
El Vaccaro fue, desde los años treinta y hasta más allá de los cincuenta, el gran café de Goes, Villa Muñoz, Arroyo Seco y Reducto. Por extensión resultó también un amable faro para las noches de la juventud bohemia del Cerrito de la Victoria, Porvenir y Pérez Castellano. Su enorme salón vibraba intensamente al conjuro estimulante de la charla desplegada en decenas de grupos de todo tipo: políticos, deportivos, culturales, profesionales y comerciales.
Por su parte, desde las diez de la noche las mesas del salón comedor estaban repletas desde hacía rato. No era para menos: en toda estación se servía, entre otros platos suculentos, un puchero conteniendo una presa de gallina, un trozo de carne, chorizo, morcilla, tocino, boniatos, papas, garbanzos, zapallo, zanahoria y repollo. El responsable de la cocina era Felipe Medina, que también ofrecía milanesas de tres pisos y churrascos monumentales. Del otro lado del mostrador, su colega Roberto López preparaba sandwiches y, cuando había, perdices "a la escabeche”.
(Vaccaro ubicado en Avda. Gral. Flores y Domingo Aramburú) |
|
|