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MEMORIAS DE MI QUERIDO COLÓN

Por. Julio César Romero Magliocca



   
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Los “matarifes” de mi barrio

 

 

 

 

 

 

 

 

Cómo olvidar aquellos hermosos churrascos clandestinos, como olvidar aquellos relatos llenos de aventuras y peligros en las madrugadas de aquella década del 70. Aun replican en mi cabeza historias, algunas leyendas pero bueno dejemos que la pluma avance y les cuente. Nuestra casa se encontraba a unas cuantas cuadras de La Tablada. A ese lugar llegaban los trenes del interior del país con el ganado que luego iban a ser transportados por la calle “Camino de las Tropas”, hasta los frigoríficos del Cerros. Me imagino a los baqueanos con sus picanas en una procesión de ganado por ese camino adoquinado.

 

 

 

 

 

 

 

Estos animales en esos viajes de varios kilómetros muchas veces llegaban un tanto lastimados, algunos incluso entre frenadas se quebraban y ese acto desgraciado permitía que el resto lo pisara. Como ese animal no iba a servir para para hacer el resto del camino hasta los frigoríficos, era separado del resto al llegar a La Tablada. En ese lugar había un hotel muy importante al cual llegaban los ganaderos y los compradores de esos frigoríficos, el asunto es que allí se terminaba haciendo el negocio de la compra. Por aquellos años en casi todos los barrios vivían vecinos que habían venido del interior, lo que le daba ventaja frente al de ciudad, ellos sabían manejar el facón y faenar con mucha ductilidad. Lescano, oriundo de Carmelo, era el padre de mi amigo “Antoñito”, el era mi vecino mencionado del “conventillo”. En las madrugadas cuando se sabía que venía ganado a La Tablada, como reguero de pólvora se desparramaba por el barrio que habría faena. Todos comprenderán que esta faena era clandestina, seguramente los guardias estarían por otro lado cuando operaba el faenador, que lo hacía muy rápidamente. Se mataba el animal y allí mismo se fraccionaba en trozos , los que eran cargados a hombro para luego sortear el arroyo Pantanoso y llegar a sus hogares para hacer la parte final , fileteado y el resto. Don Lescano tenía una balanza muy antigua, allí los vecinos como si a una carnicería concurrían a comprar la carne más barata por supuesto, el peligro sanitario estaba descartado en aquellos tiempos porque el animal no tenía alteraciones como por estos tiempos, al criarse a campo que el mismo lejos de estar contaminado brindaba al animal una comida saludable. Claro está que el animal no visitaba al veterinario ya que este recién tomaba contacto con el animal una vez que ingresaba en los frigoríficos, pero bueno aquí estamos para contar el cuento. Rápidamente la carne se terminaba casi al mediodía, ni llegaba a la carnicería del barrio porque los vecinos hacían la compra directo, a todos les servía el precio. Los “matarifes”, en la tarde se reunían para dejar que la suerte incrementara su ganancia, mediante el juego de la taba. Entonces debajo de una gran enramada iban llegando los jugadores, con su facón en la cintura , dejaban atado el caballo contra algún árbol y bueno todo ese juego llevaba horas, por lo que el vino era la bebida común que circulaba mientras tanto. Para ello como observadores con un tanto de distancia nos encontrábamos mi amigo “Antoñito” y yo , para hacer los mandados, pan , vino , fiambre, queso y algunos caramelos que pagaban ese gesto para nosotros. No siempre terminaba bien ese juego de la “Taba” , roces, discusiones que muchas veces llevaban a emplear ese facón que asomaba en sus cinturas, al rato, todos abrazados curando las heridas…había que estar bien para la próxima faena.

 

MEMORIAS DE MI COLÓN 

La fuerza de la palabra 
Por. Julio César Romero Magliocca

 

Muchas veces una buena charla dada a tiempo, evitan inconvenientes posteriores, enseña desde la forma que uno pueda comprender todo aquello que la sabiduría de los años coloca en la voz de los mayores, y si estos son nuestros padres mayor valor aún. Mi niñez fue una niñez muy hermosa con sobresaltos un tanto tristes pero bueno , ¿quién nos los tuvo?. Vivíamos frente a un monte en Colón calle Yegros próximo al monte de la francesa, ese nombre fue dado desde los orígenes en honor a la esposa del pionero Perfecto Giot quien tuviera la idea hecha acción de fundar el primer hotel “PARC HOTEL GIOT”. Nuestra casa estaba orientada la puerta principal frente al monte, por lo que luego de las 13 hs el sol se ocultaba detrás de los árboles. Los inviernos eran muy crudos , la humedad y el frío hacían estragos , en cambio los veranos eran hermosos, pues la rutina estaba diseñada así en las vacaciones. Mi madre luego de lavar la ropa en la pileta, preparaba el mate y nos esperaba a mi hermano y a mi debajo de un sauce que se encontraba al costado de la casa. Allí mate , tras mate pasado de mano en mano , íbamos charlando y viendo desde allí pasar a los vecinos del barrio, unos marchaban a la feria, al almacén o en viaje al centro. Luego del mate, si era sábado la cita obligada era ir a la feria. Cómo en casa teníamos muchos gatos mi madre cuando compraba pescado para hacer frito, y ya de paso pedía los sobrantes del fileteado para los gatos, otra de las costumbres era cambiar las historietas con revistas Tony , Dartagnan, y mi madre las infaltables novelas Corin Tellado. Luego visitar los distintos puestos para buscar la fruta y verdura, mi madre peleaba el precio de una forma tenaz, siempre lo mejor estaba en la parte delantera del puesto, pero el hábil puestero colocaba atrás alguna fruta pasada o verdura en estado de jubilación. Yo me crié en esa libertad en la inocencia de aquellos años, ganando el monte con mi honda y el contacto con la naturaleza. Recuerdo un día en el que íbamos con mi amigo “el chita” por el monte, se nos había dado que podríamos cazar alguna libre o perdiz...entonces un buen día caminando sigilosamente llegamos a un lugar muy cubierto de pasto, y cómo estampida una liebre abandonaba su nido , casi seguimos pero algo nos dijo que allí podría haber algo...y todo se confirmó cuando nuestra vista nos devolvía la imagen de dos Cachorritos muy chicos de la liebre que había marchado... nos miramos con mi amigo y los tomamos volviendo para casa...cada uno llevo uno para la suya...mi madre me quería “matar” , se puso nerviosa y al mismo tiempo me rezongaba por lo que había hecho...al poco tiempo, el cachorrito se murió y el de mi amigo lo mismo. Mi madre luego de enterrarlo me llevo a mi cuarto, me sentó y me hizo reflexionar sobre lo que había hecho...no, me pego ni elevó su voz, ni siquiera me puso en penitencia ...su explicación la entendí de una forma tan profunda que lo único que atiné fue romper la honda en varios pedazos...

 

 

 

 

 





   
 


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