linea horiz
LA REVISTA - PUBLICACIONES ANTERIORES - ARTÍCULOS DEL MES - MANDA UN ARTÍCULO - VÍNCULOS - DESTACADOS - CONTACTO - APOYAN - INICIO

 

articulos

 

 


   

COMPATRIOTAS – LOS OLIMAREÑOS

   
linea  

 

Braulio López nació el 26 de marzo de 1942 en Treinta y Tres. El padre era rematador , y la madre cuidaba a los doce hijos. Braulio fue a la escuela en Pirarajá, Lavalleja. Le gustaba tropear, y solía entonar canciones de Los Chalchaleros o de Antonio Tormo en las reuniones familiares. A los trece años, cuando trabajaba en una panadería, cantó en el cumpleaños de un compañero. El dueño de la panadería le preguntó si se animaba a hacerlo en la radio, con su patrocinio. Con el trío Libertad (junto a Ruben Aldabe y Néstor Lampe) iba a CW 45 y cantaba un repertorio mayormente compuesto por tangos. José Luis (“Pepe”) Guerra nació en la misma ciudad el 31 de octubre de 1943. El padre era ferroviario y la madre se encargaba del hogar. Tenía tres hermanos. José Luis aprendió algunos estilos mirando a su padre tocar la guitarra. En las fiestas escolares solía cantar ; fue la directora de la escuela quien lo instó a que estudiara la guitarra. A los nueve años aprendió a tocar “Luna tucumana” , de Atahualpa Yupanqui. Sus maestros fueron otros músicos y guitarristas locales. Participaba en un espacio radial llamado Hoy José Luis canta para ti. Le gustaban las rancheras mexicanas, e interpretaba boleros. Aunque se conocían de vista, el primer punto de contacto fue la audición Bajo el alero de Don Cosme, de Carao Peralta, donde ambos cantaban. Luego compartieron el escenario por primera vez en un festival. Fueron, brevemente, un trío junto a Juan Sánchez. A Rúben Lena lo conocieron a través de Óscar “Laucha” Prieto, que era “una especie de sacerdote para toda la gurisada que se estaba formando, un consultor obligado, un referente…” , según palabras de López en una entrevista con Antonio Dabezies y Memo Reimann (publicada en Guambia en agosto de 2003). Le dijeron que querían cantar cosas uruguayas y él los conectó con Lena. Quedaron prendados de su personalidad, de su humildad, “con tanta grandeza y tanta belleza en su poesía”. Interpretaban canciones de Lena y de Víctor Lima (“el verdadero oficio de poeta, si existe, lo tenía él” , apuntaba Guerra en una entrevista con Mauricio Ubal (publicada en Brecha en diciembre de 1986) . Los Olimareños fueron los principales difusores de la obra de Lena y de Lima. En 1962 Lena les dio una carta de recomendación para que se presentaran en El Espectador. Luego de una prueba les dieron un espacio en la fonoplatea, que en sus presentaciones se llenaba de asistentes, y de cartas, pasteles y flores de admiradores.

Grabaron los primeros discos, hicieron giras por el interior , se presentaron en la televisión. Pronto llegó la enorme popularidad. Con el golpe de Estado fueron prohibidos. Sobrevino el exilio. Pero la lluvia no amedrentó a las miles de personas que el 18 de mayo de 1984 recibieron al dúo en el aeropuerto y en el Estadio Centenario. El dúo siguió activo hasta 1990, cuando resolvieron separarse. Cada uno siguió su propia carrera musical. Los Olimareños se reunieron en el mismo estadio, en los dos grandes conciertos del 8 y el 9 de mayo de 2009. Ese mes fueron nombrados “Ciudadanos Ilustres de Montevideo”.

 

 

EL CRISOL DE LA CANCIÓN

Una de las conjunciones más felices en la historia de la música uruguaya se dio en el departamento de Treinta y Tres a comienzo de los años sesenta, cuando Rubén Lena (1925-1995) , Víctor Lima (1921-1969) , Braulio López y José Luis “Pepe” Guerra entrelazaron su labor. Por supuesto que el terreno de cultivo de esta contundente combinación es más complejo. Esto se ve en la cantidad de artistas de todos los rubros que existían en el departamento , incluyendo la anónima escuela de los guitarreros locales.

Para los estudiosos de la pedagogía musical debe dar mucho que pensar el hecho de que Rubén Lena, reconocido como uno de los compositores más importantes del continente, no hubiera pasado la prueba de ningún conservatorio , si de cantar o tocar la guitarra se tratase. Y también es un “enigma” – al decir de Lena – la personalidad de un Víctor Lima que llega a Treinta y Tres desde su Salto natal a dar conferencias sobre poesía española y empieza a quedarse mientras canta en las escuelas a capella y se visita con Lena. Lena observa la dedicación de Lima para trabajar sus textos y admira la poética de sus zambas “uruguayizadas” y de sus milongas. Y seguramente también admira sus novedosas búsquedas con el candombe, su intención de componer canciones para que los niños cantasen en las escuelas o sus polcas de humor pueblerino. Más jóvenes que ellos, desde la “vuelta de la esquina” se suman Los Olimareños, que serán sus traductores musicales, forjadores de su propio perfil musical y creadores ellos mismos de excelentes canciones. Las guitarras , precisas, tocan milonga “meta pulgar” , lo que les da una sonoridad absolutamente uruguaya que lleva a decir al maestro Atilio Rapat, cuando el dúo le pide consejo : “Muchachos, eso del pulgar es sólo suyo, no lo cambien, porque es de tierra adentro” Los punteos son exactos, fáciles de tocar para un guitarrista “medio”, pero siempre con carácter. Los Olimareños son el gran crisol de la música popular uruguaya. Aunque criticados al comienzo por alejarse de lo “folclórico” , incorporan el candombe, la murga, el tango, además de los géneros folclorísticos rurales y algunos ritmos latinoamericanos. Son ellos quienes por primera vez graban candombe en guitarra, ritmo que van perfeccionando hasta lograr una manera “socialmente útil” de rasguearlo – ya que la mayoría de los guitarristas la adopta. En 1970, en dos canciones de su disco “Cielo del 69” – “A Paco Bilbao” , de Lena, y “A mi gente” , de José Carbajal – por primera vez una batería de murga suena en la música uruguaya fuera de Carnaval. Un año después darán un nuevo paso con el vanguardista disco temático “Todos detrás de Momo” – letras de Lena, músicas de Lena y Olimareños - . Mención aparte merece la “serranera” impulsada por Lena, quizás la única especie que nuestra historia registra con un creador concreto. El prestigio de Lena hace que los músicos la adopten y reproduzcan, dándole permanencia. Como si esto fuera poco, Los Olimareños, a través de contactos personales y opciones musicales, incorporan al repertorio uruguayo canciones de otras regiones, especialmente venezolanas. En lo local, amplifican la difusión del repertorio de colegas, haciendo versiones “modelo” de temas de Alan Gómez, Marcos Velásquez, Pancho Viera, José Carbajal, Aníbal Sampayo, Héctor Numa Moraes, entre otros. Y están las voces. La forma de cantar de Braulio López ha sido limitada por cantores de todo el país.

La “voz del Pepe Guerra” es mencionada hasta en letras de canciones (“Que el letrista no se olvide” , de Jaime Roos) . La “química” producida al ensamblarse ha creado una de las sonoridades más identificables de la historia uruguaya. Sorprende la precisión de las entradas, así como la capacidad para, juntas, expresar lo dramático, lo alegre, lo pícaro. La riqueza de las “segundas voces” que Pepe le hace a la voz de la melodía, llevada generalmente por Braulio, darían para una tesis universitaria. Con sus guitarras y voces mueven el corazón y la cabeza, y las piernas. Y se podrían sumar innumerables, pequeñas e importantes cosas, como el Uruguay cambiando expresiones como el “adentro” de las zambas por el “iah tololo” de tantos temas. Y como nada fue casualidad, daría para un libro de “arte poética” lo que Rubén Lena fue manifestando sobre su creación en escritos y entrevistas. Dicen que a veces se alinean los planetas; parece que en Treinta y Tres se alinearon los artistas.”

 

 

 

 

 

 

 

 





   
 


PÁGINAS AMIGAS