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SALVEMOS EL PLANETA

SEQUIAS

   
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Sequías, inundaciones y alimentos
Paul Krugman

 

Estamos en mitad de una crisis alimentaria mundial (la segunda en tres años). Los precios
mundiales de los alimentos batieron un récord en enero, impulsados por los enormes aumentos de
los precios del trigo, el maíz, el azúcar y los aceites. Estos precios desorbitados solo han tenido un
efecto limitado en la inflación estadounidense, que sigue siendo baja desde un punto de vista
histórico, pero están teniendo un impacto brutal para los pobres del mundo, que gastan gran parte o
incluso la mayoría de sus ingresos en alimentos básicos.
Adiós a la comida barata
El hecho de que el precio de la comida esté por las nubes ha desencadenado la cólera popular
Las consecuencias de esta crisis alimentaria van mucho más allá de la economía. Después de todo,
la gran pregunta acerca de los levantamientos contra los regímenes corruptos y opresivos en Oriente
Próximo no es tanto por qué se están produciendo como por qué se están produciendo ahora. Y hay
pocas dudas de que el hecho de que el precio de la comida esté por las nubes ha sido un
desencadenante importante de la cólera popular.
¿Y qué hay detrás del repunte de los precios? La derecha estadounidense (y la china) culpa a las
políticas del dinero fácil de la Reserva Federal, y hay al menos un experto que afirma que hay
“sangre en las manos de Bernanke”. Mientras tanto, el presidente francés Nicolas Sarkozy culpa a
los especuladores y les acusa de “extorsión y pillaje”.
Pero las pruebas cuentan una historia diferente, mucho más siniestra. Aunque hay varios factores
que han contribuido a la drástica subida de los precios de los alimentos, el que realmente sobresale
es la medida en que los acontecimientos meteorológicos adversos han alterado la producción
agrícola. Y estos acontecimientos meteorológicos adversos son exactamente la clase de cosas que
uno esperaría ver a medida que el aumento de las concentraciones de los gases de efecto
invernadero cambie el clima (lo que significa que la actual subida del precio de la comida podría ser
solo el principio).
Ahora bien, hasta cierto punto, el vertiginoso ascenso de los precios de los alimentos forma parte de
un encarecimiento general de los productos básicos: los precios de muchas materias primas, que
abarcan todo el espectro desde el aluminio hasta el zinc, han estado subiendo rápidamente desde
principios de 2009, principalmente debido al acelerado crecimiento industrial en los mercados
emergentes.
Pero la relación entre el crecimiento industrial y la demanda está mucho más clara en el caso del
cobre, por ejemplo, que en el de los alimentos. Excepto en los países muy pobres, el aumento de la
renta no tiene un gran efecto en la cantidad que come la gente.
Es cierto que el crecimiento en algunos países emergentes como China conduce a un aumento del
consumo de carne y, por tanto, a un incremento de la demanda de pienso para los animales.
También es cierto que las materias primas agrícolas, especialmente el algodón, compiten por la
tierra y otros recursos con los cultivos destinados a la alimentación (como también lo hace la
producción subvencionada de etanol, que consume muchísimo maíz). De modo que tanto el
crecimiento económico como las malas políticas energéticas han contribuido en cierta medida al
repentino encarecimiento de la comida.
Aun así, los precios de los alimentos iban a la zaga de los precios de otros productos básicos hasta
el verano pasado. Entonces llegó el azote del tiempo.
Fíjense en el caso del trigo, cuyo precio casi se ha duplicado desde el verano. La causa inmediata
del repunte del precio del trigo es evidente: la producción mundial ha caído en picado. La mayor
parte del declive de dicha producción, según los datos del Departamento de Agricultura de EE UU,
es el reflejo de una drástica bajada en la antigua Unión Soviética. Y sabemos a qué se debe eso: una
ola de calor y una sequía sin precedentes, que elevaron las temperaturas de Moscú por encima de
los 38 grados por primera vez en la historia.
La ola de calor rusa solo ha sido uno de los muchos acontecimientos meteorológicos extremos
recientes, desde la sequía de Brasil hasta las inundaciones de proporciones bíblicas de Australia, que
han mermado la producción mundial de alimentos.
La pregunta, por tanto, pasa a ser qué hay detrás de estas condiciones meteorológicas extremas.
Hasta cierto punto, estamos viendo las consecuencias de un fenómeno natural, La Niña, un
acontecimiento periódico en el que el agua del Pacífico ecuatorial se enfría más de lo normal. Y los
fenómenos de La Niña se han relacionado históricamente con crisis alimentarias mundiales, entre
ellas, las crisis de 2007 y 2008.
Pero la historia no termina ahí. No se dejen engañar por la nieve: en conjunto, 2010 está vinculado
con 2005 por ser el año más cálido del que se tienen registros, aun cuando nos encontrábamos en un
periodo de actividad solar mínima y La Niña fue un factor de enfriamiento durante la segunda mitad
del año. Los récords de temperatura no solo se batieron en Rusia, sino en al menos 19 países, que
representan una quinta parte de la superficie terrestre del planeta. Y tanto las sequías como las
inundaciones son consecuencias naturales de un mundo que se calienta: las sequías porque hace más
calor, las inundaciones porque los océanos más calientes liberan más vapor de agua.
Como siempre, no es posible atribuir ningún acontecimiento meteorológico concreto a los gases de
efecto invernadero. Pero el patrón que estamos viendo, con máximos extremos y en general un
tiempo extremo que se vuelve mucho más habitual, es justo lo que uno esperaría del cambio
climático.
Por supuesto, los sospechosos habituales se pondrán como locos ante las insinuaciones de que el
calentamiento global pueda tener algo que ver con la crisis alimentaria; quienes insisten en que Ben
Bernanke tiene las manos manchadas de sangre suelen ser más o menos los mismos que insisten en
que el consenso científico sobre el clima es el reflejo de una descomunal conspiración de la
izquierda.
Pero las pruebas indican, de hecho, que lo que estamos viviendo ahora es un adelanto de la
alteración, económica y política, a la que nos enfrentaremos en un mundo recalentado. Y dada
nuestra incapacidad para actuar frente a los gases de efecto invernadero, se avecinan muchas más
cosas, y mucho peores. –

Paul Krugman es profesor de economía en Princeton y premio Nobel de Economía de 2008. ©
2011. New York Times Service. Traducción de News Clips


 

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