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MADRE, sin ti…pero a tu lado

Por. Julio C. Romero Magliocca.

   
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Allí junto a la pileta…

Una melodía silbada llegaba hasta la ventana del dormitorio, el mismo daba a los fondos de la casa de Colón en donde teníamos un terreno bastante extenso que alcanzaría los 30 metros.
La dueña de esa melodía era mi madre quien se encontraba junto a la pileta con sus manos sumergidas en el agua helada, con una mano sostenía la ropa y con la otra pasaba una y otra vez el jabón que tal vez sería Bao o Buldog. Un poco más allá de la pileta estaba el aljibe que era tapado por una chapa, es que allí llegaba el agua de las lluvias que por un mecanismo ingenioso la depositaba desde los techos. Mi madre solía sacar con un balde atado a una cuerda el agua necesaria para llenarla para cada lavado. Ella alegre no sentía que eso fuera un trabajo, hasta con gusto y placer desarrollaba esa tarea. Más tarde luego de retorcer la ropa, llegaba el colgado que este se hacía en alguna cuerda entre árbol y árbol, allí ahora descansaban esperando los pálidos rayos de sol de un invierno más. Contenta que me había despertado, me preguntaba ¿Tomás mate conmigo o te preparo la leche?  , el mate ganaba la decisión, se sumaba a ello el pan calentito ese de horno a leña que el panadero había llevado no hacía mucho tiempo al almacén del barrio.
Era común acompañar esa crocante flauta con algo de manteca y dulce de leche…los mates prontamente comenzaban a circular con esa aroma de hoja de cedrón recién extirpada de la planta. Mi madre muchas veces sin dejar la tarea me decía ¡tomate otro que ya voy! , con el tiempo comprendía que era porque sus tareas casi como que estaban cronometradas, más tardes venía la elaboración de la comida y aprontarnos para la escuela.

(Humilde homenaje a mi madre, aquella gran mujer que supo enseñarme el camino del bien con las herramientas del ingenio pero principalmente del amor que derramaba su ser)

 

Cosiendo en la Singer…



Junto a la ventana que daba a la calle Yegros (Colón) , y como fondo paisaje, el monte…allí muchas veces la encontraba a mi madre cosiendo nuestra ropa. Muchas veces me acercaba a ella para tomar unos mates mientras cosía.
Recuerdo que yo odiaba aquellos pantalones con las rodilleras de cuero. El  tiempo me hizo comprender porque lo hacía así mi madre. Es que yo solía jugar gran parte del día a la bolita y por más que me cuidara de no apoyar la rodilla al suelo en algún momento lo hacía. Entonces mi madre para reforzar o tapar aquellas lastimaduras que tenía el pantalón, le cosía esas rodilleras las que a la vista no quedaban muy lindas, pero daban más vida al pantalón, que en muchos de los casos habían sido usados por mis primos, y luego por mi hermano mayor, hasta llegar a mí. Una melodía de fondo en la radio, traía el programa “Su cita folklórica”, mientras los rayos de un sol otoñal casi sin fuerzas se escondía tras los árboles del monte, mi vista fija en él lo acompañaba hasta la oscuridad. Mi madre igual con una vela o “mechero” seguía alumbrando su costura, cuando un apagón de los tantos que había, castigaba nuestro barrio. Ese ejercicio con sus piernas dando pedal a la máquina, posibilitaba que el hilo zurciera todo lo que encontraba a su paso, al termino un aire de satisfacción le mostraba el trabajo hecho, ya estaba pronto para usar…

(Humilde homenaje a mi madre, aquella gran mujer que supo enseñarme el camino del bien con las herramientas del ingenio pero principalmente del amor que derramaba su ser)

 

 

 

 





   
 


PÁGINAS AMIGAS