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La verdadera historia de Hachiko, el perro que esperó por 10 años a su dueño fallecido

   
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La espera de Hachiko por su amo llegó a su fin el 8 de marzo de 1935, cuando el cuerpo del perro fue hallado intacto en la estación del tren de Shibuya, Japón.


Por casi 10 años permaneció allí esperando volver a ver a su dueño salir de la puerta de la estación de tren. Murió con el anhelo de que se reencontrarían y con la idea errada de que su amo aún vivía. La verdadera historia de Hachiko, el perro japonés, va más allá que solo la película de ‘Siempre a tu lado’.
Hachiko nació en 1923. Su dueño, Hidesaburo Ueno, era un agrónomo que impartía clases en la Universidad de Tokio.


Ueno encontró al perro en 1924, cuando apenas era un cachorro. Al hallarlo, no quiso dejarlo abandonado, pero, para entonces, tampoco quería quedarse con él en casa, así que en un principio solo sería mientras hallaba una familia. No pasaron los suficientes días, cuando Ueno ya se había encariñado con el perro, así que cambió de opinión.


Su decisión se hizo más fuerte cuando notó que el animal sufría una desviación en las patas delanteras, que daban la forma del número ocho, un término que en japonés se dice ‘Hachi’, de allí el origen de su nombre Hachiko.


Hidesaburo Ueno y Hachiko se hicieron amigos inseparables. Sin entrenarlo, cada mañana el perro acompañaba al profesor hasta la estación de tren de Shibuya, Japón, donde se daban un simple hasta luego. Sorpresivamente, cuando Ueano regresaba de trabajar, el perro estaba allí.


Tanto transeúntes, como trabajadores del lugar, daban cuenta de la estrecha amistad y el vínculo tan fiel que se había creado entre el profesor y Hachiko. Para muchos, el animal admiraba a su amo.
Casi un año después, el 21 de mayo de 1925, el profesor Hidesaburo Ueno falleció por una hemorragia cerebral.

El perro no entendía que su dueño ya no era parte del mundo terrenal, por lo que continuó esperando en la estación de tren de Shibuya, donde vio a su amo por última vez y de donde siempre lo esperaba al regresar. En su interior, solo confiaba que algún día el profesor saliera nuevamente por la entrada del lugar.
Desde aquel 21 de mayo, Hachiko no dejó la estación. Taciturno y triste, solo esperaba que Ueno tuviera que llegar en cualquier momento.
De la estación de Shibuya nadie lo pudo apartar. Hizo su vida allí, aun bajo el invierno, la lluvia, el frío, el sol, la fidelidad de Hachiko no se quebrantó. De hambre tampoco murió, pues los viajeros que pasaban por allí se encargaron de alimentarlo y cuidarlo.

‘El perro fiel’, como denominaron a Hachiko, llevó a que en abril de 1934 se inaugurara una estatua en su honor. El propio Hachiko hizo parte de la ceremonia, aunque en su pensamiento solo estaba el regreso del profesor Ueno, un regreso que no llegaría jamás.




 

 

 

 





   
 


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