BARRIO PEÑAROL
El porqué de un nombre
El lugar ya era conocido con el nombre de PEÑAROL antes de que el pueblo existiera. Como es notorio, allá por 1751 partía rumbo al Plata, de la ciudad de Pinerolo – nombre que proviene de un tipo de pinos difundido en la región, situada al sur de la ciudad piamontesca de TURÍM – Juan Bautista Crosa, que en nuestro medio incorporaría como sobrenombre el lugar de su nacimiento, aunque deformado el vocablo por el habla popular, al españolizarlo. Un nombre conocido mundialmente por la hazañosa actuación en los campos de juego de una de nuestras principales instituciones deportivas. Posteriormente descendientes de Juan Bautista Crosa lo aceptarían como si en realidad fuera un segundo apellido familiar. Cabe agregar que en “Pinerolo”, en dialecto piamontés “Pignerol” , la gn tiene el sonido de nuestra ñ en italiano. Había llegado a Montevideo como pífano 1º del 2º batallón del regimiento de Mallorca en mayo de 1765 , acompañado de su mujer Francisca Pérez Bracamán y su hijo llamado Juan Antonio Crosa, del cual no se ha encontrado otra mención posterior. En 1769 figura entre los moradores de la ciudad y después de haber salido del servicio militar activo , al reembarcarse con destino a España el regimiento de Mallorca, en abril de 1772, en el llamado Padrón Aldecoa (1772/1773), aparece inscripto como pulpero, con 40 años de edad, casado y con tres hijos de menor edad. La primera vez que el genealogista Juan Alejandro Apolant – del cual tomamos estos datos – encontró escrito su “alias” , fue en una escritura de junio de 1775, en oportunidad de comprar una “suerte de chacra” sobre el Miguelete. Habiendo promovido una “limpieza de sangre” ante el alcalde de la ciudad de Pinerolo, éste la extendió en idioma italiano a Giambattista Crosa, con fecha 19 de noviembre de 1774. De ella surge que fue hijo del abogado Francisco Crosa, cuya familia era considerada en la zona entre las de mayor distinción. Juan Bautista Crosa falleció en Peñarol el 19 de mayo de 1790. Por decreto Nº 16.783 , la Intendencia Municipal de Montevideo, el 5 de marzo de 1975, incorporó su nombre al nomenclator departamental, asignándoselo a una calla de la zona donde viviera. Un nieto suyo, Félix Modesto Crosa Peñarol, hijo de Juan Francisco Crosa (a) Peñarol, nació en la costa del río Negro, en la estancia de Andrés Freire. Participó como soldado en la cruzada libertadora de 1825, en Sarandí, Ituzaingó y en el Sitio Grande de Montevideo, como oficial de Oribe. Alcanzó el grado de coronel y falleció en su estancia de Durazno ubicada en costas del río Yi, el 30 de julio de 1867, donde se había radicado con posterioridad a la terminación de la guerra. Gabriel Piedra Cueva, farmacéutico de la ciudad de Montevideo en el período hispánico, tenía una chacra contigua a la de Crosa. Su viuda construyó allí un oratorio público, con la advocación de Nuestra Señora de las Angustias. Fue erigida en viceparroquia de Las Piedras el 12 de febrero de 1784. Esta capilla, que tenía techo de teja, enmaderado de tijera y piso de ladrillo, ha sido descripta minuciosamente por el Dr. Carlos Ferrés. Fue clausurada en 1802, luego de la visita pastoral del obispo de Buenos Aires Lué y Riega. El cementario de la antigua capilla, ubicada en las proximidades del camino Coronel Raíz, entre Carlos A. López y Osvaldo Rodríguez, data del 19 de marzo de 1790, habiendo donado el terreno el presbítero Juan Andrés Cipriano Piedracueva. En este cementerio se halló en 1896 la lápida que cubría los restos de Juan Bautista Crosa.
LA INSTALACION DE LOS TALLERES FERROVIARIOS
En 1888 , el secretario de la Empresa del Ferrocarril Central del Uruguay, Charles Barrer , realizó un viaje de inspección a nuestro país, para estudiar algunos problemas urgentes en los que figuraba la instalación de los talleres. Al término del mismo aconsejó que se trasladaran éstos, provisoriamente situados en Bella Vista, a un punto cercano a Sayago. Se eligió entonces un área ubicada a 2 km. De esta estación , enmarcada por un triángulo delineado por los actuales camino Casavalle, avenida Sayago y camino Edison. El área referida abarcaba 17 hectáreas. Es interesante conocer cómo fueron adquiridos por el Ferrocarril Central los terrenos de Peñarol. Así lo refiere un periodista de la revista “Rieles” – Camilo Mosquera Trigo – en su número correspondiente a setiembre de 1974 : “La compra no se hizo directamente por la empresa, sino que para evitar la elevación del costo y procediendo con suma habilidad se utilizaron los servicios de un intermediario que lo fue John Leared. En efecto, el Sr. Leared que, según constancia del escribano Eduardo Simón,quien tuvoa su cargo el trámite de escrituración, era soltero, mayor de edad y vecino de Peñarol, había adquirido los terrenos que luego revendió al Ferrocarril Central, en menor área, en la siguiente forma : el 24 de mayo de 1889, compró a Pedro Viglietti una fracción de terreno de 10 hectáreas 3.000 metros; en la misma fecha a Don Pedro y Don Alfredo Margat , tres fracciones contiguas a la anterior (unas 40 hectáreas) y el 1º de junio del mismo año, al Dr. Joaquín Pedralbes, una fracción más (unas 7 hectáreas). “Según otras constancias en las escrituras del escribano Eduardo Simón, el Sr. John Leared contrató con la empresa del Ferrocarril Central, la venta de algunos lotes que fueron separados y ubicados por el agrimensor Francisco J. Ros, según el plano del 30de junio de 1888 (nótese la fecha) , siendo las fracciones del uno al tres a título de compra y las cuatro y cinco, por expropiación, para construir el ramal férreo de Sayago a estación Treinta y Tres, ahora Manga. Los terrenos fueron negociados por el Sr. Juan Leared a la empresa del Ferrocarril Central representada por su apoderado, el Sr. Pedro de Avila Viera, el 26 de julio de 1890. De ellos se tomaron unas 14 hectáreas y 8.000 metros, que luego en el año 1914, fueron ampliadas con otra compra para los talleres de Peñarol. Estos talleres se hallan ubicados sobre el Bulevar Aparicio Saravia, la vía férrea, Camino Casavalle y una franja poblada que luego limita con la calle Wat.” Ese mismoaño de1890 la obra estaba cumplida, habiéndose trasladado los talleres a su nueva sede. Tras ellos vinieron los obreros y así fue como en 1898, como ya se dijo , había nacido un núcleo poblado, al cual, con mucho énfasis, se llamó “Ciudad ferroviaria” o “La Nueva Manchester”. Ninguna de estas denominaciones tuvo andamiento y prosperó la de Peñarol, mas antigua y arraigada. La instalación de dichos talleres, por lo que significó como fuente de trabajo, dotó al incipiente pueblo de una identidad que ha permanecido en la memoria colectiva de sus habitantes : la de localidad ferroviaria. Como bien lo ha explicitado el Ing. Miguel Petit Ayala, “los ferrocarriles influyeron en la vida cotidiana de los vecinos, en el paisaje urbano, en el desarrollo de una cultura localista barrial y de una unidad sindical. “Este sentimiento sobrevive pese a la casi nula importancia actual del ferrocarril y al crecimiento industrial de la zona. Cabe agregar que la empresa del Ferrocarril Central vendió, donó y permutó terrenos en beneficio de la población de Peñarol en distintas oportunidades, favoreciendo así su progreso : en julio de 1896, 1.350 metros de superficie para el establecimiento de la Escuela Pública, que aumentó con nuevas donaciones en setiembre de 1906 (600 metros) ; 1514 metros de superficie para la plaza pública y otro terreno para la Comisaría ; vendió a precio irrisorio el destinado a la Subestación de U.T.E. y permutó terrenos para la rectificación de la Avda. Sayago , en 1938.
LA PRIMER ESCUELA Y UNA MAESTRA DE SINGULAR PERSONALIDAD
En 1891 fueron edificados los locales obreros y el Centro Artesano. Fue creada la 21º sección judicial, con sede en Peñarol, que quedó a cargo del primer juez Angel Sena y fue nombrada una subcomisión auxiliar, delegada de la existente en el Paso de las Duranas. En 1892 fue creada la Comisión Auxiliar de Peñarol y Sayago, con sede en el primero de estos centros poblados. Fue presidida por Francisco Hudson, super intendente de los talleres del ferrocarril , desempeñando la secretaría honoraria el Sr. Isabelino J. Pérez . El presupuesto que tenía esta Comisión para atender sus gastos era de cuarenta pesos mensuales, suma que fue reforzada más de una vez del propio peculio de sus miembros. En 1895, según un censo levantado ese año, Peñarol tenía 228 casas distribuidas en un radio de diez manzanas y ocupadas por 1.282 personas. Contaba ya con agencia de correos y un piquete policial comandado por Gabino Rodríguez. Siguió una época en que los organismos oficiales fueron estableciéndose en Sayago, endenteciéndose en Peñarol el ritmo edilicio, con alguna excepción, como fue la construcción del nuevo edificio de la escuela pública en 1907, centro educacional que había empezado a funcionar el 2 de abril de 1894 como Escuela Rural Nº 25, que fue cambiado posteriormente por el Nº 26. Al tercer día se habían inscripto más de 80 alumnos. Su primer directora fue la señorita María Vittori, una maestra tierna de corazón y de firme carácter, que tenía entonces veinte años de edad y una precoz experiencia pedagógica de tres años. En 1899 la escuela pasó a ser de 2º Grado Nº 34 y actualmente lleva la honrosa denominación de Escuela “Congreso de Abril de 1813”.
Poco después de ser inaugurado el nuevo edificio de dos plantas, fue creado el Curso Nocturno para Adultos. María Vittori colgó la túnica blanca en 1917 – refiere uno de sus discípulos, el poeta Emilio Carlos Tacón, que le dedicara uno de sus libros – “pero todos los 8 de setiembre, hasta el fin de su vida, que duró 85 años, su casa particular fue una romería de alumnos que concurrían, alborozados, con sus hijos y nietos, a saludar a la vieja y venerable maestra, en la clásica fiesta de su cumpleaños.” Al acogerse a la jubilación había dejado la Escuela con siete clases, nutrida biblioteca y abundante material de trabajo. La admirada maestra falleció el 7 de octubre de 1959. El Parlamento Nacional, rindiendo homenaje a su memoria asignó el nombre de “Escuela María Vittori” a la Nº 166, que comparte actualmente , en distinto turno, el local de la calle Estrella del Sur, con la escuela Nº 34, y el gobierno departamental dispuso que llevara su nombre la Biblioteca Municipal de Peñarol. Por los bancos de su Escuela , desfilaron, entre otros , el ex presidente de la República Andrés Martínez Trueba, el jurista y ex ministro de la Suprema Corte de Justicia Dr. Hamlet Reyes, el poeta Ovidio Fernández Ríos, el primer obispo salesiano del Uruguay , monseñor Ángel Muzzolón , el ex decano de la Facultad de Medicina, Dr. Diamante Benatti, laureado en París ; el ex Decano de la Facultad de Ciencias Sociales y Económicas , Cr. José Domínguez Nocetto ; el periodista y ex codirector de “El Día” , José Pereyra González, el ginecólogo de renombre internacional Dr. Manuel Rodríguez López. Los ex profesores Reina Reyes, Norberto Bautista Alcaraz y Jorge Silva Varela, el contador Enrique Brusco y un deportista de fama mundial : José Nasazzi.
LA EVOLUCION EN LA DÉCADA 1915-1925
El 10 de marzo de 1913 es declarado pueblo el núcleo poblado conocido con el nombre de Peñarol y el 9 de junio de 1915 fueron dadas denominaciones a varias de sus calles ; patronímicos de poetas ilustres tales como Shakespeare, Milton, Camoens, Schiller, Goethe, Dante Alighieri, Tetrarca, Terencio, Lamartine, Heine, Lope de Vega, Bécquer, Byron,Longfellow, Maeterlinck, Moliere. Anteriormente, el vecindario, como lo ha señalado Emilio Carlos Tacón, las reconocía como puntos de referencia : “ El Mirador” , por la calle Longfellow de hoy, para indicar el Norte ; para indicar el Sur, “Las Escaleritas” de la hoy calle Morse, donde se levanta el puente metálico sobre las ferrovías y “El Trompo”, de Legendaria antigüedad , en la hoy calle Newton, para indicar el Oeste.” Al iniciarse 1917, vecinos de Peñarol, entre ellos , Viglietti, Pereira, Pessina, Magni, k.o. y Calvo, resolvieron fundar una banda de músicos, que debutó el 25 de agosto de ese mismo año con la dirección del maestro Juan Conini. Merced a la cooperación del vecindario se había adquirido los instrumentos, a la que se agregó luego la del Concejo Auxiliar. Posteriormente la dirigió J. Pignataro. Aquel mismo año, 1917, surgió entre señoras y señoritas de Peñarol, la idea de constituir una Comisión de Beneficiencia con objeto de crear recursos en beneficio de los niños pobres de la localidad, preferentemente aquellos que concurrían a la escuela. Para arbitrar fondos, esta comisión organizó “tés danzantes” , que se realizaban mensualmente, con gran concurrencia en el “Centro Artesano”. Otras sociedades o agrupaciones, llamadas recreativas-“Vida que canta” , “Juventud unida”, “Remesa F.C.” – propendían al acercamiento amistoso de vecinos. Algunas de ellas realizaban paseos campestres a los que concurrían jóvenes de la localidad, animando estas reuniones de sana camaradería. En 1918, año en que se acentuaba cada vez más el costo de la vida, entre un grupo de empleados de los Talleres del Ferrocarril surgió la idea de organizar una Sociedad Cooperativa de Consumos para poder enfrentar, sin intermediarios, los altos precios impuestos por el comercio para los artículos de primera necesidad. El resultado inmediato obtenido , a la fundación de la Sociedad Cooperativa ”La Economía” , fue el de producir una baja general de los precios. Las primeras actividades se limitaron al ramo de almacén de comestibles, posteriormente se agregaron artículos de tienda, ropería, zapatería y a fines de 1920 se instaló la sección carnicería. Durante la presidencia del doctor Baltasar Brum (1919-1923) se construyó en el camino Casavalle (en Peñarol) , un amplio edificio destinado al Arsenal de Guerra y en tiempo del gobierno del Ing. José Serrato se destinó parte de sus construcciones a alojamiento del Batallón de Zapadores Nº 1. Hasta 1920, año en que fue creado el Concejo Auxiliar de Peñarol, la localidad fue tributaria de Sayago. Y mientras este pueblo obtenía mejoras importantes, tales como el servicio de luz eléctrica, el pavimento, el tranvía, los edificios públicos, Peñarol permanecía estacionario.
INSTITUCIONES DEPORTIVAS Y SOCIALES
El 28 de setiembre de 1891 se reunieron en las oficinas del Ferrocarril Central, en la localidad de Peñarol, los señores Moord, Lucy, T.B. Davies, Frederick, Segfield, Penny, Hopkins, Woosey, Kock, Jas, Oates, Gordon, Ward, Camino y Davenport, con el fin de constituir un club deportivo. Presidió esta asamblea de constitución Roland Moor. Al día siguiente se reunió la comisión directiva con la presidencia de F. Hudson, actuando en secretaría A.W. Davenport, resolviéndose por unanimidad denominar a la institución “Central Uruguay Railway Cricket Club” . Días después, el 6 de octubre, se reunió la asamblea presidida por Frank Henderson, que aprobó los reglamentos propuestos por la Comisión Directiva. De los 118 socios fundadores , 72 eran de nacionalidad inglesa, 45 uruguayos y 1 de origen alemán. El C.U.R.C.C. comenzó a practicar cricket y seguidamente foot-ball , denominación que abarcaba rugby y foot-ball asociado. Tuvo su primer cancha en el actual camino Casavalle y Coronel Raíz, en terrenos de propiedad de Eduardo Monis, y su primer partido de foot-ball lo disputó en 1892, venciendo a los alumnos del “English High” por 2 a 0. Al fundarse la “League” – “The Uruguay Aosciation Foot-ball League” – en 1900 , el C.U.R.C.C. fue el primer campeón uruguayo con 36 goles a favor y 2 en contra. El 12 de marzo de 1914, asociados disidentes de la institución, reunidos en Asamblea , en vista de la resolución de la Comisión Directiva de no afiliarla a la Liga y que la empresa del Ferro Carril deseaba que se dejara la cancha, resolvieron cambiar la denominación de C.U.R.C.C por la de Club Atlético Peñarol, resolviendo aprobar sus estatutos, que aquel nunca había tenido. Dos días después, se dirigieron a la Liga Uruguaya de Football , comunicándole la resolución de la Asamblea. El 22 de enero de 1915, el C.U.R.C.C. resolvió su disolución , donando sus bienes al Hospital Británico. El Poder Ejecutivo, con fecha 13 de abril de 1914 resolvió conceder la Personería Jurídica que había solicitado el Club Atlético Peñarol, dejando constancia, tal como se le informara , del cambio de nombre de la institución. La historia de Peñarol, la institución del mundo, según se ha dicho, “con más títulos en la suma de trofeos locales e internacionales” , ha sido escrita por el periodista Franklin Morales, por lo ue sólo referiremos, seguidamente, un aspecto polémico : el decanato.
Al celebrar en 1991 el centenario de su fundación, un informe de la Comisión Especial del Club Nacional de Football, su rival tradicional en los campos deportivos, cuyo redactor fue el Dr. Enrique E. Tarigo, ex vicepresidente de la República y ex profesor de Derecho Procesal de la Universidad , finalizó con esta conclusión : “Resulta absolutamente demostrado que dicho club (Peñarol) fue fundado por treinta personas, partidarias de otro club hasta ese entonces, el 13 de diciembre de 1913, y que jamás existió continuidad o sucesión entre el Central Uruguay Railway Cricket Club y el C. A. Peñarol, ni desde el punto de vista jurídico ni desde el punto de vista deportivo, puesto que ambos coexistieron a lo largo de más de un año.” Por su parte el Club Atlético Peñarol mantuvo su posición y festejó su aniversario. En el llamado Libro del Centenario del Club Atlético Peñarol, 1891-1991, Nº 3 , se publicaron en facsímil murales que la Administración del Ferro Carril Central del Uruguay colocara en la villa, en la Estación Central y en las calles de Montevideo, anunciando el encuentro con Albión, del 28 de mayo de 1899 , con el nombre de Peñarol, y no mencionando el de C.U.R.C.C. No obstante, en el acta de fundación de la “The Uruguay” de fecha 30 de marzo de 1900, figura como uno de los fundadores el “C.U.R . Cricket Club” Sobre la fecha del nacimiento del Club Nacional de Football, no existen discrepancias : fue fundado en la noche del 14 de mayo de 1899. El Club Artesano fue fundado el 29 de setiembre de 1883, en Bella Vista, por la empresa del Ferro Carril Central del Uruguay, para solaz de sus empleados y obreros. Posteriormente, al ser trasladados a Peñarol los Talleres y Almacenes, construyó allí su local social. Emilio Carlos Tacón ha evocado con nostalgia su trayectoria en estos términos : “Fue escuela, teatro, cine, biblioteca, aula de arte plástico y musical, salón de billar y ajedrez, pista de deportes viriles, sitio de esparcimiento familiar, bajo el signo de lanceros y cuadrillas y del vals “Sobre las olas” , que propiciaron más de un romance sentimental, en complicidad con la luna y la influencia de Jorge Isaac. “Allí sesionaron todas las Comisiones de Fomento que elegía el vecindario para reclamar, del Municipio o de las autoridades nacionales, tal o cual mejora en beneficio de la escuela o de los servicios públicos del pueblo. Propulsores de las primeras épocas : Mr. Roland Moor, don Angel Etchenique, don Dalmiro A. Vittori, don Isabelino Pérez, don Jorge Silva Varela, don Santiago Long, don Pedro Rey y Espinas , etc.
“Ya sus muros abuelos, de legendarias tradiciones, habían visto el fervor con que cumplían su función cultural los profesores de dibujo don Zenón Soto y don Julio Puches y los de música López del Toro y Baldomir, cuando esos mismos muros tuvieron el honor de cobijar la primera escuela pública local, de varones y niños , fundada por María Vittori en 1894 y acreditada luego como uno de los institutos docentes mejor dirigidos del país. “ (…) Otro de los capítulos interesantes de la vida del Centro Artesano es el que se refiere a la actividad teatral. Se hizo género chico españo, drama y comedia. Vecinos antiguos , don Modesto de los Ríos, entre ellos , recuerdan los programas de “La Gran Vía” , “La alegría de la huerta” y otras zarzuelas, interpretadas por Antonio Moreno, Carlos Lindeblad, Andrés Martínez, Enrique y Eduardo Barbero, Jorge Dubois, José Novo, Luis Diez, etc. Fue allá por 1905 cuando apareció una joven figura que, con el andar del tiempo, habría de consagrar “una vida al servicio del teatro” ,como lo recuerda Angel Curotto en su biografía del celebrado actor. Agregando : “Trabajaba Brussa doce horas diarias en el taller y de noche ensayaba” Años más tarde y ya con personalidad definida, se presentaba Carlos Brussa en el Centro Artesano – sábados y domingos – para representar “M hijo el doctor” , “Barranca Abajo” , “En Familia” y “Los muertos”, de Florencio ;”El Estanque” y “Mala laya” , de Herrerita, etc.
(Fuente LOS BARRIOS DE MONTEVIDEO - Tomo VIII Antiguos Pueblos y Nuevos Barrios - Autores ANÍBAL BARRIOS PINTOS / WASHINGTON REYES ABADIE )
EL TROMPO
¡El trompo! Allí está, desde tiempos imprecisos, monumental y airoso, cargado de leyendas y misterio, en su esquina solariega de Aparicio Saravia y Newton. Allí está ese prodigio de artesanía metalúrgica, que la ternura popular convirtió en reliquia lugareña. No tiene pies pero camina por nuestra sangre. No tiene lengua pero nos habla de lejanas cosas íntimas, gratas al corazón. No tiene labios pero nos sonríe con su habitual bonomía. En su entraña guarda los ecos de mil voces queridas. Basta acercarnos a él para evocarlas y oírlas, como antaño, en el diálogo de las fraternas confidencias.
“El Trompo” es , por encima de todo, un personaje tradicional de nuestro pueblo.
¿Cómo vino a dar al centro de Peñarol? ¿De dónde? ¿Cuándo? ¿Quién lo trajo? ¿Con que finalidad?
Ya no existen las bocas bisabuelas que podrían responder a esas preguntas. Las gentes se las contestan a sí mismas con el auxilio de la conjetura. Un solo aldeano, de bulliciosas chicharras, le dio , seguramente, la bienvenida. Y un cuarto creciente lunar ofició, tal vez, de cirio baustismal, cuando la “vox populi” le adjudicó el típico nombre de “El Trompo”. Los huracanes de un siglo lo respetaron como a un patriarca de recia estirpe. El agua bendita de mil lluvias se santiguó en su frente. El gris de las nieblas otoñales le emponchaba de misterios. Conoció, sí , la mano irrespetuosa que en forma inconsulta lo desplazó de su heredad. Pero también – y para honra del pueblo- conoció la mano del justo que lo restituyó con todos los honores y para siempre a su escenario vitalicio. Fu punto de referencia cuando las calles no tenían nombre. Y palenque, alguna vez. Y otras veces talismán de la buena suerte para novias supersticiosas. Y partícipe, en la hora de las inocencias, del juego “de las esquinitas” Y de “la piedras libre” . Y del juego dinámico de “la mancha”. Y centro de los candores infantiles, asidos de la mano, danzando “a la rueda-rueda, pan y canela” y cantando, también a coro, el “mantantiruliruliru, mantantirulirulan..” Siempre fue el amigo de los niños. A su alrededor corrían y saltaban. Y se le trepaban al cuello para dejarse resbalar por su piel de acero como sobre un tobogán. Apadrinaba sus “payanitas”, de las cuales salían con las rodillas condecoradas. Y los “hoyo-bolita” que les enlutaban las uñas…
“El Trompo” es el vecino más antiguo del pago. Querido por varias generaciones. Querido y reverenciado. Por su significación histórica, por sus virtudes de símbolo, por las connotaciones sentimentales de su fisonomía portuaria. Porque “El Trompo” , bien mirado , de emplazamiento inverso – púa mirando a los cielos, cabeza hincada en la tierra- más que un trompo acaso pudiera ser una bita, que parece estar a la orilla del muelle, esperando que los marineros tiendan el cable de amarre en la inminencia del atraque del navío. Uno lo mira y sueña con mascarones de proa y legiones de inmigrantes desembarcando del brazo de la esperanza…
De todas maneras, no falta quien suponga que “El Trompo” es un envío de ultramar. Tal vez procedente de Gran Bretaña. Quizá de un astillero. O de una fabril metalúrgica ¿ De Manchester? ¿ De Glasgow? ¿De Liverpool? ¡Vaya uno a saberlo! La suposición – no del todo descartable- se basa en la idea de que, compartiendo, desde puerto inglés, bodega y destino con alguno de los primitivos embarques de maquinarias y materiales consignados al Ferrocarril Central , “El Trompo” haya llegado indebidamente a Peñarol – sin que nadie lo advirtiera – conjuntamente con la montaña de hierros a utilizarse en la instalación y equipamiento de los talleres de la Empresa. Luego , comprobado el equívoco, se le habría emplazado fuera del área industrial. Y allí quedó. En lo que hoy es la avenida principal. Solo. Aislado de sus compañeros de flete. Como un esquinero centinela de vista. Frente al millón de chapas de zinc que circundan esos mismos talleres, donde se conjuga el verbo trabajar en todos los tonos de la vigorosidad y del dinamismo. Allí quedó la reliquia lugareña.
Y acaso sea preferible no saber a ciencia cierta de dónde vino, ni como llegó, ni quién lo trajo. Porque esas interrogantes – baldías de respuestas- abren las alas de la imaginación para coquetear con los fantasmas de la leyenda y el misterio. Y ya se sabe; más que en las claras precisiones de la historia es en los claroscuros de la leyenda y el misterio donde suelen estar el germen de los sueños y el exquisito deleite de la divagación poética.
(Fuente PERSONAJES DE MI PUEBLO Autor Carlos Tacconi)
CARMELO COLMÁN
La muerte le sorprendió a mediados de mayo de 1876, “liviano de equipaje” , como en el verso de Antonio Machado. Tan “liviano” que ni para el cajón tenía. Pero – como en los cuentos de magia – a su oscura morada de Peñarol, perdida entre quintas y barrancos pantanosos, llegó una carroza de gala a recoger el cadáver en ataúd de caoba y conducirlo, envuelto en los colores patrios, al Panteón Nacional, donde fue ceremoniosamente sepultado, luego de la oratoria, las descargas de fusilería y otras significativas solemnidades. ¿ Quién era y qué títulos poseía aquel indigente labriego septuagenario, curtido de intemperies y arrugas, para que el destino le reservara el póstumo privilegio de pasar, escoltado , entre sones de tambor y armas a la funerala, de una rústica vivienda de campaña, a la monumental Rotonda de los Próceres de la República?
¿Qué méritos, qué virtudes, qué caudal de valores humanos, qué talla de espíritu, qué rango de dignidad, se concentraban en aquella silenciosa figura patriarcal, para que el reconocimiento público le tendiera una alfombra de laureles desde el umbral de su franciscanismo hogareño hasta el Arco del Triunfo de la Historia? ¿Cuáles fueron su imagen, su nombre, su origen , su currículo vital?
Carmelo Colmán, dijeron los diarios de la época. Carmelo Colmán dijo, en las exequias, las voz ditirámbica de los oradores. Carmelo Colmán, repetían con emoción los hombres del séquito. Una gloria de la Patria Vieja. De los Cruzados del 25. El más joven de todos. El número 33 en el cuadro de Blanes. El más callado . El de menos palabras. El de los monosílabos. El de los ímpetus audaces. El de la altivez insobornable. Carmelo Colmán . Profeta de la Libertad. Uno de los tripulantes del primer lanchón emancipador. De los que se jugaron enteros en la patriada. De los que saltaron a bordo, besaron el remo, se santiguaron con el agua bendita del Uruguay y ofrecieron hasta el último latido del corazón a la tricolor del General Lavalleja. Quería a esta tierra oriental con vehemencias de chúcaro lugareñismo. La quería suya, libre, independiente, y soberana ; último de sus pájaros autóctonos ; en la altura celeste, hasta en la última de sus estrellas…Y ¿ cómo no la iba a querer hasta en la cueva de la última lagartija o en el vuelo del último pompón de sus cardos, si él provenía de una estirpe de los primeros pobladores de Montevideo? Si su bisabuelo materno, el Cabildante Don Jorge Burgues, levantó su techo en los alrededores de los pozos del Rey, en la Aguada, antes de que Zabala fundara la ciudad…Si ese antepasado suyo figura en el Padrón Millán de 1726 – nos lo dice el investigador Dr. Juan Alejandro Apolant – con la siguiente inscripción:” … natural de Génova y vecino del puerto de Buenos Aires” , se hallaba a tiempo de tres años, con casa firme edificada de piedra y cubierta de teja” y “estancia en que mantiene ganados mayores, vacunos y caballares, carretas y aperos”.
¿Cómo no la iba a querer de alma si él descendía en tercera generación de Don Melchor Colmán, otro de los primeros pobladores, oriundo de Canarias, casado con Doña Margarita Burgues , en la primitiva Catedral , el día 12 de abril de 1741?
Sus padres fueron Don Jacinto Colmán Burgues y Doña Agustina Pérez Zeballos. Nació en la chacra paterna de Peñarol el 16 de julio de 1801, y fue bautizado al día siguiente en la Viceparroquia local de Nuestra Señora de las Angustias, hoy desaparecida. En la Parroquia de las Piedras se conservan los libros respectivos. La certificación bautismal de Carmelo Colmán figura a fojas 87 del libro I. Allí , en Peñarol, transcurrieron su infancia y su adolescencia. Su pies, desde temprano, aprendieron a estribar. Y a marchar, ágiles, tras las pezuñas de la yunta. Más laderos del surco que transeúntes del camino a la escuela. Más picana al hombro que libro bajo el brazo. Maneras distintas de andar. Y de aprender. Propias del medio y de la época. Lo que ignoraba en letras, lo compensaba con otras sabidurías. El campo y la naturaleza le oficiaron de grandes maestros. A cada instante su afán de investigación le ofrecía un descubrimiento, una enseñanza, un nuevo acopio de luces. Lo que ignoraba en números , lo cubría con intuición. Podía calcular una bandada de pájaros, un caudal de agua o la estatura moral de un semejante. Cualquier cosa de su oficio, menos las dimensiones de su generosidad. El había nacido con la vocación de dar. Tendría déficit en conocimientos gramaticales. No sabría de pluscuamperfectos ni subjuntivos, pero en la conjugación del verbo dar era un maestro. Conjugaba con el corazón. En su casa se hablaba a menudo del General Artigas. Se le nombraba siempre con veneración. En su casa y también en las chacras vecinas de los Pérez, los Larroblas, los Freire, los Piedracueva , los Crosa…
En un ambiente así , de cálido patriotismo, crecía Carmelo Colmán. Crecía en estatura física y en madurez mental. Cuando alguien evocaba la batalla de Las Piedras, por ejemplo , él no se perdía palabra sobre la estratégica operación ni sobre la destreza ecuestre de los gauchos – de viril intrepidez – ni mucho menos sobre la calidad humana del Caudillo, que , al envainar el acero, proclama “clemencia para los vencidos”. La figura de Artigas se agrandaba en su imaginación, a medida que iba conociendo, intuitivamente, a través de los relatos, la esencia democrática de su pensamiento y el señorío de sus virtudes y la reciedumbre de su carácter. Y su lucha tremenda contra el Gobierno centralista de Buenos Aires, prepotente y hostil. Y la magna epopeya del Éxodo. Y los principios republicanos del Congreso de Tres Cruces. Y los títulos de Jefe de los Orientales y de Protector de los Pueblos Libres. Y la fecunda etapa de Purificación. Y el espíritu combativo contra el ejército imperial del Norte que había invadido el territorio y avanzaba, palmo a palmo, sembrando el terror, cometiendo toda clase de crímenes y depredaciones y dejando el tendal de muertos y ruinas a sus espaldas. Todo el dramático proceso por la conquista de la libertad – cien veces oído de boca de sus mayores – iba fermentando en el corazón del pequeño patriota y preparándole el ánimo para el histórico papel que habría de jugar en memorables instancias de la gesta emancipadora. Cuando cumplió los 17 años, no esperó más. La rebeldía le estallaba en las arterias. Se alistó, con otros voluntarios de su edad, en el Batallón de Guayaquíes, a órdenes del entonces Capitán Fructuoso Rivera. Quería batirse a toda costa con los intrusos, hasta desalojarlos de las posiciones usurpadas y borrar hasta el último vestigio de la palabra Cisplatina. Pero la suerte no le dio oportunidad. El Batallón no intervino en ninguna acción de importancia, si bien sus integrantes aprendieron las nociones elementales de la disciplina militar y de la vida azarosa del soldado. La guerra continuó. Y, lamentablemente, nada pudo la valentía de los orientales frente al poderío bélico del enemigo. Cayó la plaza de Montevideo. Y cuando la insignia extranjera ondeó en el Portón de San Pedro y en el frente de la Ciudadela, muchos compatriotas emigraron a Buenos Aires, reprimiendo su cólera a la espera de oportunidad más propicia para la reivindicación de sus fueros ultrajados. Lo demás lo dice la historia. En la vecina orilla se preparó la más inverosímil de todas las patriadas gauchas. Y el 19 de Abril de 1825 – en la playa de la agraciada, “pisan la frente del húmedo arenal treinta y tres hombres” Y entre esos treinta y tres hombres está Carmelo Colmán , el chacarerito de Peñarol , el más joven de todos, el mas callado , el de menos palabras, el de los monosílabos, el de los ímpetus audaces, el de la altivez insobornable. El que seis meses más tarde , el de los campos de Sarandí, echó la “carabina a la espalda” y cargó, “sable en mano” , sobre los escuadrones brasileños cubriéndose de cicatrices y de gloria. El mismo que el 20 de febrero de 1827, en filas de las “Milicias Orientales” que integraban el Ejército Republicano de las Provincias Unidas, contribuyó , con denuedo charrúa, a la memorable victoria de Ituzaingó, nuevamente sobre las armas imperiales brasileñas, precipitando con ella los acontecimientos definitorios de la liberación. El mismo que , una vez “hecha” la Patria – condecorado de cicatrices y con galones de Teniente 1º - regresó discretamente al seno de los suyos. A la querencia de Peñarol. A sus bueyes , a sus gallinas , a sus perros, a su fresca enramada, a sus queridas cosas rústicas del agro… A la paz de la égloga, al prodigio de la espiga, al mundo gozoso de la libertad… A curvar de nuevo la espalda, durante más de cuarenta años, sobre el surco, sobre el almácigo, sobre la yema injertada, sobre el anillo de la lombriz, sobre la sabiduría infinita de la hormiga…
Silencioso , humilde , inadvertido.
Hasta que la muerte le sorprendió, a mediados de mayo de 1876 , “ligero de equipaje” , como en el verso de Antonio Machado. Tan “liviano” que ni para el cajón tenía..
La memoria de Carmelo Colmán se perpetúa en las placas de una calle de Peñarol, la que pasa precisamente por el frente de la que fue vivienda solariega del héroe.
(Fuente PERSONAJES DE MI PUEBLO Autor EMILIO CARLOS TACCONI)
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