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GLORIAS DEPORTIVAS

 JOSÉ EMILIO SANTAMARÍA

   
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JOSE SANTAMARIA – UNA TRAYECTORIA EJEMPLAR


Sin dificultades puedo imaginar la escena. Un día cualquiera de comienzos de siglo, un puerto cualquiera de España., de aquella España bajo el reinado del joven Alfonso XII que apenas contaba con 18 años y daba que hablar por sus amoríos  con la princesa Ena de Battenberg quien pasaba en el palacio de “El Pardo” las jornadas anteriores a su boda , mientras el monarca la visitaba a diario y los novios asistían a toda clase de festejos, como por ejemplo , la celebración de una representación escénica que se llevo a cabo en su honor en uno de los mejores teatros de Madrid y en donde para acompañar un minué que bailaron los prometidos toco el piano un músico famoso, Tomas Breton, que unos años antes había obtenido un resonante éxito con el estreno de “La verbena de la Paloma”. Era aquella una España convulsionada en donde no había lugar a porvenir para los humildes. Y mientras Frascuelo cautivaba con sus pases de muleta y verónicas en la Plaza de Toros y Consuelo Portela , “La Chelito” se transformaba en la mejor actriz cantando “La Goya” y bailando “Pastora Imperio” , los que no se resignaban al oscuro destino de trabajar para los que mandan, continuaban la corriente de emigración hacia el Nuevo Mundo. Había que “hacer la América”. Había que abandonarlo todo y jugarse el destino a una carta en esa gran timba que es la aventura de vivir…

En aquellos años partían de los puertos de España legiones de trabajadores que emigraban rumbo a la esperanza. Y el derrotero lo marcaba, ya el hecho de tener parientes que se les habían adelantado, o ya una circunstancia fortuita o una corazonada. Salían por centenares, por miles, y la Rosa de los Vientos le marcaba derroteros distintos. Unos marchaban hacia la América del Norte ; otros partían hacia el Sur. Pero todos formaron parte de la legión de “gallegos” que contribuyeron con su trabajo, su espíritu de orden, su concepto de comunidad y familia, a la grandeza y riqueza de América. La moneda de esta zona era mas fuerte que el dólar y tal vez por esa circunstancia, don José, colocado frente a la opción de elegir rumbo norte o rumbo sur, eligió el sur. Llego a Montevideo sin otros bienes que los invalorables de su juventud, su férrea voluntad de trabajar y salir adelante y su “profesión” de enfermero, cuando en aquella época ser enfermero equivalía a ser considerado con cierto respeto, porque muy pocos sabían dar una inyección o recetar unas píldoras para bajar la fiebre. Don José se afinco. Formo familia. Se asentó en la tierra donde echo raíces profundas y aquí se quedo. Inicio su peregrinaje difícil en las por entonces descampadas zonas adyacentes al viejo Hospital “Fermín Ferreira” donde se amontonaban los enfermos pulmonares de tuberculosis, sin cura posible en aquella época , y “contra el mar” , como decían los montevideanos, estaban, en otra repartición del Hospital, los leprosos. Aquel Fermín Ferreira era una llaga que la ciudad tenia al costado.
Y en aquel ambiente de vida dura y un poco primitiva, don José paso los primeros años como enfermero, constituyendo su primer domicilio en Rivera casi Larrañaga. Y contrariamente a los dictados de la época que marcaban “llenarse de hijos” , por esas circunstancias del destino, el joven matrimonio tuvo uno solo. Y así , un 31 de julio de 1929, en Montevideo, nació José Emilio Santamaría…. Ya tenemos al personaje en escena. Hoy lo tengo frente a mi en esta ciudad de Buenos Aires, convulsionada por el Mundial “78”  . Lo invito a repasar su historia, a que me cuente su vida, a que abra el cofre del recuerdo, desempolve su pasado y nos traiga frescas las remembranzas de un tiempo que paso, de una juventud que se fue, de un pasado que voló pero fue cincelado, modelando, su fina personalidad. Porque Santamaría, hijo único, criado en un hogar que a fuerza de las inyecciones y los vendajes que colocaba el viejo se fue haciendo prospero, con esa prosperidad característica de los inmigrantes que tienen grabado en la mente aquello de la Biblia : “siete años de vacas gordas y siete años de vacas flacas….” , empezó de cero, se hizo medio niño bien y el tiempo , la gloria, la fama y el dinero lo transformaron en señor… Y el “Pepe” acepta el desafió, y mientras los ojos celestes se pierden en una mirada sin final que colorea los recuerdos de su juventud, el fino ambiente del hotel bonaerense se puebla de imágenes montevideanas que traen el sabor romántico de un pasado mejor….

“Mis padres eran muy unidos. Yo fui hijo único y nunca se los perdonare, porque ellos siempre estaban pendientes de mi. Me sobreprotegieron y si bien eso no me creo problemas en la vida, reconozco que fue difícil acostumbrarme a depender de mi mismo. Mis viejos me dieron todo, pero siempre pensaban en mi. Si algún día llegaba tarde, mi madre nunca se dormía hasta que me sintiera en la casa y esas cosas siempre quedaron grabadas en mi memoria. Incluso por aquel entonces le decía a mi madre: si algún día tengo prosperidad, tendré muchos hijos para que no pase por lo que yo debí sentir en carne propia. Y así fue como cumpliendo aquello, hoy tengo siete hijos (dos uruguayos y cinco españoles) y uno vive en Madrid mientras todos nosotros estamos en Barcelona.

 

GLORIAS DEPORTIVAS 
JOSÉ EMILIO SANTAMARÍA  (Parte II)
SIEMPRE FUI DE NACIONAL


Santamaría ya esta metido en el tema. Se recuesta perezosamente en el mullido sillón, acomoda su fino traje a rayas que tiene pinta de una buena “medida” de algún sastre español con casimir que se muestra en vidriera sin poner el precio para no espantar clientes y mansamente, sin levantar la voz sin agregar un tono de vibración nos va dejando el relato de aquellos años de infancia.
“Después de vivir en Rivera y Larrañaga nos mudamos para el barrio “La Mondiola” y en muy poco tiempo nos afincamos en la calle Lambí casi Ricaldoni, en el Parque de los Aliados. Aquí pase los mejores años. Los de mi infancia. Los de mi juventud. La familia tenía una posición bastante desahogada, éramos una típica familia de clase media y los viejos me daban todos los gustos. No faltaba dinero en el bolsillo, estudiaba y el fútbol era nuestra diversión. Es que los chavales de antes – el “Pepe” dice “Chaval” porque el castellano se le ha metido hasta los huesos y ya no le quedan ni rastros del acento criollo que ha perdido totalmente – éramos mas simples que los de ahora. Antes llegaba el fin de semana y solo se pensaba en el fútbol. En jugar en los cuadros de barrio y divertirse con los muchachos. Y así fue como empecé. Siempre de centrojas porque me gustaba ese puesto y quería jugar en la mitad de la cancha”.
Y así es como aquel pibe rubiecito que parecía ingles, de tez bien blanca a quien la picardía de algún humilde de la barriada podía identificar con aquellos famosos “pan de leche” que el panadero vendía a “un medio” , se fue haciendo grande mientras dividía su tiempo para distribuirlo en cuatro sectores : el estudio, los amigos, el fútbol y la “novia de la vuelta” como decíamos antiguamente para señalar que la primera ilusión juvenil había despertado con el primer flechazo de Cupido y los ojos alegres de la pebeta de la “otra cuadra” que lo miraban a uno con un cachito mas de sentimiento….Y tal vez para definir aun mas al personaje, para caracterizarlo, para ponerle la marca en el orillo y definirlo como un verdadero señor , “la primera novia” fue la única y la hija de don Nelson la de la calle 14 de Julio “con la que nos criamos juntos”, pronto se convirtió en la Sra. Nora Le Pera de Santamaría.
DE LA CUARTA AL PRIMERO
El fútbol y los amigos iban juntos Carlos Cocchi nuestro jefe de Deportes el “Morocho” Gutiérrez, el futuro cuñado y otros , despuntaban los fines de semana la pasión del tamango y la redonda. Hasta que un día aquel rubiecito de la tez muy blanca que jugaba al fútbol con la dulzura de los Ángeles , si es que estos mueven la redonda recibió el convite de ponerse sobre el pecho la blusa alba de sus amores con el bolsillo grandote sobre el corazón. El “Pepe” fue uno de los miles de botijas de barrio que eran buscados por los descubridores de crack en los almácigos de los muchos campos que tenia la ciudad y que diariamente se poblaban de purretes que mientras jugaban también , soñaban con la ilusión de convertirse en futuros Atilio u Obdulio. “A probarse” iban miles pero quedaban unos pocos…
“Y yo tuve suerte. No se si porque era físicamente distinto , porque tenia cinta y los impresionaba o porque realmente jugaba bien. Pero lo cierto es que rápidamente logre afianzarme en Nacional y empecé a jugar en Cuarta División como centrojas. Son inolvidables aquellos domingos de mañana. Madrugaba y me iba a poner la camiseta de Nacional sobre el pecho. Con eso solo alcanzaba pero yo siempre me propuse iniciar una cosa y culminarla. Triunfar en lo que encaraba. Y así fue como siempre, desde aquellos tiempos de Cuarta División en donde no ganábamos ningún dinero, encare el fútbol con verdadero sentido profesional. Se muy bien que para la época resultaba un tipo extraño y mas jugando en Cuarta División. Pero siempre pensé que la única manera de llegar, de triunfar, era cuidándome. Y mientras otros salían de noche y se iban a la cancha sin dormir, yo me acostaba temprano y al otro día bien descansado me iba al partido. Tal vez por eso todo se me hizo fácil y después de dos años en la Cuarta, sin pasar por la Tercera y la Reserva, logre debutar en el Primero. Fue en 1949 y ahí se inicio mi campaña profesional. Me sentía orgulloso. Siempre había sido hincha de Nacional, me gustaba el fútbol de Rodolfo Pini, y ahora era nada menos que titular del equipo…”
(Fuente ESTRELLAS DEPORTIVAS Fascículo 45  “EL DIARIO” Nota efectuada por Atilio Garrido)





 

 

 

 





   
 


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