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GALERÍAS DEPORTIVAS

ATILIO GARCIA

EL GOL, ESA META DE SIEMPRE


   
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Juancito Kirschberg – mago de los Kinesiólogos – decía siempre, aludiendo a Atilio, que nunca en su vida profesional había visto piernas mas golpeadas. Es que “Bigote” iba a todas, a lo guapo y por algo fue el mas grande goleador de toda la historia del fútbol uruguayo. Algunos datos estadísticos no están de mas y cabe recordar así – complementariamente a lo que brindamos en las notas centrales del fascículo – que la mayor cantidad de goles en una temporada, la obtuvo en 1938 – su debut con la alba – anotando 52. Por el Uruguayo, en cambio , la mayor cantidad de goles fue en la celebre campaña de 1941, con 23. Su arquero mas vencido fue Maspoli (jugando este en Liverpool y Peñarol) , con 26 goles, siguiéndole Carvidon (Cerro y Wanderers ) con 20. El equipo mas goleado por el implacable artillero fue Liverpool (54) siguiéndole Central (41) , Wanderers (39) , Defensor (37) y Peñarol (34) . El menos vencido fue Danubio, con solo siete goles, cosa realmente insólita tratándose de Atilio. ¿Sus goles mas famosos? El tema es polémico, pero podríamos señalar cinco ejemplos : a Boca, por la Copa Río de la Plata, el 28 de diciembre de 1940 ; a Independiente, por el Rioplatense nocturno , el 23 de enero de 1938 ; cuatro a Sud América, todos de cabeza, el 4 de noviembre de 1944 ; también cuatro a “Caimán” Sánchez , de San Lorenzo de Almagro, el 28 de marzo de 1948 y los cuatro a Peñarol, por el Uruguayo , el 8 de diciembre de 1940.


NO SE SALVO NI NACIONAL


La sed goleadora – insaciable, podría decirse – del formidable Atilio García, gravito para que , en su largo peregrinar por las canchas uruguayas, no respetara ninguna portería. Y a tanto llego ella, que ni siquiera Nacional – ese mismo Nacional por el que todo lo diera a través de casi tres lustros – logro salvarse de su codicia goleadora. ¿Cómo y cuando aconteció ello? Muy fácil, durante el brevísimo pasaje que el formidable piloto de Junín cumpliera por Liverpool, ya en el ocaso de su carrera – temporadas de los años 1951 y 1952 – la tarde de un 7 de junio y frente a 15 mil aficionados. Se jugaba ese día por la Copa “Arturo Michel” (Torneo de Competencia) de la temporada del 52 y Nacional , bajo el arbitraje de Juan Lorenzo Castaldi, venció por 6 a 1 a los negriazules. Y ese “uno” (ironía del destino) habría de llevar ese día “el sello inconfundible” de Atilio García, que había concretado así la hazaña que le faltaba : la de haber superado, también, la portería de quien como el formidable Aníbal Paz, había sido su compañero en tantas gestas de gloria. Antes, el 7 de octubre y el 30 de diciembre de 1951 “Bigote” ya había jugado, en Liverpool y contra Nacional ( 1 a 1 y 1 a 3 , respectivamente por la Copa Uruguaya) sin conseguir anotar. Pero estaba visto que, para el , no había portería vedada. Y la de aquel Nacional al que había defendido , no podía ser, para el , la excepción a la regla.

 

ATILIO : EL GOL Y SU SINONIMO


“La única que faltaba : ¡nos mandaron un mudo! Si este es jugador , me hago cura…” “El GALLEGO” Iglesias – picaresca chispeante de la calle , amasada en muchos años de servir copas , y algunos mas de tomárselas – midió de arriba abajo al forastero, como quien juna la pizarra de la quiniela, y sin dudar un solo instante dejo caer aquella frase, que muy poco después se convertiría en el gras chasco de su vida . El propio cantinero de la vieja sede del Club Nacional de Football , fue el primero en reconocer el error y entre bromas y chanzas, entre auto rreproches y palmoteos al “mudo” paso a ser uno de los mejores amigos que tendría en Montevideo ese muchacho argentino de 22 años, estatura mediana, complexión fuerte , grandes bigotes, de pocas palabras y mirada tímida que llegaba de Buenos Aires – aunque había nacido en los pagos provincianos de Junín – para probarse con la gloriosa casaquilla del club de los Céspedes. -“¿Cómo dijo que se llamaba?” , había preguntado algo irónico “El Gallego” Iglesias, aquella calurosa mañana del 11 de enero de 1938 y la respuesta del provincianito – que llegaba casi con lo puesto, y una pequeña valija que parecía rescatada de alguna milonga terminada a castañazos – llego breve y respetuosa : -“Me llamo Atilio…Atilio García , y vengo recomendado al Dr. Narancio, que fue a buscarme a Boca Juniors …” Apenas cuatro días después – en medio del escepticismo de todos y no solo del cantinero – el muchacho de Junín debutaba con la casaquilla alba, en un partido nocturno, en el Estadio, frente al Chacarita porteño, y todas las dudas , todas las interrogantes daban paso al asombro, a la jubilosa expectativa y el ondear de blancos pañuelos, en son de victoria y de estallido popular en la tribunas. Nacional 3 a 2 y Atilio goleador, con dos tantos – uno de ellos el de la victoria – en una prueba indiscutible , contundente de su tuteo con la red de su sed insaciable de enronquecer a las tribunas con el grito de gol haciendo la gimnasia del arrebato, del fervor por el fútbol , el espectáculo colectivo mas grande y popular de nuestro tiempo. Tres letras y una sola mística : ¡GOL! No puede haber lugar en el mundo donde no se conozca esa clave mágica, que es deseo, esperanza , ganas acumuladas; ni mas ni menos que los ojos del hincha siguiendo al jugador , casi acompañando el raudo desplazarse de la pelota hasta culminar en la red. 15 de enero de 1938 : fecha inolvidable no solo para la hinchada de Nacional , sino para todo el fútbol uruguayo, pues esa noche debutaba el mayor goleador de todos los tiempos , en la historia de nuestro balompié. Un jugador para el asombro , que iba a todas ; siempre con el gesto manso y sin hacerle ascos al riesgo. Hombre neto de gol, guapo , decidido, oportuno, simple en su juego – en una época en que predominaban los habilidosos y los exquisitos – y dueño y señor del área, donde era asedio, ariete y terror de los arqueros. Nadie puede predecir lo que vendrá , aunque en este caso pensamos que muy difícilmente puede surgir algún jugador de la talla de ese muchacho que llego de Junín, con escaso equipaje y mucha timidez para convertirse en el ídolo de toda la afición, pues con Atilio no hubo términos medios. Hasta los propios hinchas del tradicional adversario del club de los Céspedes, lo enaltecieron siempre y valorizaron su juego, reconociendo en el a un personaje para el asombro, a una figura sin duplicado, para el que ningún arco contrario resulto invulnerable. Fue tal vez – o sin tal vez – el jugador mas golpeado de todos los tiempos, y sin embargo emergió siempre de cada refriega de cada choque, muchas veces de una acción alevosa, con el mismo gesto de mansedumbre, sin alharacas ni quejas. Simplemente jugándosela a lo macho, callado y taciturno. Así fue Atilio toda la vida, y así se nos fue silenciosamente hace cuatro años para seguir desparramando su magisterio en alguna cancha ignota, donde no existe el tiempo reglamentario(esta nota fue hecha 23/11/1977). Por eso en su vida hubo mucho de poesía. De poesía, si, pero de lirismo auténticamente de tanto, de canción ciudadana, de arrullo errante bordeando la esquinita del barrio para el eterno regreso.

Ese momento sublime y elegido – como decía el bardo de la alta noche – “cuando le metemos un verdadero gol a la existencia, sin faulear a nadie, y por fin llegamos a la vejez contentos de haber corrido por la cancha como locos, para meter el gol limpio y humano de la vida”.


 

 





   
 


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