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EL DIA QUE NOS VISITO ALBERT EINSTEIN

   
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El viejo vapor de pasajeros atracó en el puerto una madrugada muy fresca. En el muelle, la gente que esperaba al viajero demostraba ese cierto nerviosismo esperanzado de quienes esperan vivir un momento excepcional. En ese apacible otoño de 1925, a las 8 de la mañana, Albert Einstein desembarcó en Montevideo.

Llegó procedente de Buenos Aires, adonde había viajado para dictar varias conferencias. Pese al trajín del largo viaje que lo trajo aquí como una de sus escalas, al descender del navío no parecía cansado.
Autoridades nacionales y universitarias, admiradores de su obra de investigación científica y simples curiosos atraídos por su fama se agolparon al pie de la escalerilla del barco para encontrarse con un cuarentón pequeño, de cabello y bigotes todavía oscuros.
Las fotos de época que conservan la imagen de este momento lo recuerdan sin las trazas de pajarraco alucinado con que suelen representarlo sus fotografías más difundidas, aquellas que fueron tomadas para la campaña pacifista de la década del '50.

Oficialmente fue recibido por el arquitecto Jacobo Vázquez Varela en nombre del Consejo Central de la Universidad de la República, por Virgilio Sampognaro en representación del Ministerio de Relaciones Exteriores, por Carlos Maggiolo como representante de la Facultad de Ingeniería y por Luis Ponce que le esperó en nombre del Consejo Comunal de la ciudad.

El mito dejaría en los uruguayos la misma impresión que dejó a lo largo de toda su vida, en cualquier rincón del mundo: bonhomía, humildad, llaneza... y un claro desconcierto en unos y en otros.
Tanto en quienes esperaban al supremo intelectual, al revolucionario de la física, al teórico de élite, como en quienes esperaban al excéntrico, al loco, quizás al sibarita. Ya en ese primer encuentro, Einstein demostró poseer una gran cordialidad para encarar sus relaciones personales y dejando de lado todo protocolo impuso a su visita, desde su llegada, un tono de informalidad.
Einstein fue recibido en sesión solemne por la Cámara de Senadores, pronunció una conferencia sobre la relatividad en el Paraninfo de la Universidad de la República, visitó la Facultad de Ingeniería, ubicada en esa época en la avenida Uruguay y se fue para no volver jamás.

 

 

 

 

 





   
 


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