“Mi historia con la celeste es quizás corta pero inolvidable. Mi vida futbolística viajera quizás impidió que yo viviera algunas grandes conquistas de la gran época del fútbol uruguayo. Entre ellas la última, Maracaná, dónde seguramente yo pude haber sido titular, de no haber pasado a River argentino”.
“Pero igual cumplí mi sueño. Vestí la camiseta celeste en varias oportunidades y con ello hice realidad la aspiración más grande que puede tener un futbolista”. “Cuando lo de Maracaná viví una de las emociones más grandes de mi vida. Nunca lo podré olvidar. Yo estaba jugando con River en el Monumental de Núñez, pero mi mente estaba puesta en lo que ocurría en Brasil. Pasaban los minutos y yo trataba de concentrarme en el partido, aunque no podía. En el primer tiempo pregunté cómo iban y aquel 0 a 0 que me dijeron me tranquilizó un poco. Después buscaba con la mirada a la gente de River, afuera de la cancha, para saber cómo seguía la final. Cuando se pusieron los celestes 2 a 1 me dieron ganas de salir de la cancha y correr como loco. Además, la multitud gritó como si fueran argentinos aquellos dos goles uruguayos. Todavía no había terminado mi partido cuando por los altoparlantes se dio la información: ¡Uruguay campeón del mundo! Todo el mundo se paró y la ovación fue estruendosa. Todos los futbolistas, compañeros y contrarios, vinieron a abrazarme y felicitarme. Fue algo inenarrable. Confieso que no pude contener las lagrimas y lloré. Yo viví aquella final como si la hubiese jugado y esto no es exageración.”
“Otro recuerdo imborrable es el de mi debut con la celeste. Tenía 17 años y jugar por la selección uruguaya era mi sueño dorado. Yo estaba en Central y ni se me había pasado por la mente ser convocado. Pero así fue. Uruguay debía jugar un amistoso en Buenos Aires con la selección argentina y me llamaron. Apenas llevaba un año en Primera y aunque andaba bien, muchos pensaron que era un disparate por mi juventud.” “¡Qué partido aquél! Perdimos 6 a 2 , porque Argentina tenía un cuadrazo y nosotros fuimos con un equipo improvisado. Pero yo me maté por jugar bien. A los 65 minutos de juego debí salir lesionado por un pelotazo en la nariz. Cuando me iba, de los cuatro costados del estadio , con la gente de pie, partió un aplauso enorme que me hizo llorar. Y recuerdo que el arquero argentino Ogando, vino desde su lugar a saludarme y desearme mucha suerte.”
“De ese día y de ese equipo, por mal que nos haya ido, no me olvido más: Aníbal Paz, Salazar y Arrascaeta; Young, Mañay y Abelleira; Ortíz, yo , Nicolás Falero, el “loco” Riphoff y Bibiano Zapirain”
Fuente ESTRELLAS DEPORTIVAS (EL DIARIO) No. 34
PARTE 2
Hizo del fútbol, un verdadero arte.
Por. Antonio Pippo
Nació el 12 de diciembre de 1927 en la Unión, allá por Mateo Cabral y Propios, tercero de cuatro varones que con una mujer supieron ser buenos hijos de un matrimonio noble y trabajador. Su fútbol, ese que después pasearía por el mundo, lo aprendió en el baldío y en la Plaza N° 5 de la Unión, junto a jugadores de la talla de Romerito, aquel recordado entreala de Danubio y las selecciones uruguayas. Hincha – “a muerte – de Aníbal Ciocca, rabona y pelota hicieron su devota y cotidiana comunión, entreverándose con cualquiera, en “picados” de 20 contra 20 y el “vale todo”. Ahí aprendió a acariciarla como en pases de magia, colocándola en los más inverosímiles rincones del arco contrario. A los 14 años lo ficharon en la Tercera de Central y en 1945 debutó en Primera contra Defensor, en el Parque Rodó. Sus actuaciones con los palermitanos avivaron el interés de Nacional – “siempre quise jugar con la blusa tricolor, era mi sueño” – y en 1946, a los 18 años, fichó con los albos. Abierta la puerta grande, paseó su clase por las canchas de Uruguay y el extranjero en un ciclo glorioso con Nacional que se prolongó hasta finales de la temporada de 1947. En esa época fue dueño de la camiseta número 8 de la selección, que ya había vestido en un recordado debut internacional siendo jugador de Central, en agosto de 1945, en Buenos Aires. Después llegó el pase a River argentino, inaugurando otra etapa inolvidable que sin embargo le privó de estar junto a los leones que ganaron en Maracaná, donde sin duda hubiera sido titular de aquel equipo sensacional.
En River jugó hasta 1956, redondeando un ciclo de glorias que lo llevaron al sitial más alto de la consideración popular. Durante esos años se hizo popular aquel estribillo que cantó toda la Argentina: “La gente ya no come / por ver a Walter Gómez”.
En agosto de 1956 se fue a Italia, inicialmente al Milán, pero luego , por un problema de Nacionalidad y cupo de extranjeros, al Palermo. Allí jugó dos años y medio y a mediados de 1959 retornó al Uruguay y a su querido Nacional, para una segunda etapa con la tricolor que también fue inolvidable. Montevideo volvió a tenerlo entre sus ídolos más queridos hasta fines de 1960. Al año siguiente viajó a Colombia y defendió al Cúcuta, un equipo que tenía gran cantidad de uruguayos. En 1962 pasó al Once Caldas y en 1963 regresó nuevamente al Uruguay. Como las “tabas” todavía daban y sentía aletear su alma viajera, en 1964 pasó al Deportivo Galicia de Venezuela, donde tras ocho meses de duro torneo ayudó a ganar el campeonato y a clasificar el equipo para la Copa “Libertadores”
El fallecimiento de un hermano impidió que jugara la serie clasificatoria y apresuró un definitivo alejamiento del fútbol y el regreso a la patria…
Fuente : “ESTRELLAS DEPORTIVAS” No. 34 “El Diario”
PARTE 3
LOS DE SU MISMA ESTIRPE
El crack sabe reconocer a los de su misma estirpe. Por eso para Walter Gómez hay una galería de nombres que no pasarán al olvido jamás, porque de alguna forma hablaron, antes y después, su mismo idioma. “Si tuviera que definirme por el mejor jugador que vi en mi vida, debería decir dos nombres: Aníbal Ciocca y el “Tano” Porta. Ciocca fue mi ídolo de pibe, el guía de los primeros pasos. Hacía cualquier sacrificio por irlo a ver. Simplemente mirándolo aprendí un montón de cosas importantes en fútbol” “Del “Tano” todo lo que diga será poco. ¡Qué jugador y qué hombre! En la cancha me hablaba permanentemente, me indicaba cómo pararme, cuándo y por qué correr, las variantes de posición, la forma de sacar ventajas del rival. Además me respaldaba y alentaba siempre. La verdad es que a él le debo un porcentaje enorme de mi éxito, no sólo en Nacional sino en el fútbol todo. ¡Qué tipo bárbaro! Sabía una enormidad, “veía” los partidos con una claridad increíble. Y hablaba, hablaba permanentemente en la cancha, una cualidad que hoy no tienen los jugadores. Porque él hablaba para enseñar. Era una enciclopedia ambulante. Es que tenía mucha calle, mucho baldío”. “Después tengo que recordar al “Charro” Moreno , el argentino, un verdadero crack. Todo lo hacía a la perfección y tenía una potencia física excepcional.
El único defecto era su carácter bohemio. Sin embargo, fue igual uno de los más grandes que vi. De Félix Loustau todo lo que diga es poco. Pese a su poca pinta de jugador, a su modestia, fue brillante. Pensaba y corría a mil por hora. No vi a otro número once que fuese más completo y más jugador de toda la cancha que él. También recuerdo entre los extranjeros al húngaro Horwitz, que jugaba como número 5 a “la sudamericana”. Integraba el equipo del Ferencvaros, que fue después la base de la selección del 54” “Y en mi segunda época de Nacional vi a dos excepcionales jugadores, que hasta hace pocos años estuvieron haciendo las delicias del público. Uno , el mejor , Héctor Rodríguez . Debe haber sido de los más completos de los últimos tiempos. Las sabía todas. Como él, ahora no hay nadie, ni en Uruguay ni en Argentina. El otro fue Ruben González, de enorme clase pero desgraciadamente muy bohemio, muy volcado a la vida fácil. Por eso quizás no llegó más lejos y se apagó pronto” “Sería injusto además, si no reconociera que nuestro país dio a dos cracks de antología: Oscar Miguez y Juan Alberto Schiaffino, jugadores de características distintas – más intuitivo y genial el “Cotorra” , más cerebral , el “Pepe” – pero hermanos en la sabiduría futbolística.”
PARTE 4
WALTER GÓMEZ
Un relato con sabor a gloria
por. Antonio Pippo
“Si llegué a algo en el fútbol fue por la calle. El que no tiene calle, en esto no tira. Yo aprendí todo en el baldío, en el potrero. A los 12 y 13 años jugaba contra mayores y gané una experiencia invalorable. Ahora no hay baldíos y los pibes llegan de la mano de la madre “a practicar en el club”. Claro , yo comprendo eran otras épocas y una vida distinta. Pero el verdadero fútbol se murió”
“Yo dormía con la pelota debajo de la almohada. Rabona y pelota eran el alargamiento de mis sueños de pibe. El fútbol siempre me gustó de alma, lo quise , lo amé. Y aprendí a hacerlo viendo a otros grandes , como por ejemplo a Aníbal Ciocca, de quien siempre fui hincha a muerte. Hoy en día todo se circunscribe al baby, con el que no estoy de acuerdo, y a la pelota de plástico. No hay potreros, donde surgieron todos los cracks de antaño y donde se aprendía todo”.
“Cuando mi vieja me traía de la escuela, las veces que no pude hacerme la rabona, apenas llegaba a la puerta de casa disparaba y me iba a buscar la pelota. Salía a la calle y le empezaba a dar hasta que aparecían los demás. Y así nos quedábamos todos los días hasta la noche. A veces jugábamos a la luz de la luna. Es que había amor por el fútbol. Si no lo sentís, no sirve. A los 13 años, antes, acariciábamos la pelota. Ahora, a los 13 , los pibes acarician la noviecita… Claro son tiempos distintos…”
“Yo creo que de esta forma le han quitado improvisación y alegría al fútbol. Todos quieren resultados, se fue al diablo el romanticismo. Ya no dejan driblear a nadie. Y así mataron el fútbol, el arte, lo que la gente quería y pagaba para ver. Antes estaba lleno de dribleadores y sin embargo el fútbol era más colectivo. Ahora aparece uno de tanto en tanto y sin embargo cada cual juega para sí y los partidos son un desastre.”
LOS PRIMEROS PASOS EN CENTRAL
“A los 14 años llegué a Central. Me llevó un señor Domínguez, un amigo de la familia que vivía a la vuelta de casa. Como delegado estaba Duncan, un hombre al que le debo mucho del éxito de mis comienzos.”
“Fui directamente a la Cuarta y el que me fichó fue Raúl Morlino, delegado de la Primera y periodista de “El Día” . Me acuerdo que el técnico de la Tercera era Manolo Facal. Un día, jugando contra Liverpool en Belvedere, faltó el “8” titular de la Tercera y yo actué a primera hora en Cuarta y a segunda también. Ganamos los dos partidos, metí goles, anduve bien y quedé como titular de la Tercera”.
“Mi debut en Primera no me podré olvidar jamás. Fue contra Defensor en el Parque Rodó. El “Toto” Lariccia, entreala de la Primera, estaba lesionado y Juancito López, el director Técnico, le preguntó a Manolo si tenía algún pibe que “pintara” bien en la Tercera para meterlo en ese partido. Así llegué. La delantera ese día la integramos Pedro Falero , yo , Nicolás Falero, Inzúa y Martínez. Perdimos 4 a 3 pero caminé con éxito y todos quedaron conformes. Desde ese día no abandoné más la Primera División”.
“Estando en Central , precisamente, se produjo mi debut con la celeste, que fue la temprana culminación de mi sueño dorado. Teniendo 17 años , en agosto de 1945, me seleccionaron para ir con el equipo que debía jugar ante Argentina en Buenos Aires”.
“¡Qué época! Tanto en Central como la selección nos entrenábamos sólo tres veces por semana. Pero éramos más fuertes que los de ahora. Por eso estoy seguro que aquel fútbol fue mejor y cualquiera de nosotros, con aquella técnica, podría jugar ahora. Además , los entrenadores eran más elásticos, respetaban más la propia idiosincrasia del jugador. En la cancha se hablaba mucho y los más jóvenes seguíamos y respetábamos las indicaciones de los cracks. En cada partido, en cada jugada, había creación había arte, había improvisación, había atrevimiento…”
PARTE 5
WALTER GÓMEZ
por. Antonio Pippo
La primera etapa en Nacional
“Mis actuaciones en Central despertaron el interés de Nacional. En 1946 con sólo 18 años, se hizo el pase. Pero ¡ojo! No había entonces la plata de ahora. En los cuadros “grandes” el jugador apenas ganaba para vivir. El entrenamiento era un poco más severo, porque las exigencias también lo eran. Los “grandes” querían ganar siempre. En Nacional encontré magníficos compañeros y me adapté rápidamente, cumpliendo un buen ciclo. Estaba el “Tano” Porta, un jugadorazo, que me hablaba siempre y me guiaba. Un día, contra Peñarol, me dijo :
“Quedate volcado a la izquierda, cerca del ángulo del área. En un rato te doy la pelota y te vas a encontrar con el gol. A los pocos minutos así fue y gracias a él metí un golazo. El arquero era Pereyra Nattero. Hoy en día no existe esa comunicación , ni hay cracks que guían a los más jóvenes por la senda adecuada”.
“Gané campeonatos, hice goles, fue una época muy linda. Habíamos logrado un ala imparable con Luis Ernesto Castro y el “Tano” comandaba los hilos del equipo. Entre 1946 y 1947 coseché en Nacional – el club de mis amores de siempre – muchas satisfacciones. Incluso jugar con los albos, que tenían un “cuadrazo” , me permitió ganarme la titularidad definitiva en la selección. Me acuerdo de un partido que jugamos en Rosario, contra la selección local, que era bravísima. Hacía ocho años que Uruguay no ganaba en la “Chicago” argentina. Los derrotamos 3 a 0 y de centre half jugó mi hermano Washington, que por entonces pertenecía a River. Al salir de la cancha, nos aplaudieron de pie”.
“¿Rivalidades? No, no las hubo. Por lo menos no hubo nada importante. Pese a que yo era muy joven, siempre coseché el respeto de todos. Claro que había defensas que marcaban fuerte y claro que Peñarol era Peñarol. Pero todos iban de frente y había más amistad que ahora. Además, no me canso de repetirlo, yo tuve grandes conductores. Entre ellos , primero que cualquiera , el “Tano”.
El glorioso ciclo de River
“A River Plate llegamos juntos Luis E. Castro y yo. Debutamos contra Newells Old Boys en Rosario. Yo entré con el pie derecho. Al minuto hice el primer gol y el partido terminó 2 a 0. Luis Ernesto no se amoldó al nuevo ambiente y lamentablemente no alcanzó a estar un año conmigo en River. La delantera de aquel debut la integramos Luis Ernesto, yo , Fizel – que después jugaría en Montevideo - , Labruna y Lousteau.”
“Todo lo que diga de la época de River es poco. Hay tantos recuerdos que prefiero no hacer distingos, porque seguramente voy a ser injusto con hechos y personas y hasta conmigo mismo. La verdad es que el público argentino me quiso desde el primer momento y a tanto llegó su respeto que la propia hinchada de Boca, que amargué tantas tardes, me aplaudía. Fue en ese tiempo, sí , que salió aquel cantito: “La gente ya no come / por ver a Walter Gómez” . Lo cantaban en la tribuna, en la calle, en todos lados y a mí siempre me emocionaba mucho, mucho”
“En River fue donde cambié de ubicación. Llegué jugando de 8, pero un día enfrentábamos a Estudiantes de La Plata e íbamos perdiendo 1 a 0. La cosa no caminaba. Minella, que era el técnico, decidió por intuición hacer un cambio posicional: pasó a Prado de 8 , que era el centro delantero y a mí me colocó de 9. La cosa anduvo bien e hice el gol de empate”.
“Nunca más abandoné esa posición y jugando ahí le convertí muchos goles a Boca, en la propia Bombonera. Hay un jugador de esa época al que no puedo pasar por alto: Félix Loustau. El inventó eso del “puntero ventilador” . ¡Qué jugadorazo! Corría por todos nosotros y a él debo gran cantidad de los goles que convertí”.
Con el próximo numero de Raíces, ofreceremos su pasaje por Italia y su regreso a Nacional…
WALTER GÓMEZ (Parte II)
Hizo del fútbol, un verdadero arte.
Por. Antonio Pippo
Nació el 12 de diciembre de 1927 en la Unión, allá por Mateo Cabral y Propios, tercero de cuatro varones que con una mujer supieron ser buenos hijos de un matrimonio noble y trabajador. Su fútbol, ese que después pasearía por el mundo, lo aprendió en el baldío y en la Plaza N° 5 de la Unión, junto a jugadores de la talla de Romerito, aquel recordado entreala de Danubio y las selecciones uruguayas. Hincha – “a muerte – de Aníbal Ciocca, rabona y pelota hicieron su devota y cotidiana comunión, entreverándose con cualquiera, en “picados” de 20 contra 20 y el “vale todo”. Ahí aprendió a acariciarla como en pases de magia, colocándola en los más inverosímiles rincones del arco contrario. A los 14 años lo ficharon en la Tercera de Central y en 1945 debutó en Primera contra Defensor, en el Parque Rodó. Sus actuaciones con los palermitanos avivaron el interés de Nacional – “siempre quise jugar con la blusa tricolor, era mi sueño” – y en 1946, a los 18 años, fichó con los albos. Abierta la puerta grande, paseó su clase por las canchas de Uruguay y el extranjero en un ciclo glorioso con Nacional que se prolongó hasta finales de la temporada de 1947. En esa época fue dueño de la camiseta número 8 de la selección, que ya había vestido en un recordado debut internacional siendo jugador de Central, en agosto de 1945, en Buenos Aires. Después llegó el pase a River argentino, inaugurando otra etapa inolvidable que sin embargo le privó de estar junto a los leones que ganaron en Maracaná, donde sin duda hubiera sido titular de aquel equipo sensacional.
En River jugó hasta 1956, redondeando un ciclo de glorias que lo llevaron al sitial más alto de la consideración popular. Durante esos años se hizo popular aquel estribillo que cantó toda la Argentina: “La gente ya no come / por ver a Walter Gómez”.
En agosto de 1956 se fue a Italia, inicialmente al Milán, pero luego , por un problema de Nacionalidad y cupo de extranjeros, al Palermo. Allí jugó dos años y medio y a mediados de 1959 retornó al Uruguay y a su querido Nacional, para una segunda etapa con la tricolor que también fue inolvidable. Montevideo volvió a tenerlo entre sus ídolos más queridos hasta fines de 1960. Al año siguiente viajó a Colombia y defendió al Cúcuta, un equipo que tenía gran cantidad de uruguayos. En 1962 pasó al Once Caldas y en 1963 regresó nuevamente al Uruguay. Como las “tabas” todavía daban y sentía aletear su alma viajera, en 1964 pasó al Deportivo Galicia de Venezuela, donde tras ocho meses de duro torneo ayudó a ganar el campeonato y a clasificar el equipo para la Copa “Libertadores”
El fallecimiento de un hermano impidió que jugara la serie clasificatoria y apresuró un definitivo alejamiento del fútbol y el regreso a la patria…
Fuente ESTRELLAS DEPORTIVAS (EL DIARIO) No. 34
GALERÍAS DEPORTIVAS
WALTER GÓMEZ (Parte III)
LOS DE SU MISMA ESTIRPE
Por Antonio Pippo
El crack sabe reconocer a los de su misma estirpe. Por eso para Walter Gómez hay una galería de nombres que no pasarán al olvido jamás, porque de alguna forma hablaron, antes y después, su mismo idioma. “Si tuviera que definirme por el mejor jugador que vi en mi vida, debería decir dos nombres: Aníbal Ciocca y el “Tano” Porta. Ciocca fue mi ídolo de pibe, el guía de los primeros pasos. Hacía cualquier sacrificio por irlo a ver. Simplemente mirándolo aprendí un montón de cosas importantes en fútbol” “Del “Tano” todo lo que diga será poco. ¡Qué jugador y qué hombre! En la cancha me hablaba permanentemente, me indicaba cómo pararme, cuándo y por qué correr, las variantes de posición, la forma de sacar ventajas del rival. Además me respaldaba y alentaba siempre. La verdad es que a él le debo un porcentaje enorme de mi éxito, no sólo en Nacional sino en el fútbol todo. ¡Qué tipo bárbaro! Sabía una enormidad, “veía” los partidos con una claridad increíble. Y hablaba, hablaba permanentemente en la cancha, una cualidad que hoy no tienen los jugadores. Porque él hablaba para enseñar. Era una enciclopedia ambulante. Es que tenía mucha calle, mucho baldío”. “Después tengo que recordar al “Charro” Moreno , el argentino, un verdadero crack. Todo lo hacía a la perfección y tenía una potencia física excepcional.
El único defecto era su carácter bohemio. Sin embargo, fue igual uno de los más grandes que vi. De Félix Loustau todo lo que diga es poco. Pese a su poca pinta de jugador, a su modestia, fue brillante. Pensaba y corría a mil por hora. No vi a otro número once que fuese más completo y más jugador de toda la cancha que él. También recuerdo entre los extranjeros al húngaro Horwitz, que jugaba como número 5 a “la sudamericana”. Integraba el equipo del Ferencvaros, que fue después la base de la selección del 54” “Y en mi segunda época de Nacional vi a dos excepcionales jugadores, que hasta hace pocos años estuvieron haciendo las delicias del público. Uno , el mejor , Héctor Rodríguez . Debe haber sido de los más completos de los últimos tiempos. Las sabía todas. Como él, ahora no hay nadie, ni en Uruguay ni en Argentina. El otro fue Ruben González, de enorme clase pero desgraciadamente muy bohemio, muy volcado a la vida fácil. Por eso quizás no llegó más lejos y se apagó pronto” “Sería injusto además, si no reconociera que nuestro país dio a dos cracks de antología: Oscar Miguez y Juan Alberto Schiaffino, jugadores de características distintas – más intuitivo y genial el “Cotorra” , más cerebral , el “Pepe” – pero hermanos en la sabiduría futbolística.”
Fuente ESTRELLAS DEPORTIVAS (EL DIARIO) No. 34
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