BARRIO PALERMO
Hacia 1863 se tomó una fotografía de la calle que llevaba al “Cementerio Nuevo” , popularmente conocida como “Calle de la Igualdad” , hoy Yaguarón , donde se ve la zona como un paraje desolado, lleno de yuyales, y se distingue hacia el este un grupo de modestas construcciones de paredes blanqueadas. Una de ellas lucía la leyenda : “Almacén de Comestibles de la Nueva Ciudad de Palermo”
Esta denominación derivaba, sin duda, de la radicación de numerosos inmigrantes italianos provenientes de la región sur de la península y la misma pronto se extendió para identificar la naciente barriada. Otro factor poblacional lo constituyó el asentamiento posterior de importantes contingentes de pobladores de raza negra, como resultado del proceso de erradicación de la esclavitud, iniciado en setiembre de 1825 con la llamada “Ley de Libertad de Vientres” , a partir de la cual todo nacido de esclavo adquiría la categoría de libre , y culminado, durante el curso de la “Guerra Grande” (1839-1851) , con las leyes de 1842 por el gobierno de “La Defensa” , presidido por Joaquín Suárez , y de 1846 por el “Gobierno del Cerrito” del Gral. Manuel Oribe. El poblado que comenzaba a desarrollarse hacia el este del “Cementerio Nuevo” ya figura en el plano editado por Mege y Williams de 1862 y en los levantados por el Ing. Pablo Neumayer en 1865 y por el Agrim. Pedro D´Albenas en 1867. Gran impulso para el desarrollo del barrio Palermo vino a darlo la construcción hacia 1887 del núcleo edilicio llamado “barrio Reus al Sur” realizada por la “Compañía Nacional de Crédito y Obras Públicas” , presidida por el financista español Dr. Emilio Reus. Localizado en las dos manzanas delimitadas por las actuales calles Dr. Lorenzo Carnelli, ex Tacuarembó , Isla de Flores, Minas y San Salvador , separadas por la calle Ansina, ex Particular, configuraban un conjunto arquitectónico inspirado en el eclecticismo francés característico del siglo XIX , con sus cubiertas “a la Manzart”. Un periodista que lo visitó hacia 1890 lo describe como “el refugio de un centenar de personas, proletarias en su mayoría, atraídas por la equidad de los alquileres. La vecindad es obrera, en su mayoría, y de buenos hábitos” Las casas, de altos y bajos, son cómodas y están rodeadas de casas de comercio: almacenes del Barrio Reus, almacén y fonda de la Bella Italia, Café y Confitería de los Treinta y Tres , etc. Emilio Reus y Bahamonde, cuando en 1885 , con veintisiete años de edad, se embarcó rumbo al Plata, este alicantino, de familia acaudalada, ya había cumplido, en España, una carrera nada común. Abogado, doctor en Filosofía y letras, el joven Reus tradujo y prologó el “Tratado Teológico-Politico” de Spinoza,escribió obras filosóficas y trabajos políticos – “Filosofía de la creación”, “La Teología”, “Sobre la Teoría Orgánica del Estado” ,la ley de enjuiciamiento civil y un comentario sobre el Código de Comercio Español - , fundó una biblioteca jurídica de autores españoles, dirigió una legislación y hasta dio al teatro algunas piezas: “Como vuelve el pasado” y “Morir dudando”. Fue secretario del Partido democrático-progresista y electo diputado a Cortes a los 23 años, pero vio interrumpida su brillante trayectoria pública al perder su fortuna en frustradas especulaciones en la Bolsa de Madrid . Llegado a Buenos Aires, trabajó como cronista bursátil del diario “La Patria” y en pocos meses, mediante exitosas operaciones en la bolsa, Reus rehízo su fortuna. Pero arruinado con la misma rapidez con que había ganado medio millón de pesos, pero con el crédito intacto en razón de haber cumplido con su acreedores, cruzó el Plata y pasó a Montevideo, donde organizaría la mencionada “Compañía Nacional de Crédito y Obras Públicas” así como también el “Banco Nacional”. La crisis desatada en julio de 1890 derrumbó al Banco Nacional – del que ya se había apartado Reus en 1888 – y determinó la disolución de la “Compañía Nacional de Crédito y Obras Públicas”. Al año siguiente, el 7 de marzo de 1891, Reus falleció, en Montevideo. Con el correr de los años, los propietarios de las casas del barrio Reus al Sur fueron alterando sus fachadas poco a poco, rompiendo la armonía arquitectónica del grupo; pero, además, el deterioro se fue haciendo sentir a lo largo de más de 90 años, lo que junto con la falta de un mantenimiento adecuado y al hecho de estar las viviendas muy super pobladas, incluso, muchas convertidas en casas de inquilinatos por piezas, determinaron que por ruinosas, dichas construcciones fueran desalojadas, pasando sus habitantes a viviendas de emergencia. Por Resolución N° 1941 de 1975 , el Barrio Reus al Sur fue declarado Monumento Histórico por el Poder Ejecutivo pero por otra Resolución (N° 2570 del 8 de octubre de 1979) lo desafectó de tal condición. La población del territorio del candombe fue desalojada. La opinión pública se movilizó y obtuvo que la Intendencia Municipal de Montevideo expropiara los terrenos, aunque, naturalmente, el barrio quedó reducido a algunos paredones desnudos, muy pocas viviendas en pie y en montón de escombros. En el curso de 1985, un convenio de la Intendencia Municipal y el Banco Hipotecario del Uruguay hizo renacer la esperanza – que no se ha concretado – de la recuperación , restauración y reciclaje del barrio. Para la concreción urbanística de dicho propósito, la Intendencia convocó a un concurso de proyectos que fue ganado por el de los arquitectos Marta Cecilio, Jack Couriel, Anga Gravina y Mario Spallanzani que , junto con los demás trabajos presentados, fueron expuestos en el Centro de exposiciones del Palacio Municipal, a partir del lunes 3 de febrero de 1986. Otro hito edilicio del antiguo barrio fue el inmueble sede de la “Escuela de Artes y Oficios” --- actual local central del Consejo de Educación Técnica, conocido como “Universidad del Trabajo” …construido con la dirección del Ing. Rafael Maggio y que, terminado en 1890, se inauguró en dicho año con la presencia del Tte. Gral. Máximo Tajes, presidente de la República. La primitiva sede de la escuela estaba situada donde hoy se halla el edificio de la Facultad de Derecho. Al trasladarse al Barrio Reus del Sur creció su capacidad y en ella , al decir del mencionado cronista, “se asilan varios cientos de muchachos que ayer nomás vagaban por calles y plazas mendigando o cometiendo raterías”. Palermo y el Reus – y el contiguo Barrio Sur – vendrían a configurar la llamada “orilla” de la ciudad, habitada por los sectores populares. Hacia fines del siglo XIX, estos sectores lo integraban artesanos y obreros urbanos, sirvientes, soldados y policías, en su gran mayoría de procedencia inmigratoria, sin que faltara el elemento criollo del ya iniciado – años atrás- “éxodo” rural, el “venido a menos” de la propia ciudad –puerto y enclaves de negros mulatos, como se dijo. Este hecho fue posible a través del alquiler bajo de una pieza en las llamadas casas de inquilinato o vecindad por los encuestadores muncipales e , irónicamente, conventillos por la gente del pueblo. Los conventillos, unas veces fueron edificios proyectados ex profeso, con el propósito de albergar en sus muchas piezas el mayor número posible de inquilinos ; y , otras, se trataba de antiguas casonas cuyos ambientes eran divididos por medio de tabiques de madera, a los efectos de multiplicar los cubículos a rentar. Obviamente, la “orilla” engendró sus propias formas de vida y costumbres. En esa “tierra de nadie” – y de todos- los primeros contactos entre “criollos” y “gringos” habían enfrentado dos cosmovisiones y dos escalas de valores diferentes. El primero – en rigor, el “dueño de casa” – era también, en muchos casos, paradójicamente, un desarraigado. Y lo era, porque así debe considerarse al ex señor de la pradera, ahora a pie; al hábil paisano de los “mil oficios” , sin qué hacer ; al “baqueano” de todos los vados y picadas, embretado en el límite de unas pocas manzanas; en fin, a cantidad de hombres que iban estirando sus muchos días sin trabajo, entre una y otra “changa” u ocasional “conchabo”, o trataban de sacar algún provecho de sus cortos francos de “milico” y , que muchas veces habían convertido su altivez en “pinta” y fanfarronería” y hecho “guapeza” el coraje. El segundo- el “gringo” – llegado con lo puesto para “hacer la América” , expulsado de la aldea por el doble asedio de un régimen agrario con resabios feudales y de una urbanización industrialista que superaba las posibilidades de asimilación del sur de Europa, empujado por el hambre, pero poseedor de antiguas destrezas, a veces con el “capital de su oficio” , la astucia y la austeridad adquiridas a fuerza de privaciones y sufrimientos. En este medio surgieron los tipos humanos del “compadrito” y del “taita”, “tano” o vasco – se prendió con alma y vida al trabajo y al ahorro; sin escatimar sacrificios , trató de juntar los pesos que le permitiesen instalarse “por su cuenta”. Fue así, como muchos de ellos repitieron una experiencia que a nivel colectivo llegó a ser una especie de rutina, sin que, en lo estrictamente individual y familiar, dejara de constituir una muestra de vida signada por el afán de “salir adelante”. Si prosperaba- que no todos lo hicieron- el “gringo” pasaba a la industria o adquiría solares en los remates y construía en ellos modestas viviendas de renta que le sirvieran de fuente para nuevas inversiones…
TANGO , CANDOMBE Y COMPARSAS
La “orilla” montevideana gestó el tango – danza, música y luego, además, canción- como imagen típica de su peculiar “cultura de la pobreza” , de modo análogo a como lo hizo, por los mismos años , el suburbio bonaerense, su homólogo. “Despojado y a tientas- han escrito José Wainer y Juan J. Iturriberry – el tango debió forjar sus propias armas, tomarlas, casi al azar, a su alrededor, y enarbolar, sobre ese onoroso, a menudo inadecuado préstamo, en la soledad, la orfandad y la indigencia, una visión original del mundo, trasponerla a magnitudes de arte y ascender otra vez con ella a la realidad”. El origen de la palabra “tango” ha sido motivo de sostenida controversia. Vicente Rossi dice : “vocablo africano puesto en boga en el mundo por los pueblos rioplatenses” ; y coincide con las acepciones que Fernando Ortiz recogiera en su “Glosario de Afronegrismos”, donde se afirma que primeramente se refirió al tambor de los negros, después a su danza y por fin a la ocasión en que se tocaba el uno y se bailaba la otra. Modernamente, Joan Corominas, en su “Breve Diccionario Etimológico de la Lengua Castellana” , acoge este origen : “reunión de negros para bailar al son de un tambor” , y como nombre de ese tambor mismo. La documentación prueba que a principios del siglo XIX se llamó “tambos” o “tangos”, indistintamente a los bailes de negros, que fueron prohibidos por el Cabildo en más de una oportunidad, lo que demuestra el poco éxito de la resolución tomada en acuerdo con el propio gobernador Francisco Javier de Elío. Sin embargo, esta explicación sobre el origen del vocablo no alcanza a explicitar el de la danza y su música, que reconocen, sin duda otras filiaciones: el tango andaluz, la habanera y la milonga criolla. Al respecto ha escrito Horacio Ferrer : “La presencia muy exitosa de esas tres especies populares en el Río de la Plata sirve como modelo y estimula en nuestra gente la gestación de otra expresión propia en absoluto. De esa acumulación recreadora que intenta el diferenciado espíritu rioplatense, nace el Tango como hecho nuevo de la música. Entonces no es como hijo sino como hermano menor de aquéllas”. Con relación a la fecha en que culminó este proceso, dice más adelante:
“Y cabe preguntarse, al fin : ¿ en qué momento se corona este esfuerzo? ¿En qué fecha- o en qué contorno de fechas- esa oscura génesis empieza a soltar Tango? ¿Cuándo podemos reconocer que el Tango está ya presente en Buenos Aires?
“Las memorias, los documentos, las crónicas y la reconstrucción de los hechos- responde – concurren a una buena certidumbre. Con sensatez, ese momento, esa zona de tiempo, puede ubicarse inmediatamente después de 1880”. El escritor Vicente Carrera ha retratado en “El Cubil de los Leones” a los personajes que imperaban en el lugar cuando las calles eran empedradas y los cercos estaban cubiertos de glicinas y madreselvas…
“Real asiento de figones , burdeles y cafetines- dice el citado autor- de cuyo interior brotan, entre perfumes de pacotilla , sones de violines torturados, rasgueos de guitarra y bandolines, carcajadas y procacidades, batir de palmas, chasquear de bofetadas, denso humo de tabaco y vahos de amontonamientos humanos. De acá y de allá escapan sonidos ásperos y discordantes que por rara virtud se funden en armónica polifonía”. “Gente de variada catadura ambula por esa hirviente vía de jolgorio, entra y sale de tabernas, garitos y “academias”, mostrando unos el júbilo desmedido que prestan las continuas libaciones, otros el desaliento por los quebrantos del juego, muchos el gesto duro de los bravucones y algunos la desazón punzante de los celos, que no por ser fangosa la vida deja de germinar en ella la planta eterna del romanticismo. “En tabernas tan renombradas como deslucidas, beben y se codean en cristiana promiscuidad los tahúres con los periodistas, los literatos con los hampones, los desastrados con los señoritos, los aprendices en hurtos con los mozuelos egresados de santos colegios(…)
“Los patios estrechos de los cafetines, humosos y olientes a frituras, dejan ver faldas abigarradas de percal que oscilan al compás de la milonga. Suenan los trombones a jactancia de “compadre” y los violines a sollozo de mujeres ultrajadas. La querella se agazapa en todas partes tras el regocijo.” El barrio está poblado “de gentes que observan con fervor los cinco mandamientos fundamentales de su religión dionisíaca : la guitarra, el mate, los naipes, el alcohol y la danza.” Pero también en los “conventillos” de Palermo perduraban las viejas tradiciones llegadas al Río de la Plata con los esclavos. Allí se bailaba el “candombe” , especie de drama ritual, que recogía en su ritmo extraño la emoción y el misterio del ancestro africano. Por cierto que hacia 1880, el candombe que se bailaba no era el mismo que se conociera en los días fundacionales del siglo XVIII . En la primera edición edición de su “Vocabulario, rioplatense razonado” aparecida en el año 1889, refiriéndose al candombe, dice Daniel Granada:
“Hacían estas danzas los negros africanos en Montevideo, hasta hace poco tiempo, todos los años , desde el día de Navidad (25 de diciembre) hasta el de Reyes (6 de enero) , con el aparato de instrumentos , trajes y clamoroso canto que les era peculiar. Hoy en el día habiendo muerto la mayor parte de los negros africanos y de los que conservaban sus costumbres , los candombes, aun cuando se repiten todos los años en la época indicada, están despojados de sus formas características, de manera que solo tienen de ellos el nombre”.
La memoria de sus ritmos y sus pasos, sin embargo , perduró más allá de los primeros años de la década del ochenta, en que todos los testimonios indican desapareció el candombe, “como expresión viva de una colectividad racial y aun como supervivencia de otras edades” En efecto, hasta ya entrado el siglo XX – dice Lauro Ayestarán – siguió practicándose a manera de danza inicial en toda sesión de baile que se realizara en determinados “conventillos” , habitados por gente de las raza negra. Era algo así como el “Primer vals” que abría el cotillón , al que seguían las Mazurcas, Chotis” y otros ritmos, conservando sólo un desvaído recuerdo de los viejos tiempos. Carácter singular iban a tener , a partir de entonces, las comparsas organizadas para las fiestas del Carnaval. Por una parte, constituyendo el núcleo animador por excelencia, estaban los morenos agrupados en “naciones” , cuyas respectivas salas se hallaban en las esquinas que mencionamos entre paréntesis : los “Congos Africanos” (Ibicuy y Soriano) , “Minas Magi” (Maldonado e Ibicuy) , “Minas Nagó” (Joaquín Requena y Durazno) , “Banguela” (Ibicuy y Durazno) , Y “Lubulos” (Sierra y La Paz) : la sala de los “Murena” , se hallaba en Río Negro entre Durazno e Isla de Flores y las de los “Augunga” y “Minas Carabori” no ha llegado a nuestro conocimiento el lugar de su emplazamiento. Uniéndose a ellos , en una expresión de identidad sociológica de la realidad cultural de la barriada, gallegos e italianos unimismados por el ritmo del tamboril… Francisco Acuña de Figueroa y el cronista Isidoro de María mencionan algunos nombres de las “naciones” o comunidades negras del Montevideo antiguo, que anotamos con las correcciones que les hiciera Rolando A. Laguarda Trías: camunda, casanches, cabindas, hanguelas, munyolos, congos, mozanbiques, minas y malembas. De esta conjunción , pluriétnica y original, nació en “La Facala” , conventillo de Isla de Flores entre Tacuarembó y Salto , en 1900, “Los Esclavos de Nyanza” . Andrés de Armas, en artículo publicado en “El País” de 21 de octubre de 1964, escribía:
“Antes de 1910 (nos ha dicho Pascual Sorochiello, uno de los viejos palermitanos con quienes hemos hablado) lo fundamental era el baile en los Nyanzas. Y dentro del baile sobresalía el arte endemoniado de los “escoberos”. “Cuando se enfrentaban dos comparsas surgía de inmediato el desafío de los “escoberos” , que luchaban entrelanzando sus piernas en una ruda lucha, donde se mezclaba el arte y la fuerza, pues cada uno buscaba tirar al otro con una zancadilla. El choque de escobero se llamaba “a la buena”. “De aquella época ha llegado a nosotros el nombre de Ambrosio González (“Mangin”) del que dicen que fue el más grande escobero de todos los tiempos. Murió hace poco en el corazón de su barrio. “Y la evocación del extraordinario escobero, despierta en los viejos otros nombres legendarios…Francisco Berduma, los Amato, Pedro Ricci … Todos de la primera época, anterior a 1910. Otro de los grandes escoberos, anterior a “Mangin” fue Francisquito Amato, un zapatero italiano al que nadie pudo tirar. “Una vez otra comparsa quiso quitarle a los Nyanzas el clásico traje rojo y blanco que lucían con enorme orgullo. Por el derecho a usar el traje, disputaron en una trenzada de zancadillas el escobero de Palermo y el de los rivales. Triunfó Francisquito y los Nyanzas salieron cantando los siguientes versos:
“Dicen que a los Nyanzas,
les sacan el traje.
“Eso lo veremos, si tienen coraje.
“Viva Francisquito,
primer escobero,
“Que voltió al Pesado, que es de los Lanceros.”
EL FUTBOL
En ese mismo mundo de la “orilla” – en sus calles , baldíos y “campitos” – el fútbol arraigó para reflejar fielmente el ingenio y la destreza de sus “muchachos” . Un encuentro amistoso entre el “cuadro” de “arriba” – el “Soriano” – y el de “abajo” , el “Solís” , que ganó éste, formado por quienes vivían cerca del Cementerio, gestó la fundación, el 5 de enero de 1905, del “Central Fútbol Club” que , poco después de constituido, ganó la copa “Old Man” uno de los trofeos que se recuerda con más cariño. Formaba así : A.Arduino ; Manuel Caballero y P. Ricci ; E. Razzetti , L. Montrasi y E. Vázquez, A. Laserre , P. Truco y R. Erias. El entusiasmo fue creciendo , lo mismo que la Institución. Es que allí, para impulsarlo, estaban como dirigentes Adolfo Dacquó, Alberto Caballero, Manuel Pérez Mintegui, Enrique Chazot, Aníbal Garderes, Eduardo Vázquez , José Paladino, Amadeo Rebagliatti, Augusto Arduino, Gervasio García, Fermín Ures, Aníbal Pedutto, Bolagna, Enrique Carreras, Cayetano Ricci , Pedro Bello, los Molfese , Benito Nardone , José Ramos Más, en cuya presidencia se compró la sede en $ 14.000. Varios fueron los locales que como sede ocupó Central, y también en distintos puntos debió instalarse para jugar como local. El Café Caballero fue de los primeros; es que tanto Alberto como Manuel lo brindaban todo por el Club de sus amores. Estuvo también en Santiago de Chile entre Durazno y Maldonado ; en lo de Pedro Bello, más que tesorero eficiente, un incondicional del club. En Durazno entre Ejido y Santiago de Chile ; Yaguarón entre Maldonado y Canelones, el año definitivo para la restauración. El terreno anexo lo adquirió cuando se realizó la venta de Omar Méndez. Entre las canchas en que debió actuar como locatario figuran el Parque “La Buena Estrella” , la Escuela Militar (fueron jugadores y dirigentes los que luego fueron Coroneles Alcides Martínez , Elvio D. Ruiz y Leoncio Raíz) , el Parque Narancio , en Camino Corrales y la cancha de Peñarol en Pocitos, ya en la época del fútbol profesional. Recién en 1937 pudo conseguir el usufructo del Parque Palermo.
EL CLUB ATLÉTICO ATENAS
EL 11 de agosto de 1918 un grupo de muchachos que integraban en ese momento el Club A. Plaza de Deportes N° 3 y que anteriormente habían fundado la Asociación Uruguaya de Sports y cuatro años antes habían constituido el Uruguay Basket-ball Club – el primer club de basket-ball de nuestro país- se reunían en dicha Plaza de deportes del Parque Rodó y , presididos por don Rafael Galli y actuando en la secretaría Antonio M. Borderes, decidieron formar un nuevo club atlético. Abierto el acto, el señor Galli explicó el motivo de la reunión, que consistía en dar cumplimiento a una resolución de la Comisión Nacional de Educación Física de fecha 15 de julio de aquel mismo año, por la cual se solicitaba de los clubes afincados en las plazas de deportes y que actuaban con el nombre de éstas, que adoptaran una denominación distinta y se constituyeran en entidades independientes. Decidida la formación de la nueva entidad y aceptado por unaminidad el nombre de “Club Atlético Atenas” que propuso don Rafael Galli, se nombró su Comisión Directiva. La misma estaba integrada de la siguiente manera : Presidente : J. P. Ames ; Vicepresidente : Héctor Berruti ; Contador : Leonardo de Luca ; Secretario : Carlos A.Fernández ; Tesorero : Emilio Servetti Mitre; Asesor Técnico : Rafael Galli.
PALERMO (Parte II)
La crisis desatada en julio de 1890 derrumbó al Banco Nacional – del que ya se había apartado Reus en 1888 – y determinó la disolución de la “Compañía Nacional de Crédito y Obras Públicas”. Al año siguiente, el 7 de marzo de 1891, Reus falleció, en Montevideo. Con el correr de los años, los propietarios de las casas del barrio Reus al Sur fueron alterando sus fachadas poco a poco, rompiendo la armonía arquitectónica del grupo; pero, además, el deterioro se fue haciendo sentir a lo largo de más de 90 años, lo que junto con la falta de un mantenimiento adecuado y al hecho de estar las viviendas muy super pobladas, incluso, muchas convertidas en casas de inquilinatos por piezas, determinaron que por ruinosas, dichas construcciones fueran desalojadas, pasando sus habitantes a viviendas de emergencia. Por Resolución N° 1941 de 1975 , el Barrio Reus al Sur fue declarado Monumento Histórico por el Poder Ejecutivo pero por otra Resolución (N° 2570 del 8 de octubre de 1979) lo desafectó de tal condición. La población del territorio del candombe fue desalojada. La opinión pública se movilizó y obtuvo que la Intendencia Municipal de Montevideo expropiara los terrenos, aunque, naturalmente, el barrio quedó reducido a algunos paredones desnudos, muy pocas viviendas en pie y en montón de escombros. En el curso de 1985, un convenio de la Intendencia Municipal y el Banco Hipotecario del Uruguay hizo renacer la esperanza – que no se ha concretado – de la recuperación , restauración y reciclaje del barrio. Para la concreción urbanística de dicho propósito, la Intendencia convocó a un concurso de proyectos que fue ganado por el de los arquitectos Marta Cecilio, Jack Couriel, Anga Gravina y Mario Spallanzani que , junto con los demás trabajos presentados, fueron expuestos en el Centro de exposiciones del Palacio Municipal, a partir del lunes 3 de febrero de 1986. Otro hito edilicio del antiguo barrio fue el inmueble sede de la “Escuela de Artes y Oficios” --- actual local central del Consejo de Educación Técnica, conocido como “Universidad del Trabajo” …construido con la dirección del Ing. Rafael Maggio y que, terminado en 1890, se inauguró en dicho año con la presencia del Tte. Gral. Máximo Tajes, presidente de la República. La primitiva sede de la escuela estaba situada donde hoy se halla el edificio de la Facultad de Derecho. Al trasladarse al Barrio Reus del Sur creció su capacidad y en ella , al decir del mencionado cronista, “se asilan varios cientos de muchachos que ayer nomás vagaban por calles y plazas mendigando o cometiendo raterías”. Palermo y el Reus – y el contiguo Barrio Sur – vendrían a configurar la llamada “orilla” de la ciudad, habitada por los sectores populares. Hacia fines del siglo XIX, estos sectores lo integraban artesanos y obreros urbanos, sirvientes, soldados y policías, en su gran mayoría de procedencia inmigratoria, sin que faltara el elemento criollo del ya iniciado – años atrás- “éxodo” rural, el “venido a menos” de la propia ciudad –puerto y enclaves de negros mulatos, como se dijo. Este hecho fue posible a través del alquiler bajo de una pieza en las llamadas casas de inquilinato o vecindad por los encuestadores municipales e , irónicamente, conventillos por la gente del pueblo. Los conventillos, unas veces fueron edificios proyectados ex profeso, con el propósito de albergar en sus muchas piezas el mayor número posible de inquilinos ; y , otras, se trataba de antiguas casonas cuyos ambientes eran divididos por medio de tabiques de madera, a los efectos de multiplicar los cubículos a rentar. Obviamente, la “orilla” engendró sus propias formas de vida y costumbres. En esa “tierra de nadie” – y de todos- los primeros contactos entre “criollos” y “gringos” habían enfrentado dos cosmovisiones y dos escalas de valores diferentes. El primero – en rigor, el “dueño de casa” – era también, en muchos casos, paradójicamente, un desarraigado. Y lo era, porque así debe considerarse al ex señor de la pradera, ahora a pie; al hábil paisano de los “mil oficios” , sin qué hacer ; al “baqueano” de todos los vados y picadas, embretado en el límite de unas pocas manzanas; en fin, a cantidad de hombres que iban estirando sus muchos días sin trabajo, entre una y otra “changa” u ocasional “conchabo”, o trataban de sacar algún provecho de sus cortos francos de “milico” y , que muchas veces habían convertido su altivez en “pinta” y fanfarronería” y hecho “guapeza” el coraje. El segundo- el “gringo” – llegado con lo puesto para “hacer la América” , expulsado de la aldea por el doble asedio de un régimen agrario con resabios feudales y de una urbanización industrialista que superaba las posibilidades de asimilación del sur de Europa, empujado por el hambre, pero poseedor de antiguas destrezas, a veces con el “capital de su oficio” , la astucia y la austeridad adquiridas a fuerza de privaciones y sufrimientos. En este medio surgieron los tipos humanos del “compadrito” y del “taita”, “tano” o vasco – se prendió con alma y vida al trabajo y al ahorro; sin escatimar sacrificios , trató de juntar los pesos que le permitiesen instalarse “por su cuenta”. Fue así, como muchos de ellos repitieron una experiencia que a nivel colectivo llegó a ser una especie de rutina, sin que, en lo estrictamente individual y familiar, dejara de constituir una muestra de vida signada por el afán de “salir adelante”. Si prosperaba- que no todos lo hicieron- el “gringo” pasaba a la industria o adquiría solares en los remates y construía en ellos modestas viviendas de renta que le sirvieran de fuente para nuevas inversiones…
|
|