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CARLOS GARDEL – EL MISTERIO (Parte I)
Atrapado por el Misterio
Fuente libro DOS ROSTROS PARA GARDEL autor Nelson Bayardo

   
     

Aun en un alto porcentaje de aquellos que se consideran incluidos entre sus máximos “adictos”, son muy escasos quienes han logrado adentrarse en el conocimiento verdadero del hombre que termino constituyéndose en el mayor mito de toda la historia, no ya solo del Río de la Plata sino de toda América Latina, y que se llamo Carlos Gardel.
El señor Embajador de Venezuela en Uruguay, don Juan Enrique Moreno Gómez, hombre que hace mas de cuarenta años deambula por los dos países del Plata pero que es, además un amplio conocedor de todo el continente sureño y un fervoroso adherente a la tesis que fija el nacimiento de Gardel en Tacuarembo, sostiene con convicción que el cantor no es uruguayo y tampoco rioplatense, condición que debería admitirse si se toma en cuenta que fue Buenos Aires su reconocida patria artística y lugar que le catapulto a la fama. Moreno Gómez, imperturbable, niega ambas posibilidades y afirma:

“Gardel es, por encima de todo, Latinoamericano.”

Y aunque personalmente siempre he sostenido el carácter esencialmente rioplatense del ídolo, debo admitir que cada vez me adhiero con mayor fervor a lo sostenido por don Juan Moreno Gómez. Pero volviendo al conocimiento extremadamente superficial que se tiene sobre Gardel y sobre muchos aspectos de su vida que terminaron definiendo una personalidad muy peculiar y una conducta resultante de la misma, vale la pena mencionar lo que afirmo con total seguridad el celebre maestro Julio de Caro, intimo y dilecto amigo del ídolo. De Caro, refiriéndose al tema, quiso explicar de alguna manera esta rareza, atribuyendo a Gardel la condición de “rendir culto al misterio” y , como para que sus palabras no fueran llevadas por el viento, lo estampo en un papel donde luce su membrete y que firmo de puño y letra. Con todo el respeto que merece una figura consular del tango como fue De Caro, de cuya hombría de bien y sentido de responsabilidad jamás se ha dudado, creemos que su palabras un reparo, que acaso sea solo consecuencia de su deseo de sintetizar, en una sola frase, un concepto algo mas amplio. O, por que no, dejar en un terreno ambiguo algo que Gardel no tenia mucho deseo de explicitar. Y que De Caro respeto. Efectivamente, un análisis profundo, serio y meditado, llevado a cabo por periodistas, profesionales universitarios de diversas disciplinas e historiadores, ha permitido concretar la verdadera biografía de Gardel, basada en aportes testimoniales insospechables y , fundamentalmente, en documentos escritos concluyentes. Esta biografía ha merecido, a lo largo de los Congresos Mundiales Gardelianos, el aval de prominentes expertos neutrales, todo lo cual permite precisar que Gardel “no rindió culto al misterio, sino que quedo apresado por dicho misterio y envuelto en sus redes de modo tal que termino constituyendo un modalidad de relación con el medio, una manera de vivir que le permitió soslayar el drama de su nacimiento, que tanto incidió en su personalidad y sus relaciones sentimentales”.

Apenas muerto Gardel, el presidente de Uruguay, doctor Gabriel Terra, reclamo la repatriación de sus restos. El diario montevideano La Tribuna Popular, del jueves 27 de junio de 1935, en su pagina 20 y con un titulo que abarcaba el total de sus columnas, expresaba:

“LOS RESTOS DE CARLOS GARDEL DESCANSARAN EN TIERRA URUGUAYA. Así lo resolvió el Presidente de la Republica.”

Pero por razones que no viene al caso desarrollar ahora, y en función de lo que decidió quien entonces se creía fuera su madre real y biológica, la ciudadana francesa Berthe Gardes –en rigor su cuidadora de la niñez – los restos mortales de Gardel terminaron descansando en el Cementerio de la Chacarita, en Buenos Aires, lo que acaso haya implicado justicia, en la medida en que fue allí donde las excepcionales dotes artísticas de cantor le otorgaron la posibilidad de proyectarse al mundo y lograr su inigualada fama.
Dos años y medio después de la tragedia de Medellín – donde el artista perdió la vida en un accidente de aviación – el domingo 7 de noviembre de 1937 fue inaugurado, en el citado Cementerio de la Chacarita, el mausoleo que se levanto en su memoria y en el que se encuentran sus restos. Allí fue erigida la estatua que se ha dado en llamar “El Bronce se ríe” , realizada por el escultor Manuel de Llano. Si bien este acertó en la expresión del rostro, no pudo evitar que , en su conjunto, su Gardel reprodujera un mito que ya a esa altura había sido convenientemente maquillado y que si en parte respondía al envoltorio que el propio cantor había sostenido para proteger su intimidad, en un porcentaje importante era adjudicable a una publicidad interesada en comercializar su nombre, edulcorando sus atributos de modo análogo a lo que se hace, por ejemplo, con un detergente, un calzado deportivo o una pasta dentífrica.  A dos años y medo de su muerte, la publicidad no ha podido superar aun la barrera de relatar, en mil y una oportunidades, la anécdota de la pregunta que Gardel le hiciera a Razzano (¿la habría hecho realmente?) : si “los 70 pesos del Armenonville eran por mes” , de lloriquear por el zorzal –que-quemo-sus alas y tantas otras “letanías” de corte análogo y aterradora superficialidad, que ocultaron al hombre real.
Ese Gardel omnipotente de la Chacarita, que recibe- y eso es calido y emocionante por todo lo que conlleva como acto – un cigarrillo inútilmente encendido (pero, ¿Qué importa?) en su mano de bronce, no condice con el Gardel real ; oculta al Gardel de carne y hueso, dando pie a múltiples interpretaciones (pero todas idénticas, pues estaba prohibido apartarse del estereotipo) , que se vertieron por medio de artículos en diarios y revistas, en libros y folletos, que , salvo honrosísimas excepciones, no significaron el menor aporte para acercarse a la verdad.


Una verdad que exhibiera, en su real dimensión, a un hombre que, como todo hombre, tuvo sus luces y sus sombras.
En Gardel, estas ultimas fueron cuidadosamente ocultadas hasta que, agotada la cantera de su explotación, se intento invertir su signo, como en el lamentable caso en que, luego de exagerarse su imagen hasta presentarlo como el paradigma de la masculinidad rioplatense, se invento la ridiculez de su falta de virilidad u homosexualidad. Sin que estemos estableciendo, en ninguno de los casos, juicios de valor, ambos extremos significaron, tan solo y simplemente, una mera falsedad de oscura motivación. La pobreza de la argumentación utilizada para dejar al desnudo tales mentiras no paso los limites de decir que “Gardel era bien macho” , con lo que solo se demostraba el escaso conocimiento del tema, aseverando lo dicho antes : Gardel fue pasto de glosadores repetidores de frases hechas. Reclamo la atención del lector : no estoy empeñado en desmitificar a Gardel, por cuanto no me siento involucrado en la epidemia de desmitificación que parece aquejar a muchos que escriben por el mero hecho de tener una pluma a mano. O bolígrafo, o computadora. En lo personal diría que he convivido, con mucha alegría  y mayor felicidad, con la existencia del mito gardeliano, en épocas en que no era pecaminoso glorificar los mitos, si los tomamos como expresiones colectivas validas para promover acciones positivas. Un mito útil, diríamos, terapéutico para los nostálgicos, que en el exterior – abundantes coincidencias así lo testimonian – e incluso aquí, en momentos espirituales pocos propicios, se dejan invadir por el misterio de su voz mágica, para recomponerse, sentirse mejor. “El canta y vive en esa eternidad que gira / Esa voz: casi todo lo demás es mentira” , versifica Gustavo Aguirre en hermoso poema. Voz que se oscurece y se vuelve densa y grave cuando alude al dolor, la traición, el fracaso o la muerte, y que se aclara cuando la felicidad se avecina; silencios tensos y opresivos cuando se desea anticipar una instancia culminante. Voz que se interrumpe, espontáneamente, para toser o reír, simular una queja , introducir un parlamento , todo dentro de la vertiente de originalidad y magia que otros imitaran luego. Pero seria inútil explicar solo el mito por vía de su arte. Gardel es un prototipo de su época, y este lo sobrevive a su muerte. Se habla como Gardel , se imita su peinado – nace el reinado de la gomina - , se usan camisas rayadas como las suyas, se camina como el , se emplean sus giros cuando habla. En vida, es un ídolo mayúsculo y cuando muere, nace la leyenda. Y la suma del ídolo mas la leyenda conduce al mito, casi como siguiendo una ley matemática. Es en aras de todo ello que surge la necesidad de estudiarlo, de entenderlo, de saber en realidad quien era ese hombre que no puede quedar limitado y echado a “un gacho gris compadrito y piquero, requintado y echado a los ojos” , ojos en los cuales sus amigos íntimos – amen de algunos buceadores de almas – hallaron un inexplicable tinte de tristeza.

“No es posible separar en Gardel su arte de su vida personal ni de la vida que lo circunda – dirá Casto Canel - , ya que en el todo responde a una profunda actitud vital que se hace patente en todo lo que a el se refiere.
Resulta difícil hacer un análisis objetivo e imparcial de los distintos elementos que integran unitariamente su arte, ya que la suya es una actitud en la cual se manifiesta lo vivido, es algo que supera el juicio estético, algo que crea un compromiso, obligando a compartir un mundo y a definirse sobre el, y no es posible quedarse en la orilla de ese mundo si se quiere comprenderlo.”

En busca de esa comprensión es que intento hacer este bosquejo de su personalidad, a través de un estudio tercamente sostenido desde hace exactamente treinta años, de modo sistemático, que nació conmigo en un hogar donde mis predecesores eran ya sus adictos incondicionales y donde la voz de Gardel – por la radio o en los discos – debe de haber acunado mas de un sueño infantil. Las diversas bibliotecas publicas de Buenos Aires y Montevideo – mas las primeras que las segundas - , también las de Bogota y Madrid, me tuvieron de asiduo visitante para consultar sobre el cantor y el hombre. Como dije alguna vez : “no dejo en ninguna librería libro alguno en pie, si contiene información sobre Gardel ”. Y ahora mismo, mientras escribo, su voz me hace de fondo. En particular me ha sido muy útil, para mezclarme con sus intimidades y adentrarme en el laberinto de su personalidad, la posibilidad que me otorgo – con cordialidad y gentileza extremadas, que aquí agradezco nuevamente – la señora Cristina Razzano de Airoldi, al permitirme leer íntegramente, en su casa del barrio de Flores, todo el epistolario entre el cantor y el padre de la señora de Airoldi, Jose Razzano , a quien muchos atribuyen – con alto grado de razón – haber sido, en gran medida , el “hacedor” de Gardel. En cartas que el artista jamás imaginaria que llegaran a conocimiento publico, este se desnuda en cuerpo y alma ; esto me permitió penetrar en su complejo mundo interior y , mas allá de eventuales errores de interpretación que pudieran existir, casi sin excepción, lo expresado en ellas recibiría luego el aval de la opinión de sus amigos íntimos. Lamentablemente, abusando de la generosidad de la señora de Airoldi, ese espistolario ha sido prácticamente devastado por gente inescrupulosa, cuya presunta condición de estudiosos o coleccionistas no los redime de su actitud delictiva.

 

 

 

CARLOS GARDEL – EL MISTERIO (Parte II)
Atrapado por el Misterio
Fuente libro DOS ROSTROS PARA GARDEL autor Nelson Bayardo

EL BRONCE QUE RIE

Parece importante aclarar que el monumento de la Chacarita, desde el punto de vista de lo que implica ese tipo de escultura y a los efectos de su significación publica en general, refleja un acierto – muy al contrario de la mayor parte de otras esculturas que se conocen – pues ese Gardel sonriente, optimista y seguro de si mismo, era el que el cantor exhibía ante su publico. Pero que quienes pretenden ser expertos o conocedores del tema hayan tomado esa imagen como la verdadera y como tal la hayan presentado en trabajos supuestamente serios, repitiendo conceptos de muy difícil sustentación, se torna una valla imposible de superar, si lo que en verdad se pretende es llegar a entender al artista y al hombre en su real dimensión, como lo plantea con acierto Casto Canel, “para no quedarse en la orilla del problema”. Para mayor claridad, se dividirá este tema en tres partes.

GARDEL POR FUERA

Las verdaderas fotos infantiles de Gardel – no las que intentaron transformar “gatos en liebres”, como veremos mas adelante – muestran a un niño de cara bien redonda, que anuncia sin remedio el Gardel obeso de 1917, cuando en la película “Flor de durazno” atormentaba a un noble equino con sus 117 kilos.
Julio Cesar Puppo, el mas que famoso “El Hachero”, lo pintaba así en una crónica que reprodujo el diario “Ultimas Noticias” del 24 de junio de 1985 :

“Era un gordito panzón con un chambergo que le cubría el rostro y que creo que dormía con el, porque no se lo sacaba nunca. Nos reíamos con la desesperación con que buscaba compañera, para bailar y algo mas…”

LOS TRES RETRATOS

Material proporcionado por Berthe Gardes a la revista “La canción moderna” (Buenos Aires, 6 de junio de 1936) : el retrato de marco oval que correspondía a su verdadero hijo Charles Romuald y que nada tiene que ver con las otras fotos de Carlitos- una extraída de un grupo escolar, en la que ya se observa la tendencia a la obesidad del cantor - . Involuntariamente, la señora Gardes mostraba así la presencia de dos niños diferentes. Un retrato a lápiz, similar al primero pero intentando asemejarlo al Gardel verdadero, habría sido hecho a posteriori para enmendar el error. Aquí se reproduce el original.

Y coincidía con Carlos Álvarez Pintos, quien lo conoció algo después y quien logro que Gardel le cantara su tango “De tardecita”. Este opinaba :

“Era un hombre de una sobriedad estupenda. Le gustaban las mujeres, pero jamás se le vio con ninguna. Yo mismo fui encargado de llevarle alguna “percanta” al Hotel Barcelona, en Colonia y Florida. Era, en el campo mujeres, el hombre más discreto del mundo. Bueno, hay que tener en cuenta que la pinta no lo ayudaba. El Gardel de entonces no era el de ahora. Estaba gordo, rechoncho y , como no era muy alto, esa gordura resaltaba mas. Pesaba 110 kilos. Era panzón y petizo”

 

 

 

   

En base a una gran disciplina que incluía dieta y ejercicios, Gardel llego a pesar 76 kilos y con ese peso murió en Medellín. Frecuentaba el Club de Bochas Chanta Cuatro, próximo al famoso Café de los Angelitos; practicaba boxeo en el Club Policial, también lo que hoy se llama aerobismo, corriendo casi a diario desde Plaza Miserere hasta el barrio Norte, y se sometía a intensas sesiones de gimnasia en la IMCA, culminadas con masajes a cargo de un especialista, Enrique Pascual. Tampoco era alto – media 1.70 y algunos le atribuían 1.67 – pero solucionaba ese problema, que no le gustaba, con la ayuda de un fabricante de calzado de Montevideo, Fattoruso, que le hacia zapatos a medida, con talonera interior y taco mas alto que el común. Gardel sufría bastante de las vías respiratorias y previamente a sus actuaciones estilaba ponerse gotas de aceite mentolado en la nariz, para mejorar su respiración. En Buenos Aires trataba su garganta con un especialista muy conocido, el doctor León Elkin y también con el doctor Suzini. En Montevideo fue sometido a una intervención por el doctor Quintela, a quien obsequio un reloj de oro como retribución. Pelo renegrido y grueso, sin canas, rigurosamente achatado con gomina que , gracias al cantor, se popularizo. Dentadura perfecta – aun cuando carecía de muelas, como me comento Isabel del Valle -, la exhibía en su famosa sonrisa, que jamás faltaba en sus actuaciones publicas. Caminaba algo ladeado hacia la izquierda, lo que se atribuía a un balazo recibido en su juventud – aunque este dato no ha podido ser confirmado - . Confeso a su amigo Hugo Mariani, en Nueva Cork, sufrir algo de los riñones, supuestamente por una enfermedad venérea mal curada, algo frecuente en la época. El artista se vestía acicaladamente, con sus camisas de seda hechas a medida por una modista del barrio de Flores, con sus correspondientes monogramas con sus iniciales, zapatos de charol, polainas, abundantes, anillos, gemelos de oro, alfileres de corbata. Era muy afecto a las joyas. Rosita Moreno quedo deslumbrada cuando le vio una cigarrera de oro macizo recamada en rubíes y esmeraldas, y su pianista, Abraham Thevenet, se asombro al verle un reloj empotrado en cristal de roca, cuyo costo – según el músico – era incalculable.
“El bronce de la Chacarita” no desmentía la imagen publica del astro. Cordial, atrayente simpático, sumamente “canchero” y , de nuevo según Thevenet, “estaba siempre en pose, pero como algo natural en el, pues se sabia una gran estrella”.

Era chispeante y ocurrente al hablar, con su pintoresco tono de “canyengue” – es decir, hablar cortando las palabras - , su lenguaje “sándwich” (“que haces, pebeta, que haces”) , su dicción lunfarda y el empleo del “vesre” (hablar al revés : “jotraba” , por “trabajo”). Sobre este aspecto, diría Astor Piázzola en sus Memorias, editadas por Atlántida :

“Y de el recuerdo su simpatía, su forma arrabalera de ser y el sonido de su voz , hablaba como un uruguayo”

 

 

CARLOS GARDEL – EL MISTERIO (Parte III)
Atrapado por el Misterio
Fuente libro DOS ROSTROS PARA GARDEL autor Nelson Bayardo

GARDEL POR DENTRO

Ya en la intimidad , la mascara caía ante el peso de una infancia desamparada, que aparece claramente en una anécdota contada nada menos que por uno de sus biógrafos mas interesados en maquillar su imagen, Francisco García Jiménez, quien narro repetidamente un encuentro suyo con Gardel – si mal no recuerdo en la Costanera bonaerense – cuando el cantor mostraba signos claros de una depresión tremenda que le embargaba. Habiéndole preguntado que le sucedía, Gardel contesto:

“No te preocupes; solo que me estuve acordando del purrete desgraciado que fui”

 

Muchos de sus amigos mas íntimos dieron a conocer testimonios similares pero ninguno mas importante que el que brindo José Razzano, sin duda alguna el amigo que mas intimo con el y quien mas le frecuento. Entrevistado por el diario “El Pueblo” , el 28 de junio de 1935, a escasas horas de su muerte en Medellín y en situación que por razones obvias no da para especular sobre ningún tipo de intencionalidad, dice Razzano :

“En la charla amiga, en los momentos de intimidad, cuando no tenia frente a si la incitación del publico, cuando quedábamos mano a mano en nuestra cordial camaradería de tantos años, Carlitos solía quedarse de pronto absorto y abstraído, con una profunda tristeza en el semblante. Así pasaba largos instantes en que su atención estaba tan lejos del lugar y la platica, que mas de una vez hube de sacarlo de su ensimismamiento con una palmada en el hombro”

Y un año después, esta vez para “Caras y Caretas” , el 25 de julio de 1936 , repitió lo anterior:

“Los que departían con el en las grandes reuniones que el mismo provocaba- inexplicable afán de aturdirse – lo creyeron jovial, expansivo. Pero los que cultivamos su amistad lo sabíamos retraído, absorto, contemplativo, llevando siempre dentro algo así como una tristeza tortuosa, oscura. En el fondo era un niño. Tan pronto lo vencía el abatimiento, como la asaltaba un ansia incontenible de triunfar.”

(Queridos lectores…esto no queda por aca…esta historia atrapante puede continuarla en el próximo numero de RAICES …los esperamos)

 

CARLOS GARDEL – EL MISTERIO
Atrapado por el Misterio. Fuente libro DOS ROSTOS PARA GARDEL – Autor Nelson Bayardo.

Gardel por dentro.

Hablar de “angustia interior” no implica referencia a un estado de animo momentáneo y no seria licito tomar al pie de la letra la opinión de Juan González Prado, si no fuera porque esta refrendada por referencias de dos expertos en materia de escudriñar en el alma ajena : nuestra gran escritor Juan Carlos Onetti y, sobre todo, el famoso psiquiatra argentino doctor Enrique Picho Riviere, famoso por sus diagnósticos a primera vista, producto de una intuición y una penetración psicológica difícilmente igualables. Onetti, en un reportaje que le hiciera Alfredo Zitarroza y que fuera publicado por la revista argentina Crisis, señala con relación a Gardel:

“Hablaba poco, era cortes y retraído, daba la impresión de ser tímido. Tenía una gran cordialidad, escuchaba a todos con verdadera atención y siempre sonreía. Tenia esa clase de tristeza que sale de adentro, que surge de un problema interior, aunque nunca se sabe de donde viene (…)”

A su vez, el doctor Pichon Riviere, en un extenso reportaje que le hiciera Vicente Zito Lema (publicado en el libro Conversaciones con Pichon Riviere) , afirma concretamente.

“(…) recuerdo que en su rostro había una gran tristeza. Aunque no una tristeza propia de un día especial. Mas aun: podría decir que siempre había notado en Gardel ese mismo estado que reflejaba ese mundo tan particular que le acompañaba.”

El problema es sumamente claro como para seguir abundando, sobre todo tomando en cuenta las dos ultimas opiniones vertidas. Gardel era, en realidad, un hombre triste – “alegremente triste” , como dijo Olga Orozco – y su tristeza, que detectaron Onetti y Pichon Riviere sin intentar penetrar en el porque, había que buscarla en su origen, tema que encararemos en su momento.

 

LA MADRECITA BUENA

En las paginas que anteceden hemos esbozado una parte de las dos caras del mito: la referida a su personalidad. El lector habrá podido apreciar una asimetría clara que no pretende desequilibrar la balanza, abundando en algunos testimonios, los que pintan al hombre triste y presa del conflicto que fue Gardel, dejando de lado la versión de la cual solo hemos presentado dos testigos: Armando Defino y Edmundo Guibourg. La razón es obvia: el Gardel de Defino y de Guibourg es el Gardel maquillado y enmascarado, el Gardel de algunas glosas que se quedan solo en el juego de palabras y terminan siempre enredándose en el tópico de “la madrecita buena” que “quiebra el espinazo al pie del pileton” y el hijo amantísimo y ejemplar, alegre y feliz, honrado como el que mas y una seguidilla de etcéteras. No son testimonios confiables: integran la imagen comerciable y vendible de Gardel que, como dijimos antes, se acepta para un bronce congelado que colma los deseos y las fantasías populares de la generalidad, a la cual no tiene por que interesar el análisis en profundidad del problema; pero resulta francamente rechazable para aquellos que pretenden ir mas allá, o ser mas cuidadosos y serios en su enfoque…

(Querido lector por razones de espacios dejamos por acá, con el numero de setiembre tendremos mas sobre esta apasionante historia del mas grande de los cantores uruguayos de todos los tiempos…Carlos Gardel)

Atrapado por el Misterio. Fuente libro DOS ROSTOS PARA GARDEL – Autor Nelson Bayardo.

LA MADRECITA BUENA (Segunda Parte)

Por nuestra parte, en este tema hemos sido siempre maníacamente prolijos. No queremos pecar de subjetivos y, por ello, para hacer referencia a personas o situaciones, preferimos acudir a citas de absoluta objetividad, para que luego el lector tome posición. Y dado que los adherentes a una cara de la moneda, aquellos que integran la inmensa grey de la “historia oficial” , la proyectan siempre desde la vertiente de la “madrecita buena” – la francesa Berthe Gardes – es bueno que el lector conozca algo al respecto. Comencemos por decir que hacer relativamente poco, cuando el investigador JUAN CARBALLO logró ubicar la partida de nacimiento de la señora Gardes en Toulouse, en el libro de 1865 , página 161, número 1282, como hija legítima de Vital Gardes y Hélene Cinegonde Camares, el día 16 de junio de 1865, pudo saberse a ciencia cierta quién era, ya que permanentemente varió sus datos filiatorios. En 1890, al nacer su único hijo, CHARLES ROMUALD, francés (quien fuera identificado con Gardel en el testamento para que ella pudiera acreditarse su herencia vacante) , fue registrada como BERTHE GARDES, madre soltera, en el Acta de nacimiento 2481 de Toulouse. Pero ya al llegar a Buenos Aires, ante Migraciones – año 1893 – dice ser viuda, sin que figure su matrimonio en parte alguna. Y finalmente, ante la Policía Federal Argentina, declara llamarse BERTHE CAMARES de GARDES , con lo cual su padre pasa a ser su marido. (sic).
Su relación con Gardel – quien, como veremos le fue dado a criar cuando niño, luego de nacer éste en Tacuarembó – fue sumamente extraña y objetivamente no existe ningún testimonio serio que justifique el inmenso amor que los panegiristas de la tesis francesista defienden con afán. En efecto, cuando Gardel registra su nacimiento ante el Consulado uruguayo en Buenos Aires, el 8 de octubre de 1920, expediente número 10052, dice (y la investigación verificó, sin ningún margen de duda, que así era) que sus padres eran “Carlos” y “María” , “uruguayos” y “fallecidos” ambos, mientras que Berthe era francesa y vivía, falleciendo recién en 1943. Los investigadores que adhieren a la tesis francesista, ideada en el “testamento” de un Gardel “francés”, hijo de una francesa para que ésta pudiera heredarlo, han salteado sistemáticamente este tema, no solo porque demuestra la imposibilidad de tal maternidad – aun suponiendo que Gardel haya falseado la verdad, lo cual no tendría la menor razón de ser – sino también porque se desmoronaría irremediablemente el mentado amor filial : ningún hijo “mata” gratuita e innecesariamente a su madre. Y menos si es un amante hijo.

 

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CARLOS GARDEL - BERTHE GARDES  - PARTIDA DE NACIMIENTO DE BERTHE GARDES

 

CARLOS GARDEL – EL MISTERIO
Atrapado por el Misterio. Fuente libro DOS ROSTOS PARA GARDEL – Autor Nelson Bayardo.

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LA MADRECITA BUENA (Tercera Parte)

No fue un hecho aislado: también en el la Carte Valable expedida en París el 16 de marzo de 1931, Gardel nuevamente dice ser hijo de “Carlos” , “uruguayo” y de “María Martínez” , “argentina”, y recién en su libreta de enrolamiento militar , en Argentina – donde públicamente se tenía a Berthe Gardes como su madre biológica – la llama “Berta Gardel” , o sea, le otorga su propio apellido. Jamás viajó con ella a Europa, a pesar de los frecuentes viajes que hicieron ambos al viejo continente; no vivía con ella, según testimonió su amigo Edmundo Guibourg en reportaje de El Diario, en el Suplemento del 24 de junio de 1985 y jamás se fotografió con ella, lo que llamó la atención de la revista porteña Cantando, donde textualmente se expresaba: “Entre todas las rarezas y contradicciones que quienes le conocieron íntimamente se pudo observar en Carlos Gardel, hay una que llama extraordinariamente la atención”. Y allí se narra que en ocasión en que un periodista intentó tomar una foto del cantor junto a la señora Gardel, aquel lo impidió, diciendo : “¡No, eso no! . El efecto de estas palabras en el periodista amigo fue desconcertante y Gardel, observándolo así, se apresuró a aclarar las cosas rápidamente:
“Pobrecita, está ya tan achacosa…”

En su libro El tango y su rebeldía, del autor argentino Andrés Chinarro, se puede leer:

“Pepe Guerriero, flautista de la “guardia vieja” me señaló hace muchos años – con carácter de secreto- que doña Berta no era la madre de Gardel sino solo su madre adoptiva.”

Entrevistado por el periodista porteño Enrique Pepe, el músico Augusto P. Berto le comentó:

“Un día vi cruzar por detrás de mi amiguito a quien yo tenía por madre y como le buscaba le dije: ´Mirá, Carlitos, te llama tu mamá’ Fue entonces que él me contestó: Ella no es mi madre; me recogió de chico´”

También el famoso cantor de tangos y actor de cine Hugo del Carril le comentó a Gente (Buenos Aires, 27 de octubre de 1966):

“Es un raro paralelo con Gardel, ¿se dio cuenta? A él lo crió esa francesa que tampoco era su madre. Esa mujer era lavandera; la que me crió a mi era modista…”

Y el maestro Julio de Caro, amigo íntimo de Gardel, en el mismo papel membretado suyo ya mencionado y con su firma, luego de afirmar personalmente que “Carlos Gardel es URUGUAYO” ( las mayúsculas son de De Caro) , comenta lo que le dijera su amigo, el doctor Pedro Baldasarre, con quien Gardel trabajara en su juventud, manejando una volanta:

“(…) sabemos por nuestros padres que Gardel es URUGUAYO (…) Para la señora Berta, Carlos es su hijo legítimo, para nosotros, no.”

Carlos Gardel negó sistemáticamente a Berthe Gardes como madre suya : cuatro reconocidas figuras del tango – Guerriero, Berto, De Caro, Hugo del Carril – irrecusables de parcialidad o nacionalismo, hacen lo propio, pero el núcleo de expertos adherentes al “Gardel francés”, impávidos, pasan por alto estos testimonios y siguen insistiendo en la “amantísima madre”.

 

(Querido lector por razones de espacios dejamos por acá, con el número de Noviembre-11 , tendremos más sobre esta apasionante historia del más grande de los cantores uruguayos de todos los tiempos…Carlos Gardel)

 

CARLOS GARDEL – EL MISTERIO
Atrapado por el Misterio. Fuente libro DOS ROSTOS PARA GARDEL – Autor Nelson Bayardo.

 

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LA MADRECITA BUENA (Cuarta  Parte)

Sin embargo, escrito el mismo día de Medellín y publicado al día siguiente por el diario argentino  “El Día” (La Plata, 25 de junio de 1935 ), un amigo de Gardel, Francisco Gismano, en un artículo titulado “Lo que dice un vecino de La Plat”, narra, entre otras cosas, algo que suena como lapidario:

“LA LECHUZA”

“Corría el año noventa y tantos cuando en una casucha miserable de la calle 3 entre 32 y 44, vivía una anciana andrajosa temida de los chicos del barrio que la habían apodado “La Lechuza”, asignándole fama de bruja. Era la cuidadora de Carlos Gardel, el que más tarde habría de entusiasmar a las muchedumbres con su arte privilegiado para interpretar canciones criollas. Una niñez sufrida, sin cariños, con la vigilancia mercenaria de una mujer que no era su madre, fue la de Gardel. Todavía recuerdan, algunos de los compañeros de sus correría infantiles, el trato despectivo que aquella mujer le daba, enrostrándole su origen en un insulto brutal y despiadado. Hilvanando recuerdos, esos mismos amigos llegan a la conclusión de que Gardel fue el fruto de una aventura fugaz. De ahí el insulto de “La Lechuza” que aseguraba que Gardel era hijo de una francesa, nacionalidad a la que agregaba duros epítetos.”

Obviamente, la francesa no era su madre, sino la mujer a quien le fue dado el niño para su crianza en Tacuarembó, como veremos más adelante. Pero el episodio – que se narra en un momento peculiarísimo, el mismo día de su muerte y sin que hubiera la menor especulación sobre el tema, por razones muy obvias – muestra claramente el modo de relación entre Berthe Gardes y Carlos Gardel, bien lejano por cierto del tono idílico de la versión “Hollywoodense” que plantea la “historia oficial”. Pensamos que el lector, aquí y en todos los testimonios dados a conocer en los días cercanos a la tragedia – en este caso el mismo día – debe darse cuanta de la carencia de intencionalidad en lo narrado, en tanto no había allí el menor atisbo de polémica y resultaría totalmente gratuito atacar a una supuesta madre de Gardel que había pasado desapercibida, del mismo modo que carecía de sentido inventar un personaje – “La Lechuza” – que , en los hechos, resultaría secundario. Berthe Gardes, llegada a Tacuarembó para trabajar en la Compañía Francesa del Oro, recibió el encargo de cuidar a Carlitos y alejarlo del lugar, para sepultar definitivamente una historia, que se revela en el penúltimo capítulo.

(Querido lector por razones de espacios dejamos por acá, con el número de Diciembre-11 , tendremos más sobre esta apasionante historia del más grande de los cantores uruguayos de todos los tiempos…Carlos Gardel)

 

CARLOS GARDEL – EL MISTERIO
Atrapado por el Misterio. Fuente libro DOS ROSTOS PARA GARDEL – Autor Nelson Bayardo.

NO ENFUNDAR LA MANDOLINA

Que Berthe Gardes no era la madre de Gardel es algo suficientemente probado, no ya por lo que se ha expuesto hasta el momento. Los presentados son meros elementos de juicio en un trabajo cuya finalidad específica no es demostrar la verdadera identidad de la madre de Gardel. No se trata, pues, de lo que hayan declarado Julio de Caro, el doctor Pedro Baldasarre, Hugo del Carril, Augusto Berto, Pepe Guerriero y otros que no se nombran y quienes, en el terreno de lo razonable, no parecerían tener motivo de encono hacia la señora Gardes como para negarle su maternidad. El hecho es que el mismísimo Gardel fue quien la negó en su documentación, y la mención de tres madres diferentes – “María Gardel, uruguaya, fallecida”, “Berta Gardel” (no Berthe Gardes) y “María Martínez, argentina” – realmente no favorece la credibilidad del hecho. Que Gardel no era Charles Romuald, francés, hijo – éste sí – de la señora Gardes, nacido en diciembre de 1890, quien, por lo tanto, el día de la catástrofe de Medellín tendría solamente cuarenta y cuatro años (y nos interesa enfatizar esto para que el lector lo registre) queda perfectamente demostrado, no ya por las opiniones de los adherentes a la tesis uruguaya, sino por personas relacionadas íntimamente con el cantor; y además por las opiniones de los adherentes a la tesis francesa quienes, involuntariamente y por vía indirecta, así lo demostraron, como se verá.

Gerardo Brá es un escritor argentino, autor de importantes obras, como Ciencia e infinito, La doctrina Drago, El gobierno de Onganía, etc. En otro de sus libros, La verdad oculta (Buenos Aires, Corregidor, 1995) comenta al respecto, en la página 60:

“(…) todas se basan en meras suposiciones, en las que ni siquiera las fechas son reales. Nos hubiera gustado encontrar alguna que contuviera al menos un atisbo de veracidad para evitar darnos la impresión de parecer parciales.”

Y Ricardo Ostuni, vicepresidente de la Academia Argentina del Tango, en su libro Repatriación de Gardel, es más tajante aún:

“La leyenda del desertor – la fábula urdida por los biógrafos oficiales para explicar la declarada nacionalidad uruguaya de Gardel – es un burdo argumento que no puede esgrimirse sin mengua para el respeto debido al lector”

Como era algo más que ridículo imaginar que Gardel “se agregaba tres años” (era universalmente sabido que se los quitaba, y así lo hizo al declarar su nacimiento en 1887, como se verá), Luis Masseroni en su libro , también Esteban Capot, incluso el uruguayo Hermenegildo Sábat – radicado en Buenos Aires desde hace muchos años – y otros, inventaron la “dupla” “Toulouse – 1887” , con lo cual, de una plumada demolieron la famosa Acta 2481 de Charles Romuald, la Fe de Bautismo y hasta el mismísimo “testamento”. De hecho, de la tesis francesista no quedó ni polvo. Resultó “peor la enmienda que el soneto”.

(En RAICES de Enero-12 , tendremos más sobre esta apasionante historia del más grande de los cantores uruguayos de todos los tiempos…Carlos Gardel)

 

 

CARLOS GARDEL – EL MISTERIO
Atrapado por el Misterio. Fuente libro DOS ROSTOS PARA GARDEL – Autor Nelson Bayardo.

LA EDAD IMPLACABLE

gardel

Aclaremos que Gardel no había nacido en 1887, tal como declaró en su Registro de Nacionalidad ante el Consulado uruguayo en Buenos Aires (expediente 10052) , siendo uno de sus testigos su compañero de dúo, José Razzano. Como buen artista, aprovechó para quitarse años y para no aparecer mayor que su socio artístico Razzano. Seguramente eligió 1887 porque en ese año había nacido Razzano. Últimamente el profesor e investigador Omar Ernesto Michoelsson investiga sobre la interrupción, en los Libros de Bautismo de la Parroquia de San Fructuoso (antiguo nombre de Tacuarembó) , de las anotaciones comprendidas entre el 22 de junio de 1887 y el 4 de junio de 1888 (Libro VIII/foja 280), lo que permitiría suponer que alguno de los cuadernillos manuales, que utilizaban los sacerdotes para luego pasar lo anotado al libro principal, pudo haberse perdido o se evitara guardar ciertas anotaciones. De esto deduce Michoelsson la posibilidad de que 1887 haya sido el año del eventual bautismo. Por ahora es solo un estudio. Lo real y objetivo es que, muerto Gardel el 24 de junio de 1935, en nota escrita ese mismo día y publicada por El Día (La Plata), el día 25, se lee:

“La vitalidad de Gardel, esa vitalidad que hacía imposible determinar su edad, aun cuando los conocedores la hacían pasar del medio siglo.”

El mismo día 25 de junio de 1935, La Mañana de Montevideo publica una nota necrológica, escrita por quien fuera el apoderado de Gardel en Uruguay, don Pedro Bernat. En ella se expresa:

“Carlitos Gardel había nacido en la segunda sección judicial de Tacuarembó (…) Fallece a los cincuenta y dos años, en la forma que dejamos relatada.”

Y en Buenos Aires, en Noticias Gráficas del 29 de junio de 1935, debajo del facsímil de un documento suyo que, como todos, hace mención a 1887, se lee:

“Amigos íntimos de la niñez nos aseguran que se quitó unos años.”

Que inmediatamente después de su muerte, ajenos a toda polémica, simultáneamente tres diarios de tres ciudades diferentes – La Plata, Montevideo y Buenos Aires - , y desconociéndose aún el “testamento” que aparecería recién a mediados de agosto, rechacen la posibilidad del nacimiento en 1890, o lo que es igual, la muerte de Gardel a los cuarenta y cuatro años, como quiere el “testamento” , dista de ser una casualidad, máxime si se tiene en cuenta que, con el correr del tiempo, una avalancha de testimonios haría resquebrajar el andamiaje montado para que la herencia de Gardel pasara a manos de Berthe Gardes. El tema “edad” fue implacable, E inapelable. En artículo publicado por el notable escritor argentino Osvaldo Soriano en Página 12 (Buenos Aires, 18 de junio de 1995) , referido a Gardel, Soriano alude a las investigaciones que he realizado:

“Bayardo ha trabajado siempre con documentos y declaraciones de sus adversarios, para que no puedan acusarlo de parcialidad.”

 

 (En RAICES de Febrero-12 , tendremos más sobre esta apasionante historia del más grande de los cantores uruguayos de todos los tiempos…Carlos Gardel)

CARLOS GARDEL – EL MISTERIO
Atrapado por el Misterio. Fuente libro DOS ROSTOS PARA GARDEL – Autor Nelson Bayardo.

gardel

LA EDAD IMPLACABLE

Y para no desmentir al extinto best-seller del país hermano, así lo haremos. En Clarín (Buenos Aires, 24 de junio de 1949), Hugo Mariani, introductor de Gardel en Nueva York, comenta que en setiembre de 1933, antes de concretarse la firma del contrato del cantor, le preguntó a Gardel qué edad tenía. Éste respondió “cuarenta y nueve años”, a lo que su contratista, irónicamente, le comentó : “en Nueva York tendrás 39”, visto lo avanzada de la edad del ídolo. Si en setiembre tenía 49 años, cumplía 50 en diciembre y su nacimiento habría sido en 1883. No se puede pensar, por lo tanto, en 1890 y mucho menos que pudiera morir a los cuarenta y cuatro años, dos años después. Es este un testimonio inapelable, en el cual no hay la más mínima alusión a la nacionalidad o identidad de Gardel, lo que garantiza la imparcialidad de la información. Tampoco la hay cuando Francisoco “Pancho” Martino, primer compañero de dúo de Gardel – entrevistado el 27 de junio de 1935, enseguida de la muerte en Medellín por La Nación (reportaje que fuera reproducido por La Tribuna Popular el 28 de junio de 1935 y por Estampas de Carlos Gardel, de Zaffaroni y Pucciano) – recuerda emocionado que vio por última vez al cantor el 7 de noviembre de 1933, al ir a despedirlo en ocasión de su último viaje, y  su amigo le dice:

“Te das cuenta, Pancho , lo que es hacer de galán a los 47 años.”

Gardel seguía el consejo de Mariani y se sacaba años : aquí su nacimiento dataría de 1885, pero el 1890 del “testamento” sigue sin aparecer.
Siempre en 1933, ahora en diciembre, en París, Gardel festeja pomposamente su cumpleaños en el Café de París y en un determinado momento le dice a su amigo Manuel Sofovich, férreo adherente al “Gardel  francés” :

“Pibe, ¡ son cuarenta y nueve años! ¿Te das cuenta de lo que es cumplir cuarenta y nueve años?”

Manuel Sofovich relata este hecho en tres oportunidades en Noticias Gráficas : el 9 de setiembre de 1953, el 24 de marzo de 1960 y el 25 de marzo de 1960. Se descartan errores de imprenta: en el primer caso, no solo habría dicho dos veces “cuarenta y nueve” , sino que Sofovich agrega que festejaron con un coñac  Napoleón “los juveniles 49 años de Gardel”. Y como para disipar posibles dudas, en los dos últimos casos explicita que, por lo tanto, había nacido en 1884. Es obvio que si en setiembre tenía cuarenta y nueve años, no podía seguir teniéndolos el día de su cumpleaños, lo que prueba que se sacaba años, como todo el mundo sabía. Recalcamos: son todos datos proporcionados por la prensa de Buenos Aires. Carlos Spaventa, cantor argentino, en el diario El Tiempo de Nueva York, en su versión en español, comenta al periodista Emilio Ramil que en dicha ciudad, pero en este caso en 1934, Gardel festejó …¡ sus cuarenta y nueve años!, habiéndole comentado a Spaventa:

“Che, hermano, ¿quién iba a decir que el año que viene cumplo ´la media rueda´?”

Aludiendo a los cincuenta años.

Parece ridículo seguir insistiendo, pero Isabel del Valle, la novia eterna de Gardel, en reportajes de Clarín, Tiempo Argentino (en dos oportunidades) y Flash – todas publicaciones de Buenos Aires – y aun en un casete hecho en Puerto Rico, repetía hasta el cansancio :

“Carlos siempre me decía : no te olvides que te llevo veinte años”

Isabel del Valle había nacido el 16 de marzo de 1907. Si Gardel le llevaba veinte años – o , más bien, “le decía” que le llevaba veinte años – era que fijaba para ella , su nacimiento en 1886. El cantor conoció a Isabel cuando ésta tenía catorce años – más allá de su cuerpo muy desarrollado – y sería patológico que, frente a ella, casi una niña o realmente una niña, se agregara cuatro años, si había nacido realmente en 1890.

 (En RAICES de Marzo-12 , tendremos más sobre esta apasionante historia del más grande de los cantores uruguayos de todos los tiempos…Carlos Gardel)

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Atrapado por el Misterio. Fuente libro DOS ROSTOS PARA GARDEL – Autor Nelson Bayardo.

LA EDAD IMPLACABLE

Terig Tucci (en un libro que ningún gardeliano dejó de leer, Gardel en Nueva York) afirma que Gardel declaraba cuarenta y ocho años al estar en Nueva York. También de esto se deduce que resulta imposible su muerte a los cuarenta y cuatro : el “milagro” Gardel es enorme, pero no pudo haber llegado a tanto. Cátulo Castillo, José Plajas, Manuel Pizarro, etcétera  -ninguno de ellos uruguayo – sostienen que les había confesado una edad tal que, como confirman todas las crónicas, “lo hacían pasar de cincuenta al morir”. Y con perdón de Osvaldo Soriano, incluyo a un testigo uruguayo, Carlos Gardel, quien públicamente, dijo, esta vez, tener cuarenta y seis años y haber nacido en Tacuarembó, o sea, de nuevo reiterada la imposibilidad de que hubiera muerto a los cuarenta y cuatro años. Por consiguiente, la imposibilidad de ser el francés de 1890. Simon Collier, el biógrafo inglés, profesor de historia y politólogo, en su deseo de publicar un libro sobre Gardel, olvidó que si el pasaporte de Gardel mencionaba el nacimiento en Tacuarembó, era imprescindible, sobre todo para un historiador a quien siempre se le exige el máximo de información, cruzar a Uruguay e informarse sobre el particular. Lamentablemente no lo hizo. Por esa razón, sin contar con prueba alguna, Collier hace la temeraria afirmación de que, en Uruguay, Gardel se veía obligado a decir que “era uruguayo”. En correspondencia que hemos mantenido, pregunté a Collier si también “obligaban” a Gardel a quitarse años. Hombre muy ocupado, en los casi ocho años que le vengo haciendo esta pregunta, Collier no ha logrado contestarme. Tampoco me ha explicado en qué se basó para decir que Gardel “se veía obligado a decirse uruguayo”.

LA TÉCNICA DEL “SALTEO”

El periodista Elbio Rodríguez Barilari, acuñó el término “salteo” para definir la técnica ideada por los “francesistas” para ignorar lo que les conviene. Cierran los ojos y tapan sus oídos; hablan de la “querida viejita” y del “francesito”, argumentos válidos para cierto sector de opinión. En Medellín, una autoridad, el doctor Jesús Vallejo Mejías publicó una nota en El colombiano, que fue un ejemplo de dignidad intelectual : reconoció que siempre había creído en el nacimiento en Toulouse, pero una vez de haber conocido a fondo los elementos de prueba aportados por la investigación uruguaya, ya no duda de la orientalidad de Gardel. También en Medellín – lugar donde se venera a Gardel tanto o más que en el Río de la Plata - , y conocido el libro de Ricardo Ostuni en el que se demuele literalmente la tesis francesista, el doctor Luciano Londoño López, hombre de vastísima cultura y experto en música, publicó, en febrero de 1996, un comentario sobre el libro en el que expresa que “es algo realmente gratificante y bienvenido echar por tierra varias décadas de prejuicios y absurdas ocultaciones de la verdad en Argentina, su patria”.
La referencia no involucra – como es obvio – a quienes como Ostuni, Osvaldo Soriano, Olga Orozco y otros tantos, son buscadores afanosos de la verdad y no caen, como señala Ostuni, en el “viejo e irracional antagonismo con la vecina orilla” para tratar este tema. Antagonismo que , la verdad sea dicha, tiene también en Uruguay sus cultores y se alimenta mucho, sobre todo por rivalidades deportivas que luego se extienden irracionalmente a otros campos, como ocurre en este caso. Una excepción a esta regla de no ver ni oír correspondió a una figura de gran importancia en materia de tango : José Gobello, hombre muy respetado por sus conocimientos en la materia y autor de importantes libros que lo han transformado en un difusor de primera línea…

(Queridos Amigos los esperamos con el número de Abril.2012 seguir descubriendo el Misterio de la historia de Gardel , el más grande cantante de tango más grande de todos los tiempos, si cada día canta mejor…)

 

 

CARLOS GARDEL – EL MISTERIO
Atrapado por el Misterio. Fuente libro DOS ROSTOS PARA GARDEL – Autor Nelson Bayardo.

LA EDAD IMPLACABLE

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…era natural que una persona de su prestigio no se ampararía en la estrategia de “no ver ni oír” que, de hecho, lo habría transformado en un ignorante en la materia. En el libro tantas veces mencionado – pues es de importancia capital y, conjuntamente con Historia artística de Carlos Gardel de Miguel Ángel Morena, es lo mejor que se ha publicado en Argentina sobre el tema – Repatriación de Gardel, de Ricardo Ostini, se menciona a José Gobello, quién en carta personal aventura una hipótesis sobre el tema de la edad:

“Por lo que uno sabe, Gardel era un gran jodón (en lo que se parecía a Borges). Yo creo que se toman muy en serio la fecha que él daba cuando se hablaba de sus años.”

Con todo el respeto que merece el señor José Gobello – a quien no tengo el gusto de conocer personalmente – su hipótesis me parece de una fragilidad muy próxima a la ruptura. En tiempos de Gardel, la esperanza de vida estaba situada en los cincuenta y cuatro años y basta recordar la letra del tango “Enfunda la mandolina”, con su :

“Qué querés Cipriano / ya no das más jugo / los cincuenta abriles/ que encima llevás/ junto con el pelo/ que piantó del mate/se te fue la pinta/que no vuelve más…”

En dicho tango – que Gardel cantó con ejemplar maestría, agregando toses y suspiros y condoliéndose del personaje a quien aconseja que deje “las pebetas para los muchachos” y le augura que mañana andará con la tos – está todo dicho por la impronta de burla que alguien pueda imaginar que, en vísperas de un contrato para Nueva York, se “joda” al contratista diciéndole que al cantor le faltan tres meses para estar como el Cipriano del tango. Tampoco parece “joda” que en París y en Nueva York – todo documentado, como siempre – cumpla, dos años consecutivos, los mismos “cuarenta y nueve”, como para evitar que alguien le aconseje “enfundar la mandolina”. Y Gardel no quería hacerlo.
Es exacto – ya se ha visto – que , como todos aquellos que se quitan años, la edad se varía según las circunstancias y el interlocutor , pero no al extremo de que en la veintena de testimonios reunidos jamás haya una aproximación menor de tres años (y esto muy pocas veces) a la edad requerida para poder insertar a Gardel en el personaje de Charles Romuald).
Por otra parte, el propio José Gobello, en su libro Tres estudios gardelianos, en la página 57, escribe :

“Un amigo de Gardel, Alfredo Frigerio, relataba que hacia los años 1926/28, el cantor le dijo en Buenos Aires: “Mirá hermano, si yo dijera aquí en estos momentos que soy uruguayo, ahora mismo se acaba la fiesta para mí.”

Por respeto a los reconocidos valores intelectuales del señor Gobello, no puede pensarse que publicara una anécdota en cuya veracidad no creyera, y es mérito suyo haberla publicado. Admito sinceramente que mucha gente no dé valor al tema del origen de Gardel, pero creo, como Casto Canel, que así se quedan en la orilla, pues “los dos rostros de Gardel” (no de Charles Romuald, que no era Gardel) nacen justamente allí.

 

 (Queridos Amigos los esperamos con el número de Mayo-2012 seguir descubriendo el Misterio de la historia de Gardel , el más grande cantante de tango más grande de todos los tiempos, si cada día canta mejor…)

 

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Atrapado por el Misterio. Fuente libro DOS ROSTOS PARA GARDEL – Autor Nelson Bayardo.

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DOS BOTONES PARA MUESTRA

Las contradicciones, incongruencias, discordancias e, incluso, falsificaciones fueron moneda corriente en la instrumentación de la tesis francesista. Baste recordar la famosa foto trucada de Gardel, en “una extraordinaria instantánea que muestra a Gardel rubricando su testamento (sic) antes de partir para siempre”, que ilustra un artículo de García Jiménez para Cantando (Buenos Aires, 4 de junio de 1957), donde se dice que “Gardel tenía un pasaporte uruguayo (sic) que lo daba como nacido en 1890” (“doble” sic).
Un libro recientemente editado en Miami – que prefiero no nombrar – contiene errores de tal magnitud, que lo transforman en un clásico del humorismo de tema gardeliano. Solo a título de ejemplo – que abundan – tomaremos a dos adalides de la tesis francesista y que, para no escapar a la regla, se encargan de demostrar, por sí mismos, la total imposibilidad de resultar creíbles. En documentos firmados por ellos, ocultaciones de documentos oficiales, contradicciones e incongruencias insalvables, decretan la falacia de dicha tesis. Hemos elegido a Armando Defino y Edmundo Guibourg, quienes fueron los encargados, tal como se vio en el capítulo anterior, de exhibir el rostro alegre del artista. Es conocido el primero, Armando Defino, por habe sido apoderado de Gardel, su albacea testamentario y el destinatario final de su herencia, que terminó vendiendo ilegalmente. El segundo, Edumundo Guibourg, fue prologuista del libro de Defino sobre Gardel, “un alegato en defensa de la conducta del autor” ya que éste fue objeto de durísimas críticas por su actuación en relación al tema del “testamento”.
Si hay algo que caracteriza a la tesis francesista – ya se vio claramente en lo que respecta al asunto de edad de Gardel – es que los testimonios con que cuentan su defensores constituyen, en todos los casos, pruebas terminantes de un andamiaje tan mal montado que, a cada pieza que se le agrega, su derrumbe se vuelve más inminente, por no decir que el colapso ya es total y sin posibilidades de retroceso.

Armando Defino

Armando Defino fue definido como el factótum del “testamento”. Muerto Gardel el 24 de junio, con un apresuramiento muy extraño, ya el 2 de julio Defino se embarcaba en el vapor Massilia rumbo a Burdeos, donde desembarcó el 18 para dirigirse directamente a Toulouse. Cinco días después, en el 23 de julio, embarcaba, junto con Berthe Gardes, en el Campana rumbo a Buenos Aires, arribando el 12 de agosto y no por cierto para recibir pésames ni condolencias, pues ya el 13 de agosto se presentaban ante el Juzgado Civil de Primer Turno, adjuntando lo que dijeron era el “testamento ológrafo de Carlos Gardel” . Nunca como en este caso el tiempo era oro, algo así como temer que si pasaba mucho agua debajo de los puentes, algo podía atascarse. Siendo buenos Aires el centro de la operación y lugar donde vivía Defino, no sería imparcial juzgarlo con testimonios uruguayos, salvo aquellos referidos a la compra de los terrenos de Carrasco por Gardel, en los que Defino atestiguó, con su firma, la nacionalidad “uruguaya” de Gardel, no obstante transformarse en el campeón de la tesis francesista cuando el cantor muere lo que ameritaría juzgarle por falso testimonio. Se está haciendo alusión a una escritura pública hecha el 31 de octubre de 1933 ante el escribano Busch Buero – y no a una declaración hecha en un cafetín de Almagro -, y por un hombre que era empleado de escribanía.

CARLOS GARDEL – EL MISTERIO
Atrapado por el Misterio. Fuente libro DOS ROSTOS PARA GARDEL – Autor Nelson Bayardo.

Armando Defino  (2da Parte)

El otro hecho es también oficial y acaso más grave. Fue denunciado por el periodista Silva Cabrera, estudiado a fondo por el abogado colombiano Luciano Londoño López (El Colombiano, Medellín, 21 de junio de 1992) y probado involuntariamente – como suele suceder con los adherentes a la tesis francesista – por la propia esposa de Defino, al publicar el libro de su esposo La verdad de una vida. Se trata de que la partida eclesiástica de defunción, expedida en Medellín el 25 de junio de 1935 (número 1191, libro 49, folio 298) , hacía mención a Carlos Gardel, oriundo de Argentina, etc. , hecho que no servía a Defino para tramitar la sucesión en Montevideo a favor de Berthe Gardes, cuyo hijo debía ser el “francés” Carlos Gardel. Sin embargo, la partida eclesiástica agregada al expediente sucesorio es otra, de fecha 29 de febrero de 1936. Allí se hace un cambio sustancial, pues ya Gardel no aparece como “oriundo” de Argentina, sino “vecino”, con lo cual su nacionalidad queda libre y el camino abierto. El original de la partida verdadera fue exhibido por el doctor Londoño en la publicación a que se ha hecho referencia, pero ya antes la señora Adela Blasco de Defino, por error, había incluido su reproducción facsimilar en el libro de su esposo, dejando al descubierto la maniobra que, en opinión de alguien que no es jurista, como es nuestro caso, puede ser caracterizada como falsificación de documento público. En resumen, dos episodios vergonzosos.  Pasando a la vecina orilla, entrevistado el cineasta argentino Eduardo Morera por Enrique Estrázulas (El País, Montevideo, 24 de junio de 1994) , el autor de la famosa filmación, en 1930, de las canciones de Gardel, responde a la pregunta de su entrevistador en el siguiente diálogo:

“E.E. :  - ¿Usted conoció a Armando Defino?

E.M. : -  Si, cómo no. Fue el que hizo pelear a Gardel con Razzano. Se duda mucho de que el testamento de Gardel fuera real. Una Francesa no podía heredar a un uruguayo y lo hicieron pasar por Charles Romuald Gardes, que era otro. El verdadero Gardel que Ud. conoció era otro. Yo tengo el documento del certificado de nacimiento de Carlos Gardel : se hizo aquí en Buenos Aires, en el Consulado uruguayo. Yo sé que era uruguayo. No sé si hablé con él sobre eso porque pasaron sesenta años ya , pero todo eso se sabía.”

Alcanza con leer las cartas de Gardel a Defino, referentes a Razzano, para comprender en qué medida Defino magnificaba presuntas deslealtades de Razzano para con Gardel, haciendo reaccionar a éste con gran mortificación, y dando razón a Isabel del Valle – la novia eterna de Gardel – cuando comentaba, en un reportaje, que Luis G. Pierotti, representante del artista en Europa, entregó a Defino las cartas que él le enviaba a Gardel , diciéndole:

“Tome, se las entrego, pues si Razzano llegara a verlas, podría llegar a matarlo.”

La jugada de Defino tuvo el final previsto cuando, con fecha 20 de octubre de 1933, ante el escribano Jacinto Fernández, el cantor dejó sin efecto el poder que le había dado a Razzano, poniendo en su lugar a Defino.

El historiador inglés Simon Collier se quedó a mitad de camino, y olvidando aquello de que es necesario oír todas las campanas, se refirió a Defino como “un hombre cuya probidad está atestiguada por todos aquellos que estuvieron en condiciones de evaluarla”. El hecho resulta realmente inconcebible. El inglés debía desconocer todo lo que antecede y también que Azucena Maizani, la famosa Ñata gaucha, cantante predilecta de Gardel, denunció a Defino exigiéndole rendición de cuentas por haberse apropiado de ocho mil quinientos setenta y cinco pesos, que pertenecían a la cantante, durante su gestión como administrador suyo (Todo es Historia, Buenos Aires, julio de 1969).
Barajando la hipótesis de la falsedad del testamento, Blas Matamoro, intelectual argentino de nivel internacional, expresa en su libro, Carlos Gardel :

“Mediando el albacea Defino en todo esto, cabe concluir que sí. En efecto, es el propio Defino quien a su vez aparece instituido como único heredero de la Gardes, por testamento de esta última, protocolizado en procedimiento similar.” (Carlos Gardel, Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1971.)

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Armando Defino  (3era. Parte)

…parece obvio señalar que lo que sugiere Matamoro es un simple “intercambio de favores”, que coincide con el interés y la urgencia de Defino por ir a buscar a Berthe Gardes a Toulouse, y aparentemente adoctrinarla durante el viaje. La fama de Defino trascendió fronteras : la revista chilena Hechos universales ( Ed. Zigzag, 1969) publica:

“Cabe señalar que la letra de Gardel era fácil de imitar (…) y que Defino trabajó antes en una oficina notarial y que le daría facilidades de cómo falsificar esta clase de documentos.”

Las dualidades de Defino quedaron al desnudo cuando para la revista brasileña O`Cruceiro, en 1957, asegura:

“Lo del pasaporte uruguayo se explica pues yendo Gardel a Francia después de la guerra mundial corría el riesgo de ser detenido como desertor.”

Pero en 1968 – ya concretadas las denuncias de Silva Cabrera sobre tan ridícula leyenda, pues ni siquiera Charles Romuald (que no era Gardel), como se ha explicado, figuró jamás en padrones militares franceses – Defino cambia el “libreto” y en la obra La verdad de una vida expresa:

“Nunca supe por qué Carlos había cambiado de nacionalidad”

Pero como la “historia oficial” es la rueda sin fin de contradicciones, de nuevo la esposa de Defino, Adela Blasco de Defino, lo deja en falso, en carta que envía a Iris Marga, Presidenta de la Casa del Teatro, al decir que “el propio Carlos nos relató tanto a mi fallecido esposo, Armando Defino, como a mi (la causa del supuesto cambio de nacionalidad). “  La mentira iba y venía. También la célebre Olga Orozco, en artículo publicado en el Suplemento de La Nación del 23 de junio de 1985, manifiesta sus dudas sobre Defino:

“Se acusa a Defino de haber  fraguado el testamento de Gardel (…) por ser el albacea de doña Berta, que lo nombra, a su vez, heredero universal.”

Y pone el dedo en la llaga cuando, refiriéndose a la venta de los derechos de autor de Gardel, dice muy enfáticamente que los vendió “por un plato de lentejas”. El espisodio fue la culminación de toda la trama montada alrededor del tristemente famoso “testamento”. Muerta la Gardes y Defino con todos los bienes, recibe la visita de los señores Francisco Canaro y Mario Benard quienes, representando a José Razzano, acérrimo enemigo de Defino, le reclaman venda a éste los derechos de autor de Gardel. El episodio resulta de antología pues Canaro y Benard eran presidente y asesor jurídico, respectivamente, de SADAIC, en cuyos estatutos se prohíbe expresamente dicha venta, y resulta así inconcebible que se prestaran a una operación manifiestamente ilegal, ocupando cargos de tal jerarquía.

Defino explica así las cosas en su libro:

“(…) hice renunciamiento por monedas (textual) y deliberadamente en favor de quien se había cobijado bajo el amparo de Carlos, y que lamentaba no tener otros medios y una familia que mantener.”

Dice después:

“Desde luego, mi generosidad no fue espontánea. Me indujeron a ella algunas personas, entonces encumbradas en SADAIC (Canaro y Benard), que me hicieron ver los apremios de ex compañero de Carlos.”

Y Finaliza:

“Señalo mi desconocimiento total de los estatutos de SADAIC, que no permitían la venta de los derechos de autor.” 

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Armando Defino  (Parte IV)

Es abusar de la ingenuidad de la gente imaginar que el apoderado del cantor de tangos más famoso de la historia desconociera los estatutos de SADAIC (Sociedad de Autores), siendo además imposible que Canaro y Benard no hubieran puesto el tema en la mesa, dado los cargos que desempeñaban en esa Institución. Pero, finalmente, por treinta mil pesos ( el “plato de lentejas” , según Olga Orozco), Razzano se quedó con los citados derechos. El porqué de tan extraña operación – con mezcla de generosidad hacia un enemigo y encumbrados personajes de SADAIC proponiendo una venta ilegal – muchos quisieran verlo por un lado aparentemente simple: Mario Benard era quien había autentificado la firma de Gardel en el “testamento”, cayendo quizá en una trampa de la que le podría haber resultado difícil salir, si Razzano se ponía fuerte y hablaba de cosas que seguramente conocía muy bien.

EDMUNDO GUIBOURG

Fue realmente un íntimo amigo de Garde y, realmente dolorido cuando murió su amigo, publicó, el mismo día de Medellín, una acongojada crónica en la que señalaba, desde Crítica de Buenos Aires:

“¿De dónde era ese cantor tan típicamente local?.
Se decía que había nacido en Punta Arenas. En los documentos que le vi exhibir en diversos viajes aparecía (como) nativo de Montevideo. Acaso fuera en verdad oriundo de Touluse, como la viejecita(…).”

Dejando de lado lo curioso que resulta que al dudar entre un “se decía” o un “acaso”, Guibourg no se inclinara por lo que decían sus documentos, cada cual hará su interpretación de ello. Pero de lo que no cabe ninguna duda es de que Guibourg, el 24 de junio de 1935, confesaba, con total claridad, que ignoraba el verdadero origen de Gardel
Pero en 1983 (ya había prologado el libro de Defino y la polémica del origen estaba intalada), en un reportaje que le hace Mona Moncalvillo (El último bohemio, Ed. Celtia, 1983) y luego en Buenos Aires Tango (agosto de 1985), cambia el “libreto”, asegura que Gardel “nació en Francia”, lo conoció pues “le daba una especie de “tirria” saber que hablaban en el barrio de un “francesito”, etc.” Y dice textualmente:

“Nosotros fuimos amigos desde la infancia; yo tenía seis años y él nueve”

Pero he aquí que en La Opinión (Buenos Aires) 24 de junio de 1975), reproducido por Ser Gardel (diciembre de 1990, Ed. Periodismo por periodistas), vuelve a contradecirse cuando escribe:

“Le podría decir la primera vez que lo vi. Fue un Comité Político conservador de Balavnera (…).
No tendría yo 13 años (…) , había un muchacho gordito (…). El gordito era Gardel (…).”

 

(Queridos Amigos los esperamos con el número de Setiembre-2012 para seguir descubriendo el Misterio de la historia de Gardel , el más grande cantante de tango de todos los tiempos, “si cada día canta mejor…”)

 

CARLOS GARDEL – EL MISTERIO
Atrapado por el Misterio. Fuente libro DOS ROSTOS PARA GARDEL – Autor Nelson Bayardo.

EDMUNDO GUIBOURG (Continuación)

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Recapitulando: lo que Guibourg ignoraba en 1935, resulta que “lo sabía” desde un año y luego a los seis. Se vuelve a un argumento ya esbozado antes: una cosa era lo que se decía “antes” del “testamento” y otra muy diferente lo que se dijo “después”. Es obvio que una nota escrita el mismo día de Medellín, por la propia congoja provocada por el impacto de la noticia, no daba mayor pie para estrategias, y allí Guibourg dijo o simuló su ignorancia sobre el origen de Gardel. Como ya se ha expresado: no se puede poner en pie de igualdad un documento internacional como un pasaporte, con suposiciones, un “se decía”, un “acaso”. Guibourg seguramente sabía que Gardel era uruguayo. Pero, como canta Gardel, “un tropezón cualquiera da en la vida”. El problema se torna grave cuando los “tropezones” siguen. Jamás persona alguna debió haber pensado que el  récord del “testamento”  pudiera ser igualado. En efecto: admitir que en un expediente sucesorio dos personas, que tienen cuatro datos filiatorios y diferentes, puedan ser considerados como una sola, parece un imposible. Sin embargo, Carlos Gardel, uruguayo, cuarenta y ocho años, fue identificado con Charles Romuald Gardés, francés, cuarenta y cuatro, o sea, una identificación cuando no había coincidencia entre nombre, apellido, nacionalidad ni edad. Así nació la “historia oficial”. Edmundo Guibourg, uno de los adalides de esa historia, igualó la marca. En Buenos Aires Tango (julio de 1985) afirmó que el “padre” de Gardel se llamaba “Paul Lasere”, que era obrero y que había ido a Buenos Aires a hablar con Berthe Gardes para ofrecerle matrimonio. Sin embargo, en Tango y Lunfardo (número 63) , Jacobo de Diego narra cuando Guibourg le dijo que “Charles Laforgue”, padre (francés, obviamente) de Gardel, se presentó ante éste en París, etcétera. En resumen: no coincidían nombre ni apellido del “padre francés” , tampoco interlocutor (Berthe y Gardel) , ni siquiera lugar (Buenos Aires y París). Salvo que Guibourg “corrió con dos candidatos”, el hecho no debe sorprender, pues doña Berthe inventó otro padre – Paul Gardes, militar - , la psicóloga Martha Báez, a Paul Laserre (le agregó una “r” y lo ascendió a “ingeniero”), según La Maga (Buenos Aires, diciembre de 1995) y en un libro relativamente reciente – Carlos Gardel  y mi genealogía - , como para no fiarse ni de parientes ni de religiones, el “padre francés” era José Gardes, seminarista y primo de doña Berthe.
Si se piensa  en los dieciséis nombres diferentes referidos a “la persona influyente” que posibilitó la “falsificación” de la documentación oriental de Gardel, tener hasta ahora solamente “cinco padres franceses”  diferentes para Gardel, parece casi un acto de humildad.
En Documentos para la Historia (Suplemento de El País del 24 de junio de 1992) , se agregaron – siempre perfectamente documentados y con reproducciones facsimilares – muchos ejemplos que poco tienen que envidiar a los expresados en este capítulo.

 

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CARLOS GARDEL – EL MISTERIO
Atrapado por el Misterio. Fuente libro DOS ROSTOS PARA GARDEL – Autor Nelson Bayardo.

DICTADURA: SEPULTURERA DE HISTORIAS

Armando Defino y Edmundo Guibourg, adherentes al “francesismo” de Gardel, exhibían, en el retrato del ídolo, su imagen externa, su fachada pública, su rostro alegre. Pero Gardel tenía – se debe recordar las narraciones de Razzano, Roberto Maida, Onetti, Pichon Riviere – una faz cuidadosamente oculta al público, tan oculta como lo fue su propio nacimiento. Se traslada el escenario a Tacuarembó. Tacuarembó y su cementerio. A pocos metros de la entrada, a la izquierda, un sepulcro llama la atención. Es la tumba de Carlos Escayola y su familia. Corona la tumba un busto en mármol, cubierto por un templete, obra de un escultor italiano: reproduce a Clara Oliva, la primera esposa del coronel Escayola, jefe político de Tacuarembó durante la dictadura de Máximo Santos. Debajo, siempre al centro, un segundo busto, similar al anterior pero a la intemperie, sin templete, representa a Blanca Oliva, segunda esposa de Escayola y hermana de la anterior. Siempre hacia abajo y al centro, la lápida que cubre los restos del Coronel. Ésta tiene a su izquierda la tumba de la tercera y última esposa, hermana de las anteriores, María Lelia Oliva, recordada por medio de un medallón con el diseño de su rostro. A su derecha, yacen los restos de la madre de las tres esposas de Escayola, Juana Sghirla de Oliva. Escayola fue enviudando sucesivamente de sus tres esposas hasta que, en pleno ocaso, murió pobre y olvidado en Montevideo, en 1915, a los setenta años y , según se cuenta, escuchando en un fonógrafo los discos de Carlos Gardel, lo que puede – o no – ser leyenda.
La fama del Coronel no habría trascendido Tacuarembó si a la singularidad de sus sucesivos casamientos con tres hermanas y a la cincuentena de hijos naturales que se le asignaron, no se hubieran adicionado dos hechos fundamentales: el primero que, viudo de Clara y casado con Blanca, embarazó a María Lelia – su última esposa, una vez muerta Blanca – una joven de trece años; y el segundo, que el fruto de tan escandaloso adulterio fue Carlos Gardel, quien fue celosamente ocultado por obvias razones y , por lo tanto, careció de toda inscripción cívica, en la que ni padre ni madre estaban interesados. María Lelia había sido tempranamente llevada a la Estancia Santa Blanca, ubicada en la Segunda Sección Judicial de Tacuarembó, próxima a la frontera con Paysandú. Su presencia en el lugar tuvo carácter de clandestinidad, para no menoscabar el prestigio personal, familiar, social, religioso y , sobre todo, político del Coronel, lo que habría lesionado seriamente el régimen dictatorial que representaba, o sea el del general Santos. Por razones obvias, la dictadura tenía todas las armas para silenciar cualquier comentario, y quienes osaron desobedecer o fueron sorprendidos en ello, recibieron durísimos castigos los que, según muchos testimonios, llegaron a las máximas consecuencias…

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CARLOS GARDEL – EL MISTERIO
Atrapado por el Misterio. Fuente libro DOS ROSTOS PARA GARDEL – Autor Nelson Bayardo.

DICTADURA: SEPULTURERA DE HISTORIAS (Continuación)

 

Resulta claro que un acontecimiento oculto durante tantas décadas se habría mantenido en esa situación si el niño involucrado en el mismo no hubiera sido Carlos Gardel y si no hubiera existido la tenaz persistencia del periodista Erasmo Silva Cabrera, cuya investigación hizo posible el milagro. Milagro producto de dura búsqueda, pues el niño pasaba de mano en mano de peonas de la estancia Santa Blanca, mientras crecían las habladurías sobre quien era conocido como “el gauchito de Escayola”, lo que motivó que finalmente fuera entregado a una francesa, Berthe Gardes, llegada a Tacuarembó en la década del ochenta, a trabajar – como ya se explicó – en la Compañía Francesa del Oro, a cargo de su compatriota, el ingeniero Victor l`Olivier. Llevó a cabo la operación el doctor Mateo Parisi, yerno de Escayola, quien entregó a Berthe tres mil pesos – mucho dinero para la época - , a efectos de alejar al chico del lugar. Llevado a Montevideo, quedó a cargo de la compatriota de Berthe, Anaís Beaux, quien lo enscribió en una escuela del Barrio Sur, mientras Berthe seguía rumbo a Toulouse, donde nacería Charles Romuald.

Testimonios orales

Susana Cabrera de Menéndez – profesora de filosofía y pscología, radicada en Tacuarembó desde 1956 – es montevideana y se casó en Tacuarembó con el doctor Justino Menéndez. La señora Menéndez relata que, a principios de 1970, escuchó por radio que un periodista – se trataba de Silva Cabrera – hacía mención a que Gardel había nacido en Tacuarembó. Muy asombrada, cuando su esposo llegó al hogar, se lo contó como una increíble novedad. El doctor Menéndez ni siquiera se inmutó, respondiéndole apenas: “¿Y eso quién no lo sabe?” O sea, el silencio impuesto por el terror desde mediados de la década de 1880, asumido como tal y archivado en la memoria como hecho concluido, que no había motivado ni siquiera un comentario matrimonial. Las palabras de Susana Cabrera fueron expresadas públicamente en la Feria del Libro de 1997, en ocasión de la presentación de su novela “Los secretos del Coronel”. La escritora – como en el caso de María Selva Ortiz, la socióloga autora de “El silencio de Tacuarembó” – no es aficionada al tango ni a Gardel, pero el asombro que le provocó el hecho la llevó a estudiar e investigar a fondo el tema, por lo que su obra constituye una “historia novelada” , en la que, sobre una estructura absolutamente real, se rellenan los huecos con una ficción muy bien elaborada.

Testimonio similar aportó la señora Bárbara Calcagno de Ortiz, esposa del ex ministro y también jefe político de Tacuarembó, Celiar Ortiz, quien en ocasión de la visita del periodista Silva Cabrera (“Avlis”) a Tacuarembó, para investigar el suceso, y como se hizo público, prácticamente expulsó al periodista de su casa “por meterse en hechos que no debían ser mencionados”. La señora Calcagno – doña Beba - , por imposición de su marido (quien la previno expresamente con relación a las indagaciones de Avlis), había guardado silencio exactamente durante noventa y cuatro años. Doña Beba vive y actualmente va hacia los cientoún años, habiendo sido contemporánea de Gardel. En 1991, en un extenso reportaje publicado por el periódico tacuaremboense Batoví, a propósito del Tacuarembó de fin de siglo y la historia que le siguió, se destinan seis o siete renglones a Carlos Gardel. Allí doña Beba narra la historia de Escayola pero  con un tono cauteloso, en el  que abundan los “se decía”.

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DICTADURA: SEPULTURERA DE HISTORIAS (Continuación)

 

Testimonios orales (Continuación)

…tres años después, cuando la nieta de doña Beba – la mencionada socióloga María Selva Ortiz – realizó un trabajo curricular para licenciarse, entendió que el tema a investigar podía centrarse en Gardel ya que, desde su niñez, había reparado en que en su casa ese tema sólo salía a luz en familia o en gran intimidad. Ese trabajo curricular, con pequeños agregados, se transformaría en el libro “El silencio de Tacuarembó”, para el que finalmente doña Beba cede al asedio de su nieta y narra que, siendo una jovencita, su profesora de corte, la señora Mariquita Piquillén de Machado, le había contado la historia que luego su marido le había obligado a callar durante años. Según María Selva Ortiz, cuando la joven Beba llegó a su casa con la novedad contada por la profesora de corte, sus tías – muy amigas de las familias Escayola y Oliva – se enfurecieron : “¡¿Por qué tiene doña Mariquita que remover ahora esas cosas?!” , “¡De esas cosas no se debe hablar!” . El pasado año 1996, ya con noventa y nueve años, doña Beba fue entrevistada por el periodista Jorge Arellano, en Canal 5, y relató la misma situación, que también había sido narrada, hace dos o tres años, al autor del presente libro. Doña Beba no ocultó tampoco otro aspecto tenebroso de la historia: los amores del Coronel con su suegra, Juana Sghirla, mujer argentina de singular porte y belleza, sumamente ávida de dinero y poder, que se supone fue quién armó los casamientos de sus hijas con el Coronel, para mantenerlo “amarrado a su coyunda”.

Testimonios escritos

Otros testimonios orales podrían ser mencionados, pero habiendo siempre tenido una esencial preferencia por lo que está escrito y no puede ser desmentido, hay tres hechos fundamentales que verifican, sin posibilidad de desmentido, “la vieja historia enterrada de Tacuarembó”. Estos tres hechos serán deslindados puntualmente.

El primer hecho

El 8 de octubre de 1920, en documento jurídicamente perfecto y hecho con total sujeción a la Ley de Organización Consular del 21 de mayo de 1906 y su posterior reglamentación del 17 de enero de 1917, antes mencionadas, Gardel – según expediente 10052 que obra en el Consulado uruguayo de Buenos Aires – registró su nacimiento en Tacuarembó , diciendo que sus padres eran “Carlos” y “María Gardel”, “uruguayos y fallecidos ambos”. En 1920, la vieja historia era absolutamente desconocida, pero cuando , cuarenta años después – repare el lector: cuarenta años después – el periodista Avlis la descubre, hay una completa coincidencia: el padre era Carlos Escayola, uruguayo y fallecido en 1915 y la madre María L. Oliva, uruguaya y fallecida en 1905. No parece casualidad ni coincidencia tanta exactitud, pero quienes insisten en un “Gardel francés” siete años menor, deberían buscar las razones para justificar esa diferencia de siete años; y además recordar que Berthe Gardes era francesa (y no uruguaya) y que no había fallecido, sino que vivía. La tarea parecería bastante difícil.

 

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El segundo hecho

Al día siguiente de morir Gardel – también fue narrado antes – el 25 de junio de 1935, el diario montevideano La Mañana publica sentida nota necrológica. Se insistió anteriormente en el sentido de que el lector debe asumir el instante psicológico en que el autor de la nota – don Pedro Bernat, apoderado uruguayo de Gardel – escribe su texto el mismo día 24, para que fuera publicado la mañana siguiente, sin que existiera la menor polémica respecto al nacimiento o la identidad de Gardel. Y, como se dijo en el capítulo 4, en esa sentida nota necrológica, Bernat expresa ese día, entre otras cosas, como algo totalmente natural: “Había nacido en la Segunda Sección Judicial del departamento de Tacuaremó” y , más adelante: “Fallece a los cincuenta y dos años”.
El Dato “Segunda Sección Judicial” no había aparecido jamás en ningún documento de Gardel, y tampoco parece producto de la casualidad que veinticinco años después, cuando Avlis penetra en el misterio de la historia – y tal como aseveró doña Beba para Batoví en mayo de 1991 – se concluya que Gardel hubiera nacido justamente en la Estancia Santa Blanca, que está en la Segunda Sección Judicial del departamento de Tacuarembó. También eso da validez a los cincuenta y dos años que le asigna Bernat, coincidiendo con el nacimiento en 1883 que surge del testimonio de Hugo Mariani. Se debe tener en cuenta que, como es común, se hace la resta de 1935 menos 1883 (lo que da cincuenta y dos) , pero sin reparar en que, para los nacidos en diciembre o últimos días del año, debería haber resultado cincuenta y un años y seis meses. Insistimos: no parece nada casual, máxime tratándose de un dato inédito que sí poseía el apoderado.

El tercer Hecho

En 1915, exactamente el 18 de junio de 1915, el dúo Gardel-Razzano debuta en Montevideo, y el diario El Tiempo del 24 de junio de 1915, tal como consta en la Biblioteca Nacional (cuyo facsímil ya publicara Avlis en 1975), expresa:

“Indudablemente, el número de mayor importancia que obsérvese en el cartel del teatro de Visconti es el constituido por los jóvenes compatriotas Gardel y Razzano, pareja que ejecuta muy acertadamente nuestros cantos criollos”

Revisados todos los diarios de la época, se destaca que fue el único diario que hizo mención a la nacionalidad de ambos “jóvenes compatriotas” y no por casualidad: María A. Netto Escayola, por obvias razones de parentesco, conocía muy bien su origen, y estando casada con el doctor Domingo Mendilharzu, quien fue dueño del citado diario, proporcionó la información que, dadas las circunstancias, adquiere carácter de inapelable, máxime que Gardel era entonces un total desconocido en materia artística (recién tres años después se edita su primer tango, “Mi noche triste”) y nadie podía imaginar que su nacionalidad en esa época pudiera dar lugar a polémica alguna.

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CARLOS GARDEL – EL MISTERIO
Atrapado por el Misterio. Fuente libro DOS ROSTOS PARA GARDEL – Autor Nelson Bayardo.

DICTADURA: SEPULTURERA DE HISTORIAS (Continuación)

gardel

OTROS HECHOS

Podría agregarse un elemento de juicio más, entre 1930 y 1933, Gardel fue objeto de cuatro reportajes: Imparcial (13 de julio de 1930 y 4 de octubre de 1933) ; La Tribuna Popular (1 de octubre de 1933) y El Telégrafo (Paysandú, 25 de octubre de 1933) y , en todos, requerida su nacionalidad, contestando “uruguayo” satisfacía la curiosidad, contestando “uruguayo” satisfacía la curiosidad periodística. Sin embargo, en las cuatro oportunidades explicitó ser “de Tacuarembó”, siendo algo inusual, en reportajes, el manifestar tal precisión respecto a un lugar. Se admite el subjetivismo de la reflexión pero, ¿no puede entenderse como un modo de revancha, de parte de Gardel, por el ocultamiento de su nacimiento? El lector dará su propia interpretación ante tal inusual insistencia.

OTROS SILENCIOS (Parte I)

Los investigadores argentinos Hamlet  Peluso y Eduardo Visconti, en su libro Gardel y la presa Mundial, concretaron “el logro de muchos años de búsqueda y ardua investigación en diarios y revistas de la época”.
Libro realizado en Buenos Aires – enfrente de Montevideo – llama la atención que con notas y reportajes que van desde 1913 a 1935 y que abarcan ciudades como Buenos Aires, Montevideo, Nueva York, Barcelona, París, Puerto Rico, etc. , hayan sido omitidos los cuatro reportajes antes citados, siendo que los tres últimos fueron precisamente los últimos realizados en el Río de la Plata, lo que les da singular valor y suena extraño que no fueran del conocimiento de estos autores. En Colombia, el doctor Luciano Londoño López, miembro de la Academia Nacional del Tango de Buenos Aires y de la Academia Porteña del Lunfardo, cuyos trabajos como experto han tenido difusión mundial en una veintena de revistas especializadas, no guardó silencio sobre esta omisión y dice, nada menos que en Latin Beat Magazine (California, Estados Unidos):

“ (…) crea dudas el saber que en el mismo se hacen quites para tender un manto de olvido sobre el origen del cantor, el cual se ha convertido en el punto más polémico de su biografía.”

Que una figura intelectual de proyección internacional, como el doctor Londoño Lòpez, haga tal consideración y ésta gane el ámbito internacional, parece un hecho digno de ser analizado para quienes siguen empeñados en usar harneros para tapar el cielo.

 

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DICTADURA: SEPULTURERA DE HISTORIAS (Continuación)

 

OTROS SILENCIOS (Parte II)

…siempre en homenaje al notable escritor argentino OSVALDO SORIANO y a su reconocimiento sobre mi intención de no brindar información parcial, transcribo lo que leí muy recientemente en “La Maga” (número 28, 1997) , precisamente en homenaje a tan estupenda figura de la literatura argentina. En un artículo titulado “Cuando un amigo se va” (que aparece en página 15), escrito por el famoso cineasta argentino Héctor Olivera – director de la inolvidable “La Patagonia rebelde” - , hay una importantísima referencia. Dice allí Olivera en relación a Soriano:

“Recuerdo que la última charla, poco tiempo antes de su operación, fue sobre si Gardel había nacido en Toulouse o, como él (Soriano) afirmaba, en Tacuarembó. Opinaba que quienes se negaban a aceptar que El Mundo era uruguayo eran los argentinos que asumían este asunto con la misma rivalidad rioplatense que si se tratara de un campeonato de fútbol”.

El 29 de enero de 1995, y con relación al Gardel uruguayo, escribía Soriano para Página 12 que “Ahora todos somos un poco más orientales que antes”, lo cual me hizo replicar que con hombres como él “también nosotros nos sentimos un poco más argentinos”.

CON CAMA Y SIN AMOR

En sus tiempos , Gardel era considerado como la imagen de la virilidad rioplatense, el paradigma de la masculinidad. Como ya vimos al comienzo, agotada esa cantera, se tejió la leyenda de su asexualidad, su bisexualidad, su homosexualidad. No se trata aquí de entrar, como diría a otros efectos Osvaldo Soriano, en la “competencia deportiva” de sus atributos masculinos, sino de plantear el tema en el terreno de una verdad afirmada en hechos plenamente documentados. El drama de su oculto nacimiento en Tacuarembó, su abandono, con la consecuente carencia de afectos familiares; la ausencia de la sensación de seguridad y el desarrollo adecuado de la afectividad implícitos en la presencia materna; la falta del carácter independiente y audaz, o de la conciencia del deber comunicados por la figura paterna, sellaron de algún modo su personalidad. En el terreno amoroso, posiblemente se originó en el cantor una actitud negativa hacia la institución matrimonial y una marcada aversión a toda relación sentimental que pudiera significarle quedar atrapado en las redes de un casamiento que no deseaba.

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CON CAMA Y SIN AMOR (Parte II)

Este autor tuvo la posibilidad de leer la totalidad del epistolario entre Gardel y Razzano, según se expresó al principio, y las aventuras que el cantor relata a su amigo son de carácter episódico, mostrando una clara preferencia por las mujeres de vida ligera, ya fueran prostitutas, cabareteras o mujeres de alterne. Pero, además, Gardel no escapó al modelo de aspiraciones del hombre de orilla, que era el de recibir favores de quienes le prodigan su amor:

“ (…) me hice amigo aquí, en París, de La Pajarito, la dueña del Armenonville, el Tabaris y el Casino Pigalle, en fin, voz (sic) ya sabés el vento que tiene.”

Así le escribe a Razzano, poniendo especial acento en “el vento que tiene”. Es históricamente conocido que Gardel es de algún modo lanzado al ruedo artístico la noche de Armenonville. Juega un rol importante en esto Madame Jeanne, que era ni más ni menos que Lucía Comba, conocida también como La Ritana, dueña de una importante cadena de burdeles de lujo, quien mantenía literalmente a Gardel, como narró repetidamente Isabel del Valle y muy en particular a quien esto escribe, describiéndole la desazón que experimentó, siendo ella “novia” de Gardel, cuando La Ritana le hizo ver, en la planta superior de uno de sus burdeles, una ropería con todos los trajes del cantor, para disuadirla de continuar con su romance.
También es conocida su relación con Elena Fernández, la famosa “Elena de Corrientes” , que en la Chacarita colocó la placa en la que su firma refrenda la frase “Por favores recibidos” , verificando la relación que se describía en el tango “Mano a mano”. A Elena Fernández recurría a Gardel cada vez que las deudas de jugo lo acorralaban, hasta que la mujer puso fin a la situación.
Y mucho más conocida es aun su aventura con Sadie Baron Wakefield, a la que llamaban “ Madame Chesterfield” – de acuerdo a la deformación que hacía el guitarrista Ricardo - , dueña de la empresa de cigarrillos Craven y que fue quién financió las primeras películas de Gardel. Esta aventura malquistó, en cierto modo, al cantor con la colonia latinoamericana, que le endilgaban el mote de “cafishio”, como se ha relatado reiteradamente, al hacerse referencia a sus aventuras parisinas. Lejos de sus amoríos en Tambores con Laura Medeiros, o con la porteña Carola Angelini o Margarita Pretera, la mujer con quien vivió en Nueva Granada en su juventud, y tranformado en artista de incipiente fama, conoce en 1921 a Isabel del Valle, con quien tiene una conflictiva relación, conocida a través de sus cartas con Razzano y Defino, y en la que se muestra a un Gardel muy inseguro, que maneja sus relaciones sentimentales a través de terceros, delegando en sus amigos el encargarse de romper o recomponer relaciones, todo en función del estado espiritual del cantor

 

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DICTADURA: SEPULTURERA DE HISTORIAS (Continuación)

CON CAMA Y SIN AMOR (Parte III)

GARDEL

Esto es sumamente visible en su correspondencia, donde por ejemplo se lee:

“(…) y es la forma de guardar algo yo quería viniera Isabel para acompañarme y así me ayudaba y al mismo tiempo no la hacía esperar tanto pues no hay derecho (…).”

Este ir y venir de sus sentimientos, ese temor de decir “no” que le era característico:

“(…) arreglá vos si conviene lo haces, cosa que algún día tengan una casa y no me reprochen en nada haberle hecho perder la juventud a esa muchacha (…)”

Otras mujeres rondaron su vida, como la vedette Perlita Grecco, española de singular belleza, quien admite su relación frívola y exenta de compromisos con Gardel, o Mona Maris, quien atribuyó al ídolo “una atracción animal irresistible”. Hay preguntas que el cantor rehúye contestar cuando Nicolás Díaz le pregunta por “Rosita” , “Imperio”, “Lupita” – con casi segura referencia a Rosita Moreno, Imperio Argentina y Lupita Tovar – y admite, de hecho, sólo a las dos primeras cuando sesgadamente dice :

“¿Lupita? ¿Qué es eso de Lupita? Yo nunca he tenido nada que ver con Lupita Tovar. Esa se queda para éste (…).”

Alicia Coccia, la bailarina húngara, Ivonne Guitry, la espléndida Gabi Morlay, célebre actriz francesa – quien, al igual que Gardel, daba prioridad al interés económico sobre el sentimental -. En fin, una variedad de mujeres, entre quienes la predilección de Gardel se dirigía claramente hacia las más jóvenes, como en la anécdota que narra de nuevo Nicolás Díaz en Bogotá, cuando presentándole una larga lista de mujeres de distinto tipo- rubias y morenas, altas y bajas, delgadas y gruesas, e incluyendo de diferentes nacionalidades – Gardel prefirió una rubia insulsa que masticaba chiclets, dada su juventud, con un argumento muy claro:

“A burro viejo, pasto joven.”

La prensa de Barranquilla, en Colombia, narró en El Heraldo de dicha ciudad, un incidente protagonizado por Gardel durante su actuación en la fatal gira de 1935, cuando en una casa de citas de dicha ciudad, a cargo de una tal Carmen Pájaro, la mujer con la cual estaba tuvo que abandonarlo por la llegada de su amante, lo cual viene a demostrar que las antiguas andanzas de Gardel por la calle Yerbal del Bajo montevideano seguían siendo de su predilección.

Aquí no se trata de enumerar  todas y cada una de las aventuras amorosas del ídolo, sino de expresar la sorpresa por el hecho de que alguien se haya atrevido a decir que “no se le conocieron mujeres”, cuando la lista es interminable, y se haya tenido que recurrir a lugares comunes, con frases hechas, para demostrar lo falaz de esa afirmación.

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CARLOS GARDEL – EL MISTERIO
Atrapado por el Misterio. Fuente libro DOS ROSTOS PARA GARDEL – Autor Nelson Bayardo.

DICTADURA: SEPULTURERA DE HISTORIAS (Continuación)

CON CAMA Y SIN AMOR (Parte IV)

GARDEL

Lo que queda como resumen de todo esto es que, efectivamente, Gardel tenía una frialdad afectiva real, producto de una infancia carente de vínculos sentimentales, y de alguna manera ello tiñó su relación con la mujeres evitando, como dijimos al comienzo, quedar enredado en aventuras en las cuales el sentimiento llegara a primar, y reduciendo todo a meras relaciones carnales. Una segunda situación a considerar es que el cantor estaba sometido a un constante asedio femenino, y la propia Isabel del Valle narró que ni siquiera su presencia desalentaba a sus admiradoras. En tal situación, es natural la existencia de una selección, como resultado de la cual las rechazadas podían tener motivos – o suponerlos – para desacreditarlo. Y un tercer elemento, ya mencionado, era la edad de Gardel, por lo menos en la era de su apogeo – y , por consiguiente, cuando era más objeto de las miradas ajenas – y que, como hemos señalado, rondaba los cincuenta años en una época en que la esperanza de vida se situaba alrededor de los cincuenta y cuatro años. En ese momento de la vida del cantor, puede aceptarse como cierta la teoría de Pedro Orgambide en su libro Gardel y la patria del mito, cuando señala que “la relación erótica de Gardel con el Tango” (“casado con el tango”) superaba posiblemente el atractivo que despiertan las relaciones amorosas, habida cuenta de que en los astros de su magnitud, la pasión narcisista adquiere siempre una importancia relevante. Cuando Gardel muere, la prensa de la época informa de una cadena de suicidios o intentos, con cartas referidas a pasados encuentros, en el caso de la actriz Estrella del Rigel, quien se trata de matar en la misma habitación del Hotel Middletown que compartiera con el astro, o los casos de las cubanas Amelia Castillo y Baldomera Torres, quienes impregnan las ropas con combustible y perecen quemadas como el cantor, o la portorriqueña Suncha Gallardo, quien ingiere veneno y es salvada. Todos estos casos demuestran que Gardel, más allá de que su desgraciada infancia pudo haber distorsionado su sentido del amor, limitándolo al mero placer físico, en los hechos, se transformó en el ideal de las mujeres de la época y más de una mente femenina fantasiosa habrá esperado en su ventana a su Carlitos montado en alguna guitarra alada, para ofrecerle una serenata. Como conclusión, nos remitimos a lo dicho al comienzo: Gardel fue un hombre que quedó atrapado en un obligado misterio como estrategia vital para ocultar algo que le abochornaba y que, a su vez, le otorgaba una coraza que impedía a los demás ingresar a su intimidad, allí donde yacía el drama de su nacimiento indeseado y de un innoble abandono por parte de sus progenitores. Criado en la calle, residiendo siempre en conventillos donde pululaban inmigrantes de sueños destrozados, hombres del gauchaje empujados a las orillas de la ciudad en busca de modos de subsistir, gente desplazada de la vida social, Gardel llegó a conocer, desde su temprana infancia, la frialdad del infortunio y la vida a la intemperie. La clásica sonrisa con que maquillaba su rostro, no sólo en sus actuaciones públicas, sino también en las reuniones que él mismo provocaba “para aturdirse”, como explicara Razzano, era quizá un simple recurso para subrayar sus éxitos artísticos, o acaso – se podría suponer – porque Gardel fuera genéticamente alegre, naturalmente amable, pero hubiera quedado indefenso ante el drama que le acompañó desde que llegó al mundo. Yendo de mano en mano de peonas de la estancia donde nació, fue dejado luego por la encargada de su crianza, Berthe Gardes, en manos de su compatriota Anaîs Beaux – acaso quien más amor le prodigó, como surge de las cartas del cantor – con quien residió durante un par de años en Montevideo.

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DICTADURA: SEPULTURERA DE HISTORIAS (Continuación)

CON CAMA Y SIN AMOR (Parte V)

Pero llevado a Buenos Aires, el propio episodio que reveló su amigo Francisco Gismano referido a La Lechuza, en circunstancias que hacen imposible dudar de su veracidad, concurre a demostrar que la falta de afecto real fue el lugar común de su infancia. Esto lleva de la mano a explicar que trasladara a sus relaciones amorosas el mismo esquema que había recibido, teñido de indiferencia, de falta de afectividad y, que para él, el juego del amor quedara reducido a la mera satisfacción genital, después de lo cual, en esas condiciones, sólo queda el vacío y la soledad espiritual .Por eso no es difícil suponer que en su genialidad en la interpretación de sus tangos no solo hay que considerar lo excepcional de su timbre de voz, su ductilidad, su sentido musical innato, sino también un altísimo valor en lo concerniente a la expresividad, ya que le bastaba repetir sus propias experiencias con mujeres de dudoso vivir, amores episódicos y fugaces, como son los que en general constituyeron la base temática de sus tangos.
Cuando aconseja a Vicente Padula, “no te enganchés con una sola, que así haces infelices a todas las demás”, Gardel está aplicando una filosofía un tanto cínica que, en verdad, oculta su deseo de justificar su propia conducta. Para un observador atento – y ello se observa mucho más en sus películas que en sus fotos – ese curioso cohabitar de su sonrisa levemente torcida – en muchos casos con una carga de amarga ironía - , con esa mirada de tristeza profunda, fue lo que hizo decir al psicólogo alemán Harry Milkewitz (adscripto al Centro de Estudios de Psicología de Montevideo desde 1949), en su trabajo Psicología del Tango:

“Gardel es un hombre que ha triunfado en el mundo. Lo ha logrado cantando (¿llorando?) pero tiene los rasgos típicos de un abandónico, tras su sonrisa triste, acentuada por sus oscuras ojeras. Buscaba triste, acentuada por sus oscuras ojeras. Buscaba siempre el contacto humano, el calor de la amistad, de la cual era un notorio cultor. No sabía estar solo, pues tenía temor, sentía ansiedad en la soledad, porque ello repetía en él las traumáticas vivencias afectivas de su infancia y su adolescencia.”

Demasiadas coincidencias como para seguir repitiendo lo que hasta el cansancio han dicho en contrario los glosadores de oficio, despreocupados de la más mínima profundización en problemas de la psiquis humana. Gardel no fue, al final, un hombre esencialmente distinto de muchos que, como él, han tenido que cargar su propia cruz. Rafael Pesce, experto musical, lo calificó como “actor de tangos”, pero acaso puede agregarse que fue, también, un “actor en la vida”, por todas las circunstancias anotadas. Y engañó a muchos que – de nuevo Casto Canel – se quedaron en la orilla del problema, ya porque no les interesó internarse enel tema – y no hay en ello la menor objeción – ya por mera superficialidad o , en algunos casos, por interés en modelar una imagen adecuada para la comercialización del ídolo. Aun así, todo convergió para que Gardel se transformara, guste o no, en uno de los uruguayos más famosos de la historia, en el máximo símbolo de la hermandad rioplatense – pues, como ya se ha explicado, fue Buenos Aires su patria artística -, y en el único ejemplo conocido a nivel mundial de una figura artística que, después de sesenta y dos años de su muerte, sigue manteniendo una fama, una vigencia y una actualidad permanentes.

  (Queridos Amigos los esperamos con el número de Agosto-2013 para seguir descubriendo el Misterio de la historia de Gardel , el más grande cantante de tango de todos los tiempos, “si cada día canta mejor…”)

APÉNDICE (Parte I)

Sobre pericias y ADN

Durante su vida, jamás hubo dudas respecto a que Gardel fuera uruguayo: así constaba en toda su documentación (uruguaya, argentina e internacional) ; así lo manifestó en los reportajes que se le hicieron, y así lo manifestó en los reportajes que se le hicieron, y así siempre lo registró la prensa desde aquella legendaria crónica de “El Tiempo”, del 24 de junio de 1915, ocasión de su debut profesional en Montevideo, cuando era un virtual desconocido cuya nacionalidad no podía originar polémica alguna. Muerto Gardel, aparece lo que se ha llamado “el testamento de Gardel” , que aporta tres novedades realmente sorprendentes:

  1. Gardel, siempre uruguayo, tal cual expresaron despachos de agencias de Nueva York, París, Toulouse, Medellín, etc., se transformaba en francés.

 

  1. Gardel, quien en su documentación – quitándose años, como hacen todos los artistas – declaraba haber nacido en 1887, habría nacido (según el citado testamento) en 1890, o sea que, en lugar de quitarse años, se los agregaba. Pero esto se agrava considerablemente cuando en dieciséis testimonios perfectamente individualizados, amigos íntimos y en su mayor parte adherentes a la idea de su “francesismo”, involuntariamente, y en declaraciones sin ninguna relación con su nacionalidad, aseguran, con total certeza, que en la intimidad el cantor situaba su nacimiento en el entorno de los años 1883 – 1885, alejándose más aún del imposible 1890. Dicho de otro modo:  de ser válido su nacimiento en 1890 – condición sine qua non de su “francesismo” – se daría el caso insólito de que, en sus documentos, Gardel se agregaba tres años, y lo que ya resulta inconcebible, entre sus íntimos se agregaba entre cinco y siete años. Por más que el sentido común sea el menos común de los sentidos, el hecho significaba algo absolutamente imposible de creer, dejando al desnudo la total carencia de veracidad del testamento.
  1. Colmando la medida, se pretendía que “Carlos Gardel” era sólo un “seudónimo”, lo que implicaba la increíble situación de que no sólo el cantor registró su nacionalidad uruguaya, gestionó su ciudadanía legal argentina, enrolamiento militar y pasaportes con un “seudónimo”, sino que con un “seudónimo” adquirió fincas y terrenos, compró autos y caballos de carrera, contrajo hipotecas sobre sus bienes y firmó contratos, además de en el Río de la Plata, en Europa y Estados Unidos. Esta absurda situación perduró hasta que, a fines de los años cincuenta, el periodista Silva Cabrera comenzó sus investigaciones. Pero recién en 1988, en el Congreso Mundial Gardeliano de La Habana, y dos años después en el Congreso de México, depurada la tesis uruguaya de sus imperfecciones iniciales, logró aceptación prácticamente unánime, reinstalando a Gardel en su verdadero lugar, y logrando el “milagro” de que en la década de los noventa el cantor se encuentre en el pináculo de su fama, a pesar de que han transcurrido seis décadas desde su muerte.

 

APÉNDICE (Parte II)

Sobre pericias y ADN

…en verdad resulta inimaginable un Gardel “agregándose siete años” y que de niño – si en verdad hubiera sido francés – “no entendía francés cuando se le retaba”, como involuntariamente “se le escapó” decir a su presunta madre francesa Berthe Gardes en el famoso reportaje que se le hiciera en 1936 (La canción moderna, Buenos Aires, 6 de junio de 1936). O, incluso, cuando luego de describirlo como “un vagamundo que no quería aprender ni ser nada” (lo que era real), se equivoca de nuevo y exhibe un certificado (en este caso de su verdadero hijo, Charles Romuald) con “Sobresaliente” en todas las materias. No se debe dejar de mencionar las famosas discordancias entre las fotos exhibidas por la misma señora: de su hijo francés – niño delgado, de rostro oval – y del oriental Carlitos, que ya denunciaba al Gardel obeso de 1917. Finalmente, tampoco hay que olvidar la famosa ficha del Colegio Pío IX (San Carlos) en la que se deja en blanco el espacio en donde se debía explicitar el lugar de nacimiento. Muchos otros siguieron a doña Berthe, volviendo cada vez más imposible creer en la historia montada en el testamento para lograr que la señora Gardes resultara heredera de los bienes de Gardel, para luego pasar éstos a manos del apoderado del cantor, Armando Defino, lo que dejaba en claro la maniobra. Cuando a sesenta y tres años de su muerte, ninguna persona medianamente informada ignora que Gardel nació en Tacuaremó, como siempre se supo, y vista la total imposibilidad de rebatir la avalancha de pruebas presentadas, verificadas por un total silencio, se busca actualmente revertir la situación mediante dos mecanismos: la pericia caligráfica del testamento y el estudio del ADN en los restos mortales de Gardel. Con relación al testamento, se llega tarde: ya en 1985, Julio Bayce señaló en Jaque que incluso – muy eventualmente – podría ser auténtico (o sea, hecho por Gardel), pero jamás veraz; es casi hilirante pensar en un artista – y más si se trata de Gardel – agregándose años y toda la cadena de pruebas que imposiblitan su identificación con Charles Romuald. Si es o no auténtico, es una mera diversión jurídica, no un problema histórico en busca de una verdad que hoy nadie pone en duda. El lugar para la discusión debieron haber sido los Congresos Mundiales, y allí no hubo la menor respuesta. En cuanto a la investigación del ADN – también de muy tardía aparición –, se puede plantear la siguiente pregunta:

¿Precisamente ahora, cuando la corrupción domina al mundo, involucrando a veces a personajes de las altas esferas, que son presa de un descarnado materialismo para vaciar arcas estatales, se va a dejar de lado lo que la Historia ha construido, honesta y pacientemente, sobre este tema, para vender al mejor postor la nacionalidad de Gardel, para que alguien venga a decirnos que fue hijo de Berthe Gardes y uno de los cinco padres franceses que ya se le llevan inventados en desesperada búsqueda? ¿Dónde hallar al Gran Ilusionista, capaz de hacer retroceder el tiempo para transformar un Gardel “cincuentón” como era, en un francés que el día de Medellín tendría apenas cuarenta y cuatro años?

Ni siquiera Dios puede hacer “que lo que ya ha sido, deje de serlo”, y lo dicho, dicho está (además de perfectamente documentado y a disposición de quien desee enterarse). En esos documentos, Berthe Gardes, Armando Defino, Esteban Capot, García Jiménez , Manuel Sofovich , Terig Tucci , Isabel del Valle (la novia eterna) , Edmundo Guibourg, Manuel Pizarro, ya sea por involuntarias pero muy concretas afirmaciones, ya sea por flagrantes contradicciones, no dejan espacio para la duda, motivando el asombro de que sean los defensores del “francesismo”  de Gardel quienes demuestren la total imposibilidad del mismo, mientras que un impresionado Cátulo Castillo – el inmortal Cátulo – se sorprende de un “Gardel que ya pasados los cincuenta, lucía como un adolescente en las películas”…

 

ATRAPADO POR EL MISTERIO

Aun en un alto porcentaje de aquellos que se consideran incluidos entre sus máximos “adictos”, son muy escasos quienes han logrado adentrarse en el conocimiento verdadero del hombre que terminó constituyéndose en el mayor mito de toda la historia, no ya solo del Río de la Plata sino de toda América Latina, y que se llamó Carlos Gardel. El señor Embajador de Venezuela en Uruguay, don Juan Enrique Moreno Gómez, hombre que hace más de cuarenta años deambula por los dos países del Plata pero que es, además, un amplio conocedor de todo el continente sureño y un fervoroso adherente a la tesis que fija el nacimiento de Gardel en Tacuarembó, sostiene con convicción que el cantor no es uruguayo y tampoco rioplatense, condición que debería admitirse si se toma en cuenta que fue Buenos Aires su reconocida patria artística y lugar que le catapultó a la fama. Moreno Gómez, imperturbable, niega ambas posibilidades y afirma:

“Gardel es, por encima de todo, latinoamericano”

Y aunque personalmente siempre he sostenido el carácter esencialmente rioplatense del ídolo, debo admitir que cada vez me adhiero con mayor fervor a lo sostenido por don Juan Moreno Gómez.
Pero volviendo al conocimiento extremadamente superficial que se tiene sobre Gardel y sobre muchos aspectos de su vida que terminaron definiendo una personalidad muy peculiar y una conducta resultante de la misma, vale la pena mencionar lo que afirmó con total seguridad el célebre maestro Julio de Caro, íntimo y dilecto amigo del ídolo. De Caro, refiriéndose al tema, quiso explicar de alguna manera esta rareza, atribuyendo a Gardel la condición de “rendir culto al misterio” y, como para que sus palabras no fueran llevadas por el viento, lo estampó en un papel donde luce su membrete y que firmó de puño y letra. Con todo el respeto que merece una figura consular del tango como fue De Caro, de cuya hombría de bien y sentido de responsabilidad jamás se ha dudado, creemos que sus palabras merecen un reparo, que acaso sea solo consecuencia de su deseo de sintetizar, en una sola frase, un concepto algo más amplio. O, por qué no, dejar en un terreno ambiguo algo que Gardel no tenía mucho deseo de explicitar. Y que De Caro respetó. Efectivamente, un análisis profundo, serio y meditado, llevado a cabo por periodistas, profesionales universitarios de diversas disciplinas e historiadores, ha permitido concretar la verdadera biografía de Gardel, basada en aportes testimoniales insospechables y , fundamentalmente, en documentos escritos concluyentes. Esta biografía ha merecido, a lo largo de los Congresos Mundiales Gardelianos, el aval de prominentes expertos neutrales, todo lo cual permite precisar que Gardel “no rindió culto al misterio, sino que quedó apresado por dicho misterio y envuelto en sus redes de modo tal que terminó constituyendo una modalidad de relación con el medio, una manera de vivir que le permitió soslayar el drama de su nacimiento, que tanto incidió en su personalidad y sus relaciones sentimentales”.

 

 (Queridos Amigos los esperamos con el número de Noviembre-2013 para seguir descubriendo el Misterio de la historia de Gardel , el más grande cantante de tango de todos los tiempos, “si cada día canta mejor…”)

ATRAPADO POR EL MISTERIO

Apenas muerto Gardel, el presidente de Uruguay, doctor Gabriel Terra, reclamó la repatriación de sus restos. El diario montevideano “La Tribuna Popular”, del jueves 27 de junio de 1935, en su página 20 y con un título que abarcaba el total de sus columnas, expresaba:

“LOS RESTOS DE CARLOS GARDEL DESCANSARÁN EN TIERRA URUGUAYA. Así lo resolvió el Presidente de la República.”

Pero por razones que no viene al caso desarrollar ahora, y función de lo que decidió quien entonces se creía fuera su madre real y biológica, la ciudadana fracesa Berthe Gardes – en rigor su cuidadora de la niñez – los restos mortales de Gardel terminaron descansando en el Cementerio de la Chacarita, en Buenos Aires, lo que acaso haya implicado justicia, en la medida en que fue allí donde las excepcionales dotes artísticas de cantor le otorgaron la posibilidad de proyectarse al mundo y lograr su inigualada fama.
Dos años y medios después de la tragedia de Medellín – donde el artista perdió la vida en un accidente de aviación – el domingo 7 de noviembre de 1937 fue inaugurado, en el citado Cementerio de la Chacarita, el mausoleo que se levantó en su memoria y en el que se encuentran sus restos. Allí fue erigida la estatua que se ha dado en llamar “El Bronce  que ríe” , realizada por el escultor Manuel de Llano. Si bien éste acertó en la expresión del rostro, no pudo evitar que. En su conjunto, su Gardel reprodujera un mito que ya a esa altura había sido convenientemente maquillado y que si en parte respondía al envoltorio que el propio cantor había sostenido para proteger su intimidad, en un porcentaje importante era adjudicadle a una publicidad interesada en comercializar su nombre, edulcorando sus atributos de modo análogo a lo que se hace, por ejemplo, con un detergente, un calzado deportivo o una pasta dentífrica. A dos años y medio de su muerte, la publicidad no había podido superar aún la barrera de relatar, en mil y una oportunidades, la anécdota de la pregunta que Gardel le hiciera a Razzano ( ¿la habría hecho realmente?) : si “los 70 pesos del Armenonville eran por mes” , de lloriquear por el zorzal- que –quemó- sus alas y tantas otras “letanías” de corte análogo y aterradora superficialidad, que ocultaron al hombre real. Ese Gardel omnipotente de la Chacarita, que recibe – y eso es cálido y emocionante por todo lo que conlleva como acto – un cigarrillo inútilmente encendido (pero, ¿qué importa?) en su mano de bronce, no condice con el Gardel real; oculta al Gardel de carne y hueso, dando pie a múltiples interpretaciones (pero todas idénticas, pues estaba prohibido apartarse del estereotipo) , que se vertieron por medio de artículos en diarios y revistas, en libros y folletos, que , salvo honrosísimas excepciones, no significaron el menor aporte para acercarse a la verdad. Una verdad que exhibiera, en su real dimensión, a un hombre que, como todo hombre, tuvo sus luces y sus sombras. En Gardel, estas últimas fueron cuidadosamente ocultadas hasta que, agotada la cantera de su explotación, se intentó invertir su signo, como en el lamentable caso en que, luego de exagerarse su imagen hasta presentarlo como el paradigma de la masculinidad rioplatense, se inventó la ridiculez de su falta de virilidad u homosexualidad. Sin que estemos estableciendo, en ninguno de los casos, juicios de valor, ambos extremos significaron, tanto solo y simplemente, una mera falsedad de oscura motivación. La pobreza de la argumentación utilizada para dejar al desnudo tales mentiras no pasó los límites de decir que “Gardel era bien macho”, con lo que solo se demostraba el escaso conocimiento del tema, aseverando lo dicho antes: Gardel fue pasto de glosadores repetidores de frases hechas…

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ATRAPADO POR EL MISTERIO

Reclamo la atención del lector: no estoy empeñado en desmitificar a Gardel, por cuanto no me siento involucrado en la epidemia de desmitificación que parece aquejar a muchos que escriben por el mero hecho de tener una pluma a mano. O bolígrafo, o computadora. En lo personal diría que he convivido, con mucha alegría y mayor felicidad, con la existencia del mito gardeliano, en épocas en que no era pecaminoso glorificar los mitos, si los tomamos como expresiones colectivas válidas para promover acciones positivas. Un mito útil, diríamos, terapéutico para los nostálgicos, que en el exterior – abundantes coincidencias así lo testimonian – e incluso aquí, en momentos espirituales poco propicios, se dejan invadir por el misterio de su voz mágica, para recomponerse, sentirse mejor. “El canta y vive en esa eternidad que gira / Esa voz: casi todo lo demás es mentira” , versifica Gustavo Aguirre en hermoso poema. Voz que se oscurece y se vuelve densa y grave cuando alude al dolor, la traición, el fracaso o la muerte, y que se aclara cuando la felicidad se avecina; silencios tensos y opresivos cuando se desea anticipar una instancia culminante. Voz que se interrumpe, espontáneamente, para toser o reír , simular una queja, introducir un parlamento, todo dentro de la vertiente de originalidad y magia que otros imitarán luego. Pero sería inútil explicar sólo el mito por vía de su arte. Gardel es un prototipo de su época, y éste lo sobrevive a su muerte. Se habla como Gardel, se imita su peinado – nace el reinado de la gomina -, se usan camisas rayadas como las suyas, se camina como él, se emplean sus giros cuando habla. En vida, es un ídolo mayúsculo y cuando muere, nace la leyenda. Y la suma del ídolo más la leyenda conduce al mito, casi como siguiendo una ley matemática. Es en aras de todo ello que surge la necesidad de estudiarlo, de entenderlo, de saber en realidad quién era ese hombre que no puede quedar limitado a “un gacho gris compadrito y diquero, requintado y echado a los ojos” , ojos en los cuales sus amigos íntimos – amén de algunos buceadores de almas – hallaron un inexplicable tinte de tristeza.

“No es posible separar en Gardel su arte de su vida personal ni de la vida que lo circunda – dirá Casto Canel -, ya que en él todo responde a una profunda actitud vital que se hace patente e todo lo que a él se refiere. Resulta difícil hacer un análisis objetivo e imparcial de los distintos elementos que integran unitariamente su arte, ya que la suya es una actitud en la cual se manifiesta lo vivido, es algo que supera el juicio estético, algo que crea un compromiso, obligando a compartir un mundo y a definirse sobre él, y no es posible quedarse en la orilla de ese mundo si se quiere comprenderlo”.

En busca de esa comprensión es que intento hacer este bosquejo de su personalidad, a través de un estudio tercamente sostenido desde hace exactamente treinta años, de modo sistemático, que nació conmigo en un hogar donde mis predecesores era ya sus adictos incondicionales y donde la voz de Gardel – por la radio o en los discos – debe de haber acunado más de un sueño infantil. Las diversas bibliotecas públicas de Buenos Aires y Montevideo – más las primeras que las segundas - , también las de Bogotá y Madrid, me tuvieron de asiduo visitante para consultar sobre el cantor y el hombre. Como dije alguna vez: “no dejo en ninguna librería libro alguno en pie, si contiene información sobre Gardel”. Y ahora mismo, mientras escribo , su voz me hace de fondo.

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ATRAPADO POR EL MISTERIO

En particular me ha sido muy útil, para mezclarme con sus intimidades y adentrarme en el laberinto de su personalidad, la posibilidad que me otorgó – con cordialidad y gentileza extremadas, que aquí agradezco nuevamente – la señora Cristina Razzano de Airoldi, al permitirme leer íntegramente, en su casa del barrio de Flores, todo el epistolario entre el cantor y el padre de la señora de Airoldi, José Razzano, a quien muchos atribuyen – con alto grado de razón – haber sido, en gran medida, el “hacedor” de Gardel.
En cartas que el artista jamás imaginaría que llegaran a conocimiento público, éste se desnuda en cuerpo y alma; esto me permitió penetrar en su complejo mundo interior y , más allá de eventuales errores de interpretación que pudieran existir, casi sin excepción, lo expresado en ellas recibiría luego el aval de la opinión de sus amigos íntimos. Lamentablemente, abusando de la generosidad de la señora de Airoldi, ese epistolario ha sido prácticamente condición de estudiosos o coleccionistas no los redime de su actitud delictiva.

EL BRONCE QUE RÍE

Parece importante aclarar que el monumento de la Chacarita, desde el punto de vista de lo que implica ese tipo de escultura y a los efectos de su significación pública en general, refleja un acierto – muy al contrario de la mayor parte de otras esculturas que se conocen – pues ese Gardel sonriente, optimista y seguro de sí mismo, era el que el cantor exhibía ante su público. Pero que quienes pretenden ser expertos o conocedores del tema hayan tomado esa imagen como la verdadera y como tal la hayan presentado en trabajos supuestamente serios, repitiendo conceptos de muy difícil sustentación, se torna una valla imposible de superar, si lo que en verdad se pretende es llegar a entender al artista y al hombre en su real dimensión, como lo plantea con acierto Casto Canel, “para no quedarse en la orilla del problema”. Para mayor claridad, se dividirá este tema en partes.

GARDEL POR FUERA

Las verdaderas fotos infantiles de Gardel – no las que intentaron transformar “gatos en liebres”, como veremos más adelante – muestran a un niño de cara bien redonda, que anuncia sin remedio el Gardel obeso de 1917, cuando en la película “Flor de durazno” atormentaba a un noble equino con sus 117 kilos.

Julio César Puppo, el más que famoso El Hachero, lo pintaba así en una crónica que reprodujo Últimas Noticias del 24 de junio de 1985 :

“Era un gordito panzón con un chambergo que le cubría el rostro y que creo que dormía con él, porque no se lo sacaba nunca. Nos reíamos con la desesperación con que buscaba compañera, para bailar y algo más…”

 

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Y coincidía con Carlos Álvarez Pintos, quien lo conoció algo después y quien logró que Gardel le cantara su tango “De tardecita”. Éste opinaba:

“Era un hombre de una sobriedad estupenda. Le gustaban las mujeres, pero jamás se le vio con ninguna. Yo mismo fui encargado de llevarle alguna “percanta” al Hotel Barcelona, en Colonia y Florida. Era, en el campo mujeres, el hombre más discreto del mundo. Bueno, hay que tener en cuenta que la pinta no lo ayudaba. El Gardel de entonces no era el de ahora. Estaba gordo, rechoncho y , como no era muy alto, esa gordura resaltaba más. Pesaba 110 kilos. Era panzón y petizo”

En base a una gran disciplina que incluía dieta y ejercicios, Gardel llegó a pesar 76 kilos y con ese peso murió en Medellín. Frecuentaba el Club de Bochas Chanta Cuatro, próximo al famoso Café de los Angelitos; practicaba boxeo en el Club Policial, también lo que hoy se llama aerobismo, corriendo casi a diario desde Plaza Miserere hasta el barrio Norte, y se sometía a intensas sesiones de gimnasia en la IMCA, culminadas con masajes a cargo de un especialista, Enrique Pascual. Tampoco era alto – medía 1.70 y algunos le atribuían 1.67 – pero solucionaba ese problema, que no le gustaba, con la ayuda de un fabricante de calzado de Montevideo, Fattoruso, que le hacía zapatos a medida, con talonera interior y taco más alto que el común. Gardel sufría bastante de las vías respiratorias y previamente a sus actuaciones estilaba ponerse gotas de aceite mentolado en la nariz, para mejorar su respiración. En Buenos Aires trataba su garganta con un especialista muy conocido, el doctor León Elkin y también con el doctor Suzini. En Montevideo fue sometido a una intervención por el doctor Quintela, a quién obsequió un reloj de oro como retribución. Pelo renegrido y grueso, sin canas, rigurosamente achatado con gomina que, gracias al cantor, se popularizó. Dentadura perfecta – aun cuando carecía de muelas, como se comentó Isabel del Valle - , la exhibía en su famosa sonrisa, que jamás faltaba en sus actuaciones públicas. Caminaba algo ladeado hacia la izquierda, lo que se atribuía a un balazo recibido en su juventud – aunque este dato no ha podido ser confirmado - , Confesó a su amigo Hugo Mariani, en Nueva York, sufrir algo de los riñones, supuestamente por una enfermedad venérea mal curada, algo frecuente en la época. El artista vestía acicaladamente, con sus camisas de seda hechas a medida por una modista del barrio de Flores, con sus correspondientes monogramas con sus iniciales, zapatos de charol, polainas, abundantes anillos, gemelos de oro, alfileres de corbata. Era muy afecto a las joyas. Rosita Moreno quedó deslumbrada cuando le vio una cigarrera de oro macizo recamada en rubíes y esmeraldas, y su pianista, Abraham Thevenet, se asombró al verle un reloj empotrado en cristal de roca, cuyo costo – según el músico – era incalculable. “El bronce de la Chacarita” no desmentía la imagen pública del astro. Cordial, atrayente, simpático, sumamente “canchero” y , de nuevo según Thevenet, “estaba siempre en pose, pero como algo natural en él, pues se sabía una gran estrella”.
Era chispeante y ocurrente al hablar, con su pintoresco tono de “canyengue” – es decir,hablar cortando las palabras - , su lenguaje “sándwich” (“qué hacés, pebeta, qué hacés”) , su dicción lunfarda y el empleo del “vesre” (hablar al revés: “jotraba” , por “trabajo” ). Sobre este aspecto , diría Astor Piazzola en sus Memorias, editadas por Atlántida:

“Y de él recuerdo su simpatía, su forma arrabalera de ser y el sonido de su voz, hablaba como un uruguayo.”

 

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CARLOS GARDEL – EL MISTERIO  (Parte IV)
Atrapado por el Misterio. Fuente libro DOS ROSTOS PARA GARDEL – Autor Nelson Bayardo.

…mal hablado, gustaba de hacer chistes escatológicos para alegrar las noches insomnes de los cafetines, y los festejaba antes de terminarlos, golpeando las piernas del oyente más cercano. Pero todo eso era a nivel público. En la intimidad, las cosas cambiaban sensiblemente.

Gardel por dentro

Ya en la intimidad, la máscara caía ante el peso de una infancia desamparada, que aparece claramente en una anécdota contada nada menos que por uno de sus biógrafos más interesados en maquillar su imagen, Francisco García Jiménez, quien narró repetidamente un encuentro suyo con Gardel – si mal no recuerdo en la Costanera bonaerense – cuando el cantor mostraba signos claros de una depresión tremenda que le embargaba. Habiéndole preguntado qué le sucedía, Gardel contestó:

“No te preocupés; solo que me estuve acordando del purrete desgraciado que fui”

Muchos de sus amigos más íntimos dieron a conocer testimonios similares pero ninguno más importante que el que brindó José Razzano, sin duda alguna el amigo que más intimó con él y quien más le frecuentó. Entrevistado por el diario “El Pueblo” , el 28 de junio de 1935, a escasas horas de su muerte en Medellín y en situación que por razones obvias no da para especular sobre ningún tipo de intencionalidad, dice Razzano:

“En la charla amiga, en los momentos de intimidad, cuando no tenía frente a sí la incitación del público, cuando quedábamos mano a mano en nuestra cordial camaradería de tantos años, Carlitos solía quedarse de pronto absorto y abstraído, con una profunda tristeza en el semblante. Así pasaba largos instantes en que su atención estaba tan lejos del lugar y la plática, que más de una vez hube de sacarlo de su ensimismamiento con una palmada en el hombro”

Y un año después, esta vez para Caras y Caretas, el 25 de julio de 1936, repitió lo anterior:

“Los que departían con él en las grandes reuniones que él mismo provocaba – inexplicablemente afán de aturdirse – lo creyeron jovial, expansivo. Pero los que cultivamos su amistad lo sabíamos retraído, absorto, contemplativo, llevando siempre dentro algo así como una tristeza tortuosa, oscura. En el fondo era un niño. Tan pronto lo vencía el abatimiento, como lo asaltaba un ansia incontenible de triunfar”

No estuvo solo Razzano, algo similar expresó Francisco Marino, autor del famoso tango “El ciruja” (Todo es Historia, Buenos Aires , Julio de 1969)

“(…) no quería estar nunca solo y trataba de huir de alguien o de algo, de un fantasma que llevaba adentro.”

Y Roberto Maida, quien le frecuentó en Europa, comentó en Así (Buenos Aires, 25 de junio de 1960):

“Cuando los demás gritaban ¡carta de mi madre!   O ¡de mi novia! , abandonaba generalmente el lugar con una expresión de profunda tristeza.”

Y, más adelante:

“(…) un hombre muy retraído, casi un tímido, que estaba muy solo.”

 

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CARLOS GARDEL – EL MISTERIO  (Parte VI)
Atrapado por el Misterio. Fuente libro DOS ROSTOS PARA GARDEL – Autor Nelson Bayardo.

 

Gardel por dentro

Andrés Mestre, propietario de una tasca barcelonesa que Gardel frecuentaba con Samitier, Marañón, García Sanchiz, Raquel Meller, Catalina Bárcena y otros, lo describió así para Siete Días (Buenos Aires, 26 de junio de 1975) :

“Me parece verlo entrando por esa puerta. Andaba siempre pesadamente, algo inclinado hacia la izquierda, con aires no de cansado, sino de un filósofo que ha recibido muchas lecciones de la vida. Gardel estaba muy a gusto en Barcelona, cuyo clima húmedo le recordaba a Buenos Aires. Eso sí: había días en que estaba marchito, sentimental.”

También Pedro Ortiz – en el mismo artículo anterior – hace mención a una circunstancia con la que indirectamente alude a que Gardel evitaba ciertos temas, a los que prefería soslayar:

“Era un tipo simple, no le gustaba el agasajo y se cabreaba ante los que buscaban su amistad solo porque era un cantante famoso. Enseguida nos hicimos amigos, quizás porque no le hablé ni de su voz ni de su carrera artística. Charlamos, eso sí, de minas y de caballos”.

Armando Defino, en la postura opuesta y principal mentor de la imagen que se comercializó de Gardel, expresó en su libro sobre el cantor:

“Se ha insistido en que Carlos era un muchacho triste, minado por su pasión no satisfecha y que en sus momentos de intimidad mostraba otra cara distinta a la risueña y franca con que trataba al público . No estoy de acuerdo: Carlos no era triste; yohe participado en sus momentos íntimos y todo era optimismo en él”

Y agrega luego:

“(…) lo instábamos a que nos contara algún cuento de su abundante repertorio, y con su gracia inigualable nos mantenía en éxtasis hasta la madrugada (…)”

En similar postura, manifestaba Edmundo Guibourg:

“Gardel, como García Lorca, era un hombre muy alegre (…).”

Podríamos abundar en opiniones similares y que muestran al ídolo en actitud alegre y optimista en las reuniones que “él mismo provocaba”, según Razzano, en “inexplicable afán de aturdirse”, pero ninguna de ellas logra abatir esa insistencia por parte de diferentes testigos quienes, en situaciones muy diferentes y desconectadas entre sí, muestran a un individuo acosado por situaciones que le sumen en el conflicto interior. Para finalizar con los testimonios de gente de su ambiente, mencionemos lo que el letrista Juan González Prado declaró al diario El Día del 24 de junio de 1975, en total concordancia con lo que me expresara:

“Era un hombre buenísimo, muy generoso, vivía prestado plata, regalándola, mejor dicho, ayudaba a todo el mundo. A veces daba consejos. Una vez me dijo:  Mira, pibe, yo te llevo unos cuantos años. Y la verdad que yo no me había dado cuenta de ello: yo andaba por los 37 y él debía tener 45 o más pero no los representaba. Salíamos de garufa con toda una barra… pero ¡había que seguirle el tren!  Tomaba Whisky desde la mañana y a veces quedaba triste, hablaba pausado, no quería más farra. Era un hombre con una gran angustia interior. Pero la disimulada bien, porque siempre estaba alegre. Ninguno de nosotros sabía su problema (…).”

 (Queridos Amigos los esperamos con el número de Mayo-2014 para seguir descubriendo el Misterio de la historia de Gardel , el más grande cantante de tango de todos los tiempos, “si cada día canta mejor…”)

CARLOS GARDEL – EL MISTERIO  (Parte VI)
Atrapado por el Misterio. Fuente libro DOS ROSTOS PARA GARDEL – Autor Nelson Bayardo.

 

Gardel por dentro
 
Hablar de “angustia interior” no implica referencia a un estado de ánimo momentáneo y no sería lícito tomar al pie de la letra la opinión de Juan González Prado, si no fuera porque está refrendada por referencias de dos expertos en materia de escudriñar en el alma ajena: nuestro gran escritor Juan Carlos Onetti y , que Pichon Riviére, famoso por sus diagnósticos a primera vista, producto de una intuición y una penetración psicológica difícilmente igualables. Onetti, en un reportaje que le hiciera Alfredo Zitarrosa y que fuera publicado por la revista argentina Crisis, señala con relación a Gardel:

“Hablaba poco, era cortés y retraído, daba la impresión de ser tímido. Tenía una gran cordialidad, escuchaba a todos con verdadera atención y siempre sonreía. Tenía esa clase de tristeza que sale de adentro, que surge de un problema interior, aunque nunca se sabe de dónde viene (…).”

A su vez, el doctor Pichon Riviére, en un extenso reportaje que le hiciera Vicente Zito Lema (publicado en el libro Convesaciones con Pichon Riviére) , afirma concretamente:

“ (…) recuerdo que en su rostro había una gran tristeza. Aunque no una tristeza propia de un día especial. Más aún: podría decir que siempre había notado en Gardel ese mismo estado que reflejaba ese mundo tan particular que le acompañaba.”

El problema es sumamente claro como para seguir abundando, sobre todo tomando en cuenta las dos últimas opiniones vertidas. Gardel era, en realidad, un hombre triste – “alegremente triste” , como dijo Olga Orozco – y su tristeza, que detectaron Onetti y Pichon Riviére sin intentar penetrar en el porqué, había que buscarla en su origen, tema que encararemos en su momento.

 

 

LA MADRECITA BUENA

En las páginas que anteceden hemos esbozado una parte de las dos caras del mito: la referida a su personalidad. El lector habrá podido apreciar una asimetría clara que no pretende desequilibrar la balanza, abundando en algunos testimonios, los que pintan al hombre triste y presa del conflicto que fue Gardel, dejando de lado la versión de la cual solo hemos presentado dos testigos : Armando Defino y Edmundo Guibourg. La razón es obvia: el Gardel de Defino y de Guibourg es el Gardel maquillado y enmascarado, el Gardel de algunas glosas que se quedan solo con el juego de palabras y terminan siempre enredándose en el tópico de “la madrecita buena” que “quiebra el espinazo al pie del piletón” y el hijo amantísimo y ejemplar, alegre y feliz, honrado como el que más y una seguidilla de etcéteras.
No son testimonios confiables: integran la imagen comerciable y vendible de Gardel que, como dijimos antes, se acepta para un bronce congelado que colma los deseos y las fantasías populares de la generalidad, a la cual no tiene por qué interesar el análisis en profundidad del problema; pero resulta francamente rechazable para aquellos que pretenden ir más allá, o ser más cuidadosos y serios en su enfoque.

 

 (Queridos Amigos los esperamos con el número de Junio- 2014 para seguir descubriendo el Misterio de la historia de Gardel , el más grande cantante de tango de todos los tiempos, “si cada día canta mejor…”)

 

LA MADRECITA BUENA  (Continuación)

Por nuestra parte, en este tema hemos sido siempre maníacamente prolijos. No queremos pecar de subjetivos y , con ello para hacer referencia a personas o situaciones, preferimos acudir a citas de absoluta objetividad, para que luego el lector tome posición. Y dado que los adherentes a una cara de la moneda, aquellos que integran la inmensa grey de la “historia oficial”, la proyectan siempre desde la vertiente de la “madrecita buena” – la francesa Berthe Gardes – es bueno que el lector conozca algo al respecto. Comencemos por decir que hace relativamente poco, cuando el investigador Juan Carballo logró ubicar la partida de nacimiento de la señora Gardes en Toulouse, en el libro de 1865, página 161, número 1282, como hija legítima de Vital Gardes y Hélene Cinegonde Camares, el día 16 de junio de 1865, pudo saberse a ciencia cierta quién era, ya que permanentemente varió sus datos filiatorios.

En 1890, al nacer su único hijo, Charles Romuald, francés (quien fuera identificado con Gardel en el testamento para que ella pudiera acreditarse su herencia vacante), fue registrada como Berthe Gardes, madre soltera, en el Acta de nacimiento 2481 de Toulouse. Pero, ya al llegar a Buenos Aires, ante Migraciones – año 1893 – dice ser viuda, sin que figure su matrimonio en parte alguna. Y finalmente, ante la Policía Federal Argentina, declara llamarse Berthe Camares de Gardes, con lo cual su padre pasa a ser su marido (sic). Su relación con Gardel – quién, como veremos, le fue dado a criar cuando niño, luego de nacer éste en Tacuarembó – fue sumamente extraña y objetivamente no existe ningún testimonio serio que justifique el inmenso amor que los panegiristas de la tesis francesista defienden con afán. En efecto, Gardel registra su nacimientos ante el Consulado uruguayo en Buenos Aires, el 8 de octubre de 1920, expediente número 10052, dice ( y la investigación verificó, sin ningún margen de duda, que así era) que sus padres eran “Carlos” y “María”, “uruguayos” y “fallecidos” ambos, mientras que Berthe era francesa y vivía, falleciendo recién en 1943. Los investigadores que adhieren a la tesis francesista, ideada en el “testamento” de un Gardel “francés” , hijo de una francesa para que ésta pudiera heredarlo, han salteado sistemáticamente este tema, no solo porque demuestra la imposibilidad de tal maternidad – aun suponiendo que Gardel haya falseado la verdad, lo cual no tendría la menor razón de ser – sino también porque se desmoronaría irremediablemente el mentado amor filial : ningún hijo “mata” gratuita e innecesariamente a su madre. Y menos si es un amante hijo.
No fue un hecho aislado: también en la Carte Valable expedida en París el 16 de marzo de 1931, Gardel nuevamente dice ser hijo de “Carlos” , “uruguayo” y de “María Martínez”, “argentina”, y recién en su libreta de enrolamiento militar, en Argentina – donde públicamente se tenía a Berthe Gardes como su madre biológica – la llama “Berta Gardel” , o sea, le otorga su propio apellido. Jamás viajó con ella a Europa, a pesar de los frecuentes viajes que hicieron ambos al viejo continente; no vivía con ella, según testimonió su amigo Edmundo Guibourg en reportaje de El Diario, en el Suplemento del 24 de junio de 1985 y jamás se fotografió con ella, lo que llamó la atención de la revista porteña Cantando, donde textualmente se expresaba: “Entre todas las rarezas y contradicciones que quienes le conocieron íntimamente se pudo observar en Carlos Gardel, hay una que llama extraordinariamente la atención”. Y allí se narra que en ocasión en que un periodista intentó tomar una foto del cantor junto a la señora Gardel, aquel lo impidió, diciendo : ¡No, eso no! . El efecto de estas palabras en el periodista amigo fue desconcertante y Gardel, observándolo así, se apresuró a aclarar las cosas rápidamente: “Pobrecita, está ya tan achacosa…”

 

 (Queridos Amigos los esperamos con el número de Julio- 2014 para seguir descubriendo el Misterio de la historia de Gardel , el más grande cantante de tango de todos los tiempos, “si cada día canta mejor…”)

 

 

LA MADRECITA BUENA  (Continuación)

 

…en su libro “El Tango y su rebeldía”, del autor argentino Andrés Chinarro, se puede leer:

“Pepe Guerriero, flautista de la “guardia vieja” me señaló hace muchos años – con carácter de secreto – que doña Berta no era la madre de Gardel sino solo su madre adoptiva.”

Entrevistado por el periodista porteño Enrique Pepe, el músico Augusto P. Berto le comentó:

“Un día vi cruzar por detrás de mi amiguito a quien yo tenía por madre y como le buscaba le dije “Mira, Carlitos, te llama tu mamá” . Fue entonces que él me contestó : “Ella no es mi madre; me recogió de chico”.

También el famoso cantor de tangos y actor de cine Hugo del Carril le comentó a Gente (Buenos Aires, 27 de octubre de 1966) :

“Es un raro paralelo con Gardel, ¿se dio cuenta? A él lo crió esa francesa que tampoco era su madre. Esa mujer era lavandera; la que me crió a mi era modista…

Y el maestro Julio de Caro, amigo íntimo de Gardel, en el mismo papel membretado suyo ya mencionado y con su firma, luego de afirmar personalmente que “Carlos Gardel ”es URUGUAYO” (las mayúsculas son de De Caro), comenta lo que le dijera su amigo, el doctor Pedro Baldasarre, con quien Gardel trabajara en su juventud, manejando una volanta:

“(…) sabemos por nuestros padres que Gardel es URUGUAYO (…) Para la señora Berta, Carlos es su hijo legítimo, para nosotros, no.”

Carlos Gardel negó sistemáticamente a Berthe Gardes como madre suya; cuatro reconocidas figuras del tango – irrecusables de parcialidad o nacionalismo, hacen lo propio, pero el núcleo de expertos adherentes al “Gardel francés” , impávidos, pasan por alto estos testimonios y siguen insistiendo en la “amantísima madre”.

Sin embargo, escrito el mismo día de Medellín y publicado al día siguiente por el diario argentino El Día (La Plata, 25 de junio de 1935 ) , un amigo de Gardel, Francisco Gismano, en un artículo titulado “Lo que dice un vecino de La Plata” , narra, entre otras cosas, algo que suena como lapidario:

“La Lechuza”

“Corría el año noventa y tantos cuando en una casucha miserable de la calle 3 entre 32 y 44, vivía una anciana andrajosa temida de los chicos del barrio que la habían apodado “La Lechuza” , asignándole fama de bruja. Era la cuidadora de Carlos Gardel, el que más tarde habría de entusiasmar a las muchedumbres con su arte privilegiado para interpretar canciones criollas. Una niñez sufrida, sin cariños, con la vigilancia mercenaria de una mujer que no era su madre, fue la de Gardel. Todavía recuerdan, algunos de los compañeros de sus correrías infantiles, el trato despectivo que aquella mujer le daba, enrostrándole su origen en un insulto brutal y despiadado. Hilvanando recuerdos, esos mismos amigos llegan a la conclusión de que Gardel fue el fruto de una aventura fugaz. De ahí el insulto de “La Lechuza” que aseguraba que Gardel era hijo de una francesa, nacionalidad a la que agregaba duros epítetos.”  

 (Queridos Amigos los esperamos con el número de Agosto 2014 para seguir descubriendo el Misterio de la historia de Gardel , el más grande cantante de tango de todos los tiempos, “si cada día canta mejor…”)

LA MADRECITA BUENA  (Continuación)

Obviamente, la francesa no era su madre, sino la mujer a quien le fue dado el niño para su crianza en Tacuarembó, como veremos más adelante. Pero el episodio – que se narra en un momento peculiarísimo, el mismo día de su muerte y sin que hubiera la menor especulación sobre el tema, por razones muy obvias – muestra claramente el modo de relación entre Berthe Gardes y Carlos Gardel, bien lejano por cierto del tono idílico de la versión “ hollywoodense” que plantea la “historia oficial”. Pensamos que el lector, aquí y en todos los testimonios dados a conocer en los días cercanos a la tragedia – en este caso el mismo día – debe darse cuenta de la carencia de intencionalidad en lo narrado, en tanto no había allí el menor atisbo de polémica y resultaría totalmente gratuito atacar a una supuesta madre de Gardel que había pasado desapercibida, del mismo modo que carecería de sentido inventar un personaje – “La Lechuza” – que, en los hechos, resultaría secundario. Berthe Gardes, llegada a Tacuarembó para trabajar en la Compañía Francesa de Oro, recibió el encargo de cuidar a Carlitos y alejarlo del lugar, para sepultar definitivamente una historia, que se revela en el penúltimo capítulo.

NO ENFUNDAR LA MANDOLINA

Que Berthe Gardes no era la madre de Gardel es algo suficientemente probado, no ya por lo que se ha expuesto hasta el momento. Los presentados son meros elementos de juicio en un trabajo cuya finalidad específica no es demostrar la verdadera identidad de la madre de Gardel. No se trata, pues, de lo que hayan declarado Julio de Caro, el doctor Pedro Baldasarre, Hugo del Carril, Augusto Berto, Pepe Guerriero y otros que no se nombran y quienes, en el terreno de lo razonable, no parecerían tener motivo de encono hacia la señora Gardes como para negarle su maternidad. El hecho es que el mismísimo Gardel fue quien la negó en su documentación, y la mención de tres madres diferentes – “María Gardel, uruguaya, fallecida”, “Berta Gardel” (no Berthe Gardes) y “María Martínez, argentina” – realmente no favorece la credibilidad del hecho. Que Gardel no era Charles Romuald, francés, hijo – éste sí – de la señora Gardes, nacido en diciembre de 1890, quien, por lo tanto, el día de la catástrofe de Medellín tendría solamente cuarenta y cuatro años ( y nos interesa enfatizar esto para que el lector lo registre) queda perfectamente demostrado, no ya por las opiniones de los adherentes a la tesis uruguaya, sino por personas relacionadas íntimamente con el cantor ; y además por las opiniones de los adherentes a la tesis francesa quienes, involuntariamente y por vía indirecta, así lo demostraron, como se verá.
Un abogado que en un juicio presenciara que sus propios testigos demuelen lo que él pretende defender, presumiblemente abandonaría su profesión para dedicarse a otros menesteres. No lo hicieron así los “francesistas”. Cada testigo nuevo al que recurrían aumentaba el dislate. Tal es el caso de la “leyenda del desertor” o “de la edad” ; todo debidamente documentado, sin posibilidad alguna de escape. Pero se deben analizar los hechos. Carlos Gardel en persona – y no a través de un muy sospechoso “testamento”, que resultó de antología jurídica – se presentó ante el Consulado uruguayo, el 8 de octubre de 1920 y , según expediente número 10052, cumpliendo en un todo con lo dispuesto por la Ley de Organización Consultar del 21 de mayo de 1906, se registró como uruguayo, nacido en Tacuarembó el 11 de diciembre de 1887, declarando ser hijo de “Carlos” y “María Gardel” , uruguayos y fallecidos ambos. Habría, pues, nacido tres años antes de 1890.

 (Queridos Amigos los esperamos con el número de Setiembre 2014 para seguir descubriendo el Misterio de la historia de Gardel , el más grande cantante de tango de todos los tiempos, “si cada día canta mejor…”)

 

 

LA MADRECITA BUENA  (Continuación)

 

NO ENFUNDAR LA MANDOLINA

…Ningún artista se agrega años y menos si ese artista es Gardel, un hombre posesivamente obsesionado por su juventud. Pero se inventó la llamada “leyenda del desertor” , es decir, Gardel habría cambiado de nacionalidad para no ser declarado desertor de la guerra de 1914. En el trabajo Primer Abecedario Gardeliano (Ed. El País, 24 de junio de 1994, del que se vendieron 75.000 ejemplares) , de mi autoría, documenté doce versiones absolutamente diferentes (actualmente ya van dieciséis) en las que se decía que Gardel había “falsificado” su documentación uruguaya en fechas que variaban, según las distintas versiones, desde 1893 hasta 1934 (sic) . No solo eso: tomando en cuenta las dieciséis versiones, se nombraba a doce personas diferentes; cada una, a su turno, habría sido quien, mediante su influencia, lograra fraguar el engaño. Más aún: el lugar variaba desde Buenos Aires a Montevideo y desde aquí a Tacuarembó. Sin embargo, esta posible explicación se desmoronó como un castillo de naipes cuando apareció el Registro de 1920 ya mencionado. Por otra parte, se supo que las leyes militares de Francia excluían de la obligación de cumplir el servicio militar a hijos únicos de madres viudas residentes en países de ultramar (y tal habría sido el caso). Pero lo más grave : Charles Romuald Gardes jamás figuró en los padrones militares franceses.

El Registro 10052

Registro de nacionalidad uruguaya, expediente número 10052, del 8 de octubre de 1920, en el que Gardel en persona declara ser uruguayo e hijo de “Carlos” y “María” , uruguayos y fallecidos ambos, en documento jurídicamente perfecto y jamás cuestionado en acto administrativo alguno. La mentada “madre” Berthe Gardes era francesa y vivía: la tesis francesista se desmorona.

Gerardo Brá es un escritor argentino, autor de importantes obras, como Ciencia e infinito, La doctrina Drago, El Gobierno de Onganía, etc. En otro de sus libros, La verdad oculta (Buenos Aires, Corregidor, 1995) comenta al respecto, en la página 60:

“(…) todas se basan en meras suposiciones, en las que ni siquiera las fechas son reales. Nos hubiera gustado encontrar alguna que contuviera al menos un atisbo de veracidad para evitar darnos la impresión de parecer parciales.”

Y Ricardo Ostuni, vicepresidente de la Academia Argentina del Tango, en su libro Repatriación de Gardel, es más tajante aún:

“La leyenda del desertor – la fábula urdida por los biógrafos oficiales para explicar la declarada nacionalidad uruguaya de Gardel – es un burdo argumento que no puede esgrimirse sin mengua para el respecto debido al lector”.

 (Queridos Amigos los esperamos con el número de Octubre 2014 para seguir descubriendo el Misterio de la historia de Gardel , el más grande cantante de tango de todos los tiempos, “si cada día canta mejor…”)

 

 

LA MADRECITA BUENA  (Continuación)

 

NO ENFUNDAR LA MANDOLINA

Como era algo más que ridículo imaginar que Gardel “se agregaba tres años” (era universalmente sabido que se los quitaba, y así lo hizo al declarar su nacimiento en 1887, como se verá) , Luis Masseroni en su libro, también Esteban Capot, incluso el uruguayo Hermenegildo Sábat – radicado en Buenos Aires desde hace muchos años – y otros, inventaron la “dupla” “Toulouse – 1887” , con lo cual, de una plumada demolieron la famosa Acta 2481 de Charles Romuald, la Fe de Bautismo y hasta el mismísimo “testamento”. De hecho, de la tesis francesista no quedó ni polvo. Resultó “peor la enmienda que el soneto”.

LA EDAD IMPLACABLE

Aclaremos que Gardel no había nacido en 1887, tal como declaró en su Registro de Nacionalidad ante el Consulado uruguayo en Buenos Aires (expediente 10052) , siendo uno de sus testigos su compañero de dúo, José Razzano. Como buen artista, aprovechó para quitarse años y para no aparecer mayor que su socio artístico Razzano. Seguramente eligió 1887 porque en ese año había nacido Razzano. Últimamente el profesor e investigador Omar Ernesto Michoelsson investiga sobre la interrupción, en los Libros de Bautismo de la Parroquia de San Fructuoso (antiguo nombre de Tacuarembó), de las anotaciones comprendidas entre el 22 de junio de 1887 y el 4 de junio de 1888 (Libro VII / foja 280) , lo que permitiría suponer que alguno de los cuadernillos manuales, que utilizaban los sacerdotes para luego pasar lo anotado al libro principal, pudo haberse perdido o se evitara guardar ciertas anotaciones. De esto deduce Michoelsson la posibilidad de que 1887 haya sido el año del eventual bautismo. Por ahora es solo un estudio. Lo real y objetivo es que, muerto Gardel el 24 de junio de 1935, en nota escrita ese mismo día y publicada por el El Día (La Plata) , el día 25, se lee:

“La vitalidad de Gardel, esa vitalidad que hacía imposible determinar su edad, aun cuando los conocedores la hacían pasar del medio siglo”

El mismo día 25 de junio de 1935, La Mañana de Montevideo publica una nota necrológica, escrita por quien fuera el apoderado de Gardel en Uruguay, don Pedro Bernat. En ella se expresa :

“Carlitos Gardel había nacido en la segunda sección judicial de Tacuarembó (…) Fallece a los cincuenta y dos años, en forma que dejamos relatada.”

Y en Buenos Aires, en Noticias Gráficas del 29 de junio de 1935, debajo del facsímil de un documento suyo que, como todos, hace mención a 1887, se lee:

“Amigos íntimos de la niñez nos aseguran que se quitó unos años”

 (Queridos Amigos los esperamos con el número de Noviembre 2014 para seguir descubriendo el Misterio de la historia de Gardel , el más grande cantante de tango de todos los tiempos, “si cada día canta mejor…”)

 

 

 

LA EDAD IMPLACABLE (Continuación)

…que inmediatamente después de su muerte, ajenos a toda polémica, simultáneamente tres diarios de tres ciudades diferentes – La Plata, Montevideo y Buenos Aires - , y desconociéndose aún el “testamento” que aparecía recién a mediados de agosto, rechacen la posibilidad del nacimiento en 1890, o lo que es igual, la muerte de Gardel a los cuarenta y cuatro años, como quiere el “testamento” , dista de ser una casualidad, máxime si se tiene en cuenta que , con el correr del tiempo, una avalancha de testimonios haría resquebrajar el andamiaje montado para que la herencia de Gardel pasara a manos de Berthe Gardes. El tema “edad” fue implacable. E inapelable. En artículo publicado por el notable escritor argentino Osvaldo Soriano en Página 12 (Buenos Aires, 18 de junio de 1995) , referido a Gardel, Soriano alude a las investigaciones que he realizado:

“Bayardo ha trabajado siempre con documentos y declaraciones de sus adversarios, para que no puedan acusarlo de parcialidad.”

Y para desmentir al extinto best-seller del país hermano, así lo haremos. En Clarín (Buenos Aires, 24 de junio de 1949) , Hugo Mariani, introductor de Gardel en Nueva York, comenta que en setiembre de 1933, antes de concretarse la firma del contrato del cantor, le preguntó a Gardel qué edad tenía. Éste respondió “cuarenta y nueve años” , a lo que su contratista, irónicamente, le comentó: “en Nueva York tendrás 39” , visto lo avanzada de la edad del ídolo. Si en setiembre tenía 49 años, cumplía 50 en diciembre y su nacimiento habría sido en 1883. No se puede pensar, por lo tanto, en 1890 y mucho menos que pudiera morir a los cuarenta y cuatro años, dos años después. Es este un testimonio inapelable, en el cual no hay la más mínima alusión a la nacionalidad o identidad de Gardel, lo que garantiza la imparcialidad de la información. Tampoco la hay cuando Francisco “Pancho” Martino, primer compañero de dúo de Gardel – entrevistado el 27 de junio de 1935, enseguida de la muerte en Medellín por La Nación (reportaje que fuera reproducido por La Tribuna Popular el 28 de junio de 1935 y por Estampas de Carlos Gardel, de Zaffaroni y Pucciano ) – recuerda emocionado que vio por última vez al cantor el 7 de noviembre de 1933, al ir a despedirlo en ocasión de su último viaje, y su amigo le dice:

“Te das cuenta, Pancho, lo que es hacer de galán a los 47 años.”

Gardel seguía el consejo de Mariani y se sacaba años: aquí su nacimiento dataría de 1885, pero el 1890 del “testamento” sigue sin aparecer.
Siempre en 1933, ahora en diciembre, en París, Gardel festeja pomposamente su cumpleaños en el Café de París y en un determinado momento le dice a su amigo Manuel Sofovich, férreo adherente al “Gardel francés” :

“Pibe, ¡son cuarenta y nueve años! ¿Te das cuenta de lo que es cumplir cuarenta y nueve años?”

Manuel Sofovich relata este hecho en tres oportunidades en Noticias Gráficas: el 9 de setiembre de 1953, el 24 de marzo de 1960 y el 25 de marzo de 1960. Se descartan errores de imprenta: en el primer caso, no solo habría dicho dos veces “cuarenta y nueve” , sino que Sofovich agrega que festejaron con un coñac  Napoleón “los juveniles 49 años de Gardel”. Y como para disipar posibles dudas, en los dos últimos casos explicita que, por lo tanto, había nacido en 1884. Es obvio que si en setiembre tenía cuarenta y nueve años, no podía seguir teniéndolos el día de su cumpleaños, lo que prueba que se sacaba años, como todo el mundo sabía. Recalcamos: son todos datos proporcionados por la prensa de Buenos Aires.

 

(Queridos Amigos los esperamos con el número de Diciembre 2014 para seguir descubriendo el Misterio de la historia de Gardel , el más grande cantante de tango de todos los tiempos, “si cada día canta mejor…”)

 

 

LA EDAD IMPLACABLE (Continuación)

CARLOS SPAVENTA, cantor argentino, en el diario El Tiempo de Nueva York, en su versión en español, comenta al periodista Emilio Ramil que en dicha ciudad, pero en este caso en 1934, Gardel festejó…¡sus cuarenta y nueve años! , habiéndole comentado a Spaventa:

“Che, hermano, ¿quién iba a decir que el año que viene cumplo  ´la media rueda?, aludiendo a los cincuenta años.

Parece ridículo seguir insistiendo, pero Isabel del Valle, la novia eterna de Gardel, en reportajes de Clarín, Tiempo Argentino (en dos oportunidades) y Flash – todas publicaciones de Buenos Aires –y aun en un casette hecho en Puerto Rico, repetía hasta el cansancio:

“Carlos siempre me decía : no te olvidés que te llevo veinte años.”

Isabel del Valle había nacido el 16 de marzo de 1907. Si Gardel le llevaba veinte años – o, más bien, “le decía” que le llevaba veinte años – era que fijaba, para ella, su nacimiento en 1886. El cantor conoció a Isabel cuando ésta tenía catorce años – más allá de su cuerpo muy desarrollado – y sería casi patológico que, frente a ella, casi una niña o realmente una niña, se agregara cuatro años, si había nacido realmente en 1890.

TERIG TUCCI (en un libro que ningún gardeliano dejó de leer, Gardel en Nueva York ) afirma que Gardel declaraba cuarenta y ocho años al estar en Nueva York. También de esto se deduce que resulta imposible su muerte a los cuarenta y cuatro: el “milagro” Gardel es enorme, pero no pudo haber llegado a tanto. Cátulo Castillo, José Plajas, Manuel Pizarro, etc – ninguno de ellos uruguayo – sostienen que les había confesado una edad tal que, como confirman todas las crónicas, “lo hacían pasar de cincuenta al morir”.

Y con perdón de Osvaldo Soriano, incluyo a un testigo uruguayo, Carlos Gardel, quien públicamente, el 4 de octubre de 1933, para Imparcial de Montevideo dijo, esta vez, tener cuarenta y seis años y haber nacido en Tacuarembó, o sea, de nuevo reiterada la imposibilidad de que hubiera muerto a los cuarenta y cuatro años. Por consiguiente, la imposibilidad de ser el francés de 1890.

SIMON COLLIER, el biógrafo inglés, profesor de historia y politólogo, en su deseo de publicar un libro sobre Gardel, olvidó que si el pasaporte de Gardel mencionaba el nacimiento en Tacuarembó, era imprescindible, sobre todo para un historiador a quien siempre se le exige el máximo de información, cruzar a Uruguay e informarse sobre el particular. Lamentablemente no lo hizo.
Por esa razón, sin contar con prueba alguna, Collier hace la temeraria afirmación de que, en Uruguay, Gardel se veía obligado a decir que “era uruguayo”. En correspondencia que hemos mantenido, pregunté a Collier si también “obligaban” a Gardel a quitarse años. Hombre muy ocupado, en los casi ocho años que le vengo haciendo esta pregunta, Collier no ha logrado contestarme. Tampoco me ha explicado en qué se basó para decir que Gardel “se veía obligado a decirse uruguayo”

 

(Queridos Amigos los esperamos con el número de Enero-2015 para seguir descubriendo el Misterio de la historia de Gardel , el más grande cantante de tango de todos los tiempos, “si cada día canta mejor…”)

NO ENFUNDAR LA MANDOLINA

La técnica del “salteo”

El periodista Elbio Rodríguez Barilari acuñó el térmico “salteo” para definir la técnica ideada por los “francesistas” para ignorar lo que les conviene. Cierran los ojos y tapan sus oídos; hablan de la “querida viejita” y del “francesito”, argumentos válidos para cierto sector de opinión. En Medellín, una autoridad, el doctor Jesús Vallejo Mejías, publicó una nota en el El Colombiano, que fue un ejemplo de diginidad intelectual: reconoció que siempre había creído en el nacimiento en Toulouse, pero una vez de haber conocido a fondo los elementos de prueba aportados por la investigación uruguaya, ya no duda de la orientalidad de Gardel.  También en Medellín – lugar donde se venera a Gardel tanto o más que en el Río de la Plata - , y conocido el libro de Ricardo Ostuni en el que demuele literalmente la tesis francesista, el doctor Luciano Londoño López, hombre de vastísima cultura y experto en música, publicó, en febrero de 1996 , un comentario sobre el libro en el que expresa que “es algo realmente gratificante y bienvenido echar por tierra varias décadas de prejuicios y absurdas ocultaciones de la verdad en Argentina, su patria”.

La referencia no involucra – como es obvio – a quienes como Ostuni, Osvaldo Soriano, Olga Orozco y otros tantos, son buscadores afanosos de la verdad y no caen, como señala Ostuni, en el “viejo e irracional antogonismo con la vecina orilla”  para tratar este tema. Antagonismo que, la verdad sea dicha, tiene también en Uruguay sus culturores y se alimenta mucho, sobre todo por rivalidades deportivas que luego se extienden irracionalmente a otros campos, como ocurre en este caso. Una excepción a esta regla de no ver ni oír correspondió a una figura de gran importancia en materia de tango: José Gobello, hombre muy respetado por sus conocimientos en la materia y autor de importantes libros que lo han transformado en un difusor de primera línea. Era natural que una persona de su prestigio no se ampararía en la estrategia de “no ver ni oír” que, de hecho, lo habría transformado en un ignorante en la materia.
En el libro tantas veces mencionado – pues es de importancia capital y , conjuntamente con Historia artística de Carlos Gardel de Miguel Ángel Morena, es lo mejor que se ha publicado en Argentina sobre el tema – Repatriación de Gardel, de Ricardo Ostuni, se menciona a José Gobello, quien en carta personal aventura una hipótesis sobre el tema de la edad:

Por lo que uno sabe, Gardel era un gran jodón (en lo que se parecía a Borges). Yo creo que se toman muy en serio la fecha que él daba cuando se hablaba de sus años.”

Con todo el respeto que merece el señor José Gobello – a quien no tengo el gusto de conocer personalmente – su hipótesis me parece de una fragilidad muy próximo a la ruptura.

En tiempos de Gardel, la esperanza de vida estaba situada en los cincuenta y cuatro años y basta recordar la letra del tango “Enfunda la mandolina” , con su :

“Qué querés Cipriano / ya no das más jugo / los cincuenta abriles / que encima llevás / junto con el pelo / que piantó del mate / se te fue la pinta / que no vuelve más…”

En dicho tango – que Gardel cantó con ejemplar maestría, agregando toses y suspiros y condolíendose del personaje a quien aconseja que deje “las pebetas para los muchachos” y le augura que mañana andará con la tos – está todo dicho por la impronta de burla que El Mago le impone a su interpretación, como para que alguien pueda imaginar que, en vísperas de un contrato para Nueva York, se “joda” al contratista diciéndole que al cantor le faltan tres meses para estar como el Cipriano del tango. Tampoco parece “joda” que en París y en Nueva York – todo documentado, como simpre – cumpla, dos años consecutivos, los mismos “cuarenta y nueve” , como para evitar que alguien le aconseje “enfundar la mandolina”. Y Gardel no quería hacerlo. Es exacto – ya se ha visto – que, como todos aquellos que se quitan años, la edad se varía según las circunstancias y el interlocutor, pero no al extremo de que en la vintena de testimonios reunidos jamás haya una aproximación menor de tres años ( y esto muy pocas veces) a la edad requerida para poder insertar a Gardel en el personaje de Charles Romuald.
Por otra parte, el propio José Gobello, en su libro Tres estudios gardelianos, en la página 57, escribe:

“Un amigo de Gardel, Alfredo Frigerio, relataba que hacia los años 1926/28 , el cantor le dijo en Buenos Aires: “Mirá hermano, si yo dijera aquí en estos momentos que soy uruguayo, ahora mismo se acaba la fiesta para mí.”

Por respeto a los reconocidos valores intelectuales del señor Gobello, no puede pensarse que publicara una anécdota en cuya veracidad no creyera, y es mérito suyo haberla publicado. Admito sinceramente que mucha gente no dé valor al tema del origen de Gardel, pero creo, como Casto Canel, que así se quedan en la orilla, pues “los dos rostros de Gardel” (no de Charles Romuald, que no era Gardel) nacen justamente allí.

 

(Queridos Amigos los esperamos con el número de Febrero-2015 para seguir descubriendo el Misterio de la historia de Gardel , el más grande cantante de tango de todos los tiempos, “si cada día canta mejor…”)

 

 

DOS BOTONES PARA MUESTRA

Las contradicciones, incongruencias, discordancias e, incluso, falsificaciones fueron moneda corriente en la instrumentación de la tesis francesista. Baste recordar la famosa foto trucada de Gardel, en “una extraordinaria instantánea que muestra a Gardel rubricando su testamento (sic) antes de partir para siempre”, que ilustra un artículo de García Jiménez para Cantando ( Buenos Aires, 4 de junio de 1957, donde se dice que “Gardel tenía un pasaporte uruguayo (sic) que lo daba como nacido en 1890” (“doble” sic). Un libro recientemente editado en Miami – que prefiero no nombrar – contiene errores de tal magnitud, que lo transforman en un clásico del humorismo de tema gardeliano.
Solo a título de ejemplo – que abundan – tomaremos a dos adalides de la tesis francesista y que, para no escapar a la regla, se encargan de demostrar, por sí mismos, la total imposibilidad de resultar creíbles. En documentos firmados por ellos, ocultaciones de documentos oficiales, contradicciones e incongruencias insalvables, decretan la falacia de dicha tesis. Hemos elegido a Armando Defino y Edmundo Guibourg, quienes fueron los encargados, tal como se vio en el capítulo anterior, de exhibir el rostro alegre del artista. Es conocido el primero, Armando Defino, por haber sido el apoderado de Gardel, su albacea testamentario y el destinatario final de su herencia, que terminó vendiendo ilegalmente. El segundo, Edmundo Guibourg, fue prologuista del libro de Defino sobre Gardel, prólogo que ha sido definido por Ricardo Ostuni como “un alegato en defensa de la conducta del autor” ya que éste fue objeto de durísimas críticas por su actuación en relación al tema del “testamento”. Si hay algo que caracteriza a la tesis francesista – ya se vio claramente en lo que respecta al asunto de la edad de Gardel – es que los testimonios con que cuentan sus defensores constituyen, en todos los casos, pruebas terminantes de un andamiaje tan montado que, a cada pieza que se le agrega, su derrumbe se vuelve más inminente, por no decir que el colapso ya es total y sin posibilidades de retroceso.

Armando Defino

Armando Defino fue definido como el factótum del “testamento”. Muerto Gardel el 24 de junio, con un apresuramiento muy extraño, ya el 2 de julio Defino se embarcaba en el vapor Massilia rumbo a Burdeos, donde desembarcó el 18 para dirigirse directamente a Toulouse. Cinco días después, el 23 de julio, embarcaba, junto con Berthe Gardes, en el Campana rumbo a Buenos Aires, arribando el 12 de agosto y no por cierto para recibir pésames ni condolencias, pues ya el 13 de agosto se presentaban ante el Juzgado Civil de Primer Turno, adjuntando lo que dijeron era el “testamento ológrafo de Carlos Gardel”. Nunca como en este caso el tiempo era oro, algo así como temer que si pasaba mucha agua debajo de los puentes, algo podía atascarse. Siendo Buenos Aires el Centro de la operación y lugar donde vivía Defino, no sería imparcial juzgarlo con testimonios uruguayos, salvo aquellos referidos a la compra de los terrenos de Carrasco por Gardel, en los que Defino atestiguó, con su firma, la nacionalidad “uruguaya” de Gardel, no obstante transformarse en el campeón de la tesis francesista cuando el cantor muere, lo que ameritaría juzgarle por falso testimonio. Se está haciendo alusión a una escritura pública hecha el 31 de octubre de 1933 ante el escribano Busch Buero – y no a una declaración hecha en un cafetín de Almagro - , y por un hombre que era empleado de escribanía. El otro hecho es también oficial y acaso más grave. Fue denunciado por el periodista Silva Cabrera, Londoño López (El Colombiano, Medellín, 21 de junio de 1992) y probado involuntariamente – como suele suceder con los adherentes a la tesis francesista – por la propia esposa de Defino, al publicar el libro de su esposo “La verdad de una vida”. Se trata de que la partida eclesiástica de defunción, expedida en Medellín el 25 de junio de 1935 (número 1191, libro 49, folio 298) , hacía mención a Carlos Gardel, oriundo de Argentina, etc. Hecho que no servía a Defino para tramitar la sucesión en Montevideo en favor de Berthe Gardes, cuyo hijo debía ser el “francés” Carlos Gardel. Sin embargo, la partida eclesiástica agregada al expediente sucesorio es otra, de fecha 29 de febrero de 1936. Allí se hace un cambio sustancial, pues ya Gardel no aparece como “oriundo” de Argentina, sino “vecino”, con lo cual su nacionalidad queda libre y el camino abierto. El original de la partida verdadera fue exhibido por el doctor Londoño en la publicación a que se ha hecho referencia, pero ya antes la señora Adela Blasco de Defino, por error, había incluido su reproducción facsimilar en el libro de su esposo, dejando al descubierto la maniobra que, en opinión de alguien que no es jurista, como es nuestro caso, puede ser caracterizada como falsificación de documento público. En resumen , dos episodios vergonzosos…

(Queridos Amigos los esperamos con el número de Marzo-2015 para seguir descubriendo el Misterio de la historia de Gardel , el más grande cantante de tango de todos los tiempos, “si cada día canta mejor…”)

 

CARLOS GARDEL – EL MISTERIO  (Parte VII)
Atrapado por el Misterio. Fuente libro DOS ROSTOS PARA GARDEL – Autor Nelson Bayardo.

 

Armando Defino  (Continuación)

… Pasando a la vecina orilla, entrevistado el cineasta argentino Eduardo Morera por Enrique Estrázulas (El País , Montevideo, 24 de junio de 1994) , el autor de la famosa filmación, en 1930, de las canciones de Gardel, responde a la pregunta de su entrevistador en el siguiente diálogo:

E.E. : - ¿Usted conoció a Armando Defino?
E.M. : - Sí, cómo no. Fue el que hizo pelear a Gardel con Razzano. Se duda mucho de que el testamento de Gardel fuera real. Una francesa no podía heredar a un uruguayo y lo hicieron pasar por Charles Romuald Gardes, que era otro. El verdadero Gardel que Ud. conoció era otro. Yo tengo el documento del certificado de nacimiento de Carlos Gardel: se hizo aquí en Buenos Aires, en el Consulado uruguayo. Yo sé que era uruguayo. No sé si hablé con él sobre eso porque pasaron sesenta años ya, pero todo eso se sabía.”

Alcanza con leer las cartas de Gardel a Defino referentes a Razzano, para comprender en qué medida Defino magnificaba presuntas deslealtades de Razzano para con Gardel, haciendo reaccionar a éste con gran mortificación, y dando razón a Isabel del Valle – la novia eterna de Gardel – cuando comentaba, en un reportaje, que Luis G. Pierotti, representante del artista en Europa, entregó a Defino las cartas que él le enviaba a Gardel, diciéndole:

“Tome, se las entrego, pues si Razzano llegara a verlas, podría llegar a matarlo.”

La jugada de Defino tuvo el final previsto cuando, con fecha 20 de octubre de 1933, ante el escribano Jacinto Fernández, el cantor dejó sin efecto el poder que le había dado Razzano, poniendo en su lugar a Defino.

El historiador inglés Simón Collier se quedó a mitad de camino , y olvidando aquello de que es necesario oír todas las campanas, se refirió a Defino como  “un hombre cuya probidad está atestiguada por todos aquellos que estuvieron en condiciones de evaluarla”. El hecho resulta realmente inconcebible. El inglés debía desconocer todo lo que antecede y también que Azucena Maizani, la famosa Ñata gaucha, cantante predilecta de Gardel, denunció a Defino exigiéndole rendición de cuentas por haberse apropiado de ocho mil quinientos setenta y cinco pesos, que pertenecían a la cantante, durante su gestión como administrador suyo (Todo es Historia, Buenos Aires, julio de 1969). Barajando la hipótesis de la falsedad del testamento, Blas Matamoro, intelectual argentino de nivel internacional, expresa en su libro, Carles Gardel:

“Mediando el albacea Defino en todo esto, cabe concluir que sí. En efecto, es el propio Defino quién a su vez aparece instituido como único heredero de la Gardes, por testamento de esta última, protocalizado en procedimiento similar.” (Carlos Gardel, Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1971). Parece obvio señalar que lo que sugiere Matamoro es un simple “intercambio de favores” , que coincide con el interés y la urgencia de Defino por ir a buscar a Berthe Gardes a Toulouse, y aparentemente adoctrinarla durante el viaje. La fama de Defino trascendió fronteras: la revista chilena “Hechos universales” (Ed. Zigzag, 1969) publica:

“Cabe señalar que la letra de Gardel era fácil de imitar (…) y que Defino trabajó antes en una oficina notarial y que le daría facilidades de cómo falsificar esta clase de documentos.”

Pero en 1968 – ya concretadas las denuncias de Silva Cabrera sobre tan ridícula leyenda, pues ni siquiera Charles Romuald (que no era Gardel), como se ha explicado, figuró jamás en padrones militares franceses – Defino cambia el “libreto” y en la obra La verdad de una vida expresa:

“Nunca supe qué Carlos había cambiado de nacionalidad.”

 

Armando Defino  (Continuación)

…pero como la “historia oficial” es la rueda sin fin de contradicciones, de nuevo la esposa de Defino, Adela Blasco de Defino, lo deja en falso, en carta que envía a Iris Marga, Presidenta de la Casa del Teatro, al decir que “el propio Carlos nos relató tanto a mi fallecido esposo, Armando Defino, como a mí (la causa del supuesto cambio de nacionalidad). “La mentira iba y venía. También la célebre Olga Orozco, en artículo publicado en el Suplemento de La Nación del 23 de junio de 1985, manifiesta sus dudas sobre Defino:

“Se acusa a Defino de haber fraguado el testamento de Gardel (…) por ser el albacea de doña Berta, que lo nombra, a su vez, heredero universal.”

Y pone el dedo en la llaga cuando, refiriéndose a la venta de los derechos de autor de Gardel, dice muy enfáticamente que los vendió “por un plato de lentejas”. El episodio fue la culminación de toda la trama montada alrededor del tristemente famoso “testamento”. Muerta la Gardes y Defino con todos los bienes, recibe la visita de los señores Francisco Canaro y Mario Benard quienes, representando a José Razzano, acérrimo enemigo de Defino, le reclaman venda a éste los derechos de autor de Gardel. El episodio resulta de antología pues Canaro y Benard eran presidente y asesor jurídico, respectivamente, de SADAIC, en cuyos estatutos se prohíbe expresamente dicha venta, y resulta así inconcebible que se prestaran a una operación manifiestamente ilegal, ocupando cargos de tal jerarquía. Defino explica así las cosas en su libro:

“ (…) hice renunciamiento por monedas (textual) y deliberadamente en favor de quien se había cobijado bajo el amparo de Carlos, y que lamentaba no tener otros medios y una familia que mantener.”

Dice después:

“Desde luego, mi generosidad no fue espontánea. Me indujeron a ella algunas personas, entonces encumbradas en SADAIC (Canaro y Benard) , que me hicieron ver los apremios del ex compañero de Carlos.”

Y finaliza:

“Señalo mi desconocimiento total de los estatutos de SADAIC, que no permitían la venta de los derechos de autor.”

Es abusar de la ingenuidad de la gente imaginar que el apoderado del cantor de tangos más famoso de la historia desconociera los estatutos de SADAIC (Sociedad de Autores), siendo además imposible que Canaro y Benard no hubieran puesto el tema en la mesa, dado los cargos que desempeñaban en esa Institución. Pero, finalmente, por treinta mil pesos (el “plato de lentejas”, según Olga Orozco) , Razzano se quedó con los citados derechos. El porqué de tan extraña operación – con mezcla de generosidad hacia un enemigo y encumbrados personajes de SADAIC proponiendo una venta ilegal – muchos quisieran verlo por un lado aparentemente simple : Mario Benard era quien había autentificado la firma de Gardel en el “testamento” , cayendo quizá en una trampa de la que le podría haber resultado difícil salir, si Razzano se ponía fuerte y hablaba de cosas que seguramente conocía muy bien.

 

 

Edmundo Guibourg

Fue realmente un íntimo amigo de Gardel y , realmente dolorido cuando murió su amigo, publicó, el mismo día de Medellín, una acongojada crónica en la que señalaba, desde Crítica de Buenos Aires:

“¿De dónde era ese cantor tan típicamente local? Se decía que había nacido en Punta Arenas. En los documentos que le vi exhibir en diversos viajes aparecía (como) nativo de Montevideo. Acaso fuera en verdad oriundo de Toulouse, como la viejecita (…).”

Dejando de lado lo curioso que resulta que al dudar entre un “se decía” o un “acaso” , Guibourg no se inclinara por lo que decían sus documentos, cada cual hará su interpretación de ello. Pero de lo que no cabe ninguna duda es de que Guibourg, el 24 de junio de 1935, confesaba, con total claridad, que ignoraba el verdadero origen de Gardel. Pero en 1983 (ya había prologado el libro de Defino y la polémica del origen estaba instalada), en un reportaje que le hace Mona Moncalvillo (El último bohemio, Ed. Celtia, 1983) y luego en Buenos Aires Tango (agosto de 1985) , cambia  el “libreto” , asegura que Gardel “nació en Francia” , lo conoció pues “le daba una especie de “tirria” saber que hablaban en el barrio de un “francesito” , etc.”

Y dice textualmente:
“Nosotros fuimos amigos desde la infancia; yo tenía seis años y él nueve.”

Pero he aquí que en La Opinión (Buenos Aires, 24 de junio de 1975) , reproducido por Ser Gardel (diciembre de 1990, Ed. Periodismo por periodistas), vuelve a contradecirse cuando escribe:

“Le podría decir la primera vez que lo vi. Fue en un Comité Político conservador de Balvanera (…)
No tendría yo 13 años (…) , había un muchacho gordito (…) . El gordito era Gardel (…)

Recapitulando: lo que Guibourg ignoraba en 1935, resulta que “lo sabía” desde un conocimiento muy dudoso de su infancia, pues primero era a sus trece años y luego a los seis. Se vuelve a un argumento ya esbozado antes: una cosa era lo que se decía “antes” del “testamento” y otra muy diferente lo que se dijo “después” . Es obvio que una nota escrita el mismo día de Medellín, por la propia congoja provocada por el impacto de la noticia, no daba mayor pie para estrategias, y allí Guibourg dijo o simuló su ignorancia sobre el origen de Gardel. Como ya se ha expresado: no se puede poner en pie de igualdad un documento  internacional como un pasaporte, con suposiciones, un “se decía”, un “acaso” . Guibourg seguramente sabía que Gardel era uruguayo.

 

(Queridos Amigos los esperamos con el número de Junio-2015 para seguir descubriendo el Misterio de la historia de Gardel , el más grande cantante de tango de todos los tiempos, “si cada día canta mejor…”)

 

 

Edmundo Guibourg (continuación)

Pero , como canta Gardel, “un tropezón cualquiera da en la vida”. El problema se torna grave cuando los “tropezones” siguen. Jamás persona alguna debió haber pensado que el récord del “testamento”  pudiera ser igualado. En efecto: admitir que en un expediente sucesorio dos personas, que tienen cuatro datos filiatorios y diferentes, puedan ser considerados como una sola, parece un imposible. Sin embargo, Carlos Gardel, uruguayo, cuarenta y ocho años, fue identificado con Charles Romuald Gardes, francés, cuarenta y cuatro, o sea, una identificación cuando no había coincidencia entre nombre, apellido, nacionalidad ni edad. Así nació la “historia oficial”. Edmundo Guibourg, uno de los adalides de esa historia, igualó la marca. En Buenos Aires Tango (julio de 1985) afirmó que el “padre” de Gardel se llamaba “Paul Lasere”, que era obrero y que había ido a Buenos Aires a hablar con Berthe Gardes para ofrecerle matrimonio.  Sin embargo, en Tango y Lunfardo (número 63), Jacobo de Diego narra cuando Guibourg le dijo que “Charles Laforgue” , padre (francés, obviamente) de Gardel , se presentó ante éste en París, etcétera. En resumen: no coincidían nombre ni apellido del “padre francés” , tampoco intercutor (Berthe y Gardel) , ni siquiera lugar (Buenos Aires y París) . Salvo que Guibourg “corrió con dos candidatos” , el hecho no debe sorprender, pues doña Berthe inventó otro padre – Paul Gardes, militar - , la psicóloga Martha Báez, a Paul Laserre (le agregó una “r” y lo ascendió a “ingeniero”) , según  La Maga (Buenos Aires, diciembre de 1995) y en un libro relativamente reciente – Carlos Gardel y mi genealogía - , como para no fiarse ni de parientes ni de religiones, el “padre francés” era José Gardes, seminarista y primo de doña Berthe. Si se piensa en los dieciséis nombres diferentes referidos a “la persona influyente” que posibilitó la “falsificación” de la documentación oriental de Gardel, tener hasta ahora solamente “cinco padres franceses” diferentes para Gardel, parece casi un acto de humildad. En Documentos para la Historia (Suplemento de El País del 24 de junio de 1992) , se agregaron – siempre perfectamente documentados y con reproducciones facsimilares – muchos ejemplos que poco tienen que envidiar a los expresados en este capítulo.

 

DICTADURA: SEPULTURERA DE HISTORIAS

Armando Defino y Edmundo Guibourg, adherentes al “francesismo” de Gardel, exhibían, en el retrato del ídolo, su imagen externa, su fachada pública,  su rostro alegre. Pero Gardel tenía – se debe recordar las narraciones de Razzano, Roberto Maida, Onetti, Pichón Riviere – una faz cuidadosamente oculta al público, tan oculta como lo fue su propio nacimiento. Se traslada el escenario a Tacuarembó. Tacuarembó y su cementerio. A pocos metros de la entrada, a la izquierda , un sepulcro llama la atención. Es la tumba de Carlos Escayola y su familia. Corona la tumba un busto en mármol, cubierto por un templete, obra de un escultor italiano: reproduce a Clara Oliva, la primera esposa del coronel Escayola, jefe político de Tacuarembó durante la dictadura de Máximo Santos. Debajo, siempre al centro, un segundo busto, similar al anterior pero  a la intemperie, sin templete, representa a Blanca Oliva, segunda esposa de Escayola y hermana de la anterior. Siempre hacia abajo y al centro, la lápida que cubre los restos del Coronel. Esta tiene a su izquierda la tumba de la tercera y última esposa, hermana de las anteriores, María Lelia Oliva, recordada por medio de un medallón con el diseño de su rostro. A su derecha, yacen los restos de la madre de las tres esposas de Escayola, Juana Sghirla de Oliva. Escayola fue enviudando sucesivamente de sus tres esposas hasta que, en pleno ocaso, murió pobre y olvidado en Montevideo, en 1915, a los setenta años y , según se cuenta, escuchando en un fonógrafo los discos de Carlos Gardel, lo que puede – o no – ser leyenda.

(Queridos Amigos los esperamos con el número de Julio-2015 para seguir descubriendo el Misterio de la historia de Gardel , el más grande cantante de tango de todos los tiempos, “si cada día canta mejor…”)

 

 

 

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