PÁGINAS AMIGAS

puntanews

linea horiz

REDOTA

linea horiz

GAMAMULTIMEDIA

linea horiz

 

LA REVISTA - PUBLICACIONES ANTERIORES - ARTÍCULOS DEL MES - MANDA UN ARTÍCULO - VÍNCULOS - DESTACADOS - CONTACTO - APOYAN - INICIO

 

 

 

 

 

 

 

 

imagen

 

 

 

 

 

 

Exilio cubano de Mario Benedetti
Vladimir Ferro González
Pinar del Río, Cuba.

 


 
imagen
linea horiz
linea horiz

linea horiz

Febrero de 1986: Primer Congreso Internacional de Pedagogía en La Habana. Mi esposa y yo ocupábamos dos asientos en la Sala 3 del Palacio de las Convenciones. Integrábamos la delegación pinareña. Faltaban pocos minutos para la conferencia inaugural. Se acerca un hombre sesentón y toma asiento a nuestro lado. Las canas delataban ya el peso de los años y un espeso bigote disimulaba el defecto del labio superior. El diálogo brota espontáneo. Es uruguayo. Se declara admirador de la Nueva Trova. ¿Silvio Rodríguez o Pablo Milanés? Pregunta difícil. Explica en detalle la virtud de cada cual. Grosso modo: Pablo, por la melodía; Silvio, por lo de poeta; aunque hay mucha poesía en ambos, aclara. Confiesa que sufrió doce años de exilio, a causa de la dictadura en su país. Argentina, Cuba y España le sirvieron de refugio. Al concluir la conferencia, deja su dirección y nos extiende cordialmente su mano: “Mario Benedetti. Ha sido un placer conocerlos”. No cuesta imaginar el asombro en el amigo que me cuenta la anécdota. Y lo más admirable: el poeta había esquivado el agasajo protocolar para departir con gente común, con dos simples profesores de una filial pedagógica. El hecho da fe de lo que él mismo ha declarado: lo mucho que ha aprendido de la “gente de a pie” y lo mucho que le debe. Por eso su poesía se le parece tanto, porque encuentra la raíz, la flor y el fruto en el pueblo, en la América que Martí llamó “Nuestra” y por la que el bardo prefiere “Quemar las naves” y rezar “Un padre nuestro latinoamericano”. Ese amor grande que su pluma sabe compartir entre la mordacidad contra injusticia y el tierno intimismo, ha sido objeto de simpatía en la Isla. La vida le ha dado la oportunidad de hacer recíproca esa admiración. Desde el comienzo, su corazón ha estado junto al proceso revolucionario. Ha defendido internacionalmente su imagen, sin ánimos de apología; en el momento requerido, la crítica constructiva ha estado a flor de piel. Sobre el triunfo de 1959, llega a confesar: Para mí fundamentalmente representó la necesidad de ponerme al día conmigo mismo, y en ese sentido hubo toda una etapa de autoanálisis y de autocrítica con respecto a las actitudes que había tenido hasta ese momento. La Revolución Cubana me sirvió también para comunicarme con mi país, para ver de manera distinta el Uruguay, y frutos de eso son evidentemente ciertos cambios que se establecen en el orden literario. Benedetti ha vivido en Cuba los mejores y los peores años de su vida. Ha tenido las pasiones literarias y el exilio, ha convivido con el pueblo y sus instituciones, ha experimentado realizaciones profesionales y frustraciones políticas, la euforia revolucionaria y la nostalgia por los suyos. Llega por primera vez en 1966, como parte del jurado de novela del concurso Casa de las Américas. Regresa al año siguiente en funciones similares, esta vez por el género de cuento. Participa en el "Encuentro con Rubén Darío". El año 1968 es crucial. Durante el mismo, interviene en el Congreso Cultural de La Habana con la ponencia “Sobre las relaciones entre el hombre de acción y el intelectual”; se hace miembro del Consejo de Dirección de Casa de las Américas; funda y dirige el Centro de Investigaciones Literarias (CIL); establece residencia temporal hasta 1971. Sobre el significado de la institución habanera para su formación, alegará: Fue una experiencia muy interesante. Primero porque fue la primera vez que trabajé en algo que tuviera que ver con mi vocación y, además, el hacerlo dentro de la Revolución tenía otro color. Hice un plan para ese Centro, contraté personal de muchos lados, casi todos licenciados en literatura hispanoamericana que era a lo que se dedicaba la Casa. Después, siempre dirigiendo el Centro, pasé a integrar el Consejo de Dirección de la propia Casa de las Américas, que también fue una experiencia muy particular y muy estimulante. Era ver cómo funciona un organismo cultural de la Revolución desde adentro. Roberto Fernández Retamar ha reconocido cuánto impulsó Benedetti la proyección de la Casa. Durante los siete años en total que laboró en la misma, él y Manuel Galich eran los únicos no cubanos. El trabajo se volcaba hacia lo latinoamericano; algo así como un Ministerio de Relaciones Culturales de Cuba con nuestros países. Eso le permitió establecer vínculos con escritores de la talla de Cortázar, García Márquez, Galeano, con los que intercambiará proyectos, novedades, utopías. Frente al CIL despliega, igualmente, muchas iniciativas. Funda la serie VALORACIÓN MÚLTIPLE, EL ARCHIVO DE LA PALABRA y la colección PALABRA DE ESTA AMÉRICA; elabora antologías, organiza ciclos de conferencias, ofrece recitales, participa en jurados y paneles, colabora en revistas, se convierte en el eje de la labor intelectual. Y lo más interesante, lo hace con una modestia, una cordialidad y una camaradería tales, que logra granjearse el afecto de cuantos se le acercan y se desempeñan en torno a sí. Nancy Morejón, por ejemplo, admite: Es un privilegio haber trabajado con Mario Benedetti (…) Fue un taller renacentista al que asistí sintiéndome libre y aprendiendo en todo momento. Mario, aparte de ser el poeta que es, también es un periodista de marca mayor así como un finísimo y agudo crítico. Encuentro en su poesía una ética esplendorosa, una conciencia extraordinaria de lo que ha de ser el papel del escritor en la sociedad. En sus poemas transcurre el horror de nuestra época y siempre encuentras una forma ingeniosa para combatir el horror y encaminarte a defender las más nobles causas. Mucho le debo. Aunque la literatura y los literatos ocupan su tiempo laboral, no vive al margen de la Revolución. Durante este período, percibe el optimismo y la energía que impera en el territorio, y aunque siente pena por su Uruguay, deposita la esperanza en el alcance de una patria auténticamente libre. La estancia lo convence de que la Revolución es la verdadera solución para Latinoamérica. En cuanto a deberes cívicos, los acata como un ciudadano cubano más. Cumple con las guardias nocturnas que le corresponden como integrante de un Comité de Defensa de la Revolución y con los dos meses anuales de trabajo voluntario en tareas agrícolas. La granja experimental a la que asiste se llama “Chivo triste” (tan triste como la misión que le toca a pleno sol, bien distante de su estudio climatizado en La Habana). Allí participa, junto a sus colegas de Casa, en la recolección de papas, café, cocos, naranjas, tomates, y en la eliminación de la mala hierba, faena que no le hace la menor gracia. Ninguno de sus amigos, por incómodo que parezca, sufre más que él la jornada. Bien lo sabe la poesía: pero oscuramente siento aquí en el surco interminable y enemigo con las manos hinchadas y a cuatro patas con los ojos llenos de tierra roja que en este instante un poco embrutecedor y embrutecido en este tardío encuentro con la tortura nutricia ninguno de ellos puede ser yo. (“El surco”, Quemar las naves) Cuaderno Cubano, libro publicado en el año 1969, reúne poemas, artículos y entrevistas, que dan testimonio del quehacer social e intelectual del escritor, durante su primera estadía en el país. El segundo tiempo de convivencia entre los cubanos, está matizado por los sinsabores del exilio. El autor de El escritor latinoamericano y la revolución posible, quien había colaborado intensamente al servicio de la izquierda uruguaya, llegaría a ser entre 1971 a 1973, representante del movimiento de liberación nacional en la Mesa Ejecutiva del Frente Amplio. Pero ese mismo año, las Fuerzas Armadas protagonizan el golpe de estado e instauran un régimen represivo bajo la cobertura del presidente Juan María Bordaberry. “Un día me vinieron a avisar unos amigos –recordará años más tarde-: me iban a meter preso en menos de 48 horas. Yo no me quería ir. “¡Te tienes que ir!”, me decían, “¡te van a torturar!” Hicimos un acto por la libertad de Daniel Viglietti y después me marché a Buenos Aires”. Ni Argentina ni Perú pudieron resguardarlo por mucho tiempo, aun cuando hizo buenos amigos; la dictadura se encargaría de perseguirle los pasos. Entonces decidió irse a Cuba. Haydée Santamaría le había cursado una invitación para que retornara al trabajo de Casa de las Américas. Lo extrañaba, sobre todo por su espíritu polémico, sus críticas sobre cosas que se hacían y que perjudicaban la imagen de la Revolución en el extranjero. Benedetti le mandó un telegrama de confirmación y al día siguiente le enviaron la autorización para viajar. En Cuba podía vivir tranquilo, pero otras razones no le permitían sosiego. En su patria amada, era persona non grata y con un expediente abierto. Se hallaba incomunicado con los suyos. Una simple llamada telefónica desde la Habana a su esposa Luz o a su madre (ni hablar de las amistades), sería razón suficiente para un encarcelamiento. Tenía que apelar a los amigos españoles, para que hicieran llegar sus cartas a Montevideo. Una carta de Cuba era una bomba de tiempo para quien la recibiera. La nostalgia es un pájaro carpintero del que no puede librarse. No puede mirar a Cuba, sin dejar de mirar a su país. De ahí que en poemarios como Cotidianas (1978-1979) y Viento del exilio (1980-1981), coloque en la balanza desde un lente insular, eso que llamó Martí “la dignidad plena del hombre”. Así, contrapone la veneración pura de los cubanos hacia sus héroes, a la ceguera y la desmemoria que pretende implantar la dictadura uruguaya en los ciudadanos, con respecto a sus líderes revolucionarios: Resido en una región donde los héroes suelen morir de lumbre y osadía pero de todos modos esplenden fulgen siguen reverberando …………………………………………….. en mi lejano país en cambio los héroes que también los hay no pueden ser nombrados en voz alta ni abrazados por una bandera ni siquiera aludidos por el llanto sencillamente no han sido autorizados a existir como cadáveres (“Los héroes”, Cotidianas) Ante la pregunta: “¿Qué ha significado para ti la Revolución Cubana?”, formulada por la revista Casa de las Américas a varios escritores y artistas latinoamericanos, con motivo de cumplirse el XX aniversario de la Revolución”, el poeta agradece la generosidad con que la Isla lo acoge en su seno, al igual que a otros compatriotas, mas no puede evitar el recuerdo de compañeros suyos, víctimas de la represión militarista, la agonía en que vive su pueblo: Desde el octavo piso de mi tercer exilio veo el mar excesivo que me prestan …………………………………………. pienso en la solidaria terrible dulzura de este pueblo que sabe arrimar sus amparos sin pedir cuentas (...) …………………………………………. y ellos golpeando ciegos sordos mudos en cráneos y praderas y carátulas en cojones y úteros o sea procurando destrozar el futuro en cada tallo (“Veinte años antes”, Cotidianas) Con el perdón de Gardel, en veinte años se edifica una nueva sociedad. El número de gracia le sirve en otro momento, para rendir homenaje a la proeza cubana en Girón, cuyo fervor pervive en el pueblo: entre el viejo delirio y el novísimo hay veinte años de ajustar la vida de revolucionar a pulso el sueño de desgarrarse sin perder el gozo de solidarizarse desde el vamos ………………………………………….. hay veinte abriles de crear en ascuas y puede ya preverse si en el año 2001 todo regresa habrá invasores columpiándose y pueblo que los voltee a tiros del columpio (“Girón girones”, Viento del exilio) En 1980, Benedetti parte hacia España, donde permanecerá hasta el fin de la dictadura uruguaya. No es una despedida definitiva de la Revolución. Mantiene gratitud hacia Cuba. La ama por lo que es y por lo que sigue representando para su nación. La continúa defendiendo de imprecaciones e injusticias. De sus manos ha de recibir importantes honores: la Orden Félix Varela, la Medalla Haydeé Santamaría, el Doctorado Honoris Causa de la Universidad de La Habana y, en el año 2008, el Premio Cultural ALBA (en coauspicio con Venezuela). Latinoamérica ha cambiado, está cambiando para bien, para hacer realidad el sueño de luchadores y poetas. La muerte de Benedetti no apagará esa llama de amor y combate. Bien dijo el presidente uruguayo: “Hombres como él nunca mueren”. En Cuba llegó para quedarse. Nunca le vamos a permitir que se vaya. Vladimir Ferro González (Pinar del Río, Cuba. 1976). Ensayista, investigador y profesor universitario. Licenciado en Castellano y Literatura. Premio de Ensayo en el Encuentro Debate Nacional de Talleres Literarios 2004 y Premio de texto Aldo Martínez Malo (Pinar del Río, 2007). Ha participado como ponente en varios eventos literarios internacionales. Artículos suyos aparecen en las revistas cubanas La Jiribilla, Cauce, Mendive y en la revista española Alhucema. Tiene publicados los libros Con Pablo Neruda, por los caminos de la poesía (Ed. Hnos. Loynaz, 2008) y Neruda y Cuba (Ed. USACH, 2009). Es miembro de la Sociedad de Escritores de Chile (SECH). Actualmente cursa un doctorado en Literatura en la Universidad de Chile.

 

linea horiz

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


 

BENEDETTI

 

BENEDETTI

 

 

 

BENEDETTI

 

 

 

 

BENEDETTI

 

 

 

 

 

 

 

BENEDETTI