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“FORTALEZA INDÍGENA” por. Nelson Caula

   
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Conversando con Dana – Tataranieta del Charrúa Sepé

“Soy descendiente directa del Cacique Sepé”. Me entero por mi padre, al principio él me decía que tenía origen indio. El padre de él que era el hijo de la hija de Sepé no pertenecía a la tribu, porque ella, la hija de Sepé , en realidad fue criada por este señor Rodríguez. Ella ya era una muchacha cuando se fue de la tribu y por lo que se , con el tiempo fue perdiendo las costumbres de los charrúas. Sepé le permitió a su hija, primero que fuera a trabajar a esa familia y después ella se queda como miembro más.
Y lo otro que pasa es que el hijo que ella tiene es dueño de casa. Así que yo vengo a ser tataranieta de Sepé”.

Tal lo que me dijo la Señora Dana Rodríguez Rivero, en el último marzo, durante el desarrollo de la Fiesta de la Patria Gaucha de Tacuarembó. Se encontraba junto a un toldo de cuero y ramas a la usanza de la vivienda charrúa como parte de la recreación de la Sociedad Criolla Patria y Tradición . Este año dicha Aparcería concursaba reproduciendo el casco de la Estancia “El Duraznal” que perteneciera en el siglo diecinueve a José de la Paz Vidal. Gracias  a este protector, fue ésta la última morada del mencionado cacique y su toldería. Sabido es, que Sepé y los suyos participaron de las luchas de nuestra Independencia a las órdenes de Artigas, que por 1825 se hallaba refugiado en los montes a cuyo amparo recurre el Sargento Mayor Benito Silva, sublevado del Regimiento de Dragones de Durazno y es muy probable que junto a su inchalá Vaimaca Perú – acto seguido – se haya incorporado a la Cruzada Libertadora ; tres años más tarde, Sepé fue elogiado por Rivera por ser “digna de consideración la conducta de los indios minuanes y charrúas” a su mando durante la campaña de recuperación de las Misiones. Salvándose de la traidora masacre de Salsipuedes perpetrada justamente por “Don Frutos” en 1831 , y en reacción a la misma, fue Sepé quien acabó con la vida de Bernabé Rivera en la batalla de Yacaré-Cururú y por lo menos hasta 1834 permanece aliado a Juan Antonio Lavalleja en su guerra contra Frutuoso Rivera.

En los años siguientes sirvió a las fuerzas del Presidente Oribe. Tras los resultados adversos de sus últimos aliados, Sepé aprovechando su exilio en Río Grande pelea a favor de la República Farroupilha ; allí lo encuentra nuevamente Benito Silva, a orillas del arroyo Saica a quien le piden “les obtuviese una licencia para volver a su patria” . De ahí en más, y durante dos largas décadas Sepé y su gente, no se apartaría de un rincón de “El Duraznal” , treinta kilómetros al sur de la ciudad de Tacuarembó.
“A nivel de familia le decía que el Cacique era buena persona, que en el vecindario era un hombre correcto, para nada malo. Era lo que se comentaba porque mi padre tampoco lo conoció” nos agrega Doña Dana; sexagenaria , agradable y dicharachera.

“Que se hable del Cacique y se lo reconozca – dice – me llega mucho , ¡acá! (se toca el corazón) Tengo sangra india y la quiero mucho, corre por mis venas que me quema. Y me siento muy honrada y agradecida de ver estos toldos (señala la reproducción de la Aparcería)”.
Quien siempre acapara la atención pública (que llega a tapas de revistas y diarios) , especialmente en los eventos de la Patria Gaucha, es Bernardino García, hijo de Lino fallecido en 1973 , nieto de Vicente y bisnieto de Avelino y su hermano Santana. Desconocíamos la existencia de una hermana mujer de estos últimos, que “de muchacha” se haya integrado a convivir con los Rodríguez. Salvo que se trate no de una hija, sino de alguna de las hermanas de Lino García, conocidas como Juana y Gregoria.

El testimonio que hemos recogido no es nada menor , porque además , doña Dana, nos señala que tuvo “diez hermanos” con sus respectivos hijos y nietos y por lo tanto el linaje de Sepé continúa incrementándose. “Yo soy la única soltera – indica – y casi todos mis sobrinos son facultativos, entre ellos varios maestros”. En cuanto a su vida : “Soy una humilde persona del campo – señala – nací y crecí en el campo. Trabajábamos mucho, plantamos mucho maní. Mi padre siempre nos decía ; la tierra no embrutece a nadie. Y estudiábamos música, todos mis hermanos son músicos. Estando cerca de la ciudad teníamos tiempo para estudiar. Vivíamos en la Sexta Sección , para delante de la Escuela 18, en Tacuarembó , un campo paralelo a un cerro grandote.

Yo era , de muy chica , plantadora , siempre planté, se hacían treinta cuadras de tierra, había arado de dos rejas, mucha herramienta , galpones muy grandes. El maní había que mojarlo en la laguna y plantarlo, también cosechaba y carpía, pero eso por lo general lo hacían mis hermanos varones. No saben lo lindo que era eso, cuanta unión , íbamos y veníamos a las carcajadas. Yo nunca recibí ni una palmada de mi padre o mi madre. No había ninguna tirantez. Actualmente quedamos sólo cinco hermanos, ninguno llegó a viejito…”
Afligida por varios de esos decesos familiares recientes, nos dice: “ahora me vine para una pequeña chacrita más cerca de la ciudad” y nos despide con una valiosa reflexión : “Mi padre me dejó una herencia muy grande ; el amor propio y la personalidad, esa fortaleza indígena que la tengo hasta ahora”.

 

 

 

 

 

 





   
 


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