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ARTIGAS y los charrúas eran cachadores Antología del buen humor Por. Carlos Maggi

   
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Ser burlones es uno de los rasgos típicos de los charrúas; eran cachadores. Altos recios, de dientes muy blancos, se reían en grande. Pienso que despreciaban a los europeos, por maturrangos. Nada que ver con los tapes, indios guaraníes de cara chata, bajos de estatura y melancólicos de temperamento, entregados, sumisos. Un naturista famoso, Antoine Josef Pernetty, que estuvo en Montevideo a fines de año 1763, cuenta: “En otra oportunidad que estábamos con el párroco, se nos advirtió que se aproximaba un grupo de ocho o nueve indios, hombres y mujeres. El escribano de nuestra fragata (tan luego el hombrecito más serio y pacífico, el escribano) comía un pedazo de pan junto a la puerta y uno de los indios se lo tomó al pasar, se detuvo un momento y lo comió riendo, con lo que provocó el regocijo silencioso de todo el grupo”. Lo que importa en la anécdota , es: que el indio no salió corriendo; se detuvo y comió el pan allí cerca y riéndose, sin la menor agresividad; no era una maldad lo que estaba haciendo, no pensaba que fuera un delito, era una cachada, una broma para divertirse en patota: sobrar a uno de esos grandes señorones, delante de las muchachas. Dice Barrios Píntos , que el arco musical de Laureano Tacuavé, uno de los charrúas llevados en 1833 a Francia por monsiur Curel, arrancaba sonidos dulces y armoniosos. El arco fue descrito y analizado, científicamente , por el académico de Ciencias Naturales de París, un idiota llamado Dumoutier. Tacuavé utilizaba la boca como caja de resonancia, y así, tocando levemente la cuerda con los labios, hacía música. Tacuavé, exhibido como un bicho, se dedicaba a dibujar y coloreaba figuras; representaba (transcribo textualmente) “los visitantes, de quienes gustaban burlarse”. Hay que tener mucho sentido del humor y mucha sangre charrúa para sonreir a través de los barrotes, viendo a los franceses que lo encerraron a uno en una jaula. Hay que tener mucho resto para ver tantos malvados y no enfurecerse; reírse , nomás. Y no era Tacuavé solo, el que reaccionaba así: el doctor Rivet, conjuga en plural: “gustaban burlarse” : se refiere pues a: Tacuavé, Senaqué (el médico de Artigas, que también secuestraron) y sus dos compañeros de cautiverio. No eran aburridos, ni huraños, ni solitarios, ni cabizbajos, ni muy impenetrables, los charrúas. Al revés: eran presumidos y fanfarrones; gozaban luciéndose: personas extravertidas. Son muchas las conclusiones que pueden extraerse del valioso estudio que publica Aníbal Barrios Píntos: preciosas pruebas sobre el modo de ser de esa nación a la cual tanto le deben los señores uruguayos: gente menos perversa , menos deshonesta y , sobre todo: menos disminuída por la humildad, de lo que generalmente se supone, al hablar de indios mortecinos. Eran circenses: le gustaba exhibir lo que podían hacer como jinetes geniales. El teatro es ficción en escena y el circo es verdad extraordinaria que se lleva a cabo para sorprender y ser admirado. El teatro vale porque es una mentira y sin embargo, duplica la realidad; el circo vale porque es una realidad y sin embargo, parece mentira. Félix de Azara asiste a una función donde los charrúas deslumbran con sus habilidades y comenta: “vi todo lo que es capaz de hacer un hombre a caballo, en pelo y con un gran lanzón. Disparaban los caballos hasta la furia, los sentaban de repente y volvían sobre sus pasos con una agilidad indecible. En lo más violento de la carrera, saltaban a tierra y otra vez a caballo con la ligereza del halcón, apoyándose en la lanza. A veces se echaban a un lado, ocultándose en esa forma con el cuello y la cabeza y el cuerpo del caballo, parecía que éste corría solo”. Barrios Píntos afirma – después de mostrar un ejemplo muy expresivo – que había un “principio de ética severa que sustentaban los charrúas”. Y un poco antes había hablado de “su reconocida altivez y de su hospitalidad con quienes llegaban hasta ellos por motivos pacíficos”. En dos características de su personalidad, Artigas es diferente y mejor que los demás montevideanos de su época: mayor sentido ético y mayor sentido del humor. Para ser un charrúa completo solo le faltó un rasgo más : ser fanfarrón.

 

 

 

 

 





   
 


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