GOES
Los orígenes
Por resolución del 20 de diciembre de 1866 se denominó “Camino de Goes” al hasta entonces conocido como al Cerrito o a La Figurita, uno de los caminos de entrada a Montevideo. No sería éste, como se ha dicho, el camino de Juan de Toledo (Juan Gil de Toledo, vecino poblador de Montevideo, según Juan Alejandro Apolant) En su “Geografía del Departamento de Montevideo” , publicada en 1898 por Julián O. Miranda , afirma dicho autor que el Camino de la Cuchilla Grande, o de Juan de Toledo, nacía en Maroñas, pasaba por Piedras Blancas, y siguiendo en gran parte el curso de la Cuchilla Grande entraba al departamento de Canelones , después de cruzar el arroyo Toledo. Una de las antiguas denominaciones de aquel, por su parte derivaba de su cruce por un viejo comercio existente desde comienzos del siglo XIX en la esquina formada por las actuales avenidas Gral.Flores y Gral. Garibaldi. Y su nuevo nombre – Goes – desde 1866 evocaba a los hermanos Goes , Scipión y Vicente, que según Ruy Díaz de Guzmán introdujeron a Asunción desde San Vicente, Brasil hacia 1555 , un toro y siete vacas, que luego , con su multiplicación y otros aportes, a lo largo del tiempo, iban a inaugurar la ganadería del Río de la Plata. Desde mayo de 1908 data su actual denominación de avenida Gral. Flores. La misma constituye una verdadera espina dorsal de la populosa barriada. De un lado, por donde linda con Villa Muñoz, la apuntalan otras típicas calles : José L. Terra, Guaviyú, Porongos. Del otro flanco, hacia el Reducto, están Marcelino Sosa, Rocha, Pando. Y las transversales son las costillas de la fuerte estructura: Yatay, Isidoro de María, Martín García, Cuñapirú, Libres, Blandengues, Aramburú, San Fructuoso, Concepción Arenal, Rivadavia, Garibaldi. Aunque Goes no termina allí, porque su zona de influencia se extiende prácticamente a lo largo de todo General Flores, casi hasta Maroñas. Pero el origen del barrio iba a derivar del traslado de la feria de productos agrícolas y ganaderos desde la plaza Cagancha a la Plaza Sarandí, decretado por el gobierno de Gabriel Antonio Pereira en 1856 . Diez años después, en 1866 , el gobierno del Gral. Venancio Flores obtuvo de los hermanos Guerra la cesión de amplios terrenos para trasladar a la plaza de Sarandí el Mercado de Frutos.
Al finalizar dicho año se inauguró en el nuevo emplazamiento dicho Mercado de Frutos, que englobaba en su seno a la Plaza de Carretas, cuyos límites coincidían con el trazado de las actuales calles José L. Terra , por el este ; Marcelino Sosa, por el oeste; Yatay , por el sur ; e Isidoro de María , por el norte. Alrededor de la plaza – feria denominada General Flores, surgieron modestos pero abundantes locales. En ellos se alojaban pulperías, almacenes, fondas, corralones y barracas de acopio. Predominaban las casas de material sobre los ranchos. Dice el Dr. Juan Carlos Patrón en sus amenas crónicas anecdóticas e histórico – costumbristas sobre el barrio Goes, que de las tres pulperías en poco tiempo instaladas alrededor de la plaza, la preferida era la del Gaucho, fundada antes de 1870, donde hoy se cruzan General Flores y Yatay. Agrega dicho autor que “en la azotea del edificio se asomaba un gaucho con una copa en la mano, construido en terracota”. El mismo cronista evoca, asimismo, con vigorosos trazos, el ámbito edilicio y social de aquella antigua plaza-feria : “Alrededor del cuadrilátero inicial pronto se construyeron edificios rudimentarios aunque imprescindibles para atender las necesidades de la plaza. Barracas para resguardar los frutos del país de las inclemencias naturales : agua, viento y ladrones. Y también de las pacíficas pero terriblemente glotonas palomas, que no se conformaban con los granos de trigo o maíz desparramados en las cargas y descargas, y con sus picos atravesaban la arpillera de las bolsas. Fondas y posadas para comida y cama de troperos y carreteros. Corralones para protección de bueyes y caballos, sobre todo en invierno. Pulperías para diversión nocturna de los que habían trabajado de sol a sol. El patacón quemaba en el bolsillo. Mientras corrían los vasos de vino, caña y ginebra, los payadores campesinos rivalizaban con los cantores compadritos del suburbio montevideano. Y muchas veces el contrapunto terminaba en duelo criollo, dentro del círculo inmóvil que formaban los espectadores respetuosos. Y nunca faltaba quien cubriera la mueca de la muerte en la cara del vencido con el luto piadoso de un gacho negro”. Pero el camino de Goes conserva huella de innumerables episodios de la vida militar de nuestra ciudad. En efecto: por él se retiraron las fuerzas de Vigodet, derrotadas por el Gral. José Rondeau en el Cerrito, en la mañana del 12 de diciembre de 1812, buscando amparo tras las murallas de la ciudad. A partir de febrero de 1843, mes en que el ejército del Gral. Manuel Oribe puso sitio a Montevideo, dicho camino fue vía del ir y venir de las tropas y de episodios bélicos como el ya citado de la muerte del coronel Marcelino Sosa, caído el 8 de febrero de 1844 en un lugar cercano a la playa de la Aguada, luego desaparecida a consecuencia de las obras de construcción del puerto de Montevideo. El 20 de febrero de 1865 , el Gral. Venancio Flores , culminando la que llamara Cruzada Libertadora, entró al frente de sus tropas por el viejo camino “de la Figurita”.
EL TRANVIA “EL ORIENTAL”
Al tiempo de instalada la Plaza de las Carretas, el movimiento comercial de la zona hizo necesario un servicio de locomoción permanente que facilitara el desplazamiento de personas de Goes al Centro . Esta importante función vino a ser cumplida por la Empresa del “Tranvía Oriental” , en febrero de 1875. En un comienzo, los coches llegaban sólo hasta la Estación, después la línea se extendió hasta la Figurita, (en el cruce de las actuales Avdas. Gral Flores y Gral. Garibaldi) y , finalmente , hasta el entonces camino Larrañaga (actual Avda. Luis Alberto de Herrera) . Dos recorridos unían a Goes con el Centro. El primero cumplía el siguiente trayecto : Goes, Yaguarón, Orillas del Plata, hoy Galicia, Andes, Canelones, Camacuá, Treinta y Tres y 25 de Agosto hasta la Aduana. El segundo recorría Goes, Domingo Aramburú, Justicia, Miguelete, Sierra (actual Avda. Daniel Fernández Crespo) , Uruguay , Florida , Canelones y de allí el mismo itinerario del anterior. Los “trenvías” eran abierto en verano y cerrados en invierno. Los de 32 pasajeros eran tirados por tres caballos y los de 24 por una yunta. En los repechos se recurría a la ayuda de un cuarteador. En la esquina de San Fructuoso, Félix Ramis – el último cuarteador de Goes, hasta que aparecieron los “eléctricos” , en 1906 - , esperaba con su zaino la llegada del “trenvía” . Cuando éste llegaba, prendía su caballo, y entre todos lograban subir lentamente el repecho desde la Estación al camino de la Figurita (hoy Garibaldi) . En la calle Andes había otro cuarteador, para que el tren pudiera subir la cuesta de Orillas del Plata (actual Galicia) , hasta Uruguay.
El personal del Oriental trabajaba doce horas diarias y descansaba un día a la semana. Los mayorales o conductores y los guardas ganaban $ 28 por mes y los cuarteadores, $ 18. A principios de siglo, los obreros solicitaron un aumento de $ 4 , y como la empresa no accedió, se levantaron en huelga. Para cumplir el servicio la empresa contrató personal de emergencia, que fue insultado y apedreado desde las principales esquinas de Goes. Al paso del “tranvía” , el “rompehuelgas” tenía que oir versos satíricos que una comparsa carnavalesca había divulgado, y que cantaban todos los huelguistas y simpatizantes. Juan Carlos Patrón, en su colorida crónica, decía en 1968 : “Algún viejo goense, entrecerrando los ojos para que no se los empañe la niebla del olvido, todavía recuerda el paso del “trenvía”, conducido por la arrogancia, que a veces era soberbia, de un criollo de pañuelo blanco al cuello y clavel rojo en la curva más alta de la oreja. El paso del trenvía era anunciado por un toque de cornetín, motivando que manos femeninas entreabrieran las ventanas para admirar al arrogante mayoral. Los montevideanos de aquella época tenían el privilegio de que el trenvía se detuviera exactamente frente a la puerta de sus casas. Y de mañana temprano, si un funcionario público se dormía , el mayoral lo despertaba a fuerza de cornetín, sin peligro de que se agotara la pila, pues funcionaba a pulmón y sin que ningún pasajero se disgustara por la espera. Era el único tren en el mundo que marchando casi vacío iba completo. Porque los fumadores solo podían encender el cigarro en la última fila de asientos. Y era muy difícil encontrar lugar en los diez reservados para pitar, pues se ocupaban totalmente en las primeras cuadras del recorrido, mientras los demás iban vacíos” . Desde el 22 de octubre de 1976 , un día después de ser inaugurada en el predio de la antigua estación de tranvías (Marcelino Sosa, entre Domingo Aramburú y Carlos Reyles) la Terminal de Omnibus que presta servicios a los ómnibus interdepartamentales de corta distancia, la zona, que había venido decayendo, comenzó a ver incrementarse su vitalidad. El movimiento del barrio , desde ese momento, se trasladó hacia la Terminal Goes.
EL PABELLON DE PIPO – EL POLITEAMA ARTIGAS Y EL TEATRO POPULAR
La antigua quinta de los Aguirre, que se extendía desde las primeras cuadras de Goes hasta donde después se levantó la Estación, fue fraccionada en solares que se ofrecieron en venta. El de la esquina de Goes y Libres , que cubría casi media manzana , lo compró el italiano José Patrón para instalar su “almacén por mayor y menor” .
Corría el año 1895 cuando un joven, de excepcionales dotes para la comedia, Luis Vittone – que se hacía llamar el “Payaso Pipo” - , le propuso a don “Pepe” Patrón que , antes de construir, le arrendara el terreno para alzar allí una vieja carpa de lona, donde esperaba atraer a la concurrencia , cada vez más numerosa, que todos los días visitaba la plaza de las Carretas. Don Pepe, que no pensaba obtener renta alguna del solar, se lo cedió gratuitamente, con la única condición de que debía dejarlo libre cuando comenzara la construcción de la casa. Y así como en la esquina de Goes y Libres se levantó el Pabellón de Pipo. Recuerda Juan Carlos Patrón “Las funciones de aquel viejo circo de Goes comenzaban a las 8 y 30 y se componían de dos partes. En La primera actuaban malabaristas, equilibristas, écuyéres, acróbatas y el forzudo de turno, que rompía cadenas y desafiaba, con gesto fiero , a que le deshicieran a marronazos una piedra sobre el pecho. Cerraba la primera parte el payaso Pipo, con la cara pintarrajeada. “ En el intervalo, el público salía de la carpa y en el almacén de Patrón tomaba un “caliente” (café) , que costaba tres centésimos, o si hacía calor, pedía una “graciosa” , cuyo precio era un vinten . Las damas preferían un refresco de tamarindo, grosella o limón. Los muchachos de las gradas entreabrían el saco para que se adivinara el cuchillo y ordenaban : ¡Una doble de la Habana! “ En la segunda parte, el escenario se iluminaba con los primeros resplandores del teatro rioplatense. Se representaban, modestamente, claro , pantomimas y dramas gauchescos : el Julián Giménez de Abdón Arósteguy , el Martín Fierro en versión de Elías Regules , Juan Soldao de Orosmán Moratorio , y Juan Cuello y Juan Moreira, los preferidos por el público, con diálogos adaptados por Pepe Podestá” Cuando comenzó las construcción de la casa de don José Patrón , allá por 1897 , Luis Vittone se trasladó a la esquina de las entonces Bartolomé Mitre, hoy Blandengues y Goes y por último, armó la carpa en Isidoro de María y Reducto , hoy San Martín. Y continúa narrando Juan Carlos Patrón : “Después de 1910, Carlos Ponzoni , acróbata y actor desde los ocho años, Francisco Porro, que desde los diez emocionaba con sus arriesgados saltos mortales , y un actor criollo, José Fradiletti, instalaron en Domingo Aramburú y Guaviyú el Politeama Artigas, que era más que un circo. “Tenía techo estable, de zinc , piano, buenas luces y decorados. La primera actriz de la compañía era Rosita Arrieta. Como el Municipio les intimó el desalojo por no estar el edificio de acuerdo con las reglamentaciones vigentes, se trasladaron a La Comercial . Pero un temporal deshizo las precarias instalaciones y los restos fueron a caer a más de doscientos metros de distancia. Sin desanimarse , y con toda clase de sacrificios económicos, volvieron a armar el escenario en Goes y Ceibal y más tarde frente al Hipódromo de Maroñas. En ese entonces, los niños de las obras eran interpretados por Santiaguito Arrieta , quien diez años después resultó uno de los más cotizados galanes de Buenos Aires. Su versión del Gaucho Lucero , en El Matrero , de Yamandú Rodríguez, le abrió las puertas de la fama. “No quiero cerrar este recuerdo de los viejos circos – agrega - , que fueron el amanecer del teatro nacional, sin mencionar a otros que alzaron su lonas en Goes, entre ellos los de Vanzello , en la esquina de Bolívar , hoy Lorenzo Fernández, Baccino , La Chilena y Pensado, que muchas veces ocuparon un baldío de General Flores casi San Eugenio” En 1890 se inauguró el primer teatro de Goes, “El Popular” , situado en la cuadra que unía Yatay con Sierra, antes de iniciarse la construcción del Palacio Legislativo y la Facultad de Medicina. Según un testigo de la época , “era una sala cómodamente espaciosa para 600 personas, y hasta bonita, con doble hilera de palcos a los costados elegantemente dispuestos, profusión de luces y discretos decorados” (Caras y Caretas , 21 de diciembre de 1890) . La entrada de platea costaba habitualmente veinte centésimos. Durante el primer año actuaron, entre otras compañías, la Dramática Musical de los “célebres niños hermanos Faleni” , y el conjunto dramático Cúneo Aleotti, cuyo mayor éxito era Otelo. “Pero no pudo afrontar la competencia de los circos , que ofrecían dramas gauchescos, de gran atracción popular, y cinco años después “El Popular” cerró sus puertas para siempre” Y evoca Patrón : “ Posteriormente el local fue ocupado por la fábrica de cigarrillos de Domingo Bernini y más tarde por el garaje de Zanotti”.
EL CAFÉ VACCARO
A fines del siglo pasado, en la quinta de Doña Dolores , conocida por “la loca” , extendida desde el camino Goes hacia el este hasta la proximidad del barrio Kruger, cerca de Garibaldi, trabajaba un italiano llamado jerónimo Vaccaro, conocido por “Yirumín” . Al morir Doña Dolores, Yirumín compró una franja de terreno, desde el cruce de Goes y Domingo Aramburú hasta la que hoy es José L.Terra. En la esquina instaló un almacén y despacho de bebidas, con entradas independientes : al almacén se entraba por una puerta ochavada en la esquina que formaba la entonces calle Aurora , hoy Domingo Aramburú, con Goes , y al despacho de bebidas, por Aramburú. Con el tiempo, el despacho de bebidas, atendido preferentemente por tres de los cinco hijos de Yirumín, Juan, Antonio y Alberto, que permanecía abierto toda la noche, fue adquiriendo cada vez más importancia y reduciéndose, proporcionalmente, la del almacén, para terminar por ser exclusivamente café y bar. “Frente al Yirumín, en la esquina opuesta-evoca el Dr. Juan Carlos Patrón – existía un depósito de forraje, propiedad de los hermanos Siri. En los primeros años del siglo lo compraron los Vaccaro, quienes tiraron abajo el galpón y levantaron un biógrafo, que al principio se llamó “Nacional” y , poco después, “Fénix” .La Sala contaba con doscientas plateas, galería alta, seis palcos, piano y telón corto antepuesto sobre un escenario en el que, alternando la programación de cine mudo, se cumplían espectáculos teatrales, en los que destacaron los actores y actrices Félix Mutarelli, Juan J.Severino “Cotorrita” Ramos y Gloria Faluggi. El cine empezó a funcionar alrededor de 1906 , y como es natural la mayor parte de la concurrencia cruzaba en los intervalos o a las salidas hasta el café. Un timbre que se pulsaba en el “Fénix” y sonaba en el Vaccaro, anunciaba que la función terminaba o continuaba. “Pero el responsable del desarrollo y transformación del viejo café fue el popular “Perucho” Bórmida, llamado el “amigo de los amigos” en todo el barrio. Perucho, en efecto, transformó el negocio hasta terminar con el viejo y anticuado almacén. En su lugar incorporó un restaurante, que pronto adquirió renonmbre no sólo dentro del barrio sino en toda la ciudad: después de las diez de la noche era difícil encontrar una mesa disponible. El salón comedor estaba separado por una mampara de las mesas de café, ocupadas por numerosa clientela y varias “ruedas” de parroquianos habituales. Al fondo del local, asimismo, había mesas de billar donde se jugaba preferentemente al casín, y otras dispuestas para el golfo. Atraídos por la gran afluencia de público, llegaban cantores que, encaramados sobre dos mesas juntas que oficiaban de escenario desmontable, entretenían a la concurrencia, que se mostraba generosa en la colecta del “platito”…”
Bórmida falleció en 1926 , y en su sepelio fue acompañado por una enorme concurrencia de todo el barrio. Pero dos años después, los sucesores iban a inaugurar el edificio del que pasó a denominarse “Café Vaccaro” , en recuerdo de sus fundadores. Hoy todavía luce en la esquina tradicional de Goes con el nombre de “El Nuevo Vaccaro”.
EL ATENTADO CONTRA BATLLE Y ORDOÑEZ
El sábado 6 de agosto de 1904 , como casi todos los sábados, el presidente de la República, José Batlle y Ordoñez , en compañía de su esposa, Matilde Pacheco de Batlle y Ordoñez y de sus hijos menores, Ana Amalia y Lorenzo recorría en carruaje cerrado el camino Goes. Conducía el carruaje el cochero de la presidencia, Ángel Martinelli , fundador de la conocida empresa de nuestros días y junto a él, en el pescante, viajaba el sargento Gómez, de la escolta presidencial. Detrás del coche cabalgaban el sargento Azambulla y un soldado. El vehículo llegó ese día hasta el camino Corrales, a cuya altura, en ese tiempo , se estaba en pleno campo. Se detuvo la marcha una media hora, durante la cual Ana Amalia, de nueve años, y Lorenzo, de seis , corretearon mientras sus padres paseaban. De regreso , a poco de pasar el vehículo por Tres Esquinas, que seguramente estaban donde hoy desemboca la calle Lorenzo Fernández, es decir trescientos o cuatrocientos metros al norte del cruce de la actual avenida Garibaldi, delante del tiro del carruaje, explotó una bomba colocada en forma de mina. La señora de Batlle registró exactamente la hora, pues su reloj se detuvo por efecto de la explosión: eran las cuatro y treinta y siete de la tarde. Los caballos se encabritaron y estuvieron a punto de desbocarse, pero el cochero logró dominarlos. Detenido el coche, Batlle abrió la portezuela, junto a la cual ya estaba el sargento Gómez, y oyó la explicación del cochero : “Señor Presidente, acabamos de salvarnos de una mina” . Batlle dispuso que el soldado de la escolta se dirigiera a la comisaría Seccional para dar cuenta del hecho y , tranquilizando a sus familiares, ordenó que el paseo prosiguiera en la forma acostumbrada. Los dos sargentos y el soldado que formaban la escolta del presidente declaraban el mismo 6 de agosto de 1904, a la revista “Caras y Caretas” , que “antes que nada vieron moverse la tierra, las piedras del pavimento y los rieles que saltaron en la superficie. Luego sintieron una potente explosión, aunque algo apagada (después se supo que la bomba estaba colocada tres metros bajo tierra) y finalmente vieron saltar por el aire, fragmentos de piedras, rieles retorcidos y una gran nube de tierra”. Poco después, la policía ubicaba la finca desde la cual se construyera el túnel hasta el medio de la calzada, a tres metros de profundidad, para colocar la mina. La misma estaba señalada con el N° 366 del Camino Goes y los fondos del predio daban a una laguna que llegaba hasta la actual Avda. Gral. San Martín. Dentro de la casa se encontró solamente un catre y un sombrero flexible que , de acuerdo con las inscripciones de sus forros, había sido adquirido en Buenos Aires, en un negocio de La Boca. Se encontró la boca del túnel en un sótano de la casa, a la altura de la cintura de una persona de estatura media. Un artefacto de cables y poleas, permitía accionar el deflagrador. Guiados por las señas del habitante que había tenido la finca en los últimos meses, proporcionadas por los vecinos, pocas horas después de la explosión, fue detenido un súbidto italiano de nombre Luis Di Trápani, y un pariente suyo llamado Simón Di Ruggia. Las primeras averiguaciones comprobaron la desvinculación de este último, que recobró la libertad. Días después fue detenido en Pando otro súbdito italiano, de nombre Pedro Calderone. El primer nombrado resultó ser el “experto” que construyó la bomba con treinta y siete cartuchos de dinamita, colocados en una caja de metal. Y el que diseñó y construyó las piezas del artefacto deflagrador. Calderone declaró que se le habían prometido $ 400 por su “trabajo” , de los cuales se le adelantaron 50. Construyó el túnel, colocó la bomba , instaló el mecanismo de encendido y fue el encargado de ponerlo en funcionamiento. Desde el comienzo de su interrogatorio, Di Trápani había señalado como el instigador del atentado a Osvaldo Cervetti. Este había sido un empleado aduanero, destituido por irregularidades durante el gobierno de Juan Lindolfo Cuestas , y a quien el presidente Batlle y Ordoñez acababa de resolver negativamente su pedido de restitución en el cargo. Di Trápani también declaró que Cervetti le había dado como explicación de su actitud , que si el presidente Batlle resultaba muerto, ocuparía su cargo el general Máximo Tajes, que estaba seguro lo restituiría a su puesto en la Aduana. Pero Cervetti, en realidad, era un “terrorista” reiterativo, habiendo participado en otros dos intentos de atentado durante el período militarista del siglo pasado.
EL TANGO EN GOES
Para la historia legendaria del barrio, cabe consignar la versión recogida en folleto por el periodista de “El Día” , Ovidio Cano, sobre el origen del tango en Goes. Según Cano, tal afirmación pertenecía a Leonardo Durante, argentino de nacimiento , habitante durante muchos años en el barrio Goes , en la calle Libres N° 1620 casi Gral. Flores. Durante afirmaba que el tango había “nacido” en un antiguo rancho situado en el predio que hoy ocupa la finca señalada con el N° 1477 de la calle Isidoro de María, por entonces frente a la “Plaza de las Carretas” . En aquel rancho de piso de tierra se realizaban “veladas” donde los criollos de la época bailaban con alegría. La “orquesta” la componían un guitarrista, un flautista y un violinista. Y en ese ámbito , los dueños del rancho, conocidos por su sobrenombres de el “Tano” , el “Gallego” y el “Negro” , propusieron que se bailara al son de lo que según habían sabido era una forma de baile de los morenos llamada “tango”, que las autoridades de fines del siglo XVIII habían prohibido como generador de malas costumbres. Pero la diferente integración de los instrumentos , la falta de una partitura (se valían para sacar una pieza del “tarareo”) , la deformación de la Habanera y e bailarla abrazados gustaron a los contertulios. Según Durante, desde esa noche del 2 de diciembre de 1866 , la gente de la zona acostumbraba decir : “¿Vamos a bailar unos tangos al rancho de la plaza?”
EL MERCADO AGRÍCOLA
En un terreno limitado por las actuales calles José L. Terra , Dr. Juan José Amézaga, Ramón Del Valle Inclán y Martín García , donado por Carlos H. Crocker – al que acompañaron cuatro donantes más, sin duda interesados en valorizar sus propiedades – se colocó el 30 de diciembre de 1906 la piedra fundamental del Mercado Agrícola , obra del Arq. Antonio Vázquez . Su habilitación data del 30 de noviembre de 1912. La gran estructura de hierro – 5.867 metros cuadrados - , se trajo de Europa , donde había servido en Bruselas para una Exposición Ganadera, y su definitivo emplazamiento y obras complementarias concluyeron en 1913. El origen de la estructura explica – como observa Juan Carlos Patrón – que un Mercado donde no se vende carne, “adorne sus puertas con cabezas de vacunos”. Montevideo era en aquellos tiempos una ciudad de 350.000 habitantes , y el país todo no alcanzaba al 1:300.000 . La capital crecía con fuerza, y contiguo al Camino Goes, que se llamó después General Flores , como ya se dijo, funcionaba desde 1911 la Facultad de Medicina.
Con la presencia del mercado – evoca Jorge Albistur - , el barrio literalmente hervía. Las operaciones solían realizarse en libras esterlinas o en monedas de oro brasileñas y argentinas. Situación que se mantuvo hasta la década del 20 , cuando todo el mundo comenzó a ahorrar el metal precioso y escaso . Mientras la calle se poblaba de jardineras y carros de los quinteros, los payadores animaban las parrilladas vecinas y el verdulero “Pepo” Mayuri cantaba en los boliches repletos. En la actualidad – agrega - , el Mercado está dividido en cuatro plazas y llega al máximo su actividad los lunes , miércoles y viernes – los “días de entrada” - , a partir de las 13.30 . Es entonces cuando se atiende a los quinteros , adjudicando un lugar de ubicación y descarga a cada uno de los camiones. Feriantes y almaceneros vienen a hacer sus compras, y la intensa actividad se prolonga hasta las seis o siete de la mañana siguiente. Aunque con un volumen de operaciones ligeramente menor que el del Mercado Modelo, el Agrícola es totalmente imprescindible para el abasto de Montevideo. Un anexo , con entrada principal en Martín García , funciona como mercadito vecinal, ofreciendo los productos al detalle; y en esa misma ala del local hay un puesto de Sub sistencias, carnicerías, despensa, pescadería , venta de aves y de productos porcinos , una cooperativa de agricultores , un bar y hasta un puesto de venta de flores.
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