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ARIEL OSVALDO TORRES

   
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Ariel Osvaldo Torres, autor de dos libros sobre la temática “Los Andes”, el primero “Hacia el avión de los uruguayos” y su última obra “Corazón de Arriero” biografía autorizada de Sergio Catalán, el cual verá la luz en los próximos días , nos brinda una entrevista exclusiva para Revista Raíces.
Su mirada de los hechos entrevistando a todos los sobrevivientes de los Andes, y luego el armado del próximo libro junto al actor principal Sergio Catalán el Arriero, que con su acción salvara a los 16 sobrevivientes...

Ariel Osvaldo Torres, ¿dónde nació y en qué año?
Nací el 20 de junio de 1968 en la ciudad de Charata, en la provincia argentina de Chaco, a 1.200 kilómetros al norte de Buenos Aires.

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¿Cómo transcurre su infancia?
Cuando tenía dos años, en 1972, mis padres emigraron de nuestra provincia y se radicaron en Buenos Aires, donde vivo actualmente. Mi infancia transcurrió en barrios de Provincia, con todo lo que un niño debe tener para desarrollarse en un buen ambiente: contención familiar, amiguitos, escuela, actividades. Eran otras épocas en mi país. Se podía jugar en la calle hasta altas horas de la tarde sin la preocupación de los padres. Eso hizo que tuviera una infancia entretenida.

¿Cuáles eran los sueños en su niñez que hoy puede rescatar?
No puedo recordar cuáles eran mis sueños de infancia, si es que los tuve. Mi madre siempre me recuerda que yo solía decir que de grande iba a ser recolector de basura (aquí se dice "basurero") (risas). Sí recuerdo que cuando comencé el período en el colegio secundario descubrí el rock y anhelé ser músico. También tuve una época en la que me interesé por la radio, como a los 15 años. Pasaba muchas horas escuchando emisoras extranjeras de Onda Corta. Eso me permitía acceder a mucha información y entonces soñaba con ser un locutor deportivo.

¿Cómo se conformaba su familia?
Por mi padre, Ramón Oscar Torres; mi madre, Dora Nelly y mi hermano, Oscar Walter, ocho años mayor que yo, hoy médico. Durante mucho tiempo convivimos con mi abuela materna: Josefina, hasta que falleció, en 1998.

¿Cómo ve aquella niñez a la distancia?
Recuerdo el esfuerzo de mis padres para que sus dos hijos tuvieran educación y no faltara nada en la casa. Llegamos desde nuestra provincia prácticamente con lo puesto. Y desde el primer día trabajaron sin descanso. Gracias a ellos mi hermano y yo aprendimos lo que es la cultura del trabajo. Los dos tenían dos empleos y dentro de sus posibilidades nos mimaban y nos daban todos los gustos. Mi padre se hizo mi compinche cuando descubrió que me podía llevar al estadio a ver a nuestro adorado Club Atlético Independiente. Amaba ir los domingos con mi viejo a ver fútbol. Al margen de eso, como dije anteriormente: eran otras épocas. Tenía amiguitos y andábamos tranquilos en la calle. Hoy eso prácticamente no existe. En Argentina (y supongo que en Uruguay también) hay mucha inseguridad. Mi padre consiguió un trabajo en Ferrocarriles Argentinos a comienzo de los setentas y teníamos pasajes gratis. Recuerdo con mucha nostalgia los viajes a nuestra provincia. Eran veinticuatro horas arriba del tren... ¡pero era divertido! Llevábamos sandwiches de milanesa, frutas, bebidas... era como ir de camping. Llegábamos al día siguiente a nuestro pueblo mugrientos, llenos de tierra (risas). En el colegio Primario me fue bien. Tuve buenas notas. En cambio, los primeros años del colegio secundario fueron difíciles: perdí el interés por el estudio; hice muchas travesuras y le di varios disgustos a mis padres. Me echaron de un colegio y casi me echan de un segundo. Me enderecé cuando comencé a trabajar, a los 18, e hice el Servicio Militar Obligatorio.

¿Cuándo toma contacto con el accidente de los Andes?
1Precisamente, en uno de esos viajes a mi provincia. A partir de 1982 descubrí los libros de terror y los cuentos de Stephen King. Durante unas vacaciones en Chaco me quedé sin libros y le pregunté a un primo si tenía "alguna novela de terror". Me acuerdo su respuesta: "Este libro no es un libro de terror, pero te va a gustar. Se trata de un accidente en los Andes. Para sobrevivir se tuvieron que comer a sus amigos". A la distancia hoy aquello puede parecer un comentario horroroso. Pero es la verdad. Así mi primo me presentó un libro que sería fundamental en mi vida: "¡Viven!", de Piers Paul Read. Lo leí en dos días y, después, más de diez veces. Quiero aclarar que mínimamente sabía de qué se trataba el asunto, porque en 1976 vi en el diario Crónica el anuncio del estreno en los cines porteños de la primera película sobre el tema: Los supervivientes de los Andes, una película de origen mexicano. Recuerdo con claridad el impacto que me causó esa publicidad.

¿Qué fue lo que más lo atrapó de la misma?
Cuando era chico y vi la publicidad de la película mexicana me impactó el morbo. No lo voy a ocultar. Ese anuncio era bastante fuerte. Lo que ocurre es que desde muy pequeño me sentí atraído por las películas de terror. Después de que leí "¡Viven!" me atrapó el legado y las enseñanzas que deja la historia. Porque si bien fue una tragedia (única en la historia moderna de la humanidad) nos enseña a no bajar los brazos ni aún en los peores momentos de adversidad. Nos enseña a luchar y a poner en su lugar los problemas. Muchas veces nos preocupamos por tonterías y esta epopeya coloca los valores y la importancia de las cosas en su lugar justo. Puede parecer una exageración, pero la historia de los uruguayos me cambió la perspectiva de las cosas. Aprendí a valorar mucho más lo que tengo y a disfrutar cada minuto de mi existencia como si fuera el último.

¿Cómo fue la decisión de estar en el lugar del accidente por primera vez?
Cuando terminé de leer "¡Viven!" automáticamente quise conocer el lugar. En 1993 leí en la revista argentina Weekend un artículo sobre las cabalgatas al Valle de las Lágrimas, en lugar donde ocurrió el accidente. A partir de ese momento supe que se podía llegar al lugar. En épocas de Internet, en 2001, descubrí una página web sobre el tema. Allí vi la publicidad de una empresa que ofrecía cabalgatas. Me contacté con ellos y al año siguiente fui. La decisión la tomé desde el momento que supe que los precios eran accesibles y que no era necesario estar físicamente preparado para llegar. No era una excursión de montañismo.

Tengo entendido que ya fue mas de diez veces al lugar del accidente, ¿qué encuentra en cada uno de esos arribos?
Fui trece veces, entre 2002 y 2017. Once fueron consecutivas. Lo que hace diferente cada viaje es la gente. Interactuar con personas de diferentes países y clases sociales es una experiencia enriquecedora. Porque todos tenemos costumbres y hábitos distintos pero un sentimiento en común, que es el compromiso con los valores que dejó la historia. Lo que son unánimes son la emoción, las lágrimas (a veces convertidos en llanto) y los abrazos. Es lo primero que aflora cuando llegas al lugar sin importar con quién vayas. Para muchas personas es un anhelo llegar a la tumba donde están enterrados los que quedaron en la montaña, por lo difícil que resulta acceder. Y por lo inhóspito que es ese valle. No es un lugar apropiado para pasar unas vacaciones rodeados de confort. Se duerme en carpa, la travesía de dos jornadas a caballo puede resultar difícil. Se pasa frío durante la noche. Hay que pasar varios días sin tomar un baño y a algunas personas la altura les puede jugar en contra. Sin embargo, todo eso desaparece cuando llegas al lugar para rendir tu homenaje a esa historia y a sus protagonistas.

¿Qué sintió la primera vez que llegó al lugar?
Un poco lo respondí en la pregunta anterior: mucha emoción. A primera vista, dos cosas del lugar llaman la atención cuando llegas. La primera: el silencio y su forma, que es lo más parecido a un anfiteatro natural. En medio de ese paisaje siempre reina un silencio absoluto que se quiebra de cuando en cuando por el sonido del viento. La segunda impresión que tuve fue la de un sitio majestuoso… pero también inerte. La tumba donde están las víctimas del accidente es un altar sencillo, formado por piedras y placas. También se pueden ver banderas, algunas partes del avión y ofrendas que colocan los visitantes; hay ropa, calzado y otros vestigios de la tragedia. Hay una cruz de hierro, muy rústica y oxidada donde en el verano de 2002, cuando fui por primera vez, todavía podían leerse dos leyendas. La de un lado: “El mundo a sus hermanos uruguayos, 1972”. La del otro: “¡Más cerca, oh Dios, de ti!”. Llegar hasta ese santuario por primera vez significó para mí cumplir literalmente con un sueño. Nunca imaginé que iba a llorar tanto.

¿Cómo se hace la travesía para llegar allí?
Hay dos maneras para llegar: caminando y a caballo. Yo sugiero la segunda opción. Para la primera, mínimamente hay que estar en buen estado físico. Además, el trekking tiene la complicación del cruce de ríos. El noventa y cinco por ciento llega a caballo. Los operadores están en la zona de San Rafael y Malargüe, en la provincia argentina de Mendoza. Desde allí parten la mayoría de las expediciones. Primero se recorre más de cien kilómetros por ruta con y sin asfalto para llegar hasta los puestos de los arrieros. Ellos proveen los caballos. Como la mayor parte del equipaje viaja con las mulas, los pocos elementos personales deben ir en una alforja y en las mochilas personales. Sin peso y sin prisas, el 2primer día se goza de andar a caballo por un terreno exótico que produce una especie de trance. La primera noche se debe pasar en un campamento llamado El Barroso, a 2.100 metros sobre el nivel del mar, rodeado de montañas. Allí no faltan los chivitos, el buen vino, las fogatas y algunas guitarreadas. El primer día no deja de ser una cabalgata común y corriente. El segundo día es más emotivo y duro, porque se debe transitar por pendientes muy empinadas para arribar al Valle de las Lágrimas. La gran mayoría de los operadores permiten estar tres o cuatro horas en el lugar. Para el regreso es lo mismo: dos jornadas a caballo, una noche en El Barroso y después varias horas de ruta hasta San Rafael o Malargüe. Es una experiencia única. La recomiendo.
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¿Se siguen encontrando elementos del accidente?
Eso va a depender de cuanta nieve haya en el lugar. Hay inviernos fuertes que dejan mucha nieve. Cuando eso sucede son pocas las probabilidades de encontrar vestigios del accidente. En cambio, cuando los veranos son fuertes la nieve desaparece y se observan partes del avión, ropa y elementos personales. En trece ocasiones he visto de todo. Quiero aclarar que realicé la mayoría de mis cabalgatas con el argentino Juan Isidro Ulloa Ramos, un señor de Malargüe que conoce como pocos la montaña. Con él hicimos muchas expediciones en el lugar. Pasamos tres noches en el Valle de las Lágrimas y durante el día recorríamos la zona. Incluso, dos veces hemos escalado el "tobogán" donde se deslizó el fuselaje luego del choque. Esas expediciones nos permitió encontrar toda clase de objetos. Hay que tener en cuenta que el accidente ocurrió en una zona inhóspita de la cordillera de los Andes. El fuselaje fue a parar a un glaciar de montaña. El frío conserva muchas cosas. Y en determinados lugares como el "tobogán" los restos del avión y otros elementos quedaron ahí desde que ocurrió el accidente. En la cima de ese tobogán, a 4.500 metros, está una de las hélices del avión. Es tan grande y pesada que difícilmente pueda moverse de allí.

¿Qué lo movió a desarrollar su primer libro sobre el tema?
Dos cosas. En primer lugar, la necesidad de volcar mis experiencias en esas trece cabalgatas. En cada una sucedieron hechos diferentes. En segundo lugar, yo soy un coleccionista de libros referidos al accidente. Tengo libros en diferentes idiomas, en diferentes formatos, con diferentes portadas... Mi colección ya superó las 150 piezas. Y siempre quise tener en mi biblioteca mi propio libro relacionado con el tema. Tengo diez años de experiencia en periodismo. Había escrito algunas biografías de artistas musicales y esas obras me dieron la confianza necesaria para escribir mi primer libro relacionado con el accidente de los Andes. El desafío era escribir algo diferente a todo lo que había. Le encontré la vuelta relatando mis experiencias en el lugar, complementadas con entrevistas a las personas que me acompañaron y a guías y operadores turísticos. Se titula "Hacia el avión de los uruguayos" y lo lancé en forma independiente en 2015. Muchas de las preguntas que me estás haciendo tienen respuestas en ese libro. Incluso podrán saber porqué la gente regresa varias veces al lugar.

¿Pudo estar con algunos de sus protagonistas y entrevistarlos? ¿Quiénes fueron?
3"Hacia el avión de los uruguayos" es el último libro que contiene testimonios en vida de los dieciséis sobrevivientes de los Andes. Pude entrevistarlos para que me dieran su opinión sobre los viajes al lugar y sobre las personas que peregrinamos allí. Los entrevisté en diferentes lugares: Chile, Argentina y Uruguay. Fue un trabajo paciente que llevó sus años, pero me llenó de satisfacción. Los dieciséis estuvieron de acuerdo con las cabalgatas al Valle de las Lágrimas. El prólogo de "Hacia el avión de los uruguayos" lo escribió uno de ellos: Pedro Algorta, el único que vive en Argentina.

4Tocar esa historia es algo muy sensible, ¿cómo se maneja eso con los protagonistas?
Jamás tuve algún inconveniente. El accidente ocurrió hace muchos años y para ellos es un tema superado. La mayoría son personas accesibles y no esquivan las preguntas. Incluso, varios ofrecen charlas, escribieron libros y realizan presentaciones donde dan lugar para las preguntas del público.

Después de todo lo investigado sobre el tema, ¿qué es lo primero que rescata?
La supervivencia de gente que fue abandonada y se las arregló por sus propios medios e inventiva para salir de un lugar inhóspito. Rescato la manera que tuvieron de organizarse y cómo algunos lograron sobreponerse a una tragedia, incluso después. La mayoría fueron personas exitosas. Recordemos que además de sobrevivir al choque algunos tuvieron que soportar tres días encerrados en el fuselaje, después de que una avalancha tapara el fuselaje. Conocer el lugar te lleva a pensar que la supervivencia de estos tipos fue épica. Hay pocas chances de sobrevivir en un lugar así, encima después del choque de un avión contra la montaña. También rescato los valores que deja la historia, que son muchos y los cuento en mi libro.
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Sabemos que está por terminar un nuevo libro, ¿de qué trata el mismo?
Ya está terminado. Se titula "Corazón de arriero", y es la biografía autorizada Sergio Catalán Martínez, del arriero chileno que encontró y ayudó a rescatar a los sobrevivientes. Cuando me refiero a "biografía autorizada" quiero decir que lo hice con la colaboración del arriero y su familia. Desde que leí "¡Viven!" quise conocerlo. Pude darme ese gusto. Pero fui más lejos. Y gracias a esta biografía pude conocer bastante sobre su vida. Me reí con las anécdotas de quienes lo conocen. Me emocioné profundamente con otras. Muchos lo admirábamos porque reflejó a una sociedad muy diferente a la actual. Y porque fue solidario sin pretender deslizarse jamás por el tobogán de la fama. La humildad y el perfil bajo fueron una constante en su vida, como padre de familia, como trabajador y como hombre.

¿Su cercanía con el arriero y su familia le han permitido mirar la historia desde otro ángulo? ¿Cómo fue ese encuentro con él y su familia?
Sí, claro. Fueron varios encuentros personales que tuve con ellos a lo largo de dos años y medio de trabajo. Esos encuentros me trajeron recuerdos inolvidables. Desde el comienzo, mi idea fue hacer lo mismo que había hecho en otras biografías que escribí: pasar tiempo con él y con su familia. Observarlo, compartir experiencias, dialogar, entrevistar gente de su entorno y, en el mejor de los casos, construir una relación. Eso hizo que el trabajo fuera muy entretenido: las cosas que nos pasaron, las que me contaron y que hoy se pueden contar fueron pura risa y nostalgia. Don Sergio era un hombre de pocas palabras. Por eso fue fundamental entrevistar a su familia, a sus hermanos y a quienes lo conocieron directamente y estuvieron junto a él a lo largo de su vida. Todos me brindaron su colaboración sin restricciones. Lo que nunca imaginé fue el desenlace. Me hubiera gustado otro final para su biografía. Todos lo sabemos: don Sergio falleció el 11 de febrero en su casa. Tenía noventa y un años.

¿Está previsto presentar el libro en Montevideo? ¿Dónde será?
Hay planes para presentarlo en el Museo Andes 1972, que está ubicado en la calle Rincón 619, en Ciudad Vieja. Con Jörg Thomsen, su director, estamos barajando la posibilidad de hacerlo algún día de marzo o abril, pero aún no está definida la fecha. Los mantendremos al tanto. Primero debe salir el libro, que espero que esté en la calle en los primeros días de marzo.

Los uruguayos que quieran adquirirlo, ¿cómo deberán hacer?
Podrán conseguir "Corazón de arriero" en el Museo Andes 1972. Allí también podrán encontrar "Hacia el avión del uruguayo" y otros libros referidos al tema. De paso pueden visitar el museo, que único en el mundo. Posee piezas de incalculable valor, muchas de ellas donadas por los propios protagonistas. Es una obra magnífica.

Una vez terminado este nuevo libro, ¿cómo lo resumiría?
Siempre me pregunté por qué ningún periodista o ningún escritor chileno había escrito la biografía de Sergio Catalán. Pero fui un afortunado: que nadie supiera cómo hacerlo, o no se animara, o no se le ocurriera, me permitió ocupar ahora un lugar de privilegio. Es una historia con un desenlace triste, inesperado para mí, que venía trabajando desde fines de 2017 con la idea de que fuera un homenaje en vida. Yo lo resumiría como un trabajo digno, hecho con mucho amor y respeto por su figura. El lector no solo podrá conocer cómo fue el rescate de los uruguayos (contado por los propios protagonistas), sino también cómo fue la vida del arriero, cómo lo afectó la fama, cómo formó su familia, y cómo se deslomó para que sus hijos tuvieran educación. Van a conocer también por qué hay gente que lo desacredita en su región y cómo es la vida en el campo de Chile. Hay testimonios muy ricos, como los de Nando Parrado y Roberto Canessa. Repito: es triste su final, pero creo que es un digno homenaje de los dos que estaba faltándole. El otro homenaje será bautizar alguna calle con su nombre.