uno se quedó en su tierra, unido a las fuerzas imperiales del "Tirano Bonaparte", mientras que el otro remediaba su vergüenza ante semejante ideal de opresión, buscando nuevos horizontes, con el fin de conceder un futuro a la joven prometida que lo acompañaría a la espera de su propia conquista al otro lado del mapa. Su habilidad innata era, con certeza, el comercio y la mejor de las empresas que resultara provechosa harían "la América" y desatarían el anudado destino que lo enredaba con Francia.

El convento deshabitado tenía la apariencia de un viejo cortijo español, con su mirador, varias habitaciones y una serie de galerías bajo su suelo que daban lugar a un sótano irregular. La antigua construcción estaba enclavada en una zona de fuertes vientos que siempre parecían llevar consigo un mensaje. El que golpeó su cara al momento de arribo, era sin duda y lo supo con certeza y sin intención, un viento de buen augurio. El cortijo serviría con suficiencia de casco a las cuarenta hectáreas de campo fértil donde instalar de inmediato un horno de ladrillos y tal vez un saladero. La separación del hermano había conseguido la dosis justa de unión sanguínea, aquella que todo lo da y todo lo quita, y que se expresaba con tinta, en cartas que iban todo el tiempo y llegaban en las bodegas de los barcos que anclaban en la bahía de Montevideo.

En las memorias de aquella mañana crucial, Don Pedro le escribió a su hermano acerca de su lucidez y sus cuestionamientos: "¡Qué tan lejos estamos y con qué cercanía me has desafiado! La invasión que apoyas y que acaba de dejar a "Pepe Botella" al mando de España, ha repercutido de manera nefasta en este suelo. Según entiendo, por la instrucción que me has brindado, en lo que a batallas campales refiere, no habría lugar más propicio que el que veo a través de mi ventana y no dudo que sea el elegido para una contienda que de seguro no dará lugar a demoras. Un líder natural, a quien he dado en llamar amigo, hombre inteligente y sensible que ha sabido ganarse la campaña, dice poder hacer frente a los que vienen por oden de Bonaparte, y yo, como aliado a los interese de la tierra que me acoge y comerciante perjudicado por este abusivo régimen al que nos someten, espero realmente que lo haga. Ha llovido varias semanas sin detenerse y los días han sido de una tensión que se siente en los huesos y se olfatea a distancia. Dispuestos y atentos están los tientos de las boleadoras y la humedad se ha fijado en la pólvora. Este no es el imperio, la opresión es falta y defendemos nuestros derechos. Anoche la lluvia se detuvo y no creo que se resista más tiempo, los cañones ya se sienten a la distancia. He asegurado a mi familia en los túneles subterráneos del convento y estaré vestido con mis mejores ropas y alerta desde la azotea por lo que el destino traiga, con la sola compañía de María, una joven africana que he comprado y adoptado como hija es esta casa, para que entienda un poco más del arraigo a esta tierra. Si algo me pasara, mantén, por favor, la comunicación con Éloize, quien ha sido muy tenaz y desde su llegada ha aprendido todo lo que pueda considerar benéfico para educar a nuestros hijos donde mejor le plazca".

No se lo dijo, pero esa mañana en la torre mirador, María supo leer en su rostro el menaje del viento.

A las once de la mañana se encontraron, el caudillo y un capitán de fragata desposeído de su formal campo de beligerancia, ordenado por las fuerzas que protegían la Ciudadela de Montevideo. Pelearon los hombres; los gauchos, los indios, los negros esclavos, los curas del pueblo y se enredaron hasta las mujeres y los vecinos a veces confundidos sin saber con certeza a qué bando respondían inmersos en el entrevero, el ejército de marina y los recientemente ex presidiarios sin disciplina que completaban las filas de los "godos" en defensa de la Ciudadela. Cruzaron balas de cañones rudimentarios, lanzas y boleadoras, espadas y armamento de mano de bajo calibre. Aprovecharon las alturas como parte de la estrategia. Las tropas del caudillo aparecieron en cuatro columnas envolviendo al adversario hacia las cinco de la tarde, justo cuando se acercaban a las barreras humanas protectoras del pequeño pueblo de Las Piedras, hasta el instante preciso en que se cumplió con los presagios del viento y levantaron el sable rendido del enemigo reconocido en derrota. Asegurado el triunfo, Don Pedro le hizo sólo dos peticiones a su única testigo: anuncia a Éloize que la familia ya podía salir del refugio y preparar alimento para celebrar y para todo aquel que golpeara la puerta solicitando refuerzo. A las siete de la tarde, antes de cruzar el arroyo, el caudillo se detuvo en la casa. Comió y bebió junto a sus hombres y por la insistencia de su amigo Don Pedro, quien lo invitó a pernoctar esa noche. "No puedo" -respondió- "Debo ir de inmediato a poner sitio a Montevideo para hacernos cargo de su gobierno". Y sin reponer sus fuerzas lo suficiente, partió. Luego de un día de incertidumbres, temores y festejos, la familia entera dormía cuando María notó la puerta entreabierta y una luz débil que parpadeaba en la habitación de escritorio de Don Pedro. Se acercó con el farol y empujó la puerta con cuidado. Lo vio concentrado en sus pensamientos, pero su pluma se movía. Estaba escribiendo.



 

LA REVOLUCIÓN LAVALLEJISTA Y ÚLTIMOS ENCUENTROS CON LOS CHARRÚAS.

La derrota de los misioneros no significó ni mucho menos la pacificación del País. Aún se tenían dudas sobre la suerte corrida por el coronel Bernabé Rivera, cuando en Durazno se sublevaba el comandante Juan Santana, (junio 29 de 1832) punto de partida de una serie de disturbios que habrían de prolongarse hasta más allá de finalizar la Magistratura de Rivera, (octubre de 1834). Los hermanos Lavalleja, Garzón, Lorenzo González, Mariano Paredes, Juan Echeveste, Gaspar Tacuavé, Rafael Berdún, el argentino Manuel Olazábal y tantos otros, ya fuera conspirando en Montevideo, concentrando fuerzas en distintos puntos de la frontera, amagando invasiones o llevándolas a cabo, no sólo mantuvieron tensa la atención del Gobierno, sino que inclusive se adjudicaron triunfos espectaculares aunque momentáneos, como los obtenidos por Berdún y Olazábal en Melo, (abril 1833) y por Manuel Lavalleja en San Servando, (junio de 1834). Pero el General Rivera, secundado por los oficiales Navajas, Ignacio Oribe, Pozzolo, Gregorio Berdún, Anacleto Medina y José Raña, por citar algunos de los principales, logró desbaratar todos los planes subversivos, no restando a los “anarquistas y facinerosos”, así se los califica en los documentos, otra alternativa que la de buscar refugio en las fronteras. Dentro de este proceso, generalmente llamado Revolución Lavallejista, que aunque parezca paradójico, incidió más en la política de Río Grande del Sur, Brasil, que en la nuestra, se registran las últimas intervenciones de charrúas en las páginas de nuestra Historia. El 18 de setiembre de 1832, las fuerzas revolucionarias del comandante Santana, que constituían la vanguardia lavallejista, sufrieron una seria derrota a manos de Ignacio Oribe, en puntas de Tupambay. Rivera aprovechó el respiro y dio órdenes a José Raña, Jefe Político de Paysandú, para que con su división abandonara el grueso del Ejército e iniciara operaciones contra otros sediciosos llegados de Entre Ríos y contra los charrúas, a cuyos fines debía ponerse al habla con las autoridades brasileñas para lograr una acción conjunta. Pero los sediciosos, precisamente los caudillos Paredes, Echeveste y Tacuabé, tuvieron a mal traer a los pobladores de Salto y Paysandú, y aunque no tardaron en ser derrotados y puestos en fuga, recién en diciembre fue posible enviar un comisionado a que observara los movimientos de los infieles, como etapa previa al inicio de la campaña. La perspectiva de una nueva invasión, organizada esta vez por el propio Lavalleja, mantuvo en ascuas todo el litoral durante buena parte del año 33, y recién cuando las autoridades de Entre Ríos dispersaron los efectivos de los conjurados, pudo Raña desatender Paysandú para marchar contra los charrúas, un año después de lo previsto por Rivera. En el ínterin, los indígenas realizaron dos o tres incursiones sobre estancias del Salto, alcanzando el Itapebí, siendo éstas las últimas de cierta jerarquía que cumplieron en nuestro territorio. Entre el 11 y el 12 de marzo de 1834, cuando nadie se lo esperaba, Lavalleja desembarcó en Higueritas, Dpto. de Colonia, iniciando la segunda etapa de la Revolución. Pero como de costumbre, luego de algunos éxitos iniciales que incluyeron el saqueo de San Salvador y de la estancia de Julián Laguna, el vencedor de Sarandí debió emprender retirada, seguido de cerca por las fuerzas del Gobierno. Alcanzado y derrotado en paso del Correntino por Anacleto Medina, transpone el Río Negro y consigue eludir a sus perseguidores, no volviéndose a saber de él hasta que reaparece en las serranías de Santa Ana, desplazándose a marchas forzadas hacia las puntas del Cuareim. Logra allí el apoyo de los charrúas, tal como lo presuponía Rivera, y acampa en el potrero del Yarao, donde nuevamente es derrotado por las tropas legales. Y los “anarquistas” se desbandan. Unos, y con ellos buena parte de los charrúas, se incorporan al movimiento republicano brasileño y combaten en la Guerra de Farrapos, otros se reagrupan y obtienen triunfos parciales como los de San Servando, Cerro Chato y Guardia 15 de Mayo, y otros, en fin, forman partidas sueltas que se dedican al robo y al pillaje, más en provecho propio que con miras revolucionarias. Esta situación hubo de prolongarse hasta ya entrada la Presidencia de Manuel Oribe, en que los emigrados pudieron regresar a la Patria merced a una generosa ley de amnistía.

CARTA ANÓNIMA PUBLICADA EN “EL UNIVERSAL” CON FECHA 27 DE JUNIO DE 1832, DONDE SE DETALLAN LAS CIRCUNSTANCIAS DE LA MUERTE DE BERNABÉ RIVERA.

“Correspondencia particular”

Durazno Junio 27 de 1832


Amigo Querido- Supongo que ya sabrás la desgracia de D. Bernabé. Yo no te lo comuniqué ayer cuando escribí al Ministro, por que en aquel momento se acababa de recibir aquí la noticia, y tenía que atender al Jeneral que estaba solo y desolado de sentimiento. Ahora te daré una idea de que modo sucedió, y verás que todo fue una fatalidad. Despues que D. Bernabé recogió los dispersos y familias de la Colonia, despachó todas las milicias á sus casas, y se aprontaba para regresar a Tacuarembó. En los momentos de marchar, supo que 30 o 40 naturales mandados por un capitán Agustín, se habían hecho sentir en la costa del Cuareim:- al instante salió con 50 hombres a buscarlos, los encontró, y los hizo pasar al otro lado de aquel arroyo á balazos, y después de haber avisado a Bentos Manuel para que los desarmase, se volvia á Bella Unión. En el camino supo que los Charrúas en número de 25 ó 30 se hallaban á poca distancia. En el acto se resolvió á ir sobre ellos, despachando sus caballada y quedándose para aquel objeto con solo 32 hombres incluso los oficiales. Efectivamente dio con los toldos, tomó el pequeño número de familias que aún conservaban, y dejó con ellas ocho hombres; con el resto de su partida, empezó á perseguir á los indios que eran 30; los corrió mas de dos leguas, cuya carrera no pudieron resistir los mas de sus caballos caminados de toda la noche. Los mas de la partida habían quedado con los caballos cansados; cuando un pequeño número se mezcló con los indios, que no hacían otra cosas que disparar, sin duda asustados y sin fijarse en el número que los seguía. En este estado, fue advertido por varios de los suyos, que los mas habían quedado con los caballos cansados, y que el resto estaban sumamente pesado; no hubo que tratar, mandó poner sable en mano, y los apuró tanto, que dos indios que ivan enancados, tomaron partido de apearse a pelear. La defensa de estos, hizo volver cara á los indios, y entonces observaron que eran perseguidos por un pequeño número en malos caballos. Hicieron alto y cargaron en cuyo encuentro murió Bazán, y el teniente Viera, y los demás se llenaron de terror, y ya no pensaron en otra cosa que en huir al monte, sin querer tirar un solo tiro. Finalmente, rodó D. Bernabé, salió corriendo y el sarjento Gabiano le arrimaba su caballo para que montase pero él quería el suyo precisamente, que lo tenía un soldado, pero que no podía allegárselo; en esto cayeron todos los indios sobre él, gritando: Bernabé, Bernabé- Lo envolvieron con bolasy cayó; los dos o tres que lo defendían no pudieron menos que abandonarlo y ganar el monte. Aquí tienes toda la historia de este acontecimiento, por supuesto lo deben haber muerto, y así lo asegura el parte de Navajas, refiriéndose sin duda á los informes de tropa; pero aquí están los dos que los defendían hasta los últimos momentos, y dicen que nadie lo ha visto morir; los indios eran mandadopor un Bernabé, que crió D. Bernabé con del dictado de Padre.


BORRADOR DEL GENERAL ANTONIO DÍAZ RELATIVO AL EXTERMINIO DE LOS CHARRÚAS Y A LA MUERTE DE BERNABÉ RIVERA.


Los charrúas fueron casi exterminados en el Queguay en la boca del tigre, siendo sus caciques Venado y Polidor. El cacique Pirú logró escapar de la matanza llegando hasta la presencia del Gen.l Rivera á q.n dijo: mira tus soldados matando amigos. De esta matanza escaparon con el cacique Sepé de 80 a 90 hombres que se refugiaron en los montes del Cuareim.

Perseguidos (?) el coronel Rivera con un escuadrón de tropa lince los encontró a inmediaciones del Cerro de las tres cruces. Sepé dejó una partida de indios al frente de esa fuerza y se emboscó con el resto en la espesura de un bosque; el Cor.l Rivera siguió con imprudencia persiguiendo a esa partida con todo el escuadrón q.e llegó a la altura de la emboscada de los indios en desorden y con muchos caballos ya rendidos entonces fueron acometidos p.r el flanco y enteram.te derrotados tomando prisionero al Cnel. D. B. Rivera a quien atormentaron cruelm.nte durante dos días, tomando así una atroz venganza de las muertes en Queguay. Sepé mandó q.e los lanceros envolviesen un cuero en la moharra de sus lanzas de modo q.e no quedaba sino media pulgada de fierro fuera del envoltorio, y durante dos días entubieron martirizándolo haciéndole multitud de herdias hasta q.e quedó exánime. Rivera les pedía p.r Dios que no lo atormentasen; pero el bárbaro inexorable el respondía p. ti si quieres Dios, pero p.a nuestros padres y hermanos no hubo Dios. El mismo Rivera les pedia la vida ofreciéndoles q.e les devolverían las mujeres y niños q.e se habían llevado a Montev.o asegurándoles q.e una sola carta de él seria suficiente p.a q.e todos volviesen. Sepé le preguntaba ¿Y quien vuelve a los caciques Venado, Polidoro y demás indios muertos en el Queguay?. Consumado el Sacrificio, el Cacique Sepé envenó con algunos nervios de B. Rivera la mohara de su lanza la q.e mostraba en 1832 como un trofeo de su bárbara y cruenta hazaña.”


 

 

 

 

TESTIMONIOS DE NUESTRA IDENTIDAD
Por. Nancy Ramos Boerr “Fredda”

nrguyunusa@gmail.com
nancyramosboerrfredda.blogspot.com

DOCUMENTO G

  1. [15-VI-13-1832]

“Destrucción de los indios sublevados.
Presidente de la República en campaña. Durazno junio 11 de 1832.
El infrascripto acaba de recibir la comunicación que tiene el honor de dirijir adjunta á S.E. el ministro de guerra, en que anuncia el Sr. Coronel Rivera el completo triunfo adquirido sobre la principal fuerza de los sublevados de Bella Unión. El infrascripto felicita al Sr. Ministro por un acontecimiento que asegura la tranquilidad, de los habitantes de la campaña, y le saluda con distinción y aprecio- FRUCTUOSO RIVERA
Exmo. Sr. Ministro de guerra y marina.
-------------------------------------------------------------------
Exmo. Señor. Acabo de sorprender en este punto á la principal fuerza invasora de los sublevados, quedando prisionero su comandante Ramon Sequeira (misionero), con toda su fuerza derrotada, muerta ó con igual suerte; considerable número de familias, todo el armamento, la caballada y municiones, en nuestro poder, y sigo mi marcha sobre el resto de los ingratos sediciosos, despachando una intimación perentoria por consideración á los alucinados y seducidos. Para conseguir este suceso, marché con la felicidad de no ser sentido por los enemigos del órden, desde Tacuarembó chico á este punto, recibiendo cada dia refuerzos de jente, y noticias del vecindario, que corría por todas las direcciones á engrosar mi división, fuerte ya de mas de quinientos hombres, bien armados y resueltos á hacer el último sacrificio para asegurar la tranquilidad de la Patria. Debo á este respecto recomendar especialmente á la consideración del Superior Gobierno al vecindario de Tacuarembó, por su decisión y prontitud en volar con sus personas y cuanto poseen al sosten del orden y de la defensa común; y estimulando de un modo eficaz la concurrencia de todo el departamento, de cuyo jefe político, D. José María Raña, hago  V.E el mas justo elojio; pues en este caso, recordando su antigua profesión, cargó á la cabeza del vecindario, y desplegó su bien acreditado valor y pericia. La sorpresa fue tal, que  no hubo por nuestra parte una sola desgracia.
Considerando suficiente, para concluir esta campaña, la fuerza reunida en mi campo, despacho avisos para hacer suspender las marchas de las divisiones que venían a incorporarse, comprendiendo en ellas la del coronel Pozolo, que estaba mui próxima. Con esta fecha entrego también a disposición del referido jefe político, todos los prisioneros y familias.
Réstame ahora, para satisfacción del Superior Gobierno, y de toda la República, recomendar á V.E la conducta del jefe D. José María Navajas, oficiales y tropa del primer escuadrón de línea, y de los Señores Oficiales y demás individuos de los piquetes del 2do, que se hallan á mis órdenes.
Estos virtuosos soldados, posponiendo aquella simpatía que era presumible existiese entre individuos de un mismo orijen á su deber como servidores de la República, han acreditado cuanto puede esperar el país que los protejer de su lealtad y jenerosa adhesión.
Felicita á V.E por este, aunque pequeño, importante acontecimiento, que disipa los temores de los habitantes pacíficos, burlando las criminales esperanzas de los malvados- Dios guarde á V.E muchos años. Campamento sobre Arapei chico, en el paso de las Cañitas, á 5 de junio de 1832.
BERNABÉ RIVERA

 

 

SUBLEVACIÓN DE BELLA UNIÓN

Cuando el general Rivera devolvió al Imperio del Brasil el territorio misionero por él conquistado, (noviembre de 1828), logró que los habitantes de los Siete Pueblos, unos ocho mil según apreciación del Coronel Evaristo Carriegos en enero de 1830, hiciera abandono de aquellas tierras y vinieran a la Banda Oriental con cuanto tenían. Aquí vivirían al amparo de nuestras instituciones, liberados para siempre de las acechanzas de los portugueses. Pero una vez más, la innata credulidad de los guaraníes habría de serles fatal. Y así ocurrió que luego de cruzar el Cuareim, cuando toda resistencia hubiera resultado vana, a título de botín de guerra les fue enajenada una cuantiosa parte de su patrimonio comunitario, evaporándose el resto en manos de especuladores y traficantes que desde un primer momento habían acudido a instalarse entre ellos. Semejante golpe privó a los misioneros de toda autonomía económica, debiendo depender en el futuro de los mantenimientos que les proporcionara el Gobierno. Estos consistían en partidas de ganado que llegaban regularmente a la rinconada del Cuareim, pero como había que repartirlos con la guarnición militar allí acantonada, e inclusive muchas veces faltaron, las estrecheces de toda índole no se hicieron esperar. El optimismo de los guaraníes sin embargo no decaía, y su fe en que Don Frutos arbitraría recursos y soluciones que los llevara al feliz término de sus necesidades los mantenía serenos y esperanzados. Pero Don Frutos,  ya Presidente de la República, vivía al margen de tales problemas, desoyendo las advertencias de quienes asistían al derrumbe de todos los valores de la incipiente Colonia. En marzo de 1829, a poco de fundarse la Colonia, fue visitada por el viajero francés Jean Isidore Auboin, quien nos dejó una descripción probablemente insuperable de cuanto tuvo oportunidad de ver. “El hambre” dice, “fue el primero de los males que perjudicó a los pobres guaraníes en tierra extranjera. De cuatrocientas mil cabezas de ganado que habían conducido de las Siete Misiones, quedaban un veintevo. Todo el resto había sido repartido entre los principales jefes del ejército, que lo habían enviado a las campiñas de Montevideo o vendido a los especuladores”. Y agrega más adelante párrafos que aunque algo extensos no queremos pasar por alto. “La miseria más horrorosa reinaba desde esta época en la Colonia. Todo el ganado estaba extinguido, y los indios, ocupados en sus construcciones,  y no dedicándose a ningún trabajo de un beneficio inmediato, no podían procurarse los víveres, que los mercaderes vendían a un precio exorbitante. Era sobre todo en las márgenes del río donde estaban establecidos todos aquéllos que no habían podido, por falta de recursos, edificar una casa en el propio recinto de la población, que se ofrecía a las miradas el cuadro más digno de lástima. Allá, en los ranchos alineados en dos hileras y formados por algunas gavillas de paja, reunidas en su cúspide, estaban hacinadas centenas de familias. Allí reinaba el hambre,  las enfermedades y todo lo que la miseria tiene de más horrible. Representarse una población de ocho mil hombres, conducidos lejos de su país a un paraje desprovisto de todo, sin otros alimentos que una ración miserable de carne que se les distribuía todas las mañanas y, para colmo de males, sufriendo el suplicio de Tántalo: ¡Teniendo bajo los ojos a los mercaderes que poseían todo lo que hubiese satisfecho sus necesidades, pero que ellos no podían comprar!¡Cuánto sufríamos nosotros al comer en presencia de una muchedumbre hambrienta que seguía con los ojos cada bocado que introducíamos en nuestra boca y que se precipitaba sobre nuestras sobras para buscar allí todavía algún residuo para roer! ¿Es sorprendente que algunos crímenes hayan sido cometidos por desdichados que hasta entonces habían conocido apenas lo tuyo y mío, que habían vivido en la abundancia, y que, de repente, se han  visto atormentados por todos los horrores de la necesidad? Lo que me asombraba, por el contrario, era que la media docena de mercaderes que se encontraban en Bella Unión no hubiesen sido ya degollados y despojados; y por cierto que yo no habría querido encontrarme en una circunstancias semejante en medio de ocho mil europeos hambrientos. Pero la dulzura natural de estos pobres indios los alejaba de toda violencia; aún cuando ellos tuvieran la fuera en la mano, la guarnición no estaba compuesta más que de cuatrocientos hombres, formados por lo demás, como todas las tropas de las nuevas repúblicas, en la escoria de la sociedad y a juzgar por sus semblantes, más dispuestos a dar la señal de pillaje que a prevenirlo”

 

SUBLEVACIÓN DE BELLA UNIÓN (continuación)

Continúa diciendo el Profesor Acosta y Lara:
La situación debe haberse agravado en el invierno de 1831, ya que por entonces partidas guaraníes incursionaban sobre territorio brasileño en procura de ganados de que subsistir. Las repetidas quejas a nuestro Gobierno determinaron el envío a Bella Unión y Alegrete del coronel Miguel Planes, quien en carácter de observador debía recabar informes sobre aquellas incursiones al tiempo que presentar a las autoridades limítrofes excusas por las mismas, señalar los esfuerzos realizados en procura del exterminio de los charrúas, etc. En su informe sobre Bella Unión, fechado en dicho pueblo el 7 de octubre de 1831, el coronel Planes expresaba: “q.e las familias están diseminadas desde Arapey p.a aca, en toda la campaña y costa y costa del Queguay, q.e no tienen de q.e susbistir, pues han sufrido dos períodos uno de 10 y otro de 14 días sin rac.n y en el día llevan 12 sin ella, por consig.te dice lo pasan con raíces recojiendo los huesos p.a pisarlos y hervirlos; q.e la peste de la viruela ha hecho perecer infinitas de necesidad e impulsados de esta son los robos incesantes, sin poderse privar, y observa q.e la continuación de semejante conducta apresurará un suceso desagradable, impulsados los ascendados de la otra parte de la línea, por la desesperac.n en q.e se hallan pues ya ha estado dispuestos a pasar en persec.n de los ladrones y se han detenido por saber la ida del q.e habla, y opina q.e en caso de llegarlo a efectuar, traherá funestísimas  consecuencias, no quedándoles otro recurso si el Gob.no no toma en cosideraci.n esta nota”
Pero ni el Gobierno tomó cuenta de la nota de Planes ni la situación hubiera cambiado, tal el espíritu resignado de los indios, de no  mediar una agente provocador que, infiltrándose entre ello, los empujó a una aventura revolucionaria que no sólo carecía de objetivos sino de las más mínimas posibilidades de éxito. El agente no fue otro que el Indio Lorenzo, movido según se dice por  resentimientos personales con el Presidente de la República, algo relacionado con un negocio  de cueros. Lo indiscutible es que la sublevación, ínfima e intrascendente, barrida por Bernabé Rivera casi sin otro apoyo que el de la guarnición de Tacuarembó, permitió al Gobierno “montar en santo enojo” y no solo disponer a capricho de los derrotados, sino anular todo compromiso que tuviera con ellos en materia de asistencia y suministros. ¡Los acreedores pasaban a ser limosneros! Respecto a Lorenzo, queremos destacar que luego de encender la mecha se las arregló para estar ausente en todos los encuentros que los rebeldes sostuvieron con las fuerzas del orden; que otro tanto hizo cuando su ambigua participación en el evento lavallejista, y que abre la puerta a todas las suspicacias la facilidad con que obtuvo el indulto, con todas las prerrogativas de su cargo anterior en el Ejército, a menos de un año de haber provocado los hechos que estudiamos.
La sublevación misionera no tiene origen ni continuidad política de clase alguna, y da lugar a tres episodios, casi simultáneos pero completamente desvinculados entre sí. La derrota de los rebeldes en las jornadas de Cañitas, Belén y San José del Uruguay; una incursión sobre el Colla, ordenada por Lorenzo sin otro propósito aparente que el de agrandar los sucesos ante la opinión pública, y el improvisado ataque a una toldería charrúa, que habría de ocasionar más bajas a las fuerzas del Gobierno que las sufridas en toda la campaña contra los sublevados.
Los Charrúas nada tuvieron que ver con la Revolución Misionera. La amistad de los primeros tiempos de Bella Unión no había tardado en desvanecerse. Prueba de ello, el aporte guaraní a las jornadas de Salsipuedes y Mataojo. En tales circunstancias el ataque de Bernabé Rivera a la toldería charrúa fue un hecho marginal, ajeno a las operaciones que venían de cumplirse con los efectivos de Comandiyú y Tacuabé. Bien ajustadas habrían resultado estas estrofas que tomamos del “Epicedio” de Acuña de Figueroa, de haber hecho el poeta distingo entre charrúas y misioneros:
“Ay, no persigas
a esos infieles
¿qué más laureles
quieres ceñir?

 

JORGE GÓMEZ ACOSTA- “GRITA EL MONTE”

GRITA EL MONTE

Grita el monte su dolor
y en el follaje se agita
la pena que allí palpita
por el indio que partió.
Se oye el eco de su voz
y se pierde en el paisaje
cual un canto de coraje
que en el viento se grabó.
Tal vez Tupá, el gran Dios
lo traiga de donde esté
para que viva otra vez
en ese monte que amó.
Guidaí alumbrará el camino
si por las noches regresa
montando un jual con destreza
y mostrando su valor,
el Hum en silencio mece
en recuerdo una canoa,
el Paraguazú lo llora,
en su caudal se estremece.
El churrinche y el sabiá
trinan su melancolía,
quizá, esperando el día
para verlo una vez más.
Donde andarás inchalá
de la raza guaraní,
hoy tu alma vive aquí
y de aquí nunca te irás.
Te veré en el ñapindá,
en los ceibales en flor,
aunque el monte en su dolor
me grite que ya no estás.

 

 

 

De JORGE GÓMEZ ACOSTA , “NACE LA PATRIA”

Fue en los campos de Soriano
donde la Patria naciera
con aquel grito de gloria
de Benavidez y Viera.
Ese grito fue la cita
que a los gauchos convocara,
a todos llegó al alma
y así empuñaron las lanzas.
Con una clara conciencia,
un valor que no se iguala,
Artigas abrió el camino
para la Patria soñada,
Asencio encendió llama
que iluminó las patriadas,
después Guayabos y Rincón
dieron firmeza a la causa.
Lavalleja en Sarandì
con sangre pintó una  hazaña,
sable en manos de sus hombres,
las carabinas en la espalda
y fue el mismo Juan Antonio
que un abril el río surcara
sellando así la proeza
de esa gloriosa cruzada.
Nace el sol del veinticinco
que iluminó aquellas frentes,
para declarar al mundo
que todo el Pueblo Oriental
ya era libre e independiente.
Hoy flamea nuestra  insignia
radiante, llena de gloria,
gracias a aquellos patricios
que con valor y coraje
escribieron nuestra historia.

                                                                             

(Queridos amigos lectores, con Raíces de Mayo-2015 tendremos otro  valioso  trabajo desarrollado por  Nancy Ramos Boerr “Freda”)

 

Carbonilla : Cacique Sepé – Autora Nancy Ramos Boerr “Fredda”

PRIMER PREMIO POESÍA ÉPICA LITERARIA INÉDITA 14 CONCURSO NACIONAL DE NARRATIVA HISTÓRICA Y POESÍA ÉPICA “MELBA PÍRIZ CORNALINO” año 2011

1864 de JOSÉ ENRIQUE SOSA CESTAU

sepe

El gran Cacique Sepé
se aquerenció entre el gauchaje
su lanza traía el linaje
de la horada montonera
que al ejército español
combatiera campo afuera.

Cubierto con un cuerito
a la más antigua usanza
desafiaba la metralla
con su pecho varonil.

El cerro de Batoví
le brindó lecha materna
pa que fuese a la contienda
altanero y orgulloso.

Montaba un rosillo brioso
que el mismo supo amansar
y que tuvo que arrancar
de manadas cimarronas´
correteándolos a bola
por esta pampa oriental.

En el fragor de la lucha
lanzaba tal alarido,
para la tropa un bramido
o el rugido de un león,
así ordenaba a su indiada
acometer en malón.

Pero el tiempo fue apagando
sus épicas correrías
y encontró en la pulpería
algún brebaje de alcohol,
que anestesiara el dolor
que los recuerdos traían.

El día de la traición
Viguá lo estaba esperando
y al ver al indio caído
lanzó un relincho bestial,
comprendía el animal
la desgracia de su amigo.

 

 

Dos perros, sus compañeros
lo quedaron custodiando
echados a su costado
pa tenerlo calentito,
pero el veneno maldito
ejecutó la sentencia.

 

Después surgió la creencia
que donde el indio cayó
un ceibo rojo creció
bebiendo sangre charrúa
y al florecer perpetúa
su salvaje corazón.

 

(Queridos amigos lectores, con Raíces de Mayo-2015 tendremos otro  valioso  trabajo desarrollado por  Nancy Ramos Boerr “Freda”)

A QUIEN CORRESPONDA…  (Parte I )
SEGÚN  ESTUDIOS DE LA DR. MÒNICA SANS EN "Raza", adscripción étnica y genética en Uruguay-msan@fhuce.edu.uy-


Las poblaciones latinoamericanas surgen del desigual aporte de indígenas, africanos y europeos, proceso del cual participa la población uruguaya (Sans, 2000). La cuantía de cada uno de estos grupos poblacionales es incierta, si bien diversas fuentes históricas del período colonial, como por ejemplo, censos poblacionales, registros parroquiales, crónicas de eventos bélicos y otros, mencionan el origen de los pobladores. Los indígenas provienen de tres o cuatro etnias, siendo la mayor la macro-charrúa, que incluía guenoas, bohanes, yaros, y los charrúas propiamente dichos. Otras etnias eran la chaná, en la frontera oeste, y la arachana, en la frontera este, si bien de esta última existe sólo una referencia, lo cual hace dudar que realmente hayan penetrado en el actual territorio uruguayo (Cavellini, 1987; Cabrera, 1992). A éstas se agrega la guaraní, que aumenta considerablemente en tiempos históricos; inicialmente, su presencia se observa en las zonas aledañas a los grandes ríos. Señala Cabrera (1989) que a mediados del siglo XVIII la Banda Oriental tenía solamente dos zonas pobladas en forma estable: la sur, disputada por españoles y portugueses, y la norte, ocupada por las misiones jesuíticas. El resto estaba habitado por "indios infieles": charrúas, minuanes, bohanes y guenoas. En 1793, la población censada en todo el territorio es de 30.885 habitantes, de los cuales 7.000 eran negros o mulatos (22,7%), y sólo 700, indios (2,3%), si bien es claro que los indígenas no integrados a la vida colonial fueron excluidos del conteo  *(subrayado nuestro). Sí aparecen en diversos registros históricos, como los referentes a la fundación de pueblos como Santo Domingo de Soriano, fundado inicialmente al oeste del Río Uruguay y trasladado al este entre 1662 y 1664, que se había originado a partir de una reducción de indígenas chaná, a quienes se agregan otros indígenas y, posteriormente, criollos y españoles (Acosta y Lara, 1969; Barreto, 2007).
La identidad nacional así como el imaginario colectivo enfatizan el exterminio indígena, marcado por la matanza ocurrida en el Arroyo de Salsipuedes realizada en 1831; este evento forma parte de diversas campañas planificadas por el general Fructuoso Rivera contra los charrúas (Acosta y Lara, 1985). Paralelamente, los guaraníes, en muchos casos partícipes de las acciones contra los charrúas, también pierden visibilidad y dejan de ser mencionados en la segunda mitad del siglo XIX.
POR ESO SE SIGUE  DICIENDO…”ERAN POCOS Y LOS MATARON A TODOS”
Datos censales de la población actual
La Encuesta Continua de Hogares de 1996-1997 solicitaba la "declaración explícita de los entrevistados sobre la raza a la cual creían pertenecer", aclarándose que se refería a la autopercepción sobre su "pertenencia a un grupo étnico/racial determinado" (Instituto Nacional de Estadística, 1997: s/p). Fue aplicada a una muestra compuesta por aproximadamente 130.000 habitantes (40.000 hogares) de áreas urbanas que, de acuerdo con los datos del Instituto, representaban aproximadamente el 86% del total de la población. Las categorías utilizadas en el análisis, denominadas "razas", fueron las siguientes: blanca, negra, indígena, amarilla, negra-blanca, negra-indígena, negra-blanca-indígena, y amarilla-otra. Como resultado de esta encuesta, el 93,2% de las personas se autodefinió de raza blanca, 5,9% de raza negra (que, siempre de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística, incluía las categorías de raza negra y todas las mezclas en las cuales intervenía raza negra), 0,4% de raza indígena (indígena e indígena-blanca), y 0,4% de raza amarilla (Instituto Nacional de Estadística, 1997). Si se extrapolan estos datos al total de la población, que en 1996 era de 3.163.763, las personas autoidentificadas como de raza negra (y sus mezclas) serían 186.662, mientras que 12.655 serían de raza indígena e indígena-blanca.
Diez años después se realizó una nueva encuesta, la Encuesta Continua de Hogares Ampliada, esta vez en una muestra total de 18.506 viviendas, algo menos que la mitad de las consideradas en la primera encuesta, pero que incluía también a la población rural (Instituto Nacional de Estadística, 2006). En este caso, en lugar de la declaración de "raza o grupo étnico" de la persona entrevistada, se planteaba la siguiente pregunta: "¿Cree tener ascendientes...?". (Instituto Nacional de Estadística, 2006 s/p). En esta encuesta las categorías eran menos ("blanca", "afro o negra", "indígena", "amarilla", y "no sabe"), ya que una misma persona podía declarar tener ancestros de más de una de éstas, es decir, el mismo individuo aparece en tantos grupos como ascendientes distintos declare, por lo que el porcentaje total no es 100 sino 108,6%. El 9,1% de los entrevistados declaró tener "ascendencia afro o negra", mientras que el porcentaje de "ascendencia indígena" alcanzó el 4,5%; 94,5% declaró ascendencia blanca y sólo 0,5%, amarilla. En los resultados se menciona que no se encontraron diferencias entre Montevideo, interior urbano (entendiéndose por interior los otros 18 departamentos que integran el Uruguay excluido Montevideo; y por urbano, localidades de más de 5.000 habitantes), localidades pequeñas (menores de 5.000 habitantes) y zonas rurales; curiosamente, los porcentajes de ancestros "no-blancos" resultaron levemente superiores en Montevideo, donde 9,4% de los entrevistados declaró poseer ancestros africanos y 4,9%, indígenas. Tampoco se encontraron diferencias entre los sexos, si bien hay un ligero predominio de mujeres que declararon ancestros no-blancos (Instituto Nacional de Estadística, 2006). Si se consideran los porcentajes indicados en el total de la población, estimada para el año 2005, en 3.241.003 habitantes, 295.000 personas tendrían ascendientes africanos y 145.800, indígenas.
* (subrayado nuestro)

(Queridos amigos lectores, con Raíces de Marzo-2015 ofreceremos la segunda y ultima parte de este material tan valioso desarrollado por  Nancy Ramos Boerr “Freda”)

 

A QUIEN CORRESPONDA…  (Ultima Parte  )


NOSOTROS NOS SEGUIMOS PREGUNTANDO….
…: SI CONTAMOS CON EL ESTUDIO QUE SIGUE A CONTINUACIÓN,  (SIEMPRE TOMANDO COMO FUENTE A LOS ESTUDIOS REALIZADOS POR LA DRA. MÓNICA SANS Y SU EQUIPO)
Datos genéticos de la población actual
Es a partir de la década de 1980 que comienzan los estudios que buscan identificar las contribuciones génicas de poblaciones de diverso origen a la población uruguaya a partir de la frecuencia de ciertos rasgos y alelos, si bien existen algunos estudios previos. Ya en la década de 1990, los análisis de polimorfismos sanguíneos de herencia autosómica, junto a la aplicación de métodos que permiten estimar los aportes genéticos de diverso origen geográfico (en particular, aplicables a poblaciones trihíbridas), permitieron no sólo determinar la magnitud de dichos aportes génicos a la población uruguaya, sino también que existían diferencias regionales. Por ejemplo, la contribución indígena fue estimada en 20% en Tacuarembó, al nordeste del país, pero en apenas 1% en Montevideo, con zonas de valores intermedios como Cerro Largo (8%) también en el nordeste (Sans et al., 1997; Sans et al., 2006). El único estudio hecho en una muestra que representa el total del país, basado en el estudio de varios loci de ADN nuclear, reveló un aporte indígena del 10% (Hidalgo et. al., 2005). Por otra parte, el aporte africano parece ser más homogéneo en las distintas regiones del país; los estudios mencionados determinaron una contribución de 15% en Tacuarembó, 10% en Cerro Largo, y 7% en Montevideo, mientras que para el total del país se estimó en 6 por ciento.
En cuanto a los estudios de marcadores de herencia uniparental, en su mayoría fueron hechos sobre el ADN mitocondrial (ADNmt), de herencia exclusivamente materna. También en este caso se observaron diferencias regionales, con un máximo para la ancestría indígena de 62% en Tacuarembó, valores intermedios en Cerro Largo (30%), y un mínimo en Montevideo (20%), (Bonilla, et al., 2004; Gascue, et al., 2005; Sans, et al., 2006); asimismo, en una muestra del total del país se determinó que aproximadamente un tercio de la población (34%) tenía un ancestro indígena por línea materna (Pagano et al., 2005), valor que fue corregido posteriormente y llevado al 31% (no publicado). *(subrayado nuestro)
Con relación a la herencia de linajes paternos, los estudios basados en el cromosoma Y son aún muy escasos: en Montevideo la cantidad de personas con ancestros africanos por línea masculina fue estimada entre 4 y 10%, y se determinó un valor entre el 2 y el 4% para la ancestría indígena; en Tacuarembó, se detectó una prevalencia de aproximadamente el 8 y 13%, respectivamente. Estas estimaciones dependen de los marcadores usados (polimorfismos de un solo nucléotido (SNPs), o repetidos cortos en tándem (STRs), y del método de análisis seleccionado (Bertoni et al., 2005). En una muestra del total del país mediante el estudio de STRs se detectó que aproximadamente 1% de la población tenía ancestros africanos por vía paterna, y 5% ancestros indígenas (Pagano et al., 2005).
En resumen, puede señalarse que de acuerdo con los datos genéticos, el aporte indígena en genes autosómicos varía entre 1 y 20%, siendo 10% para la población en general, mientras que el aporte africano resulta más bajo y con menor variación regional (6 a 15%), siendo 6% el valor determinado para la población general. Con relación a la ancestría, se destaca que un tercio de la población posee un antepasado materno indígena, lo cual se explica por las uniones direccionales entre mujeres indígenas y hombres europeos que ocurrieron en todo el continente (Sans, 2000; Sans et al., 2006). En cuanto a la contribución africana, es aportada en forma similar por hombres y mujeres de este origen, y su valor no excede el 10% en ningún caso.
PORQUÉ DESDE LA POBLACIÓN SE SIGUE ENFATIZANDO QUE SOMOS DESCENDIENTES DE EUROPEOS?
DESDE EL ÚLTIMO CENSO SE ENFATIZA QUE LA POBLACIÓN AFROURUGUAYA ES MAYOR QUE LA DE LOS DESCENDIENTES DE INDÍGENAS?
PORQUÉ DESDE EL LADO DE LAS “REIVINDICACIONES” ESTAMOS DISPUESTOS A ACEPTAR EL 4,9%, ascendencia indígenas DE LA  ÚLTIMA ENCUENTA DE HOGARES, DESCONOCIENDO UN ESTUDIO TAN IMPORTANTE Y CIENTIFICAMENTE COMPROBADO QUE NOS SITÚA EN UN 34% QUE LUEGO FUERA LLEVADO AL 31% CON LOS DATOS MAS AJUSTADOS?
A QUIEN CORRESPONDA…. NO ESTAMOS VENDIENDO EL RICO PATRIMONIO AL BAJO PRECIO DE LA NECESIDAD?

 

(Queridos amigos lectores, con Raíces de Abril-2015 tendremos otro  valioso  trabajo desarrollado por  Nancy Ramos Boerr “Freda”)

 

“DE LA REDOTA”  (Primera parte)

Fresca se  presentaba la tardecita del aquel 20 de abril de 1825 cuando al frente de sus hombres, Don Juan Antonio Lavalleja iba entrando en los pagos de Soriano. Sorpresivamente, de un monte de Talas, le sale al cruce un jovencito del  cual sólo descubren que empuña una chuza de tacuara. No es de temer, pero cuando está a corta distancia, Zufriategui adelanta su caballo y lo interpone entre el muchacho y Don Juan Antonio, haciendo amago de desenvainar. Frena el impulso al comprobar que quien blande la lanza no es más que un adolescente y que su actitud es sólo de alegría. El General –antes que Zufriategui tome la iniciativa- pregunta en voz alta: ¿Qué quiere ese mozo? Sin hacerse esperar, el aludido responde – Señor, soy Joaquín Cardozo, busco a los hermanos Ruiz, me dijeron que podía pedirles un caballo, quiero pelear contra los portugos- Agregando – Ya tengo trece años, nací en el Ayuí, mis padres emigraron con Artigas.
Alcanzaron estas razones, para que Don Juan Antonio lo incorporara a la columna.
Se conocían muchas anécdotas y protagonistas de esa sacrificada marcha del pueblo oriental.
La que concluye con Joaquín incorporado a la Cruzada Libertadora puede resumirse así:
“Llevaban una semana de arduo y agreste camino cuando llegaron a Arroyo Grande; estaban en medio de la Banda Oriental. El tiempo lluvioso dificultaba el desplazamiento de carros y carretas; tal la de la viuda doña Tomasa, ubicada a mitad de la caravana y precedida por medio millar que iban ahondando el trillo. En los bajos se hundía tanto, que el barro sobrepasaba los ejes, obligando a empujarla para ayudar a los bueyes que peludeaban en él. La viuda transportaba lo poco que pudo tomar de su casa, que en otra época fue señorial; a la muerte del marido resultó imposible conservar su calidad. Al abandonarla dejó todo tal cual estaba, sólo cargó lo imprescindible –ni siquiera se molestó en cerrarla- deseaba unirse cuanto antes a los emigrantes. Dio una mirada atrás en melancólica despedida cuando cruzaron el río Canelón; su contorno se recortaba majestuoso contra el sol naciente. Fue un mohíno adiós al lugar donde vivió feliz, aunque en el último período había sufrido la inquietud del régimen. Eran muchas las injusticias del Virreinato español. Tomasa  y su marido habían sido perjudicados, igual que cuatro generaciones anteriores de pioneros que lograron colonizar con gran esfuerzo, campos adquiridos legalmente. Más, cuando estaban en buenas condiciones y poblados de ganado, surgía de la nada –como caído del cielo- un amigo del Virrey o de alguna otra autoridad de importancia, y con títulos otorgados arbitrariamente, se convertía en dueño, despojando a los sacrificados precursores. Ellos pudieron conservar una pequeña fracción alrededor del casco de la estancia original, gracias a la intervención del Alcalde de la Santa Hermandad. Pero Don Vicente no superó el despojo, sufriendo un duro quebranto de salud que lo llevó a la muerte. Doña Tomasa ocupó el lugar de su esposo y con un par de peones y dos esclavos negros, continuó enviando reses al saladero de Maciel en el Miguelete. Petronila –una esclava adquirida de pequeña- se encargaba de los quehaceres domésticos y la crianza de los niños. Ese año había sido malo para su economía debido al sitio de Montevideo. Levantado éste, decidió abrazar la causa de Artigas porque intuía en ella, un camino de justicia. Prefería enfrentar los avatares de esta resolución, antes que vivir nuevamente bajo el yugo tiránico del Virrey Elío. Con sus hijos, peones y esclavos, atravesó el río San José, participando en la reunión de vecinos de Paso de la Arena el 23 de octubre, que reafirmó la decisión de unirse en torno a Don José iniciando así la emigración. Fuerzas porteñas acompañaron la marcha hasta Arroyo Grande, dejándolos allí a la buena de Dios. Ese mismo día comenzaron el cruce del arroyo, complicado por el hostigamiento de los portugueses, que no acataban el acuerdo entre los porteños y Elío. Tomasa mandó a sus peones Casiano y Valerio en apoyo a un puñado de charrúas y Blandengues que combatían a una partida enemiga, al tiempo que sus esclavos Sinforiano y Ataliva forcejeaban junto a ella en la carreta, para avanzar en el barro cercano al cauce. Petronila y los niños observaban atemorizados, desde la otra orilla. Finalmente lograron pasar el vado y quedar a salvo. Un rato antes del atardecer se detuvo la marcha; la doña con su esclava hicieron un fuego para cocinar. Era necesaria una comida suculenta; optaron por el pastel de carne con pedacitos de pollo, que se hizo típica durante la marcha. Petronila picó la carne a cuchilla puso a hervir el pollo y boniatos al tiempo que Tomasa preparaba en una marmita una buena cantidad de tortas fritas para ellos y sus  más cercanos compañeros de ruta. Valerio y Casiano se ocuparon de acondicionar los bueyes, reses y caballos. Los esclavos armaron toldos con unos cueros, para que todos pudieran resguardarse del rocío nocturno. Valerio, guitarra en mano aclaró que la redota para los gauchos no era derrota sino derrotero, y alegró la rueda del fogón con unos versos que decían así:

La redota es el camino
Por el que me inclino
A mi General acompaño
Sin pan y sin vino

Porque guenazas son las tortas
De la olla sin asas
De ña Tomasa

Si puedo del frío me reparo
Al abrigo de unos cueros
En un campo de trigo

Con la bandera y el General
Andaré hasta el final
Mesmo no los suelto
Ni aunque caiga muerto

 

“DE LA REDOTA”  (Ultima Parte)

Cuando terminó todos prorrumpieron en sonoras carcajadas porque afirmó que eran mejores que los del mismísimo Bartolomé Hidalgo. Durante la cena, mientras devoraban el exquisito pastel, la conversación se centró en el ataque ocurrido durante la tarde. Doña Tomasa preguntó a Valerio. ¿Eran muchos los portugos de la refriega? – No ña Tomasa, un montoncito nomá, le sacamo chatando a lo muy perverso; ¡mire que son malvaos! Atacar la familia orientala. Le correteamo do legua; se jueron como ánima que lleva el diablo, mientras le gritábamo “no juyan canejo”.- La caravana continuó con entusiasmo, a pesar de las carencias. Debido a las escaramuzas por la hostilidad de los portugueses, el General había dispuesto que unos doscientos charrúas en cada flanco custodiaran a una distancia de cuatrocientas varas, protegiendo familias y carretas. A la hora de la comida se arrimaba doña Felipa con sus hijas, Leonor y Josefina, quienes se habían sumado a la marcha en Soriano. Las mismas se convertían en tertulias donde nunca faltaba el buen humor y las risas. No bien se acercaba doña Felipa, Casiano y Valerio ni lerdos ni perezosos buscaban cualquier excusa para hacer un alto y arrimarse al fogón, atraídos por la belleza de las mozas. Uno de esos días, avanzando noviembre, estando acampados a orillas del Río Hum, Valerio y Ataliba –encargados de hacer fuego para preparar lo que llamaban  el puchero de Artigas –fueron arrimando brasas debajo de un cuero de vaca estaqueado, con su carne y verduras arriba. La carencia de ollas fue la que aguzó el ingenio para esta novedad, y la necesidad de arrimar leña del monte cercano, la que permitió a Leonor y Casiano ofrecerse al unísono para traerla. Puestos  en marcha para cruzar el río, nuevamente fueron acosados por los portugueses, pero los guerreros del Caciquillo los pusieron en fuga. El cruce duró tres días; la corriente arrastró algunos carretones y carros salvándose el de doña Felipa gracias a la ayuda de los enamorados peones. No obstante, en esas circunstancias se ahogaron personas y animales. A pesar de los inconvenientes  del camino, la moral se mantenía alta; nada doblegaría a esa caravana del pueblo oriental. Habían elegido acompañar a este criollo- que prefirió la pobreza con honra y libertad, a ser un cómodo estanciero- porque como él , sentían en su ser la diferencia entre emancipación y sometimiento; afirmando con su empeño –sin saberlo muchos de ellos- las raíces de la nacionalidad.  Durante el camino se sumaban paisanos con sus familias, que dejaban atrás de sí ranchos ardiendo. El panorama de la campaña era desolación y abandono, sólo quedaba tierra arrasada, humo y soledad. La muchedumbre parecía interminable: los carretones criollos tirados por tres yuntas de bueyes, carretas y carros, sumaban más de 850. Eran unas once mil personas entre soldados y civiles, de las cuales muchas iban a pie ya que la orden del General había sido que los rudimentarios transportes, fueran ocupados por mujeres y niños. Por las noches, en los fogones, los gauchos plañían sus guitarras, en tanto los negros hacían sonar los tambores acompañados de cantos melancólicos por su lejana África. La hueste charrúa fiel a su condición, alejada del campamento mantenía natural vigilancia para evitar sorpresas. Vaimaca, Sepé, Polidoro, Venado  y otros caciques con sus tribus, acompañaban a Artigas incondicionalmente. La marcha se fue desarrollando a fuerza de voluntad, soportando la inclemencia del tiempo casi sin reparo, con la ropa hecha jirones, sobre el caballo o a pie, y lidiando con carretas y bueyes en el barro. Compartiendo lo poco que tenían, apoyándose y conviviendo unidos como la gran familia en la que se habían convertido, junto al progenitor de la orientalidad. Llegados al río Uruguay el General y sus hombres esperan que la última familia abandone territorio oriental, para hacerlo ellos; allí mandó realizar un padrón de personas, medios de locomoción, animales y cantidad de esclavos que poseían. A su vez los charrúas permanecerían en territorio oriental aguardando el regreso de los emigrados. Se acercaba el final del recorrido con el cruce de la corriente más difícil,, donde nuevamente se perdieron vidas y carretas por la fuerza del agua. Doña Tomasa, Petronila y los niños fueron llevados en bote a la orilla de Entre Ríos. A continuación sus peones y esclavos intentaron cruzar la carreta, con tan mala suerte, que los bueyes resbalaron perdiéndose en un remolino de agua; con ellos desaparecieron los pocos bienes de doña Tomasa, quien dando muestras de entereza expresó a viva voz: “suerte que estamos todos a salvo”. Finalizada esa épica marcha que aquilató la nación oriental, comenzaría su nueva vida como la mayoría, con mucha pobreza pero con la alegría de la unión generada alrededor del Protector de los Pueblos Libres.
En el campamento del Ayuí, un rancho de adobe, abrigo de Leonor y Casiano Cardozo, es testigo del nacimiento de un niño: le llamarían Joaquín. Andando el tiempo será protagonista anónimo de la Cruzada Libertadora… Pero eso, es otro momento de la historia”

 

(Queridos amigos lectores, con Raíces de Febrero-2015 ofreceremos otro material de los que nos tiene acostumbrados Nancy Ramos Boerr “Freda”)

 

 


MÉDICO DE GUARDIA

Aquella tarde estaba tomando unos mates en el cuarto médico de la mutualista en la cual trabajo. Sentía que desde hacía muchísimo tiempo no tenía un buen descanso. Las interrupciones de la guardia para matear y fumar un cigarro entre colegas, casi nunca alcanzaban para terminar las conversaciones que habíamos empezado. Cuando entrábamos a profundizar algo, sonaba el teléfono y debíamos volver en forma urgente al CTI. Siempre quedaba algo pendiente. En mi vida, siempre quedaba algo pendiente. Cuando miraba el reloj en la pared, no era para saber cuánto me faltaba para volver a casa, sino para calcular cuánto tiempo me quedaba para llegar al hospital donde tenía la próxima guardia. Llevaba las fotos de mis hijos en la billetera, no para mostrarla, como las lleva mucha gente, pero sí para recordar que los tenía. Rara vez coincidían mis horarios de descanso con los de ellos. Los fines de semanas las guardias se pagan más, así que ni en esos días estaba en familia. Con mi mujer ya casi éramos dos extraños, pero me toleraba porque el dinero no le faltaba, los niños iban a un instituto bilingüe y mi suegra le podía contar a sus amistades que la hija vivía en Carrasco. De todas maneras no faltaban las escenas de celos, y los continuos interrogatorios sobre los horarios, en lo que yo no estaba en casa y que para ella no coincidían con los de mi trabajo. Conversábamos con el cardiólogo, riéndonos de la creencia de una enferma que estaba convencída de que existía la reencarnación y que, unos momentos antes, nos había contado sobre un episodio de regresión de vidas que había experimentado. Nos parecía la mar de tonta, pero la escuchábamos atentamente, porque estaba que se partía, y tanto mi colega y yo, estábamos dispuestos a prestarle toda la atención que su cuerpo merecía. Se abrió la puerta y entró Basilio. Estaba eufórico y traía entre sus manos un objeto al que miraba con cariño y veneración. -Miren lo que me regaló un paciente. Sabe quien fue mi bisabuelo, nos dijo, mientras nos alcanzaba un pedazo de seda de un blanco entre gris y amarillo, en la cual alguien había bordado con hilo azul y con grandes y torpes legras la divisa “POR LA PATRIA”. -Es auténtica –agregó- La usó el padre de mi paciente en la campaña de 1904. El pañuelo, que sin lugar a dudas se había convertido en un objeto histórico, estaba prolijamente acondicionado en una caja de madera taraceada. Basilio nos pasó la caja para que pudiéramos observar de cerca su tesoro. Yo no pude resistir la tentación de deslizar mis dedos sobre aquel trozo de tela que ciñó la frente de un guerrero. Sabía que me exponía a la reprobación de Basilio, para quien seguramente  esta tela ya había alcanzado la categoría de sagrada e intocable, pero en una fracción de segundo me imaginé que podía “tocar la Historia”, tocarla, en el sentido literal, tener realmente en mis manos un objeto que aunque no fuese más que eso: un objeto, había sido testigo del momento en el que una bala había derribado al último caudillo alzado en armas. Me secaba con la mano el sudor de la frente, cuando sentí una detonación. El poncho blanco del General comenzó a teñirse de rojo. La desazón y el desorden nos invadieron inmediatamente. Cayó Aparicio de su caballo y los más próximos acudieron a ayudarlo, pero los que como yo, nos encontrábamos en la periferia de la formación, intuimos la derrota. Hincamos nuestros talones clavando las espuelas en los ijares del caballo y emprendimos una rápida huida hacia el monte. Los oficialistas nos traían cortitos, a campo traviesa. Seguramente duraríamos muy poco. La única salvación era el monte criollo. En su enmarañada vegetación encontraríamos un refugio seguro.
Me separé de los demás que huían y cuando vi los primeros ceibos, desmonté, azucé al caballo para que huyera, y facón en mano, comencé a separar las ramas para hacerme un camino rumbo al arroyo. Las espinas me desgarraban la bombacha y la camisa. Mis manos y brazos se cubrieron de heridas, pero la inminencia de una segura muerte si me hallaban, hacía que ni la fatiga ni el dolor me detuvieran.
Pronto me encontré en la espesura de una selva. Mis únicos acompañantes eran los insectos y los pájaros. Los rayos de sol entraban oblicuamente por lo alto de las copas de los árboles. Encontré un pequeño claro y me senté a descansar. Arreglé un poco mi ropa, de un tirón me saqué la divisa que me apretaba la frente, deshice el nudo, lo alisé y luego la enrollé, para guardármela en el bolsillo. Piqué un poco de naco, con la hoja del cuchillo alisé una chala, armé un charuto, hice rodar la ruedita del yesquero y mientras pegaba la primera y tranquilizadora pitada, escuché la música de la corriente de agua del arroyito cercano. Me olvidé de la revolución y de Aparicio. Me sentí Adán en el Paraíso. Los rayos de sol tomaban forma entre las ramas, los ocres y los verdes armonizaban maravillosamente. Un pequeño ratón volvía a la espesura donde terminaba el claro. A mi lado unas hormigas estaban empecinadas en deshojar una rama caída. Los pájaros contrapunteaban con las aguas del arroyo. Desde que nos habíamos alzado contra el gobierno colorado, no había tenido tiempo de disfrutar de un momento de paz como ése. Pensé que no me importaba el día siguiente, lo importante era vivir el momento. Cerré los ojos y me encontré al lado de Delfina, acaricié sus trenzas, y me miré en sus ojos de un celeste tan profundo, que siempre me daban vértigo. Desperté al otro día y aunque estábamos comenzando setiembre, se sentía calor desde temprano. La sed comenzó a molestarme. El agua estaba cerca, pero la orilla del arroyo no era un lugar seguro para un revolucionario derrotado. Debía esperar a que anocheciera para salir de mi escondite. No me había alejado mucho más de una legua del campo de batalla. Las tropas del gobierno nos estarían buscando. Seguí resistiendo, pero llevaba ya más de un día sin probar un sorbo. A pesar de los profundo del monte y de quedarme casi desnudo, el calor me seguía acosando. A las dos de la tarde no aguanté más. Agudicé mis oídos, sentí los sonidos y no pude escuchar otros, que no fueran los de la naturaleza. Con el mayor de los cuidados me abrí paso hasta la orilla. El arroyo corría cristalino y fresco. En una pequeña playa de suave arena me tiré panza abajo dispuesto a remojar mi cabeza y a saciar la sed que me atormentaba. Cuando el agua refrescaba mi garganta reseca sentí un objeto frío en mi espalda. Una voz surgió de la nada y me ordenó que permaneciera acostado y que girara. Un pardo grandote, con uniforme militar y jinetas de sargento, estaba parado al otro extremo de la tanza tacuara que se clavaba en mi costado. Su cabeza estaba rodeada por una vincha colorada bajo la cual se destacaban unos ojos saltones. De su enorme trompa, de labios gruesos y carnosos, surgieron estas palabras:

-Por fin te agarramos, blanco sotreta. Ahora vas a saber lo que es levantarse contra el legítimo.
Apoyó la lanza sobre mis costillas, y me dijo:
-Saluda de mi parte al diablo, y se afirmó sobre la caña. Sentí un dolor muy fuerte, como si se me desprendiera el brazo izquierdo y luego se me partiera el pecho. Se me nubló la vista.
Desperté en una sala blanca. Tenía colocados tubos, cables y vías. Reconocí el CTI donde trabajo. Mi colega el cardiólogo estaba junto a mí. Me miro y me dijo: Tuviste suerte que justo te diera el primero de tus tres infartos, en el cuarto médico, y que yo estuviera presente. Sino no contabas el cuento.

 

 

 

 

DE LA ESTIRPE

Soy el primer alarido
Rebelde de mi raza,
Enredadera que abraza
El alma de un tiempo ido;
Soy del campo florecido
Cerrazón que se levanta,
Soy la encimera que aguanta
Los tirones de la cincha,
Soy junto a tacuara y vincha
Pasado que vuelve y canta.

Soy la margarita roja
Que crece entre el pastizal,
Soy relincho de bagual
Y el chirriar de la coscoja;
Vieja lanza que no afloja
Chuza cortante y guerrera,
Rancho que se hizo tapera
Porque el gaucho en su embestida,
Dejó su sangre y su vida
En la fiera montonera.

Soy carreta que ha surcado
De norte a sur, su destino
Soy del tropero el camino
Y del apero el recado;
Soy picana que ha quedado
Olvidada en el sendero,
Soy cuchillo de matrero
Que se rige por su ley,
Soy la paciencia del buey
Y el apuro del pampero.

Soy la savia del ceibal
Punteo de vidalita,
Del zorzal la dulce cuita
Del bañado el totoral;
Soy tala del pedregal
El corazón de la sierra,
Soy  la tradición, que encierra
Un canto de libertad,
Voz de nacionalidad
Arraigada en nuestra tierra.

Soy el clarín que llamó
A la lucha por la gloria,
Reviviendo así la historia
Que nuestra raza escribió;
Soy la luz que se encendió
Para encontrar en la senda,
La patria, como una ofrenda
A  renuncios y desvelos,
Soy quien descorre los velos
Del fondo de la leyenda.


        

 

(Queridos lectores de Raíces, los invitamos a seguir esta sección todos los meses, con los importantes aportes de Nancy Ramos Boerr.

 

 

Hace ya casi 20 años que nos dedicamos a la investigación de nuestra identidad a través del arte plástico, tomando relatos orales, buscando en la historia escrita, en  fotografías familiares y llevándolas a las imágenes ya sea en carbonilla u óleos.
Este año, por primera vez logramos el sueño de presentar las dos investigaciones en forma simultánea: TESTIMONIOS, UN LINAJE CHARRÚA EN TACUAREMBÓ y TESTIMONIOS DE NUESTRA IDENTIDAD.
Compartimos con Uds. algunas fotografías tomadas en la muestra del CLUB TACUAREMBÓ en el mes de marzo y los trabajos últimos que fueron presentados    

Los retratos nuevos que fueran incluidos en TESTIMONIOS, DE NUESTRA IDENTIDAD este año son:

Imagen 01 – Ramona Casafús  - Descendiente de Indígenas Abuela de Soledad Da Silva Gorgoroso.
Imagen 02 – Francisca Yasuiré – Descendiente de Indígenas Hija de José Yasuiré – Esposa de Orestes Viera.
Imagen 03  - Gladys Viera Yasuiré – Descendiente de Indígenas – Hija de Francisca Yasuiré y Orestes Viera.
Imagen 04 – Antonio Viera Yasuiré – Descendiente de Indígenas – Hijo de Francisca Yasuiré y Orestes Viera
Imagen 05 – Yenny González – Descendiente de Indígenas – Esposa de Antonio Viera Yasuiré – Madre de Lucía y Mathías Viera Yasuiré.
Imagen 06 – Lucía Viera González – Descendiente de Indígenas – Hija de Antonio Viera Yasuiré y Yenny González.
Imagen 07 – Marta Ferreira Yasuiré – Descendiente de Indígenas – Esposa de Luis Alberto Sánchez Gularte.
Imagen 08 – Luis Alberto Sánchez Gularte – Esposo de Marta Ferreira Yasuiré – Padre de Natalia Sánchez Ferreira.
Imagen 09 – Natalia Sánchez Ferreira – Descendiente de Indígenas – Hija de Marta Ferreira Yasuiré y Luis Alberto Sánchez Gularte.
Imagen 10 – Ana Olivera Pessano – Descendiente de Indígenas – Hija de Arturo Olivera Doll e Irma Pessano  (Desciende de Aboiré , hija del Cacique Guarabé)

           

 

(Queridos lectores de Raíces, los invitamos a seguir esta sección todos los meses, con los importantes aportes de Nancy Ramos Boerr.

 

 

 

Hace ya casi 20 años que nos dedicamos a la investigación de nuestra identidad a través del arte plástico, tomando relatos orales, buscando en la historia escrita, en  fotografías familiares y llevándolas a las imágenes ya sea en carbonilla u óleos.
Este año, por primera vez logramos el sueño de presentar las dos investigaciones en forma simultánea: TESTIMONIOS, UN LINAJE CHARRÚA EN TACUAREMBÓ y TESTIMONIOS DE NUESTRA IDENTIDAD.
Compartimos con Uds. algunas fotografías tomadas en la muestra del CLUB TACUAREMBÓ en el mes de marzo y los trabajos últimos que fueron presentados    

Los retratos nuevos que fueran incluidos en TESTIMONIOS, DE NUESTRA IDENTIDAD este año son:

 

Imagen 1 colocamos lo siguiente debajo: Con Jalkeline García, chozna del Cacique Sepé
Imagen  2 colocamos lo siguiente debajo: Con Oscar Núñez y su familia. Oscar Núñez es el autor de las décimas al Vigúa, caballo del Cacique Sepé que están incluidas en el libro Testimonios, Un Linaje Charrúa en Tacuarembó.
Imagen 3 colocamos lo siguiente debajo: Retrato de Oscar Núñez Ferreira
Imagen 4 colocamos lo siguiente debajo:  Retrato  Soledad da Silva Gorgoroso
Imagen 5 colocamos lo siguiente debajo: Retrato Omar Silva Ferreira
Imagen 6 colocamos lo siguiente debajo : Retrato Imar Ferreira Menezes
Imagen 7 colocamos lo siguiente debajo: Retrato Gonzalo Senaqué Núñez da Silva
Imagen 8 colocamos lo siguiente debajo : Retrato Valentina Guidaí Núñez da Silva.

 

(Queridos lectores de Raíces, los invitamos a seguir esta sección todos los meses, con los importantes aportes de Nancy Ramos Boerr.

 

 

 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 







   
 


PÁGINAS AMIGAS