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Por Gonzalo Sebastián Zervino


   
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NIÑO DE LA CALLE


Por. Gonzalo Sebastián Zervino
Si yo lograra, niño de la calle,
arrancarte una sonrisa 
con palabras ingeniosas,
te lo prometo:
la luz de todas las estrellas 
se posaría en tu almohada de tristeza
y ya no estarías solo.
El tiempo sería un velero de pan
y tu el capitán
navegando los mares de la vida
en un mundo de ensueño,
sin hambre, ni pena, ni soledad.
La crueldad del destino
mutaría en mariposa
jugueteando con el viento del amor.
El brillo apagado de tus ojitos de niño
no volverían a ver 
las hojas muertas del otoño
y el rencor, que en su despecho
se pegó a tu alma, sería derrotado
por la fuerza invencible de un abrazo.
Sí, niño de la calle, niño mío,
te lo prometo: 
hay una página en blanco
aguardando llenarse con tus sueños,
esos que te robó la vida
en medio de cartones y ropa sucia.

 

 

CIELO COMPARTIDO


Busco a tientas las llaves de la vida
sin perder la sonrisa de niño inmaduro
que mira curioso el universo desnudo.
Asciendo cada mañana
por las laderas del ingobernable cerebro,
que disfrazado de amor
oculta sus tribulaciones.
Los rostros humanos y sus urgencias diversas
me apuñalan con sus miradas sin fronteras
y sus palabras fatigadas.
Mis semejantes me arrojan los escombros
de sus enloquecidos fracasos
con el sueño en carne viva
de erigir un monumento al olvido.
Al anochecer, consumado el rito habitual,
arranco de la memoria 
las espinas ignorantes de sí
y camino aterido 
hacia el calor del aliento divino
que con su infinita bondad
me aguarda en el cáliz de mi alma
para beber juntos el néctar del perdón.

 

 

TRANSITO MUNDANO


Soy un viajero del viento imparcial
que transita por el huerto desnudo del mundo
abrazado al fuego del amor divino
que aniquila el odio destructivo
y con voz arcana 
responde a los interrogantes temblorosos
de los que han perdido
el rumbo dorado de sueños eternos.
Los ancianos, que respiran suavemente,
hablan de la magia del tiempo.
Los jóvenes, torbellinos de papel blanco,
cantan sus melodías 
subiendo la escalera del futuro
mientras los niños en su cáliz de flores
me sorprenden con su primavera inocente
que cautiva mi corazón,
herido por el tiempo,
pero siempre vivo, sin jactancia alguna.
El don gratuito de la vida, después de todo, 
es un fuego antiguo 
que la pasión del agua jamás podrá a pagar.


LA VIDA Y LA NADA


Llora la inocencia en tierras sagradas
y las llamas de la guerra
arden en el corazón humano.
Los pájaros, con su secreta tristeza,
han emigrado hacia la copa de árboles lejanos.
Las estrellas conmovidas secan
las lágrimas de la luna,
y el sol, indeciso,
retrasa el aroma del amanecer.
El cañón y la metralla, vacíos de razón,
enrojecen el sacrosanto cielo
con borbotes de sangre hermana
y entre la vida y la nada
se debate la esperanza
sobre sepulturas sin flores
y olor a muerte en cada pisada,
mientras una paloma herida
con rostro de niño,
lanza en su vuelo solitario
ramas de verdes olivos
sobre la hipócrita conciencia humana,
que en cada brindis de sobremesa
bebe el dinero de sus balas.

AUSENCIA


La distancia no posee cuerpo,
sólo respira por el vacío de la ausencia.
A veces manotea 
la nostalgia silente,
y otras, comparte la promesa
del reencuentro 
en el jardìn del corazón.
El silencio amontona palabras y nombres
en el escenario de los recuerdos
iluminado por 
por la exaltación de los abrazos 
y las miradas que encienden
el hogar del alma.
El adiós de ayer
recupera la sonrisa
y construye sueños
que transforman en acordes
las horas del reloj.

MUSICA


El alma ansiosa de sueños
invoca la música inmaterial
que como luz desnuda
respira en el cuerpo 
armonioso del pentagrama.
El corazón se abre
a los vientos ocultos de la libertad
y el tiempo abraza el universo
que camina sobre un puente de reencuentros
de mañanas olvidadas,
viajero empedernido
a través del aire perfumado
de las místicas notas 
de una orquesta celestial.
No hay rubores de lágrimas derramadas,
sino rostros angélicos
que comienzan a existir
cuando la apacible sinfonía
disipa el humo de las palabras
y la vida se colma de sentido.


 


VIVENCIA


El insomnio me toma de la mano
en la noche muda
y con ojos de fantasma
me deslizo en el tranquilo silencio
de la casa sin cerrojos.
Por el ventanal de la cocina
contemplo las estrellas
que con ligero temblor 
en sus miradas infinitas,
aguardan ritualmente el amanecer.
Empiezo a existir
como si recién saliera
de un vientre profundo
que me tuvo preso 
por el delito de apología de la esperanza,
esa poetisa milenaria
que compone rimas a la quimera.
El primer café
me trae a la realidad
del planeta fingido
de hombre controvertidos
que lucen cada día 
una máscara distinta.
Acicalo mi rostro,
acostumbrado a la perfección
de lo efímero,
acaricio mi fe en Dios,
y abro la puerta hacia el aliento humano
cuando el sol de otoño 
comienza a girar su cabeza hacia la tierra.

 

 

PERDON MUNDO


El cuerpo del mundo
se debate en la encrucijada
y como animal acorralado
defiende con orgullo su integridad.
Creado por mandato divino
para convivir en armonía con él,
el hombre le ha traicionado,
le ha herido, le ha robado,
se ha burlado de sus leyes,
de su manto de ternura,
de su graciosa belleza
que se desliza por las pupilas 
y se abriga en las entrañas.
Tiembla en su soledad
aguardando un mendrugo de esperanza
y extiende su mano
con una copa de cristal 
ante la impávida mirada del hombre.
Cada noche se consume
en el repulsivo invierno de la ingratitud
y en cada alborada desnuda su corazón
esperando la caricia
que nunca llegará. 
Así somos los hombres,
matamos lo que amamos,
o lo que deberíamos amar.
Cuando el mundo muera, morirá solo.
Yo, amado mundo, no podré mirarte.
Yo, amado mundo, moriré de admirarte.

NIÑO DE LA CALLE



Si yo lograra, niño de la calle,
arrancarte una sonrisa 
con palabras ingeniosas,
te lo prometo:
la luz de todas las estrellas 
se posaría en tu almohada de tristeza
y ya no estarías solo.
El tiempo sería un velero de pan
y tu el capitán
navegando los mares de la vida
en un mundo de ensueño,
sin hambre, ni pena, ni soledad.
La crueldad del destino
mutaría en mariposa
jugueteando con el viento del amor.
El brillo apagado de tus ojitos de niño
no volverían a ver 
las hojas muertas del otoño
y el rencor, que en su despecho
se pegó a tu alma, sería derrotado
por la fuerza invencible de un abrazo.
Sí, niño de la calle, niño mío,
te lo prometo: 
hay una página en blanco
aguardando llenarse con tus sueños,
esos que te robó la vida
en medio de cartones y ropa sucia.

 

CONCIENCIA

El espejo retrovisor de la vida
de vez en cuando desnuda la memoria
y abre el cinerario de los secretos lacrados,
huérfanos de gloria.
Víctima de la propia existencia,
el hombre sucumbe
ante el sutil encanto del error, 
y la fragilidad del ser, en la noche enajenada
dirige su mascarón de proa
hacia el puerto equivocado.
¿Quién pudiera capturar la magia del tiempo
y reinventarse 
en nuevas formas de acariciar la vida,
como a una fiera malherida,
como un pintor que plasma
el secreto de un ángel,
como gigante ingrávido que abraza la primavera,
como la confianza del niño que reza la Creador?
El alma cabalga en la penumbra de la materia,
herida por la lanza de la libertad
aguardando el perdón eterno
de la misericordia divina.

 

DIGNIDAD HERIDA

Descolgó su alma del perchero
y salió del conventillo
arrastrando la jaula de su historia
entre viejos mirones
que le confiscan con cada ojo
la ración de dignidad que atesora
en la mochila de sus sueños.
Calle y pan,
trampas de una esperanza abortada en la cuna.
Regala un billete a la inocencia
para lavar la culpa sensual
de su cuerpo por encargo.
Entraña insatisfecha
de hijos soñados en sábanas ajenas,
le duele la vida con su trágico convite.
Merodea cada esquina estratégica
con los labios mordidos
y su fiebre de ternura.
Un cínico arrumaco
fuerza una sonrisa de escenario
antes del espejismo carnal.
La humillación rentada se maquilla
y se reviste de doncella
a espaldas de la imagen acusadora
de la luna de cristal
a la espera de otra historia
escrita en una bolsa de residuos.

 

A MIS AMIGOS
Por. Gonzalo Sebastián Zervino


Si no tienes un amigo nunca podrás disfrutar 
el íntimo gozo del encuentro,
el cálido idioma del abrazo,
la diáfana mirada del alma,
porque el misterio del amor de la amistad,
inmortal como el mar y pleamar del corazón,
llena las horas con risas de fiesta
en las pequeñas cosas
y es bálsamo para las grandes heridas de la vida.
La magia de la amistad
es el espejo de la memoria,
la indescriptible dicha de compartir
los tesoros inagotables de la aventura.
Es el rocío del desierto,
una metáfora de sueños infinitos,
de doctrina eterna como el sol.
Amigo mío, no nos unen las ideas
sino la sustancia misma de la amistad,
la pertinacia de la vida
que recibe la luz divina de otro planeta
y se hace música 
en la presencia de cada día.

 

 

 

 

 





   
 


PÁGINAS AMIGAS