LOS ORIGENES
Con eje central en la Avda. Gral. San Martín (antiguo Camino del Reducto) y enmarcado por la Avda. Millán y la actual calle Rocha, la Avda. Gral. Garibaldi (antiguo Camino “de la Figurita”) y el bulevar Gral. Artigas, se extiende el barrio conocido por El Reducto. El origen del nombre se encuentra en el hecho de haber establecido el Gral. José Rondeau en este paraje, un reducto, en el año 1813, durante el Segundo Sitio en Montevideo aún en poder de los tenaces regentistas. En un ilustrativo estudio, publicado en 1950, el Dr. Luis Bonavita señaló la ubicación precisa del lugar que sirviera de alojamiento y cuartel general al Gral. Rondeau, como siendo la casa de Martín Gulart, conocido por “Machín” , a la que había fortificado y convertido en reducto . Según el citado estudioso de nuestro pasado, dicha edificación se encontraba en las cercanías de la esquina de las actuales avenidas San Martín y Burgues. Como se desprende de las actuaciones respectivas – existentes en el Archivo General de la Nación – a comienzos de 1833, el caracterizado vecino Pedro Pablo de la Sierra se hizo presente ante el Ministerio de Gobierno, solicitando se le permitiera extraer “el ladrillo del Reducto nombrado de Rondeau para la Iglesia de Las Piedras” El ministro Santiago Vázquez dispuso, seguidamente, que el juez de Paz de la 2ª. Sección de Extramuros procediera a recabar información respecto de las obras practicadas por los portugueses en el Reducto llamado de Rondeau y éste , una vez obtenidas las deposiciones de los vecinos Pedro de Couto, Pedro Juan Menéndez, Gabriel de Sas y Juan Antonio Pérez , las elevó con oficio al Ministerio , que dio vista al fiscal general del Estado, doctor Pedro Somellera, quien se expidió el 13 de abril de 1833 en un dictamen que consideró que “los ladrillos que se hallan en el Reducto son pertenecientes a propiedades públicas , como provenientes de las obras de fortificaciones construidas por los brasileros y que se han derruido” y por lo tanto opinaba que podía accederse a la solicitud planteada por el apoderado de los vecinos de Las Piedras…
Durante la Guerra Grande, el antiguo Reducto volvió a vivir jornadas bélicas como batería avanzada de la línea sitiadora o como puesto de escucha y observación de las fuerzas de “la Defensa” , para luego ir , progresivamente, transformándose en ruina , algunos de cuyos restos fueron puestos en evidencia al practicarse excavaciones para la construcción de un edificio moderno. Aproximadamente en el emplazamiento que ocupara, hoy, en Vilardebó y avenida Gral. San Martín, se yergue el local que ocupan las Escuelas Públicas “Italia” y “Rodó”
LA IGLESIA DEL REDUCTO
Según lo consigna la revista “Rojo y Blanco” en 1900, la parroquia del Reducto comenzó por ser capilla y viceparroquia dependiente del Cordón en marzo de 1837. En marzo de 1868 la capilla, que hacia 1912 aún podía verse a la altura de las calles Vilardebó y Reducto (hoy Avda. Gral. San Martín) , pasó a formar parte de la jurisdicción de la parroquia de la Aguada. En noviembre de 1871 fue erigida en parroquia y cuatro años más tarde, se levantaba la actual iglesia, frente a la plaza Gral. Eugenio Garzón. En Febrero de 1872, se hacía cargo de la Parroquia el Pbro. Antonino D Elía que iba a cumplir una decisiva gestión para la erección del nuevo templo. A dos meses de su llegada invitó a los vecinos más caracterizados de la zona para constituir una comisión encargada “de la construcción proyectada de dicho templo y de todo lo que a ese fin pueda ser necesaria” , según reza el acta respectiva . Dicha comisión se constituyó algunos días después, el 22 de mayo de 1872 , eligiéndose las siguientes autoridades : Atanasio C. Aguirre, presidente efectivo ; el P. Antonino D. Elía, presidente honorario; Pedro Zas, Vicepresidente ; Félix Buxareo, José Sansevé , Gabriel Desplás, Antonio Paz , Pascual Gervasio y Pedro I. Menéndez , vocales ; Nicolás Zoa Fernández, tesorero ; Pedro Margat, contador y José María López , secretario… En un principio, se había pensado construir el nuevo templo en el mismo lugar que la Capilla, pero el espacio resultó insuficiente y por lo tanto se hicieron las gestiones pertinentes ante la Junta Económico-Administrativa para lograr autorización para construirlo en el terreno que entonces servía de Cementerio. El permiso fue concedido, pero antes de iniciarse las obras, la recién constituida “Compañía Inmobiliaria de Montevideo” ofreció los terrenos de “la quinta que fue de Varela” y la Comisión decidió aceptarlos , siempre y cuando se abriera el camino de Sorchantes (actual Avda. Gral. Garibaldi) que corría al frente de dichos terrenos. La Compañía se comprometió a abrir dicho camino pero a su vez exigió a la Comisión la construcción de una plaza (hoy Gral. Eugenio Garzón) frente al Templo.
REDUCTO HACIA 1875
El Ferro-carril, en su edición del 1° de setiembre de 1875 se ocupaba de la situación social y administrativa del Reducto. En dicho artículo se expresaba: “El Reducto, por su proximidad a la capital, por lo hermosísimo de su situación topográfica y por el numeroso vecindario con que cuenta, debía constituir uno de los más lindos pueblitos de recreo, y sin embargo vegeta en el más lamentable abandono. “Quién tiene la culpa de esto, dirá tal vez el lector. “No es seguramente el numeroso vecindario que lo puebla, en el cual se cuentan infatigables obreros del progreso de la localidad que nos ocupa. “Nos consta que en la anterior administración y con motivo de haberse constituido en parroquia aquella sección, por cuyo motivo se levantó el censo respectivo, alcanzando entonces a más de 4.000 el número de los habitantes, pidió y obtuvo el vecindario la creación de un Juzgado de Paz en la referida Sección , cuyos antecedentes deben obrar en el Ministerio respectivo. “Los vecinos solicitaron también una comisaría de policía. Se acordó igualmente ese pedido, debiendo llevarse a efectos una vez sancionado el presupuesto; y sin embargo el presupuesto se sancionó, y la oficina de policía no existe. “En verdad no sabemos a qué atribuir un abandono como el que tan injustamente sufre aquel inmenso vecindario, dejando sus vidas y sus intereses a merced de la multitud de aficionados a vivir de lo ajeno que frecuentan aquellos pagos en la confianza de que no hay quien los incomode. “Confiamos en que la actual administración haga algo por la localidad de que nos venimos ocupando, sobre la instalación de Juzgado de Paz y la comisaría de Policía, que lo demás corre de cuenta de aquel progresista vecindario”. Por su parte, “El Telégrafo Marítimo” , en su edición del 8 de marzo de 1879 , anunciaba que al día siguiente, con motivo de inaugurarse la plaza Coronel Latorre en el Reducto y en celebración del nombramiento de presidente constitucional, se efectuarían grandes fiestas. Consignaba seguidamente “Habrá Te-Deum , asado con cuero para el público en general, ejercicios al blanco para diestros tiradores de flecha, corrida de sortija, y por la noche se quemarán hermosos castillos artificiales, globos, bombas y más de doscientas docenas de cohetes voladores. Dos bandas de música darán mayor animación a la fiesta que con tanto esplendor promete realizarse.”
LAS QUINTAS
A .Godel documentó en 1884 en una conocida litografía, la fisonomía del paraje del Reducto, a partir de entonces camino de Millán, extendido, cruzando las quintas, en dirección a la bahía. Guzmán Papini evocaría en “La Esmeralda” los huertos del Reducto hacia 1880. Al rememorar el paisaje recuerda que “la calle Vilardebó, cruzando el “Arroyo Seco” , ponía en comunicación al Reducto con la bahía montevideana” que, en el invierno, “presentaba los embarazos de un atascadero en parte del tramo de ella comprendido entre el Camino Millán y la Avenida Agraciada” “ La calle era un martillado de mal suelo, por sus quiebras y a poco después de terminado el invierno en ella los aguatochos, de líquido un tanto embebido por la Primavera, semejaban llagas humorosas, úlceras con corrimiento que le roían la piel entre parda y morena. Cuando ya estaba mejorada, recompuesta por el tiempo seco, el tránsito volvía a hollarla : el rodar del chirrión , la carreta rural con la quejumbre de sus ejes, enjutos, gastado en largo viaje el unto que los acallaba ; la tuna con la desvelada galantería de la serenata en busca de la reja florida; los vecinos del Reducto , cuando el Sol ya estaba bajo, en romería hacia la playa resfriante ; la recua sendereada por un animal clarinado ; el zagalillo con sus cedras , inviolables para el cuervo merendero ; el Viático, con su séquito acongojado, con su farol de vidrios rojos, con su aljaraz religioso , con su monago vestido de grana, con su pensativo sacerdote , con su píxide de plata. “de los terrenos que lindaban con el lado sud de la calle Vilardebó, gran parte de ellos estaban por debajo del nivel de ésta. Desde aquella hondura ascendían las fragancias de amenas quintas en las que como residuos de bosques anteriores estaban frente a árboles enjardinados, de esmerada compostura, árboles bordes, con desaliño salvaje, con alma de selva primitiva, hirsutos de espinas, retorcidos como en espasmos de su madera fortísima y vetusta (…) “¿Cómo excusar la evocación de las viejas quintas del Reducto, magníficas allegadas de las chacras y huertas de la comarca, en la sazón recordada? Aquellas seis de la estirpe de Zas, las dos de Margat , la de Antonio Paz , la de Aguirre y su naranjal, la de González con el cordón de plata de su arroyo, la de Ayala y su higueral , la de Siajes, la de Caravia, la de Cao, la de Felipe Víctora y sus garañones, la del Inglés, la que había sido del general Rondeau, y otras tantas más, todas severas en sus arbolados añosos, todas graves en sus susurros , todas llenas de pájaros , y algunas, entre éstas la de Canosa, con los azules , los oros y las esmeraldas de los pavos reales, que a la hora del crepúsculo vespertino , a la hora religiosa de los almuédanos, parecían ayear en sus perchas , que eran ramas de enormes y acanelados eucaliptos.” Sin duda, entre todas aquellas quintas, destacaba sus cultivos la del francés Pedro Margat. Este, nacido en Versailles, había fundado en 1841, su luego famoso establecimiento en el camino de Burgues , luego de estudiar nuestra flora y fauna y coleccionar aves y plantas para su envío al Museo de Historia Natural de París. Una publicación montevideana decía en 1890 que durante largos años fue el único proveedor de plantas finas en nuestro país y su propagador en parte del Brasil y de la Argentina y que su gusto había presidido los plantíos de quintas y jardines que hermoseaban los alrededores de la ciudad, entre otros, las de Gómez, Estévez, de Castro, Farini, Berro, Raffo y Piñeyrúa. De María afirma que fue el primer introductor de la camelia y de las primeras araucarias que llegaron al país…
EL ASILO DE DEMENTES
Miguel Antonio Vilardebó, comerciante y saladerista de la ciudad de Montevideo, había adquirido en abril de 1839 lo que constituyó su quinta del Reducto. A ella, el 19 de junio de 1860, fueron trasladados los alienados mentales existentes en el Hospital de Caridad al llamado Asilo de Dementes. Allí, según consigna el Dr. Luis Piñeyro del Campo, fueron enviados 28 pacientes, entre hombres y mujeres. Entre 1865 y 1871, la población del Asilo de Dementes osciló entre los 102 y 181 asilados, con un número lentamente creciente. Sobre un promedio de unos 215, anualmente eran dados de alta una cuarta parte y morían un siete por ciento de ellos. En el Asilo de Hombres, durante 1872 se produjeron cuatro fugas, quizás las primeras de nuestra historia siquiátrica. Por la época, el Asilo de Mujeres era administrado por Hermanas de la Caridad y el facultativo Dr. Joaquín Nogueira; el de Hombres por el funcionario municipal Antonio Navarro y el facultativo homeópata Dr. Korth. El establecimiento era costeado por la Junta Económico-Administrativa de Montevideo. Pero ya en 1867 el gobernador provisorio de la República, Gral. Venancio Flores, había colocado la piedra fundamental del nuevo edificio para el Asilo de Dementes en la quinta que fuera propiedad del catalán Vilardebó. La iniciativa y plano del gran edificio se debieron a escribano Martín Ximeno, integrante distinguido de la Comisión de Caridad y Beneficencia, contratándose la construcción con el Arqto. Carlos Glay. Pero por diversos motivos los trabajos debieron suspenderse y recién en 1876 se reemprendió la obra, pero ahora de acuerdo con un nuevo proyecto de Ing. Eduardo Canstatt. La prensa montevideana difundía en diciembre de 1879, poco antes de inaugurarse el Manicomio Nacional, que había 362 pacientes en el Asilo de Dementes. El nuevo establecimiento fue inspirado en las mismas ideas pías de caridad y beneficencia que el primer hospital civil. Fue sin duda una obra de gran magnitud para la época- el mejor de América del Sur – y refleja honor para la comunidad que lo realizó. Describiendo el acto inaugural – el 25 de mayo de 1880 – decía el diario “La Nación” que había concurrido una multitud de 12.000 personas. La ceremonia fue solemne, con misa (el domingo anterior se había bendecido la capilla) , discursos, Te Deum a toda orquesta y la presencia del presidente de la República , Francisco Antonio Vidal, secretarios de Estado, entre ellos el poderoso ministro de Guerra y Marina Máximo Santos, el obispo de Montevideo, el presidente y miembros de la Comisión de Caridad y Beneficencia Pública. Concurrieron tropas y bandas de música. Los adjetivos usados fueron : “grandioso, suntuoso, vasto” y el mobiliario llamaba la atención por “su buen gusto y lujo”. Gran parte de la concurrencia fue agasajada con refrescos y dulces. Luego fue recorrido el edilicio, el cual había sido embanderado con pabellones de todos los países del mundo. “Se veían allí familias de las más distinguidas de nuestra sociedad – decía “La Nación” - , que como los demás concurrentes admiraban la organización y régimen interno de aquel palacio”. El 1° de junio, la prensa montevideana difundía las tarifas para los pensionistas: en dormitorios individuales “y un sirviente para su cuidado”, los de 1ª clase, por $ 60 mensuales (posteriormente Sala 1) , los de 2ª por $ 30 mensuales , dormían de a dos por cuarto (luego Sala 2) ; y de a cuatro por cuarto , los de 3ª , por $ 15 mensuales. Tan sólo cuatro años después , ya aparecen las críticas al edificio : que peca de excesivamente lujoso y poco funcional ; que las letrinas inundan todo el ambiente con su olor nauseabundo ; que las fugas eran frecuentes; que los pacientes ya habían hecho barricadas muchas veces , ocasionando múltiples destrozos antes de que se lograra entrar ; que no existía un solo taller. Los asilados masculinos eran asistidos por un médico y los femeninos, por otro. En 1889 los pacientes alcanzaron al número de 606. A fines de siglo, el director, doctor Enrique Castro, expresaba que su labor se entorpecía por e engorroso engranaje administrativo y el hacinamiento (promedialmente, 909 pacientes en el quinquenio 1895-1899) . Entre los elementos integrantes del programa edilicio del ingeniero Canstatt – explica el Arqto. Fernando Chebataroff - , se destacaban : pabellones para internados segregados por sexo ; alojamiento de religiosas y pensionistas ; capilla ; lencería ; servicios higiénicos ; piscina ; talleres ; depósitos ; torre de agua ; zona de esparcimiento ; jardines , etc. Posteriormente se realizaron ciertas modificaciones, consistentes en agregados al conjunto, algunos de los cuales ya estaban previstos en el proyecto original.
TRADICION CARNAVALESCA
En articulo periodístico de “El País” de agosto de 1964, se recogen recuerdos de José Ministeri, el popular “Pepino” , director de la murga “Los Patos Cabreros”. En dicho reportaje , “Pepino” recordaba su nacimiento en la Ciudad Vieja, cerca de Las Bóvedas; pero expresaba que “El Barrio que se aprieta en los costados de la calle San Martín ha sido el lugar donde viví casi toda mi vida. “El Carnaval tiene que ver con toda la ciudad – agregaba Pepino - , pero no puede ni dudarse, cuando se realiza un balance, en atribuirle al Reducto una gran cantidad de las glorias d esta fiesta popular. De este barrio y sus alrededores fueron los hermanos Bianchi que primero sacaron “Los Ñatos” y luego “Anda Ke te Kure Lola” . Pero aún antes que ellos , en los brillantes tiempos de las comparsas salían de este populoso barrio los “Grumetes Españoles” , “Los pescadores del Este” , “Los Marineros sin rumbo” etc. “ Había verdadera afición musical en el Reducto. Todos los muchachos tenían inclinaciones filarmónicas. El que no tocaba una bandurria o un acordeón, tenía buena voz y el que menos utilidad prestaba era capaz de hacer ruido con el “bufa-bufa”. Nadie quería estar desvinculado del Carnaval – afirmaba Pepino – y es así como además de las agrupaciones mencionadas, salieron muchas más. Entre otras recuerdo a “Palán Palán” , “Hueipa Hueipa” , “Los Patos Crónicos” , los “Ángeles del Infierno” , “Shanghai de mi ensueño” , “Voces de América” y podría poner aquí muchos etcéteras por todas las que con seguridad he olvidado – involuntariamente – mencionar” . A Ministeri se debieron muchas de las transformaciones de la Murga. “Allá por 1915 nadie nos prestaba atención – decía - . Lo más importante del Carnaval eran las grandes Comparsas, que a veces tomaban tres cuadras. A los murguistas ni nos miraban”. Quizás por eso mismo, Ministeri sintió la necesidad de darle jerarquía a la murga. “Primero empezamos por abandonar los “instrumentos” antiguos. El bombo era una barrica de yerba, los platillos eran tapas de cacerolas, y todo por estilo. Me tocó a mí introducir el redoblante, el bombo actual y los platillos en serio. Pero el cambio más importante fue el que ocurrió al empezar yo a vestirme con frac y galera y al introducir la “mímica” en la actuación del director. De allí en adelante, poco a poco, la murga creció y se fue convirtiendo en lo que es ahora uno de los grandes motivos de atracción del Carnaval”.
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IGLESIA DEL REDUCTO Foto año 1921
Afiche
Vista de la Bahía
Vista de la Ciudad
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