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TESOROS DE NUESTRA IDENTIDAD

   
   

La celeste de las hazañas



COPA DE ORO

La selección celeste obtuvo en 1981 el llamado “Mundialito” o Copa de Oro, petit campeonato disputado en nuestro país en el cual, por primera vez en la historia, se enfrentaron en un mismo torneo las selecciones que habían sido hasta entonces campeonas del mundo: Uruguay, Brasil, Argentina, Italia y Alemania. En lugar de Inglaterra jugó Holanda, que fue dos veces vicecampeona. Uruguay venció en la final a Brasil por 2 goles a 1 , con anotaciones de Barrios y Victorino.

 

 

 


LA SUB 20 EN MALASIA

El último lauro importante uruguayo lo obtuvo la selección Sub-20 que logró el vice-campeonato mundial en Malasia. Bajo la dirección técnica de Víctor Púa y con actuaciones formidables de Nicolás Olivera y Marcelo Zalayeta – designados como los mejores jugadores del torneo – la selección fue escalando posiciones hasta llegar a la final con Argentina en un partido que se tornó emocionante, aunque esta vez la suerte no acompañó a los uruguayos y terminaron perdiendo por 2 a 1. De todas formas, el Vice-campeonato resultó estimulante para un fútbol que en los últimos años viene dando muestras de descenso.

 

 


NACIONAL Y PEÑAROL

Los dos equipos grandes de nuestro fútbol suman entre ambos la obtención de seis campeonatos del mundo Interclubes y ocho copas Libertadores de América. En nota aparte se refieren esos logros de estos dos clubes inscriptos en la mejor historia del fútbol mundial, por los que se tiene alta consideración en todo el orbe y por el que han pasado grandes e históricos caracks.

 

 

 

TESOROS de la IDENTIDAD NACIONAL

La celeste de las hazañas

El fútbol es el deporte por excelencia del Uruguay. Y es, además, en el cual nuestro país ha conquistado mayores lauros, muchos de ellos con rasgos de hazaña. El hecho de haber sido vencedor en dos Olimpiadas , en dos campeonatos del Mundo y en más de una docena de torneos sudamericanos elevaron a la celeste al plano de selección de élite. Y todavía debemos agregar que nuestros dos cuadros grandes tienen cada uno tres campeonatos Intercontinentales ganados, que Peñarol fue vencedor en cinco ediciones de la Copa Libertadores y Nacional en tres de ellas. ¿Qué recuerdos materiales de esas glorias hay conservadas? Pocas, por cierto. El museo del Fútbol cerró aunque está en vías de rehabilitación y las sedes de Nacional y Peñarol conservan algunos objetos y las copas, por supuesto.Ya antes que Uruguay se consagrara en las Olimpíadas de Amsterdam y Colombes, la celeste había logrado ser campeona sudamericana. Y lo siguió siendo después, alcanzando títulos inclusive en tierras de sus más encumbrados rivales, como Brasil y Argentina.

 

SUDAMERICANOS

Sólo a vía de ejemplo, en 1983 la celeste se coronó jugando el match final en Bahía, contra un poderoso equipo de Brasil, luego de haberle ganado en Montevideo con goles de Francéscoli y Diogo. En Bahía empató  1 a 1 con gol de Carlos Aguilera de cabeza, quien quedó desmayado tras convertir por chocar con un defensa brasileño. El director técnico era Omar Borrás. Cuatro años después el título se obtuvo en Buenos Aires, ganándole la final a Chile con gol de Bengoechea. La semifinal se había disputado contra la selección argentina que un año antes se había coronado campeona del mundo en México. Jugando un estupendo partido en Núñez, nada menos que contra Maradona y sus muchachos. Uruguaya ganó uno a cero con gol de Alzamendi. El DT fue Roberto Fleitas. Uruguay jamás perdió una final sudamericana en Montevideo. La última vez que se consagró aquí fue en 1995 cuando ganó el torneo disputando el último partido contra Brasil. El encuentro terminó 1 a 1 (gol de Bengoechea)  y por penales (uno que atajó Fernando Alvez y el último que convirtió Sergio “Manteca” Martínez) Uruguay fue una vez más campeón sudamericano, reeditando glorias conseguidas – desde el advenimiento del profesionalismo – en 1935 en Perú, en el 42, 56 y 67 en Montevideo y el 59 en Ecuador.

(Querido lector , esto no se agota aquí , repasaremos el logro de la obtención del Mundialito , los Juveniles de Malasia etc.

 

LOS MEDIOS NACIONALES – El primer cine



El 18 de Julio de 1896 algunos montevideanos vieron lo que jamás se había visto antes en el país : el cine. Fue en el “Salón Rouge” de la calle 25 de Mayo. Allí se exhibieron las primeras películas de los hermanos Lumiére. Entre otras, vistas de obreros saliendo de una fábrica y un tren llegando a una estación.
Fue un acontecimiento impactante, que abrió las puertas a la era del cinematógrafo , aunque hasta 1908 no hubo salas de cine propiamente dichas. Se proyectaban imágenes donde hubiera oportunidad de hacerlo. En 1908 fueron habilitadas las salas “Ideal” y “Parlante” , y al año siguiente, frente a donde hoy está la Intendencia (y donde luego estuvo el cine “Azul”) , abrió sus puertas la primera sala específicamente hecha para exhibición cinematográfica: se llamó “Victoria Salón”. Luego el “biógrafo” entusiasmó a millones. En 1929 llegó el sonoro al Uruguay y en 1953 el cine tridimensional. Hubo numerosas salas, hoy olvidadas , cerradas o transformadas. Curiosamente, sin embargo, sobrevive la más antigua : el Salón Rouge, actualmente parte del Museo Romántico, dependencia del Museo Histórico Nacional.

 

 

LOS MEDIOS NACIONALES – La publicidad

Podría considerarse como los primeros intentos de publicidad uruguaya a aquellos pregoneros – como el aguatero y el vendedor de mazamorra – que en tiempos coloniales voceaban sus productos. No había aún periódicos y el gobierno utilizaba para sus anuncios los llamados “bandos” , que colocaba en lugares públicos. Así se inició lo que hoy llamamos “publicidad oficial”. Recién cuando “La Estrella del Sur” comenzó a publicarse, los comerciantes montevideanos tuvieron un lugar donde promocionar su ofertas. Y así siguió la publicidad alternándose entre diarios, cartelería callejera (luminosa desde los albores del siglo XX) y algunos medios de transporte que permitían colocar carteles, como los tranvías. En la década del veinte la radio trajo una revolución a la publicidad, porque podía ser oral. A eso siguieron los parlantes en automóviles y en la década del sesenta otra revolución : la televisión, donde la publicidad entraba animada a todos los hogares. Una lista de memorables avisos sería imposible por lo extensa, por lo que sólo nos quedamos aquí con una publicidad que fue referente de varis generaciones: la de “Geniol”, con aquella cabeza calva llena de clavos, tornillos , agujas y otros elementos punzantes para dar sentido de jaqueca, que el buen producto analgésico iba a sacar rápidamente. La “cabezota” estaba en afiches, en cartelería en todas las farmacias y en el techo de los móviles de Geniol que recorrían la ciudad proveyendo a los comercios de su producto, atrayendo a su paso a todos los montevideanos que miraban con simpatía aquella ingeniosa forma de promoción.

 

LOS MEDIOS NACIONALES - LA MAGIA DE LA TELEVISIÓN


Fue un invento que masificó audiencias en todo el mundo, que cambió las costumbres familiares y hasta la decoración de los hogares: los mobiliarios se disponen desde entonces en función de donde estará colocado el televisor.  Uruguay no quedó al margen de su sugestión ni su avasallamiento. El 7 de diciembre de 1956 llegó de la mano de Canal 10, seguido al poco tiempo por Canal 4 (en 1961), Canal 12 (en 1962) y Canal 5 (en 1963). Aquella televisión en blanco y negro, en pantalla convexa y con programas en vivo, tuvo una etapa embrionaria donde los programas periodísticos o los espectáculos musicales se registraban con una sola cámara. A escala montevideana, esa “infancia” fue bastante heroica pero conquistó velozmente el entusiasmo de un público que crecería sin parar. Aquellos tiempos resultan arcaicos vistos desde este presente con infinidad de canales de cable y el control remoto en la mano, con pantallas cromáticas de gran dimensión y con los DVD como recurso alternativo.

 

ALGUNOS NOMBRES

Pero nadie con medio siglo de vida podrá olvidar que entre la variada oferta de aceptación masiva estuvieron entre las primeras seriales norteamericanas “Patrulla de caminos” y entre las telenovelas argentinas “El amor tiene cara de mujer”. Nadie dejará de reconocer como el primer talk-show a “Conozca su derecho” , como primer programa de humor a “Telecataplum” , como el gran tribunal de preguntas y respuestas a “Martini Pregunta”, al gran musical como “Discodromo” y como el gran éxito entre los entretenimientos a “Las tres tareas de la buena voluntad”.


Ellos son pilares de los comienzos de nuestra identidad televisiva, donde se entrecruzan nombres como Imazul Fernández, Carlos del Valle, Raúl Fontaina, Lila González, Cristina Morán, Adolfo Mañán, Shirley Rivas, Américo Torres y Miguel Angel Viera, junto a otros que llegaron más tarde , como Cacho de la Cruz, Carlos Giacosa, Néber Araújo, Sánchez Padilla, Julio Alonso, Ricardo Espalter y Julia Moller. Y otros inolvidables como Alejandro Trotta, René Jolivet, Raymundo Soto, Henny Trayles, “Guita” Vidal o la argentina Pinky, entre tantos nombres.

 

 

 

 

LOS MEDIOS NACIONALES

FIGURAS, FIGURAS

Los nombres radiales que guardará la historia son, entre tantos y tantos otros, los de los pioneros Paradizábal, Claudio Sapelli, Emilio Elena y Carlos Carve, relatores deportivos como Ignacio Domínguez Riera, Duilio De Feo, Heber Pinto y luego Víctor Hugo Morales, Lalo Fernández, Kesman, Muñoz, Goñi, Sonsol y el más grande de todos, el legendario Carlos Solé. Y comentaristas como César Gallardo, Oldoine, Diego Lucero y , entre tantos otros  Jorge da Silveira y Juan Carlos Scelza. La memoria se posará también sobre comediantes como Eduardo Depauli, Pinocho Marecco, Paquito Bustos, Roberto Barry, “La Chimba” , el dúo Ceti-Cazet haciendo “La pensión 64” y Eduardo D´Angelo , libretistas como Wimpy, Fulvio Nelson Magdalena y Raúl Barbero; animadores como Julio Cabot, Jorge Nelson Mullins, Américo Torres y la gran Cristina Morán; locutores como Mirta Acevedo, Julio Ocampos, Rodriguez Tabeira y Jesús Gastón Labadie; periodistas e informativistas como Omar De Feo, Julio Villegas, Néber Araújo, Nacho Suárez, Barret Puig y Jorge Traverso, entre decenas de otros nombres.

 

 

 


Fueron grandes éxitos los radioteatros, de la mano de compañías enormemente populares con nombres como los de Pedro Bocco y Teresita Lacanaut, Elida Acosta y Floreal Cavallieri, Mecha Bustos, Juan Casanovas, Violeta Amoretti, Lalo Gómez y tantos otros. También los fonoplateas hicieron historia, trayendo figuras como Carmen Sevilla desde España, Pedro Vargas desde México, Xaviera Cugat desde el Caribe, Maurice Chevalier desde Francia, Bob Hope desde Estados Unidos, Mina desde Italia y una constelación argentina entre quienes puede nombrarse a Niní Marshall, Tital Merello, Aníbal Troilo, Hugo del Carril y decenas más. Y Carlos Gardel, por supuesto.

 


RADIO SPICA

Una de las primeras radios a transitores Spica que vino al Uruguay, toda una novedad que según analistas políticos catapultó el suceso electoral de Benito Nardone, “Chicotazo” , en 1958, ya que en el medio del campo pudo escucharse a diario sus alocuciones dirigidas a los trabajadores de ese ámbito (Colección Antonio Tormo)

 

 

 

 

LOS MEDIOS NACIONALES

La radio en casa

La imposición de la radio en nuestro país, cuyas primeras transmisiones regulares datan de 1922 , empezó a transformar los hábitos de las familias uruguayas, que recibieron el “invento” con un entusiasmo extraordinario pues
-con la música en casa- pudieron prescindir de victrolas y discos. Radio Paradizábal fue la primera en nuestro país, seguida por Radio Sudamérica, que pertenecía al Instituto Crandon. Luego aparecerían emisoras que hicieron crecer a la radiotelefonía nacional, como Carve. El Espectador, La Voz del Aire, Sarandí, Montecarlo, Oriental, Universal, Rural, Clarín, Centenario y tantos otras. En el anecdotario histórico figura que Radio Paradizábal hizo bailar a los pasajeros del transatlántico “Almánzora”, que una noche de 1923, saliendo de Río de Janeiro, captó una transmisión de la emisora uruguaya, la que amplificada en el salón de bailes del buque amenizó la noche a los pasajeros. En cuanto a los aparatos en que se escuchaba, una diversidad de modelos reunió a lo largo de muchos años Antonio Tormo, cuya colección (que abarca también transmisores, televisores e inventos) está hoy esperando la adjudicación de un local por parte del Estado para convertir a ese rico acervo en un museo de las Comunicaciones. En la planta baja de la Torre de las Comunicaciones, a su vez, también puede apreciarse una breve pero interesante muestra de la historia de los aparatos de comunicaciones. En la planta baja de la Torre de las Comunicaciones, a su vez, también puede apreciarse una breve pero interesante muestra de la historia de los aparatos de comunicaciones.

Recuerdos

Según referencias de Raúl Barbero, amplio estudioso de la historia de la radio en el Uruguay, “al aproximarse el año de la Jura de la Constitución, la flamante CX 6 Estación Oficial anunciaba que trasmitiría los partidos por el 1er Campeonato Mundial de Fútbol a realizarse en julio del 30 en el “Stadium” Centenario. Los jefes de famila procuraron la garantía de un amigo para obtener el préstamo bancario: las amas de casa apretaron sus pesitos para ayudar a pagar la cuota mensual de la operación y el ambicionado aparato se instaló para un largo reinado en un rincón de la sala, el living o el comedor.  “Ya la gente sabía cómo, girando una simple perillita, se ubicaba al pintoresco Barba Ghighin en CX 14 o a los locos del “Diario Oral” disparatando por CX 16 o a Doña Concepción Olona distribuyendo lágrimas benaventinas por CX 20. O a Carlos Gardel cantando sus éxitos por cualesquiera de las veinte emisoras montevideanas”.

 

 

LOS MEDIOS NACIONALES
La Prensa emblemática de nuestra identidad

 

Uruguay se ufanó en el siglo pasado de ser el país de América Latina de mayor lectura de diarios y de más cantidad de periódicos por habitante. Algunos de los diarios y de las publicaciones semanales han quedado posicionados en la historia y le han dado identidad al Uruguay. El primer diario se editó durante el período de dominación británica y se publicaba en dos idiomas, inglés y español. Se llamó “La Estrella del sur” y no tenía gran interés : pasó a la historia simplemente por ser el primero en publicarse en nuestro suelo. Mayor prédica tuvo en la centuria del XIX “El Siglo”, como la tuvieron ya entrado el siglo pasado “El Día” , “La Mañana”, “El Plata” y “El País” , único sobreviviente entre los llamados “grandes”.
Hubo también algunos periódicos que más que informativos fueron políticos, como el blanco “El Debate” y el colorado “Acción” y otros que conocieron algún tiempo de esplendor, pero que luego fueron declinando, como “El Imparcial” , “La Tribuna Popular”, el católico “El bien público” (transformado más tarde en el tabloide “BP color”) , los vespertinos “El Diario” y “Mundocolor” y el comunista “El Popular”.
En semanarios, “Marcha” atravesó casi medio siglo veinte y entre otros, en el último cuarto de siglo se ganó su lugar “Búsqueda”. En revistas de estilo magazine o msceláneas, se destacaron muchos años atrás “Montevideo”, “Caras y caretas” y “Anales” y luego “Mundo uruguayo” y “Cine, radio, actualidad”, en tanto hubo decenas de publicaciones literarias de las cuales “Rojo y blanco” fue la más notoria. Como revistas de humor, “Lunes” y después “El dedo” (más tarde “Guambia”) tuvieron su auge.

 

 

 

 

EL CAPITÁN MIRANDA



El buque escuela “Capitán Miranda” no sólo es un símbolo de la Armada Uruguaya, sino que es el buque nacional por excelencia, es el representante uruguayo en los mares del mundo. Lleva recorridas decenas de miles de millas náuticas preparando a la futura oficialidad de la Marina uruguaya. Su nombre le viene de Don Francisco P. Miranda, quien pertenecía a una familia de marinos descendientes de españoles provenientes de la región de Asturias. Miranda ingresó a la Marina Militar muy joven, pero desafortunadamente se produciría un hecho en su vida que lo marcaría física y emocionalmente para siempre: la catástrofe de la cañonera “Rivera”. En el mediodía del 8 de Octubre de 1903, estando la cañonera anclada frente al muelle de la calle Yacaré mientras parte de la tripulación almorzaba, hizo explosión la santabárbara del buque e inmediatamente comenzó a hundirse. En el desgraciado suceso resultaron muertos 4 tripulantes y heridos varios oficiales, entre ellos el segundo Comandante Francisco P. Miranda.

 

 PLUNA



A medida que se iba desarrollando la aviación comercial en el mundo, ello fue repercutiendo en Uruguay. Varios fueron los intentos foráneos por conectar este país con el exterior mediante aeroplanos, así como por conectar puntos interiores del territorio. Pero hasta bien entrada la década del treinta, no había surgido ningún intento nacional. Finalmente, a mediados de dicha década, los hermanos Alberto y Jorge Márquez Vaeza, decidieron que había llegado el momento de establecer una compañía comercial aérea uruguaya, para pasajeros y carga. Se denominaría P.L.U.N.A (Primeras líneas uruguayas de navegación aérea). Los Márquez Vaeza entusiasmaron al embajador británico en Montevideo, Sir Eugen Millington-Drake. Este les consiguió un crédito en bancos de Inglaterra y así compraron los dos primeros aviones (ingleses, of course). Eran dos biplanos bimotores marca De Havilland, tipo DH 90 “Dragonfly”. En noviembre de 1936 se iniciaron los vuelos comerciales internos. En 1938, la empresa pasó a ser Pluna S.A. y en 1951, como tantas otras cosas del Uruguay de entonces, ante sus dificultades económicas, Pluna se estatizó: se convirtió en Ente Autónomo. Con esto vinieron las épocas de los aviones Vickers y Boeing y , más recientemente, la asociación Pluna-Varig. Pero los años heroicos fueron aquellos de los Márquez Vaesa, de los aviones que llevaban apodos, como el “Churrinche” (obviamente era rojo) y otros no menos memorables (el “San Felipe y Santiago) . De todo eso quedan, por suerte, algunas cosas más que meras evocaciones intangibles, muchas de ellas condensadas en el libro “Historias de aeroplanos” de Alberto Márquez Vaeza.

 

EL VAPOR DE LA CARRERA


 

 

 

 

 

 

 

Cruzar de Montevideo a Buenos Aires por mar siempre fue una constante.

 

 

 

 

 

 

 

 

 


Desde la época colonial, cuando pequeñas embarcaciones a vela, bergantines y lugres, hacían la conexión. Fue Guillermo Brown quien quiso implementar por primera vez una línea regular Buenos Aires – Montevideo, con la goleta “Industria” . En 1835, esto tuvo una etapa concreta ; el barco “Federación” a vela y vapor, comenzó a hacer el viaje transportando pasajeros en forma regular. Demoraba tres días y el pasaje costaba una onza de oro. En 1857 una empresa puso una línea regular con los vapores “Salto” y “Montevideo” y más cerca del final del Siglo XIX fueron apareciendo los nombres que se unirían indisolublemente al tema “barco de la carrera” : Dodero y Mihanovich. Ya entonces los vapores de la carrera salían de Dársena Sur del puerto de Buenos Aires para llegar a la bahía de Montevideo, donde los pasajeros eran llevados del barco a la costa en embarcaciones menores. El siglo XX fue el del auge del Vapor de la Carrera a pesar de accidentes como el hundimiento del “Ciudad de Asunción”. Claro que el cruce demoraba toda la noche y cada vez menos gente optaba por este medio de transporte cuyos barcos tenían un aire obsoleto. En los años setenta se interrumpió el servicio y se cerro la era iniciada por los barcos a vela, continuada por los barcos de ruedas, a vapor, los de hélice convencionales , destronados a los efectos de una conexión acuática rápida, por los vehículos tipo aliscafo y buquebús. Los tiempos cambian.

 

 

 

 

 

 

 

LOS CARROS DE BAÑOS

Son figuras reconocidas en el paisaje de las viejas postales de playas montevideanas, que por varios años identificaron la práctica de baños de mar en nuestra ciudad. De los muchos carritos de baños que tirados por mulas hubo en las playas de Ramírez, Capurro y Pocitos, hoy apenas puede verse uno, auténtico , en el museo del Mar de la Barra de Maldonado. En el diario “El Siglo” del 28 de noviembre de 1872, aparecía un aviso que decía así : “Carros de baños orientales, establecidos en 1871. Estos carros están situados en la hermosa playa de Ramírez y construidos de modo que permiten a 5 o 6 personas sacarse la ropa y vestirse adentro, con buena luz, ventilación y todas la comodidades de los bañistas. Estarán a disposición del público del 1 de diciembre de 1872 hasta el 15 de marzo de 1873. Se ruega a los bañistas no retener los carros por más de media hora”. Los usuarios llegaban hasta la puerta delantera y luego de llamar al bañero se encerraban dentro del vehículo. El bañero llegaba montada en una de las mulas y después de enganchar el tiro a la argolla delantera, arrastraba el carro mar adentro. Concluido el baño, los bañistas retornaban al carro y llamaban al bañero, quien volvía a enganchar la argolla al tiro de mulas, esta vez por la parte trasera del carrito y lo traía de regreso a la playa.

 

Las motonetas

Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, nació en Europa la necesidad de un medio de transporte económico y ágil. Fue así que surgió lo que hoy se denominaría “scooter” y que, entonces, era llamado motoneta. La Vespa nació en 1946 en Italia. Tuvo émulos, como las también italianas Lambretta e Iso. Como la estadounidenses Cushman  y Salbsury. La cuestión es que las motonetas fascinaron no sólo a Europa. Invadieron el mundo entero, con las Vespa a la cabeza. En Uruguay, esta marca era importada por Emilio Fontana y su auge fue seguramente en la década del Cincuenta, cuando hasta Hollywood hizo trepar a estos vehículos a actores como Gregory Peck y Audrey Hepburn.
Fue tal el entusiasmo por las motonetas, que surgió una marca uruguaya: la “Bambi”, presentada en el Salón del Automóvil de 1962, realizado en el Cilindro Municipal. Aquellos tiempos pasaron y algunas marcas de motoneta, como Iso o Bambi, desparecieron. Entretanto, florecieron las marcas japonesas, que le dieron nuevo impulso a los scooters. Pero en el recuerdo quedan aquellas motonetas de hace cincuenta años. Las que actualmente son conservadas como piezas de colección, evocadoras de la época de oro del motonetismo.

 

Y también rodaron…

Los uruguayos han visto infinidad de tipos de rodados atravesar calles y carreteras, algunos dejando una mayor impronta que otros. Los hay sobrevivientes en museos y los hay desaparecidos para siempre. En un resumen recordatorio podrían nombrarse los carritos de panaderos con dos tirantes y una cortina de madera que cerraba verticalmente y que dejaba atisbar, en medio del maravilloso aroma de los productos de panadería, panes y bizcochos que hacían las delicias de quienes se acercaban. El museo del siglo XX de Maldonado ha entendido que debía conservar uno de ellos como pieza de museo. Y allí está. Eran también originalísimos y propios de las calles montevideanas los carritos de heladeros tirados a mano, el carro de hielo (los últimos fueron motorizados) que transportaban barras en tiempos en que las heladeras no existían o eran sólo para algunos pocos y los carros de verduleros cargados hasta el tope de frutas y hortalizas. Los carros de lechero también supieron llamar la atención, al igual que los camiones de basureros y las motos con sidecar. No rodaban sobre calles, pero si se mide como cosas propias de la identidad nacional, no pueden dejar de nombrarse al “Ocho”, a los “autitos chocadores” y al “tren fantasma” del Parque Rodó, que junto con los botes a pedal del lago y los ponnies fueron un atractivo sin igual para los niños de varias generaciones.

 

 

Los taxis Mercedes 170

Hasta los primeros años de la década del cincuenta, los taxímetros del Uruguay eran generalmente autos grandes, estadounidenses, de 4 puertas. Con sus placas de matrícula rojas luciendo numerales blancos, podía tratarse de cualquier cosa: un Nash, un Ford, un Chevrolet o un Hudson. Y esos taxis devoraban nafta a un ritmo importante. Su sed de combustible les hacía deglutir aproximadamente un litro cada cinco kilómetros recorridos. Todo eso cambió cuando a poco de iniciarse los años cincuenta, la empresa de don Benigno Ambrois trajo los primeros Mercedez-Benz a gasoil. Eran los Mercedes 170DS. Y ellos revolucionaron el mundo del taxímetro. Poco a poco se fueron retirando los elefantiásicos autos americanos y ocuparon su lugar los gasoleros. Todo empezó, pues, con aquellos viejos Mercedes-Benz 170 DS.

 

Tiempo de gasógenos

Durante la Segunda Guerra Mundial escasearon los derivados del petróleo. Al extremo que la nafta fue racionada. Entonces hubo quienes quisieron sustituirla, para mantener sus vehículos en marcha. Fue en esa circunstancia que hicieron su aparición en el territorio nacional los “gasógenos”. No era un invento uruguayo, pero Ancap los promocionó, regalando los planos para construirlos. Se trata de un aparato ya ensayado anteriormente en Europa, mediante el cual se quema leña y el gas de esta combustión sirve para hacer funcionar el motor de autos, camiones u ómnibus. Pero eran engorrosos, difíciles de encender, daban poca potencia y también resultaban bastante sucios. De manera tal que cuando aquella guerra terminó en 1945, la mayor parte de los uruguayos archivó los gasógenos y los olvidó. Sin embargo, son una página de nuestra historia. Y el museo del Automóvil Club del Uruguay conserva uno , a fin de que aquel olvido no sea total.

 

 

El primer camioncito de auxilio

Cuando un grupo de pioneros del automovilismo uruguayo se abocó a crear el “Automóvil Club del Uruguay” , no fundaron simultáneamente el servicio de auxilio que hoy caracteriza a la venerable institución. Pero en 1927, estimaron que había llegado el momento de establecer un mecanismo para rescatar a quienes quedaran varados con sus temperamentales autos, fuera por una goma pinchada o por una falla mecánica. Entonces se decidió comprar una camioneta Ford modelo T, que atendiera las necesidades de auxilio en la vía pública. Pintada con los colores del Club y luciendo un cartel que proclamaba su función de “auxilio mecánico”, pronto se vio desbordada de trabajo y hubo que comprar otros camiones. Así, ya antes de 1930 había cuatro. Y a ellos se sumaban dos grúas para remolcar aquello que los avezados mecánicos no pudieran reparar en la calle o en la ruta. Luego otros móviles más modernos fueron sustituyendo a los primeros cuatro. Estos cayeron en el olvido. Hasta que en 1983, cuando se creó el museo del Automóvil Club del Uruguay, se tuvieron noticias acerca de un vehículo abandonado, casi sepultado por un arenal en la costa de Canelones, que podría ser aquel “número uno”. Fueron los modernos camiones de hoy al rescate del camioncito de ayer y encontraron lo esperado. Hoy el primer camioncito de auxilio del Uruguay, aquel famoso “número uno”, está luciendo mejor que nuevo y se exhibe en el museo del ACU, en el sexto piso del edificio de Colonia y Yí.

(Museo Automóvil Club del Uruguay – visitas al museo de martes a domingo de 14 a 19 hs)

 

El Trolleybús

Recostado contra un viejo depósito municipal, asomado a la avenida General Flores, como añorando los tiempos en que se deslizaba por Montevideo, descansa el último trolleybús. “Omnibus con tiradores”, fue como los apodaron los montevideanos, en los lejanos días en que fueron entrenados por la compañía semi-municipal Amdet. Cumplían la misma función que el ómnibus, pero sin consumir derivados del costoso petróleo. Tampoco contaminaban. Eran eléctricos y la energía provenía de las centrales hidroeléctricas nacionales. Claro que los guardas refunfuñaban cuando los “troles” se zafaban de los cables aéreos y tenían que salir a la intemperie para volverlos a colocar en su lugar. También hubo tropiezos cuando aparecieron los trolebuses articulados. Es decir, los de dos cuerpos, que la lógica hacía parecer óptimos: uno llevaba otro a remolque. Pero nadie había reparado en que los trolleybuses alargados encontrarían dificultades a la hora de dar curvas por la ciudad. Especialmente en la Ciudad Vieja. Pasaron los años, y envejecieron. Finalmente, cuando quedaban 72 vetustos artefactos de este tipo, el 26 de enero de 1992, la Intendencia de Montevideo revocó los permisos de circulación a Cooptrol, la cooperativa que los administraba. Y así, como un último y simbólico viaje por Pocitos, cerró un ciclo.

 

 

 

 

El auto más antiguo del Uruguay

Los primeros autos arrancaron suspiros y hasta gritos de admiración entre los montevideanos. También despertaron iracundia y hubo periodistas que clamaron para que las autoridades libraran a los uruguayos de esa maldición motorizada. Pero desde que en 1900 los joyeros Moreau y Labat importaron el primer cuadriciclo a motor, no hubo manera de detener el avance del carruaje sin caballos. Don Alejo Rossell y Rius, magnate y benefactor, creador del zoológico capitalino y hombre de avanzada de su época, no podía ser menos. También él se hizo traer desde Bélgica un automóvil en el que pensaba pasear junto a su esposa Dolores Pereyra. Cuando el auto llegó en 1904, aún había tan pocos vehículos del nuevo tipo en Montevideo, que su salida a la calle era todo un acontecimiento, Josefina Lerena Acevedo de Blixen, en su libro “Novecientos”, dejó una crónica de aquello, diciendo que los Rossell y Ríus vivían en la calle 25 de Mayo casi enfrente de la confitería del Telégrafo donde había considerable tránsito, por lo que la partida irregular de los flamantes motorizados era más notable. Parte del relato dice así: “Rossell, cuando calculaba que el automóvil estaría pronto, bajaba de su casa con su traje gris, siempre con una rosa en el ojal del jacquet, con su galera gris, sus guantes grises, su bigote gris y su bastón con puño de oro, acompañado de doña Dolores Pereyra de Rossell, vestida lujosamente de claro, con sombrero adornado y profusión de collares y abanico, ondulada y sonriente. “Pero el auto no partía. Y ante aquella repetida, incómoda salida, ellos resolvieron volver a tomar su antiguo coche de caballos y hacer que el automóvil los esperaba en la puerta de Villa Dolores, el actual Jardín Zoológico, ya que ellos, que eran sus dueños iban allí tarde a tarde. Y entonces paseaban entre jaulas”. El “Delin” pasó más adelante a poder de la Intendencia de Montevideo y se le llevó al Parque Fernando García. Después que en agosto de 1983 fue fundado el museo del Automóvil Club del Uruguay, fue trasladado hasta allí donde hoy se le exhibe prominentemente como el “automóvil más antiguo del Uruguay”. Y es así. Por lo demás, el autito belga nació en 1899 y se ha comprobado que es rarísimo. Hasta ahora han ubicado solamente tres “Delín” de la serie fabricada entre 1899 y 1903. Uno está en Irlanda, otro en Inglaterra y el tercero es el uruguayo, que todos pueden contemplar en el museo ubicado en Colonia esquina Yí.

(Museo Automóvil Club del Uruguay – visitas al museo de martes a domingo de 14 a 19 hs)

 

 

ÓMNIBUS DE CUTCSA CON PLATAFORMA



Si hubo algo que marcó a los viejos ómnibus del transporte de pasajeros de Montevideo fue aquella plataforma que estaba en la parte trasera y donde viajaban los afectos al viento fresco, los que no podían estar dentro del atestado cuerpo interno del vehículo y los que conocían el difícil arte de subirse y bajarse “caminando” (o sea saltando de y hacia el ómnibus en movimiento). Plataforma, en fin, de la cual se colgaban formando racimos humanos los que optaban por viajar así, en lugar de quedarse en la parada esperando un bus más vacío. Ya los primeros ómnibus a motor tenían plataforma. Aquellos tres que en 1912 fueron puestos en servicio entre Plaza Constitución y Pocitos. Asimismo, sus sucesores, incluyendo los memorables Leyland y Acto de Cutcsa, que siguieron traqueteando por las calles de Montevideo hasta que modelos más modernos, cerrados, los fueron desplazando. Algo se perdió a medida que fueron llegando los coches cerrados, cuyos pioneros consistieron en Mack y GMC importados luego de la Segunda Guerra Mundial. Afortunadamente hay aún algunos de los clásicos ómnibus de plataforma que han sido salvados de la extinción. Aficionados a ellos, como los miembros de CETCU (Centro de Estudios del Transporte Colectivo Uruguayo) , los han restaurado y los conservan, para que las nuevas generaciones puedan experimentar lo que era viajar a la antigua, con boletos de a vintén y plataforma.

LAS “BAÑADERAS”

Era un medio de transporte clásico en el Montevideo de las décadas del treinta hasta mediados de la del sesenta, que se usaba en verano, por ser descapotable. Se las veía pasar siempre llenas de gente alegre, a veces canturreando, saludando a los que iban por las veredas. Se las arrendaba para transportar delegaciones deportivas, estudiantiles, musicales o turísticas. Hoy ya no se ven, pero como prueba de la identificación nacional con ellas quedó la expresión en el ámbito del fútbol : “Poner la bañadera en el arco”.
Fue muy popular una “bañadera” que en los años treinta alguien con olfato turístico puso al servicio de quienes querían disfrutar de un “tour” por toda la rambla montevideana durante la temporada estival. Partía de la rambla Sur a la altura de Andes y recorría por una módica suma 15 kilómetros en una hora, deteniéndose de tanto en tanto en lugares estratégicos. Al pasar por la playa Ramírez se enfatizaba en la diversión nocturna del casino y hotel del Parque, en Pocitos se sugería la boite del Rambla Hotel, en el Buceo narraba la leyenda negra del “cabaret de la Muerte” (en la curva donde hoy está el museo Dámaso A. Larrañaga) y llegaba a Carrasco, frente a la imponente y majestuosa mole del hotel con su frente a la playa de primera categoría, frecuentada por la alta sociedad montevideana.

LOS TRANVÍAS

Ramón Carlos Negro, en su libro “Pocitos era así”, describe muy elocuentemente a los tranvías. Dice así: “La capacidad de un tranvía era de 32 pasajeros sentados a los que se sumaban los que iban parados en los pasillos y en la plataforma posterior. En total un tranvía lleno podía transportar cerca de 50 personas. En la plataforma delantera se depositaban los bultos de los pasajeros. Era posible conseguir asiento, leer tranquilamente y hasta usar sombreros de cualquier tamaño sin riesgo de abolladuras. Una regla táctica de cortesía era ceder el asiento a las damas y a los ancianos. Si irremediablemente debíamos viajar parados podíamos entretenernos ingenuamente releyendo las consabidas órdenes de no salivar en el piso, no fumar (sólo estaba permitido en la plataforma) y no hablar al conductor, matizados con reclames de lociones, tónicos, pastillas para la tos y otras propagandas. Existía, al igual que hoy, la costumbre (que tanta gracia hace a los extranjeros) de chistar para bajarse. El guarda hacía entonces sonar la campanilla tirando de un tiento fino.
El tapizado de los asientos era de esterilla y los pasamanos de bronce bien lustrados. A los lados y en el techo había aparatos de luz como floripones de cristal. Todo tenía cierto aire de solemnidad acartonada que, sumado a su fama de puntual y seguro, inclinaba las preferencias del público por el tranvía. Los funcionarios llevaban buenos y bien cuidados uniformes con muchos botones dorados con tranvías grabados y gorras con visera negra lustrosa que les conferían un aspecto marcial. Muchos de ellos extranjeros, sobre todo españoles de orígenes muy modestos que habían venido a hacerse la América, se hacían tomar fotografías de cuerpo entero uniformados que enviaban a sus parientes como una demostración de prosperidad.

 


LOS DE CABALLITOS

El 1º de junio de 1868 el primer tranvía de tracción a sangre partía de la villa de la Unión rumbo a la Aduana, paseando el novedoso repiqueteo de los cascos por 8 de Octubre y 18 de Julio, retomando por 25 de Agosto, Florida, plaza Independencia, 18 de Julio y 8 de Octubre hasta la curva de Maroñas. La estación principal estaba en la Unión, donde ahora funciona la biblioteca municipal Francisco A. Schinca. El tren de caballitos se amplio luego con más compañías y nuevos recorridos, que partiendo del centro fijaron sus terminales en Paso del Molino (1869) luego al Cerro, Reducto (1875), Pocitos, Buceo y Unión. El mayoral manejaba las riendas de los equinos y de tanto en tanto hacía solucionar el cornetín de guampa, predecesor de la bocina. Durante tres décadas y hasta los umbrales del siglo 20 ese fue el medio de locomoción público, hasta que apareció el tranvía eléctrico. Las sociedades “La Comercial” y “La Transatlántica” fueron las dos grandes compañías tranviarias eléctricas.

EL FERROCARRIL

Llegó al Uruguay a finales de la década del sesenta del siglo XIX , concesionado por el Estado a los ingleses. Su irrupción en nuestro territorio terminó por transformar en obsoletas a las carretas y las diligencias, sus antecesoras en la función de surcar los caminos de la patria con cargas y pasajeros. El ferrocarril ofreció rapidez y seguridad, aunque inicialmente no mejoró los precios de aquellas: en 1879, por ejemplo, 3 toneladas de carga desde Durazno hasta Montevideo costaba 16 pesos por carreta y 42 por ferrocarril. Pero a medida que los trenes ampliaron sus líneas y obtuvieron mayor clientela, lograron abaratar costos hasta terminar con la competencia. El 1 de enero de 1869 el presidente de la República, don Lorenzo Batlle, inauguró la primera línea de ferrocarril del Uruguay, que operó entre las localidades de Bella Vista y Las Piedras. Un acontecimiento de gran trascendencia, si se juzga a la luz de la posterior expansión que lograron en el país los ferrocarriles. Aquellos trenes eran operados por locomotoras a vapor. Un espectáculo clásico para quienes tengan más de treinta años y recuerden aún las últimas “vaporeras” que circularon allá por la década del setenta. En realidad, las últimas locomotoras a vapor fueron compradas por AFE (que sucedió a las empresas ferrocarrileras privadas) , allá por 1950, simultáneamente con máquinas diésel. Las locomotoras tuvieron su auge, caída y muerte. Afortunadamente, hoy aún se las puede ver circular ocasionalmente, gracias a las que ha resucitado la Asociación Uruguaya Amigos del Riel y el Centro de Estudios Ferroviarios del Uruguay (CEFU).

 

LA ONDA

 

 

 

 

 

 

En el invierno de 1991, el último ómnibus de ONDA realizó su postrer viaje: Montevideo – San Gregorio de Polanco. Fue el punto final a la empresa que cubrió millones de kilómetros a partir de su fundación, el 20 de octubre de 1935, hasta su lenta agonía y muerte. “Tomar la ONDA” se convirtió en una frase hecha para los uruguayos que conocieron la era de auge de la compañía. Al punto de que aún hoy hay quienes dicen “Onda” para referirse a cualquier transporte interdepartamental, aunque ya no vista los colores blanco y celeste de la “Organización Nacional de Autobuses” y no salgan de la clásica estación de plaza Cagancha. ONDA estuvo a la vanguardia durante décadas. En 1947 presentó los primeros ómnibus “Onda Marina” , que eran los pioneros en llevar el equipaje (que antes viajaba sobre el techo) , en bodegas. En 1949 vinieron los primeros con aire acondicionado. En 1950, los “Centella de Plata”. En 1953 , los que lucían vidrios verde oscuro y suspensión de aire. En 1969 los veloces “Silver”. En 970, los “Camellos”. En fin; una larga historia que es posible recopilar gracias a historiadores de la empresa, como Enrique Fernández. ¿Qué queda de todo aquello? Fernández rescató todo lo que pudo. Augusto Victorica es propietario de un “Ola Marina” y un “Silver” , que fueron presentados en la película “El viaje hacia el mar”. Recuerdos de otra época. La época de la “ONDA”. (Queridos lectores, con RAICES de enero 2021 , hablaremos de los Tranvías)

 

Carretas y diligencias

Las carretas y las diligencias fueron los primeros vehículos para transporte terrestre que conoció nuestro suelo, quedando tan identificados con nuestro pasado que hasta tienen sendas esculturas que las homenajean en Montevideo, ambas realizadas por José Belloni.

La carreta era el transporte  del paisanaje en el Uruguay cerril, de vital importancia para el traslado de carga antes de la introducción del ferrocarril. Tirada por bueyes, a paso lento, circulaba por los caminos transportando cueros vacunos, lana, charque o insumos para las estancias, pero cuando el ferrocarril irrumpió en el país a instancias de los británicos, la carreta se hizo cada vez menos frecuente. Las carretas eran inmensas, estaban tiradas por 4 a 8 bueyes y viajaban al mundo de un capataz, muchas veces  en caravanas de 20 o más de ellas, auxiliándose y amparándose mutuamente del bandidaje rural. Registros numéricos señalan que entre los años 1869 y 1872 entraron a las plazas de frutos de Montevideo un promedio de 21 mil carretas anuales, transportando 9 millones de kilos de lana, entre otros productos.

DILIGENCIAS

En cuanto a las diligencias, atravesaron el país a lo largo y ancho transportando pasajeros y llevando “encargos” , sorteando horrendos caminos, transitando por lo que no eran más que huellas, vadeando ríos y arroyos, deteniéndose en las postas y cumpliendo la difícil tarea de acercar pueblos y gentes antes que el ferrocarril las desplazara en su función. Hacia 1872 eran varias las empresas de diligencias que unían Montevideo con los pueblos y villas de la campaña. Una de ellas era “Mensajerías Orientales”, que poseía 21 diligencias. Cubrían la distancia entre Montevideo y Artigas (casi 600 km) , en cuatro días. Al margen de perder dos elementos de identidad como fueron la carreta y la diligencia, con los ferrocarriles el Uruguay se hizo dependiente del petróleo. Pero claro, se agilizó el comercio y trajeron tiempos más modernos y menos cansinos.


UNA ANÉCDOTA

Sobre las diligencias, vale referir una anécdota que tiene al Dr. Elías Regules como protagonista, en viaje que realizó a la ciudad de Minas. Se cuenta que al retirar su pasaje, el mayoral le preguntó si pretendía viajar en primera o en segunda clase. Extrañado, el Dr. Regules inquirió cual era la diferencia en una diligencia, a lo que , un tanto enigmático, el mayoral le respondió: “En el camino lo sabrá”.

Por las dudas, el Dr. Regules sacó pasaje de primera, pero mientras viajaba seguía sin percatarse de las real diferencia entre su condición de pasajero de primera clase y los que viajaban con boleto de segunda, unos sentados a su lado y otros enfrente, sin sentir privilegio alguno respecto a ellos. Pero de repente la diligencia cayó en un lodazal en Paso del Billar, en el Solís Chico , cerca del pueblo de San Rafael; entonces el mayoral se dirigió a los pasajeros con gesto adusto:

  • Los de segunda, a bajarse y a cinchar.

Recién en ese momento el Dr. Regules comprendió la ventaja de viajar con boleto de primera.

 

EL CARNAVAL DEL URUGUAY


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MURGAS

Las murgas, por ejemplo, son una invención del siglo XX. Nombres como “Asaltantes con patente”, “Patos cabreros” , “Saltimbanquis” y “La milonga nacional” quedaron inscriptos e la mejor historia de las agrupaciones , y establecieron la semilla del “hagámoslo lo mejor posible” que más tarde germinó en “Contrafarsa”, “Los diablos verdes” , “Curtidores de hongos” , “La gran muñeca” o “Falta y resto” , entre otros nombres que abarcan pasado y presente. Como dato histórico, todos coinciden en que “La Gaditana que se va” fue la primera murga uruguaya. Un repaso a la historia carnavalera no puede olvidar lo que significaron las troupes de la década del veinte , “Un real al 69” , “La troupe ateniense” y la “Oxford” , pero tampoco conjuntos de humor y parodistas más cercanos, como “Los Gaby´s” los “Buby¨s” , los “Walker ´s” o los “Jokers”.

 

 

 

 

MUSICA Y MUSICOS

Víctor Soliño y el “Loro” Collazo, son ejemplos de nombres de geniales letristas y compositores musicales (“Adiós mi barrio”, por ejemplo)  que hoy encuentran en Jaime Roos, el Canario Luna o José Carbajal (el Sabalero) contrapartidas contemporáneas componiendo o cantando canciones como “Colombina” , “Adiós juventud” o “A mi gente”.
Hay letras memorables de presentaciones o retiradas de murgas, que distintas generaciones de uruguayos han cantado identificándose con el carnaval uruguayo. Por ejemplo, aquella que dice: “Un saludo cordial, dejan los asaltantes…” o la también inolvidable: “ …ya se marchan, los patitos, a alegrar otra barriada…”  Y también hay canciones que prendieron fuerte en la ciudadanía, aprendidas por cada nueva generación que va descubriendo los encantos del carnaval, como la de Ruben Lena: “El hombre es un muñeco de sueños nada más” o de Ruben Rada: “Lindo sombrero tenía Gardel..” o la histórica “Al carnaval del Uruguay, ven mi negra , ven vamos a bailar…”

 

05MAS NOMBRES

Los conjuntos lubolos como “Marabunta” , “Morenada” , “ Yambo Kenia” y tantos otros llevaron a la fama a vedettes como la “Negra Johnson”, Martha Gularte y su hija Katty, Rosa Luna, Florencia Gularte y Tina Ferreira, mientras que figuras de otros ámbitos se encargaron siempre de salir en las Lllamadas aporreando tamboriles, como los míticos futbolistas Isabelino Gradín y Leandro Andrade y artistas como Carlos Páez Vilaró y Arotxa. Pepino, Tito Pastrana, Kanela, Cachela, Catusa Silva, el Boyero, Roberto Barry, los muchos Gularte, Pendota Menezes, Raúl Castro, Horacio Rubino, Carlos Soto, Juan Angel Silva y sus hermanos, Fosforito, Pitufo Lombardo, Bafo da Onca, el carro del Chaná, Yacumenza, Nyanza…son centenares los nombres de personas, grupos o instituciones ligados a nuestro carnaval, que se unen a los que vinieron del exterior a animar fiestas memorables, como Xavier Cugat, Alberto Castillo, Armando Oréfice y los Lecuona Cuban Boys. En fin, el carnaval uruguayo tiene una identidad muy propia, que no es la del carnaval brasileño ni la del de Venecia: es el nuestro , el más largo del mundo

 

6CARLOS FEDERICO SÁEZ

Carlos Federico Sáez fue una fugaz estrella en el firmamento de los genios de la pintura, que se apagó a escasos años de iluminar con su arte el panorama pictórico nacional. De haber sobrevivido más tiempo, quizás estuviera hoy considerado como el más grande de los pintores nacionales. Sáez nació en 1878 en la ciudad de Mercedes y estudió en la Academia de Roma luego de que Blanes, rendido ante su genio, dijera que él que ya no tenía nada que enseñarle. Más tarde se desvinculó de la enseñanza académica, influido por la pintura libre de los “macchiaioli” (pintores de la mancha). La vida de Sáez fue breve. Enfermo de tuberculosis, retornó a Montevideo para morir en 1901, a los 23 años de edad. ¿Qué queda de Sáez? Bastante, si se considera lo prematuro de su muerte. Hay cuadros en colecciones privadas y públicas, está todavía el “atelier” de Vía Margutta 32 en Roma y , en el museo de Artes Visuales del Parque Rodó, además de varias de sus obras está una de las hojas del famoso biombo sobre el que volcó pintura encima y la sopló para lograr efectos de mezcla de colores, marcando un rumbo en el arte abstracto contemporáneo.

 

 

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EL CARNAVAL DEL URUGUAY

El carnaval se celebra en muchos países, pero el del Uruguay tiene particularidades que le dan una identidad muy propia, radicalmente diferente al de otros lugares.

La celebración del carnaval abraza sin exclusiones a todas las condiciones sociales y económicas, raciales y religiosas, pero sin embargo nadie deja de admitir que los verdaderos “dueños” del carnaval uruguayo (por señalarlo de alguna manera) son los integrantes de la comunidad negra. Los negros sustentan esa primacía en dos expresiones que marcan a fuego la identidad de nuestros carnavales: las cuerdas de tamboriles y las Llamadas. El tercer pilar del carnaval uruguayo está en las murgas, pero en ese caso la tradición habla de la mezcla de razas. El carnaval uruguayo está también presente en los corsos, las mascaritas, los disfraces, los cabezudos, los carros alegóricos, los tablados, los pierrot y el arlequín de las murgas tradicionales, y en un plano social más elevado los inolvidables bailes del Solís, del Parque Hotel y del Hotel Carrasco. Pero indudablemente que está en las Llamadas, en las murgas y en los conjuntos lubolos los baluartes que conforman nuestras esencia carnavalera.

EL CANDOMBE

Si bien es una música que tiene su propia identidad, el candombe está sobre todo asociado al carnaval. Esta fiesta es la que sostiene en mayor grado su existencia. Los negros uruguayos son los “dueños” del candombe, y el instrumento fundamental es el tamboril. Rubén Carámbula. En el libro “El candombe” (1995) , lo define como “un estribillo melódico, repetido con la base de una vigorosa percusión”, aunque reconoce que el candombe de hoy está lejos de sus orígenes , que se remontan a 1808. “El compositor actual – dice – creó un diseño melódico, y resultó lo que podríamos denominar “milonga candombera”.
Si el carnaval se eleva a mucho antes de la independencia uruguaya, fue con ésta que comenzó a tener mayor y mejor forma: y fue a partir del siglo XX que adquirió otra fisonomía: dejó de ser una fiesta exclusiva de la raza negra para instalarse en todos los estratos sociales de la población.

 

RAFAEL BARRADAS


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2Hay un notorio paralelismo en las vidas de Torres García y Rafael Barradas. Como aquel, éste vivió y realizó la mayor parte de su magnífica obra artística en Europa, y como el Maestro, regresó al Uruguay y murió en su tierra. Pero a diferencia de Torres, que falleció anciano, Barradas murió cuando sólo tenía 39 años. Esto ocurrió en 1939. De su obra, el grueso está en Europa, pero lo que aquí puede observarse sirve para aquilatar el valor de quien se considera uno de los mayores nombres de la pintura uruguaya. Amigo de Federico García Lorca, de Luis Buñuel y de otros grandes intelectuales españoles, Rafael Pérez Barradas (ese era su verdadero nombre) , vivió tiempos de agitación política y de riqueza cultural en España. Fue un fantástico observador de los personajes de los cafés madrileños y barceloneses a los que retrató con excepcional sutileza. Es interesante lo que escribió el propio Torres García a propósito de esa costumbre de Barradas: “Todos saben la pasión que tenía por el café, y hasta su simpatía por el ambiente de los cafés. En uno de estos establecimientos sito en la plaza de la Universidad, siempre en Barcelona, allí tenía su mesa favorita (mesa que se podía reconocer fácilmente, por estar llena de esos dibujos con que siempre acompañaba sus peroraciones), mesa junto a seis cristales que daban a la plaza, y , desde la cual – magnífico observatorio – se veía todo el vibracionismo callejero. Y allí, a ciertas horas, podía hallársele (siempre con el lápiz en la mano) , vagando su mirada en los mil aspectos de la realidad, sin pintar pintando, seguramente, descomponiendo y componiendo, atento, captando los múltiples aspectos de la compleja realidad”.


JOSÉ CÚNEO


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Nadie como él le dio a la luna un protagonismo tan marcado y tan elocuente. Nacido en Montevideo en 1887, José Cúneo pintó lunas, ranchos y campo en estilo expresionista, pero con clara raíz uruguaya y con un rasgo muy personal. Angel Kalemberg escribió que “Cúneo altera las escalas, agiganta sus lunas hasta hacerles alcanzar la potencia de los cósmico, lo germinal, lo embrionario. Entre la luna y el observador, la tierra se distorsiona y el cielo también”. Si célebres son sus lunas, sus cielos y sus ranchos, también famoso y llamativo fue su abrupto cambio hacia lo abstracto en 1958 (a los 71 años de edad) , cuando también modificó su rúbrica: sus obras abstractas las firmó Perinetti, que era su apellido materno. Lo importante en Cúneo es que –como ocurre con Figari y con Torres García – sus cuadros son inconfundibles a cualquier distancia; ante una luna y un rancho por él pintados cualquier observador sabe que está frente a un Cúneo.

 

 

 

PEDRO FIGARI


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Su pintura es identificatoria de lo uruguayo como pocas, o tal vez como ninguna otra. El gaucho, el negro, el conventillo y el candombe, con sus personajes y sus manifestaciones vitales, son la médula de su temática. Figari ha sido un pintor de vastísima obra aún cuando comenzó tardíamente. Dejó centenares de obras que lucen en distintos museos, aunque una importante selección se encuentra en el museo Blanes de la avenida Millán.
Además de abrazar con pasión el pincel, Figari también ejerció la abogacía, se dedicó a la política y fue diplomático, destacándose en todos esos ámbitos. Por ejemplo, alcanzó la presidencia de la Cámara de Diputados y el Consejo de Estado en 1898, fue creador de la Escuela de Bellas Artes, presidente del Ateneo de Montevideo, director de la Escuela Nacional de Artes y Oficios y Asesor Letrado de la Sociedad de Arquitectos del Uruguay. Fue también escritor de algunos ensayos filosóficos. Pero Figari fue sobre todo un gran pintor que supo crear atmósferas notables en celebraciones o rituales que sintetizan el alma del pueblo oriental. Negros, gauchos, chinas y también damas de la burguesía alternan en casamientos, fiestas de candombe, entierros, visitas de cortesía, bautismos, procesiones, saludos callejeros, una yerra, un simple paseo a caballo, un amorío bajo un ombú, los consabidos perros y guitarreros. Esos son sus personajes, hechos de pequeñas manchas coloridas que adquieren una tremenda fuerza visual; sus cuadros son de misicalidad rítmica en los negros y los candombes, están alumbrados por lunas diurnas y nocturnas, tienen siempre movimiento y muchas veces sus figuras son levemente simétricas. En su pintura, Figari puede ser humorístico o tierno, a veces ingenuo y otras melancólico o conmovedor. Y es casi siempre genial.

 

TORRES GARCÍA y el contructivismo

022El contructivismo de Torres García es característico de la pintura uruguaya, es uno de los pilares más firmes del arte nacional, que tuvo continuación en varios discípulos. Cuando en 1934 Joaquín Torres García regresó al país luego de 43 años de ausencia, lo hizo con la intención de crear un movimiento artístico autónomo en América Latina, fundando un taller desde el que propuso el llamado “arte constructivo”. Hoy, un museo que lleva su nombre, en la calle Sarandí, exhibe buena parte de la obra de Torres García y de algunos de sus discípulos de lo que se conoce también como “La Escuela del Sur”. El Maestro propuso con esa escuela y desde su célebre taller una audacia intelectual e ideológica que contagió de entusiasmo a sus seguidores, los discípulos de su primera hora: Francisco Matto, José Gurvich, Gonzalo Fonseca, Julio Alpuy, Elsa Andrada, Manuel Pailós, Héctor Ragni, Manuel Otero, Antonio Pezzino y sus hijos Augusto y Horacio Torres, a los que luego seguirían, en una segunda etapa (con los hijos de Torres como maestros) , artistas de suma valía como Juan Storn y Pepe Montes. El taller Torres García cerro definitivamente sus puertas en 1962, trece años después de la muerte de su maestro, clausurando un período de fermento que edificó una corriente de alumnos capaces de prolongar la huella del constructivismo hasta consolidar la vertiente más poderosa que ha conocido la plástica nacional y asimismo la de lealtades más visibles. El crítico Jorge Abbondanza ha sostenido que “con el transcurso del tiempo, el viejo Taller ha ido asumiendo un valor que está más allá de la suma de los talentos que lo poblaron y aun por encima del portentoso impulso de su iniciador: tiene ahora el alcance imponderable de los hitos del proceso artístico en un medio donde la llegada y la prédica batalladora de Torres García impusieron un sello fundacional.

 


“La peste de 1871”

tesoros

En una de las obras mayores y mas difundidas de Juan Manuel Blanes, que se encuentra en el museo de Artes Visuales  del Parque Rodó. Aún cuando la escena refiere a la peste amarilla que azotó Buenos Aires en 1871 y fue pintada allí tiene, por la nacionalidad del pintor, una identificación natural con la pintura uruguaya. Es interesante referir algunos de los párrafos que a propósito del cuadro escribió Andrés Lamas y que se reproducen en el libro “Seis maestros de la pintura uruguaya” , Dice así:
“El carácter es triste y de sorpresa. Dentro de un pequeño cuarto está la peste, la muerte, la orfandad, rodeada de todos los atributos de la pobreza, del aislamiento, del abandono. Se supone habitado por un matrimonio que tenía un hijo. “El hombre ha sido la primera víctima de la peste. La posición que ocupa en el catre indica que la mano piadosa de la mujer y el cariño de la esposa, le ha acompañado hasta la postrera respiración, y que aún después de muerto le ha cedido la cama, quedándose ella, con el hijo, en el desnudo suelo. “Allí luchó la mal aventurada mujer con la enfermedad, con el desamparo y con la oscuridad, y allí rindió la vida, quedando a su lado el pequeñuelo, ya huérfano, que no comprende que se ha secado el raudal que lo alimentaba, que equivoca el sueño eterno con el sueño diurno, y busca descubrir el pecho que una tela, que no puede rasgar, separa de sus labios. “Los detalles son elocuentes; de ellos deducimos que la mujer cariñosa y piadosa para el marido, era madre amantísima y previsora para el hijo. “La taza y la cuchara, que se encuentran en el suelo, nos parecen indicar que no queriendo amamantarle enferma, le había alimentado de algún otro modo durante la enfermedad; y la camisa, cuidadosamente prendida, nos revela que el último pensamiento de aquella madre fue cerrarle al hijo el seno en que podía beber el veneno de la peste. “Parece que esa mujer que, sin duda, luchó con la enfermedad, primero para atender al marido, después para alimentar al hijo, agotadas las fuerzas, cierra los ojos, vuelve la cabeza para ocultarle al hijo la descomposición del rostro, y abandona los brazos ya inertes, ya inútiles para su hijo. “Los dos miembros de la Comisión Popular que acaban de penetrar en el cuarto (el doctor Pérez y el doctor Argerich) , expresan todos los sentimientos que produce en naturaleza felices y cultivadas tan desgarrador espectáculo. “Los pies del muchacho se frotan con impaciencia; los dedos, que parecen moverse, como quieren hablar, como que quieren contar. Las manos se han perdido en los rotos bolsillos, pero nos figuramos que los dedos se estarán moviendo como los de los pies. “El cuadro reúne todas las condiciones de la buena pintura; esto es, unidad de composición – verdad de representación – propiedad de colorido y conveniencia”.

 

 

 

LA PALETA DE BLANES

1La paleta con que Juan Manuel Blanes desarrolló buena parte de su obra se encuentra en el museo Casa de Gobierno, en el palacio Estévez, junto a algunos de sus célebres cuadros. Una túnica y unos zapatos del maestro, mientras tanto, se custodian en el museo Mazzoni de la ciudad de Maldonado.
En páginas referidas al gaucho y también a Artigas ya vimos algunos ejemplos de la pintura de quién está considerado como el primer pintor nacional, el que inmortalizó la figura del héroe máximo y el que pintó gauchos, pero sobre todo paisanos, es decir, a seres rurales ya sedentarios, con su rancho y su china, prolijos en el vestir. Blanes tiene además una importante obra como retratista y como observador de ciertos episodios históricos dramáticos (al respecto ya vimos el asesinato de Venancio Flores). En las siguientes páginas vamos a ver otros dos de sus cuadros más famosos: el retrato de Carlota Ferreira y “La peste amarilla”.

 

 

 

3RETRATO DE CARLOTA FERREIRA

Es un retrato al óleo realizado en 1899 por Juan Manuel Blanes, que puede apreciarse en el museo de Artes Visuales del Parque Rodó. Se le considera el más célebre cuadro de la pintura nacional y tiene diversas lecturas para quien lo observe con detención y conocimiento de su historia: una, claro está, por su apreciación como obra pictórica; otra, por las connotaciones dramáticas que la dama del cuadro gestó en el seno de la familia del pintor; y tercero, por la carga de sensualidad que Blanes puso sobre la imagen de esa dama de opulentas y toscas formas. Si bien han corrido distintas versiones que difieren en los detalles, es sabido que en el ocaso del siglo XIX Carlota Ferreira, entonces viuda por dos veces, despertó la pasión del artista mientras posaba para el retrato, convirtiéndose en su amante. Pero alimentando la hoguera de los escándalos, se ha sabido también que uno de los hijos del maestro, Nicanor, cayó rendido ante la sensual dama pese a la diferencia de edades: él era apenas un adolescente y ella se acercaba a los 40 años. Y el asunto es que Carlota terminó por distanciar a padre e hijo al punto de romper su relación. Aunque no era una  mujer ni bella ni glamorosa (como puede apreciarse en el propio cuadro) la figura plasmada por Blanes se ha erigido en el símbolo sensual de su tiempo, producto de esa historia patética y trágica y de que, lejos de “mejorarla” (como a veces se estilaba en los retratos) Blanes pintó a Carlota tal como era: opulenta y sin elegancia, aunque dejando traslucir una inasequible carga sensual, la misma que el pintor experimentó ante su presencia y en la que también cayó enredado su hijo. Desde el punto de vista artístico, es interesante observar que con esta obra Blanes rompió con el esquema clásico de los retratos, fijando el punto de horizonte por debajo de lo habitual, que normalmente es el rostro. Con ello, el maestro logró resaltar las formas físicas de la dama.

 

Margarita Xirgú y la Comedia Nacional

En 1947 se fundó la Comedia Nacional en el Uruguay y desde entonces el teatro uruguayo dio un fantástico golpe de timón. Notabilidades de la escena nacional, presididas por la gran Margarita Xirgú, se posesionaron de las tablas del Solís y la Sala Verdi interpretando obra memorables, bajo eminentes directores (Calderón de la Barca, Armando Discépolo, Laura Escalante, Pepe Estruch, Federico Wolff, Taco Larreta, Ruben Yañez, Orestes Caviglia y Sergio Otermin, entre tantos otros).
No hay ni hubo uruguayos de distintas generaciones que en estos 57 años no hayan disfrutado en escena con las actuaciones de gente como Alberto Candeau, Enrique Guarnero, Horacio Preve, Wagner Mautone, Armando Halty, Claudio Solari, Villanueva Cosse, Eduardo Schinca, Jaime Yavitz o Delfy Galbiatti y actrices de la categoría de China Zorrilla, Maruja Santullo, Estela Castro y Estela Medina, entre tantas otras figuras que pertenecieron con orgullo a la Comedia.

XIRGU – Pero claro, los inicios de la Comedia Nacional están ligados sobre todo el nombre de Margarita Xirgú, miembro distinguido de la diáspora republicana que no quiso volver nunca a la España franquista. Escribió Jorge Abbondanza que “la actriz, directora y docente catalana recaló un día en Montevideo y resolvió que podía quedarse en esta ciudad, donde llegó a capitanear muchas aventuras de la Comedia Nacional, a dirigir la Escuela Municipal de Arte Dramático y a convertirse en una figura familiar para el ambiente artístico uruguayo, que en aquellos años no era todavía consciente de la emoción con la viajera recibió la hospitalidad de este país”. Y agrega el crítico: “El público iba al Solís y la veía en “Bodas de sangre”, “La loca de Chaillot” y hasta en “Macbeth”, luego de haber tenido la revelación de su sensibilidad y su temperamento en una “Doña Rosita” inolvidable. Entre Montevideo y Punta Ballena, Margarita fue casi uruguaya en los empecinamientos y los afectos de su actividad: murió en 1969, fue enterrada aquí y dejó el recuerdo de la cadencia de su voz y de su acento inconfundible, una maestra de carácter tremolante y gesto bravío. Sus restos fueron repatriados a Barcelona en 1987 para descansar entre otros héroes catalanes en la colina que los guarda, agrupados, aunque desde allí Margarita ya no pueda ver el mar”

 

Los pintores nacionales

Blanes fue el primer maestro de la pintura nacional. Si bien su estilo fue académico europeo, en gran parte de su obra puso ese estilo al servicio de temas que identifican a lo nuestro, como el gaucho y como episodios históricos de nuestra Patria. Sin dejar de considerar a otros grandes nombres de los primeros tiempos del Uruguay, como Miguel Pallejá, Diógenes Hecquet, Larravide, Besnes e Irigoyen, Eduardo Carbajal o Domingo Puig, lo cierto es que tres pintores le siguen a Blanes en orden de méritos como grandes maestros de la pintura nacional, aunque dos de ellos hayan cumplido la mayor parte de su obra en España: Pedro Figari, Joaquín Torres García y Rafael Barradas. Los críticos uruguayos coiciden en colocar a continuación, en orden de méritos artísticos, a Carlos Federico Sáez (a quien seguramente sólo le faltó vivir algunos años más para situarse en el primer lugar) y José Cúneo, seguidos de la plana de los románticos o paisajistas o maestros de la luz: Blanes Viale y Carlos Herrera (que también han incursionado en la pintura histórica) , Castellanos, Zoma Baitler, Bazurro, Rúfalo, Durá, Milo Beretta, Ernesto Laroche, Carmelo de Arzadum, Manuel Rosé, el planista Causa y varios más.
Pero son también nombres de relevancia en la pintura nacional los de los alumnos de Torres García: Matos, Gurvich, Fonseca, Alpuy, Augusto y Horacio Torres (los hijos del maestro) , los también hermanos Ribeiro (Alceu y Edgardo) y luego, hasta llegar a nuestros días, De Simone, Vicente Martín, Solari, Damiani, García Reino, Nelson Ramos, Manolo Lima, Costigliolo, Clever Lara, Juan Storm y muchísimos más. El último de alta cotización internacional entre nuestros pintores es Ignacia Iturria.

 

 

 

Delmira y María Eugenia


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Juana de Ibarbourou, Delmira Agustini y María Eugenia Vaz Ferreira integran el trío de poetisas de las que Uruguay se enorgullece. Pero Delmira Agustini tiene características – tanto en su poesía como en su vida privada – que le dan a su figura una intensidad mayor que las de sus colegas, aunque no recibiera la popularidad de Juana. La poesía de Delmira es sensual hasta la insolencia para su tiempo, en tanto en su vida privada exhibe un casamiento con Enrique Job Reyes (1913) con abrupto final a la pocas semanas, los insultos públicos de ella hacia él, el raro descubrimiento de que casi enseguida a la separación se encontraban a escondidas y se transformaban en amantes (al mismo tiempo que tramitaban el divorcio) y el sorpresivo asesinato: Reyes le descerrajó un tiro cuando ambos estaban en el lecho de amantes, pocas horas después de consagrarse oficialmente el divorcio, y luego él se suicidó con la misma arma.

 

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Delmira apenas tenía 27 años. María Eugenia Vaz Ferreira, por su parte, era hermana del filósofo Carlos Vaz Ferreira, era una belleza profunda, solitaria y algo huraña, que eligió la soledad y encontró la desesperación y el vacío. Sus versos reflejan esa desesperación, como los poemas de Delmira Agustini reflejan el amor a través de la pasión. Como Delmira, María Eugenia murió joven – aunque en su caso como consecuencia de una cruel enfermedad – con lo que su obra apenas alcanzó para editar un solo libro, “La isla de los cánticos” , aparecido póstumamente a instancias de su hermano Carlos Vaz Ferreira.

 

 

 

Onetti y Paco Espínola00

 

 

 

 

Paco Espínola y Juan Carlos Onetti son los máximos exponentes de la llamada Generación del 45.
En una columna periodística publicada en junio pasado en “El País”, Dr. Antonio Mercader sostuvo sobre el maragato Espínola que “su época de oro fue la de las peñas literarias, allí donde se discutió con idéntica pasión la ofensiva del Ebro, la Canción de Rolando, el hundimiento del Graf Spee o la última pieza del neorrealismo italiano. Y antes de eso, cuando llegó de su San José natal con la fama – y la carga- precoz de novelista de éxito en tiempos en que el autoritarismo ya amenazaba a la democracia uruguaya. “¡Pero si tenemos acá al autor de Sombras sobre la tierra!” , había exclamado el oficial que lo encarceló en el 11 de Infantería, en 1935, antes de pedirle que le firmara sin chistar un ejemplar de su novela. A ese Uruguay pertenecía  Paco, el país del primer golpe de Estado del siglo XX en donde los represores leían novelas y los escritores descendían del Parnaso para caminar descalzos sobre los terrones húmedos de Morlán, cargando un Remington, “porque no era correcto arengar contra la dictadura sin exponer el pellejo en medio de un campo recién arado”.

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Paco Espínola vivió muchos años y murió en la víspera del golpe de estado del 27 de junio de 1973; posteriormente a su muerte apareció el segundo volumen de “Don Juan, el zorro”. Onetti, por su parte, fue descrito por Carlos Maggi como “el fabuloso indiferente, el descreído, el distante de la moral y del entusiasmo, el cínico y tenebroso y maldito: es el gran maestro de la nueva ética del 45”. Y agrega que Onetti enseñó con su escritura y con su vida que, para un escritor, lo primero es escribir y lo segundo es escribir y lo demás no importa. “El astillero” es su obra máxima, que escribió y publicó después de “Juntacadáveres” y “El pozo” , otras de sus creaciones

 

 

 

JULIO HERRERA Y REISSIG

Al igual que Quiroga con el “consistorio del Gay Saber” , Herrera y Reissig tuvo su cenáculo- llamado “La torre de los panoramas” – que funcionó en distintos lugares: primero en San José 119 casi Río Branco, luego en Juan Carlos Gómez y Rincón y finalmente en Ituzaingó y Reconquista. El último se trataba de un simple mirador en lo alto de su casa, pero donde se reunía una selecta concurrencia que a la poesía y las lecturas le agregaba el mate, el tabaco, la guitarra, los naipes y también en el caso de algunos protagonistas, la morfina inyectable. En la “Torre de los Panoramas”, Herrera y Reissig era el maestro, el pontífice, el emperador. Funcionaba de día, porque no tenía luz eléctrica, aunque algunas veces se reunían a la luz de la luna. En sus paredes se leían leyendas como “Perded toda esperanza los que entráis” y “Nohay manicomio para tanta locura”. Según Roberto de las Carreras él proclamaba allí “la nuratenia nacional” y Julio Herrera y Reissig “la morfina nacional…” Otros concurrentes eran Florencio Sánchez, Lerena Joanicó, Fernández Saldaña, Paul Minely y César Miranda.
Líder entre los poetas modernistas, Herrera y Reissig era un brillante y ocurrente conversador, de réplicas ingeniosas e irónicas. Pero una enfermedad adquirida en la juventud lo apartó de este mundo cuando sólo tenía 35 años. En “Los éxtasis de la montaña” y en “La torre de las esfinges” se encuentran sus mejores versos, esos que han hecho decir a muchos críticos que Herrera y Reissig ha sido el mejor poeta uruguayo.

 

JUANA DE AMÉRICA

Varias son las poetisas que el Uruguay ha tenido, como María Eugenia Vaz Ferreira, de notable temperamento, Delmira Agustini, de un sensualismo poético llamativo para su tiempo y dotada de una estupenda fuerza de dicción, además de Luisa Luisi, Clara Silva, Susana Soca, Esther de Cáceres, Sarah de Ibañez e Idea Vilariño, entre otras. Pero ninguna ha logrado el grado de identificación popular de Juana de Ibarbourou, esencia de la femineidad poética nacional. La apoteosis de Juana llegó cuando en el Palacio Legislativo fue promovida a la mítica denominación de “Juana de América” , en un acto en el que contó con el “padrinazgo” de Juan Zorrilla de San Martín. La poetisa cuyos ardores juveniles ingresaban a la madurez, obtuvo un reconocimiento como pocas veces se le ha dado a un intelectual en nuestro país. Juana fue una escritora sensible, una notabilidad amada por sus congéneres, quizás porque además de ser prolífica era tan hermosa, de manera que las multitudes asistieron al Salón de los Pasos Perdidos donde se la coronó simbólicamente. Son diversos los recuerdos que se guardan de Juana en distintos lugares de Montevideo y que se aprecian en las fotos de estas páginas.

 

 FLORENCIO SÁNCHEZ


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“En familia”, “Barranca abajo” y “Mi `hijo el dotor” , son las tres obras más célebres de quien está considerado como el más importante dramaturgo del Río de la Plata, el “padre” del teatro en estas tierras. Florencio resumió en esas obras el sentir de las clases medias y trabajadoras de Uruguay y Argentina, fue el intérprete de su identidad, aunque le dio a sus personajes un universalismo extraordinario: sus dramas son los dramas del hombre mismo y los problemas que plantea son los de las familias de escasos recursos en todo el orbe. Nacido en el Uruguay, triunfador como dramaturgo en Argentina pero apegado siempre al suelo oriental, Florencio es la misma esencia del teatro rioplatense. El mismo escritor definía en “Nuestros  hijos”, a través de un personaje, a su propia obra: “Desentrañar del mismo seno de la vida, del drama de todos los días y de todos los momentos, las causas del dolor humano y exponerlas y difundirlas como un arma contra la ignorancia, la pasión y el prejuicio. Quiero ofrecerle a la humanidad un espejo en que vea reflejada sus pasiones, su miseria y sus vicios”.


Florencio nació en una casa de la calle Agraciada (número 26) el 17 de enero de 1875. Vivió en Minas, combatió en 1897 junto a Aparicio Saravia, se radicó en Argentina y murió en 1910 en Milán, víctima de tuberculosis, cuando sólo tenía 35 años de edad.

 

HORACIO QUIROGA

02Fue el creador del cenáculo literario “Concistorio del Gay Saber”, que funcionaba en una piecita angosta de 25 de Mayo 118 Colón y Pérez Castellanos. Era un grupo literario formado por una rueda de amigos y visitantes que discutía de literatura, leía poemas, experimentaba sobre métrica y fabricaba versos decadentes. Pero una desgracia ( a Quiroga se le escapó un tiro y mató a su íntimo amigo Federico Ferrando, en 1902) destrozó el alma del escritor, quien desesperado por el hecho emigró a Buenos Aires y luego se refugió en la selva de Misiones. TRAGEDIAS – El destino trágico de Quiroga había en realidad comenzado de niño, cuando su padre falleció al disparársele accidentalmente una escopeta de caza; quien más tarde fuera su padrastro se suicidó al quedar paralítico. Luego, ya en Argentina, su primera esposa se quitó la vida ahorcándose en Misiones y dejándolo con dos niños pequeños; a los 47 años, viudo y enamorado de una adolescente, se atormentó sufriendo la oposición de los padres de la joven a la relación; luego se suicidaría su higa Eglé y finalmente haría lo mismo  su hijo Darío. También se suicidaron su amiga Alfonsina Storni y su maestro y guía, Leopoldo Lugones.

El propio Quiroga se suicidó con cianuro en 1937 al descubrir que padecía cáncer. Demasiadas tragedias marcaron su vida y su obra, que tiene sus puntos más fuertes en las narraciones fantásticas reunidas en el libro “Cuentos de amor, de locura y de muerte”, con los que a través del horror y lo espeluznante practicó su catarsis. “Los desterrados”, “Más allá” y la novela “Pasado amor” dan cuenta también del alma atormentada de un escritor herido por cicatrices que nunca logró cerrar.

Los cuentos “La gallina degollada” , “Anaconda” , “El hijo” y “El almohadón de plumas” , son emblemáticos del estilo del escritor.

 

 

JUAN ZORRILLA de SAN MARTÍN

Es el más grande de la promoción de los poetas románticos y , en su modalidad, quizás no sea exagerado decir que no tuvo parangón en América Latina. “Tabaré” y “La Leyenda Patria”, hablan de la génesis de nuestra identidad nacional (la raza el primero, la independencia el segundo) y lo hacen con un valor literario que lo consagraron como un poeta excepcional.
Zorrilla estaba animado por el sincero espíritu patriótico y nacional que también hizo carne en ese tiempo en el novelista Eduardo Acevedo Díaz, en el pintor Juan Manuel Blanes y en el historiador Francisco Bauzá. Entre ellos, en sus distintos campos, forjaron una identidad a la Patria, dejaron establecida, a través de sus respectivas disciplinas culturales, una raíz patriótica. Pedro Henrique Ureña escribió que “si para los románticos eran los siglos coloniales nuestra Edad Media, el pasado indio representaba nuestra Antigüedad ; el culto de lo indígena estaba ahora en todo su apogeo y como suele suceder, la última de las obras (Tabaré) fue la más destacada a que este culto dio origen, la mejor. En Tabaré, la más sencilla asonancia va enlazando los versos y exige muy poco esfuerzo del lector. Fue un acierto feliz. Pero la sencillez va acompañada de una rica variedad de matices musicales, que incluyen el empleo de un estribillo. El poeta, además, tenía el don del pathos, pericia narrativa y descriptiva, y una fertilidad en la creación de imágenes libre de la manida ornamentación de tantos de nuestros románticos. Tabaré es una de las obras más originales de nuestra literatura”

JOSÉ ENRIQUE RODÓ

Dijo Carlos Martínez Moreno que nuestro Novecientos literario tiene el prestigio de un mito: “Pasa por ser la edad de oro de nuestras letras”. Carlos Real de Azúa dijo, por su parte, que se dan en el Novecientos “lo romántico, lo tradicional y lo burgués; y en primer plano, apoyándose sobre ese fondo, las influencias renovadoras”.
José Enrique Rodó es la figura más notoria de la generación literaria del 900, que discurre en realidad entre 1895 y 1925. Según Washington Lockhart, Rodó “propuso en “Ariel” promover una conciencia superior del hombre americano como expresión representativa de lo que habría de ser alguna vez la conciencia del hombre universal”. “Ariel” fue publicado por primera vez en 1900. Rodó, luego del suceso de su obra mayor, fue diputado, escribió “Motivos de Proteo”, fue secretario del Ateneo y viajó a Europa en 1916, falleciendo en Sicilia un año después. Fue precisamente en el escritorio todavía conservado del Ateneo donde Rodó escribió casi todo el “Ariel”.

 

El gaucho en la literatura y la música

El gaucho ha estado desde los comienzos de nuestra Patria en los versos y la prosa de nuestros escritores y poetas y también en las composiciones musicales de nuestros músicos. Ha sido una forma de glorificar a ese tipo humano que nos caracteriza, y acaso ha sido también una comprensible sumisión del intelectual al hechizo que  a ojos sensibles ejerce ese personaje de nuestro medio rural.

Los ensayistas separan – y con razón – la literatura gauchesca de la literatura nativista, pero a efectos de reunir en esta obra a quienes tomaron al gaucho y sus tradiciones como elementos propios de la identidad uruguaya, vamos a dejar de lado purismos y tecnicismos y los vamos a considerar aquí como si pertenecieran a un mismo género literario. Lo mismo en cuanto a la individualidad del gaucho y el paisano, retratados en forma diferenciada por literatos o músicos, sabiéndose que el paisano es la prolongación del gaucho. Realizada la aclaración, repasemos a aquellos que han tomado al tema gauchesco y con él reafirmaron al individuo que genéricamente más representa la identidad nacional.

PRECURSOR

Cualquier historia de la literatura uruguaya pondrá a Bartolomé Hidalgo como el iniciador del género gauchesco. Hidalgo vivió y murió en tiempos de la Colonia y compuso cielitos que expresaron el instituto belicoso, la protesta viril y dolorida del alma gaucha y su amor a la libertad. A Hidalgo se le homenajea con un monumento en el Prado, realizado por el escultor Ramón Bauzá.

NOVELISTAS

A Eduardo Acevedo Díaz, se le considera el primer gran novelista de nuestro país. “Soledad” , “Ismael” , “Nativa”, “Grito de gloria” y “Lanza y Sable” son ejemplos de su romanticismo hacia el sentimiento de la naturaleza y su realismo en la creación de tipos gauchos, sobre todo en “Ismael” , donde glorifica al gaucho como gestor de nuestra independencia. Del Acevedo Díaz escritor se conservan en la Biblioteca Nacional varios elementos (lentes, pluma y tintero con los que escribió “Ismael” , pero también del Acevedo Díaz diplomático hay allí un uniforme de gala en tanto del Acevedo Díaz combatiente nacionalista (antes que el Partido Nacional lo expulsara de sus filas) se conserva en el mismo lugar una espada y divisas partidarias. También novelistas gauchescos fueron Carlos Reyles en “Beba” , “La raza de Caín” , “El Terruño” y “El gaucho florido”, acaso su máxima expresión en la descripción de la vida del campo, y Javier de Viana, gran narrador en novelas y también cuentos, como “Campo”, “Gaucha” y “Gurí” , además de destacarse por sus crónicas de la revolución de Aparicio Saravia.

POETAS

Fueron también importantes los poetas gauchescos: Antonio Lusich (hombre de diversas actividades, entre las que se encontraba la literaria) precedió a José Hernández al componer “Los tres gauchos orientales” en rimas que luego el escritor argentino emparentó a perpetuar su “Martín Fierro”. Continuó con “El matrero Luciano Santos” , personaje que ya estaba en “Los tres gauchos orientales”. Elías Regules sintetizó el sentimiento campesino con cierta tristeza en obras como “Mi Tapera”, “Flor de campo” , “Rumbo” y “Siga la huella” . A propósito de Regules , hay que recordar que es el fundador del movimiento tradicionalista en nuestro país, que cumplió una destacada labor de mantener viva y perenne la identidad gauchesca. José Alonso y Trelles (conocido como “El viejo Pancho” ) aborda también con sufrido sentimiento al mundo rural en sus versos reunidos en el libro “Paja Brava”. Serafín J. García fue acaso el de mayor vibración en la literatura gauchesca, que perpetuó en el libro “ Tacuruses” versos inolvidables como “Orejano” y aquel que comienza “Mándense a mudar tuitos a la puta, que no quiero sabandijas en mi rancho” , ambos más tarde musicalizados en excelentes versiones por Jorge Cafrune y Los Olimareños

 

 

LAS DOS URNAS DE ARTIGAS


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En el centro de la Plaza Independencia, es decir, en el corazón de Montevideo, se encuentra el mausoleo que guarda los restos del Jefe de los Orientales. Pero no es ella la única urna que contuvo los despojos mortales de Artigas; en el museo Casa de Rivera se encuentra otra urna, más modesta, en la que los restos fueron traídos desde Paraguay el 16 de setiembre de 1855, cinco años después de su muerte.

 

En la misma sala del referido museo se puede observar el cuadro de Domingo Puig que escenifica el momento preciso en que esa urna fue desembarcada en el puerto de Montevideo. También en el museo, junto al cuadro y la urna, puede apreciarse la bandera en que estaba envuelta la urna cuando fue traída hasta nuestra ciudad.

 

La Historia

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Los restos de Artigas llegaron al puerto de Montevideo el 16 de setiembre de 1855, custodiados por una comisión de destacados ciudadanos. Habían sido exhumados en el cementerio de la Recoleta de Asunción el 20 de agosto de 1855, para cumplir así con el traslado a nuestro país. En esos días el gobierno debía afrontar una revolución conservadora. Flores había renunciado y ocupaba la presidencia Don Manuel Basilio Bustamante. Entre esas vicisitudes, los restos del patriarca quedaron olvidados durante un año en un depósito de la Aduana. El 1 de marzo de 1856 asumió la presidencia Gabriel Pereira, quién el 20 de noviembre dispuso que los restos fueran llevados a la Matriz y después de un solemne funeral, trasladados al Cementerio Central. Pero hasta 1867, cuando se terminó la rotonda central, los restos estuvieron en el panteón familiar del propio Pereira. Muchos años después , en 1972, el gobierno de Jorge Pacheco Areco temió un golpe espectacular de los tupamaros (luego del robo de la bandera de los Treinta y Tres Orientales podían intentar apropiarse de la urna con los restos de Artigas) y estos, en consecuencia, fueron conducidos desde el cementerio Central al Cuartel de Blandengues, donde estuvieron depositados durante cinco años. En 1975 se resolvió por ley construir el mausoleo en la Plaza Independencia, debajo del monumento ecuestre realizado por Zanelli, el que se inauguró dos años después. Desde entonces, los restos allí descansan, custodiados en forma permanente por una guardia del regimiento de Blandengues.

 

 

 

 

 

 

 





   
 


PÁGINAS AMIGAS