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EL AGUILA DE ATLANTIDA

   
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EL AGUILA DE ATLANTIDA

aguila


El singular monumento El Águila es uno de los iconos de Atlántida, aunque en realidad se ubique a dos kilómetros del balneario, en Villa Argentina. Por su extraña forma y su misteriosa historia, esta construcción es un punto de visita obligatorio de cualquier tour por Atlántida. Se encuentra justo frente al mar, y desde su interior se obtiene una preciosa vista costera. Lo que todos conocen como “El Águila” se construyó en 1945 con el nombre de “Quimera”. Su dueño era el legendario Natalio Michelizzi, el gran impulsor del balneario, responsable también del Hotel Palace. El diseño y la construcción estuvieron a cargo de Juan Torres, quien elevó la casa de forma completamente artesanal. Las ventanas de la sala eran los “ojos” del águila, hoy un mirador visitado a diario por decenas de turistas. Varias leyendas hacen  aún más interesante la visita a El Águila. Algunos sostienen que fue un escondite de contrabandistas, mientras que otros aseguran que Michelizzi ocultó allí un laboratorio alquimista. Para otros, la Quimera fue usada como capilla e incluso se cuenta que fue un refugio nazi durante la Segunda Guerra Mundial. Nadie sabe con certeza cuál fue su finalidad original. Lo cierto es que la mística del lugar no deja de cautivar a quienes lo visitan. Es posible ingresar a El Águila entre las 9 y las 19:30 durante el verano y entre las 9 y las 18 en invierno. Se accede por el kilómetro 43 de la Ruta Interbalnearia.


UN SOL PARA ATLANTIDA


De la mano de la inauguración de la obra “Un sol para Atlántida” en homenaje al gran artista Carlos Paéz Vilaró , se realizó el lanzamiento de la temporada estival 2014-2015 del departamento de Canelones.

El lanzamiento tuvo lugar en el atardecer del 16 de diciembre en la Rambla de Atlántida, que alguna vez fue soñada por Carlos Páez Vilaró como la “Costanera del sol” y donde se inauguró un espacio dedicado al artista, que incluye la instalación de la obra diseñada por su hija, Agó Páez. El descubrimiento de la obra se realizó a la caída del sol y significó un momento de gran emoción que fue acompañado por el tronar de los tambores de C 1080, comparsa con la que desfilaba el artista.

 

 

 

 

 

 

 





   
 


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