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Epidemias con mortalidades catastróficas en el pasado colonial americano

Por Robert H.Jackson

   
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El brote de la influenza española en 1918-1919 fue la última pandemia global con mortalidad catastrófica. Ocurrió durante un periodo de gran estrés social, económico y político a fines de la primera guerra mundial (1914-1918) y esto fue un factor importante en la propagación del contagio a nivel global. Desde estos años los avances en la medicina occidental moderna han prevenido nuevas enfermedades de esta magnitud. Han muerto miles de personas en los brotes de los últimos años de la influenza porcina, SARS, Ébola, y ahora el Coronavirus; sin embargo, estas no son cifras comparables a las decenas de millones que murieron con la influenza española entre a comienzos del siglo XX.

 

     Las epidemias como la peste bubónica, la viruela, el sarampión u otras, han jugado un papel importante en la historia humana hasta principios del siglo pasado, y especialmente en las Américas durante el periodo de dominación colonial europeo. Mientras que las enfermedades altamente contagiosas causaron la disminución de las poblaciones indígenas, las políticas de explotación colonial colaboraron al proceso de colapso demográfico. La crisis de los años 1733-1740 en las misiones jesuíticas de guaraníes puede servir como un interesante estudio de caso de los factores que contribuyeron -y contribuyen todavía- a tasas de mortalidad catastróficas y puede ayudarnos a poner en contexto las realidades de la actual pandemia global de Coronavirus.


En 1732 las misiones jesuíticas de guaraníes estaban en su auge. La población total de los treinta pueblos era más de 141.000, la más alta registrada en su historia. Sin embargo, las condiciones eran ideales para una crisis de mortalidad catastrófica. En primer lugar, los jesuitas implementaban una política de congregación en las nuevas comunidades misionales con una densidad de población alta como se puede apreciar en un croquis contemporáneo de la misión de Candelaria. Los guaraníes vivían en pequeños apartamentos en un espacio compacto que facilitaba la propagación del contagio. En segundo lugar, las poblaciones de las misiones habían crecido rápidamente en los años después de la última epidemia de 1718-1719 y existía un alto porcentaje de gente que no había sido expuesta anteriormente a la viruela y sarampión, las enfermedades más dañinas entre la población indígena. Por otra parte, las misiones estaban interconectadas por vías fluviales a una red de comercio regional y el transporte fluvial facilitaba también el contagio.

     En los años 1733-1740 más de 90.000 guaraníes murieron en las misiones. Oficiales reales movilizaron miles de milicianos guaraníes para el servicio contra los colonos de Asunción y los portugueses en Colonia de Sacramento. En 1734 y 1735 fallaron las cosechas en las misiones y miles de guaranís tuvieron que salir de las misiones en busca de comida. Este movimiento de gente también facilitó la propagación de las enfermedades. La movilización de la milicia misional agravó la escasez de comida ya que los jesuitas utilizaron la producción comunal de las misiones para proveer comida a la milicia en campaña. En este años sucedieron tres epidemias; entre ellas, el brote de viruela de los años 1737-1740 mató a miles de guaraníes. La población en las misiones se redujo en un casi 50 por ciento en estos años de crisis.

      La mortalidad durante estos brotes alcanzó tasas catastróficas de más de 25 por ciento de la población de la mayoría de las misiones y más de la mitad en otras. El caso del pueblo de San Lorenzo ubicado cerca de lo que hoy en día es Rio Grande do Sul (Brasil) fue típico. La población de la misión era 6.420 en 1731 y bajó a 974 a fines del año 1739 debido al brote de viruela (ver Figura 2). La mortalidad más alta en los años de crisis fue del 55.7 por ciento de la población en 1739, año en que murieron 2.681 personas. De la misma manera, el pueblo de San Nicolás tuvo una tasa de mortalidad de más del 80 por ciento de la población en los años 1738-1739. Irónicamente, la población de otra misión, Yapeyú, creció robustamente durante la crisis.

    En los primeros meses de 2020 el Coronavirus se ha propagado globalmente y gobiernos de todo el mundo han implementado medidas draconianas para frenar el contagio. ¿La respuesta a la propagación de la enfermedad ha llegado al nivel de histeria mundial? Yo opino que en cierta medida sí. Ya transcurrió un siglo desde la última gran pandemia con tasas de mortalidad catastrófica y varios desde los tiempos en que la gente vivía como una realidad cotidiana los brotes frecuentes de graves enfermedades imparables. En más de cuarenta años de estudiar la historia demográfica de las misiones españolas en las Américas durante la época colonial he documentado muchos casos de mortalidades entre el 10 y el 60 por ciento en poblaciones de comunidades misionales en Nueva España y la región del Río de la Plata –específicamente, la provincia jesuítica de Paraquaria-. La gente hoy en día no ha vivido este tipo de realidades tan comunes en el pasado colonial. Hasta el momento la tasa de mortalidad entre los contagiados por el Coronavirus ha sido menos de cuatro o tres por ciento. Alrededor de 100,000 personas están infectados por el Coronavirus a nivel mundial, lo que en relación al tamaño de la población global es un porcentaje muy reducido. A pesar de que hasta el momento esta enfermedad no ha alcanzado las tasas de mortalidad del pasado colonial, no es prudente minimizar la situación. Será necesario tomar medidas preventivas y continuar esperando a ver cómo se desarrolla la pandemia.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 





   
 


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